Dad al César
Los cristianos no son enemigos del Estado, sino ciudadanos por convicción y con gran responsabilidad.
Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer
Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer
Mateo 22, 15-21
Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: "Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?" Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo." Ellos le presentaron un denario. Y les dice: "¿De quién es esta imagen y la inscripción?" Dícenle: "Del César." Entonces les dice: "Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios."
Reflexión
1. El Evangelio de hoy nos exhorta a tomar en serio no sólo nuestras obligaciones de cristiano, sino también nuestras tareas de ciudadanos, nuestros deberes políticos: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.”
2. El episodio comienza con una pregunta aparentemente ingenua: “¿Se debe pagar el impuesto al César o no?”
Pero Jesús, enseguida, se da cuenta de la trampa que los fariseos le quieren tender. Afirmar o negar el pago reclamado por los romanos, es igualmente peligroso para Él. Un NO de Jesús le hace agitador de la rebelión y enemigo del César. Un SÍ implica aceptar la ocupación romana y negar el ansia judía de liberación.
Pero Jesús se eleva por encima de la situación momentánea, y da una respuesta para todos los conflictos ulteriores. Él invita a cumplir la justicia, la que consiste en dar a cada uno lo suyo. Dios tiene sus derechos y el César tiene los suyos.
3. “Dad al César lo que es del César.”
Los políticos y toda autoridad estatal son instrumentos de Dios para la realización de sus designios, aunque no lo sepan o quizás no lo quieran. La primera Lectura de hoy (Isaías 45, 1. 4-6) nos da un ejemplo: Dios se sirve del rey de Persia para realizar sus planes de salvación con el elegido pueblo israelita. Así cualquier hombre, cualquier institución pueden ser instrumentos de Dios.
Cristo tampoco niega el poder pagano de los romanos, ni lo quiere derrotar por revolución. De tal manera Él acepta, fundamentalmente el Estado y las autoridades políticas, independientemente de sus formas concretas.
Por eso exige también de nosotros lealtad, obediencia, colaboración y sacrificios frente al Estado y a sus autoridades. Los cristianos no son enemigos del Estado, sino ciudadanos por convicción y con gran responsabilidad.
Nuestra fe no puede ser nunca una excusa para no cumplir con nuestras obligaciones familiares, sociales y políticas. Estaremos mucho mejor dispuestos para servir a Dios, cuando hayamos servido bien a nuestros hermanos.
No hay duda de que pueden nacer tensiones y conflictos. A lo largo de la historia los encontramos en sus variadas formas. Ya desde el comienzo del cristianismo surgieron los problemas, pero los fieles supieron superarlos, como atestigua San Agustín: “Los soldados cristianos sirvieron al emperador infiel; pero cuando se tocaba la causa de Cristo, no reconocían sino a Aquél que estaba en los cielos.”
4. Esto vale también para nosotros: “Dad a Dios lo que es de Dios”. O como dice San Pedro en los Hechos de los Apóstoles: “Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres” (5,29). En oposición a Dios no estoy obligado a ninguna obediencia.
Cuando el Estado pretende cosas a las que no tiene derecho, tenemos que negarle la obediencia. Porque las exigencias del Estado son limitadas: hacia abajo por los derechos de la persona y de la familia humana; hacia fuera por los derechos de otros Estados; y, sobre todo, hacia arriba por los derechos, los mandamientos, la voluntad de Dios.
Por eso, cuando un Estado o sus autoridades exigen injusticias, entonces la resistencia es nuestra obligación cristiana, y la obediencia sería pecado. En este sentido hay una rebeldía santa. En las persecuciones, miles y miles de cristianos se hicieron mártires, porque no quisieron dar al César lo que es de Dios.
Hoy en día, tal vez, no hay tal persecución sangrienta, pero sin embargo tenemos que estar vigilantes. Las autoridades del Estado, siempre de nuevo, pueden caer en la tentación de excederse en los límites. Son cosas que no podemos aceptar ni apoyar como cristianos.
Por eso, tenemos que criticar constructivamente a nuestros políticos y autoridades estatales. Pero, además, debemos ayudarles por medio de nuestra oración en su difícil labor, en su gran responsabilidad.
5. Demos, por eso, nuestra confianza a hombres, inteligentes y solidarios desde luego, pero que además sean cristianos, que vivan su fe y que se orienten hacia Dios en sus proyectos y acciones. Me parece ser la mejor garantía para un futuro más fecundo y más feliz de nuestro país.
Queridos hermanos, arte de gobernar es un arte muy difícil. El poder tiende a corromper a los que gobiernan. Por eso, es muy fácil criticar a las autoridades… Pero, ¿rezamos nosotros por los políticos y gobernantes en su difícil tarea?
Pidamos por eso, a Dios y a la Virgen María por ellos: por el gobierno y por los que tienen poder…
¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt
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Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: "Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?" Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo." Ellos le presentaron un denario. Y les dice: "¿De quién es esta imagen y la inscripción?" Dícenle: "Del César." Entonces les dice: "Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios."
Reflexión
1. El Evangelio de hoy nos exhorta a tomar en serio no sólo nuestras obligaciones de cristiano, sino también nuestras tareas de ciudadanos, nuestros deberes políticos: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.”
2. El episodio comienza con una pregunta aparentemente ingenua: “¿Se debe pagar el impuesto al César o no?”
Pero Jesús, enseguida, se da cuenta de la trampa que los fariseos le quieren tender. Afirmar o negar el pago reclamado por los romanos, es igualmente peligroso para Él. Un NO de Jesús le hace agitador de la rebelión y enemigo del César. Un SÍ implica aceptar la ocupación romana y negar el ansia judía de liberación.
Pero Jesús se eleva por encima de la situación momentánea, y da una respuesta para todos los conflictos ulteriores. Él invita a cumplir la justicia, la que consiste en dar a cada uno lo suyo. Dios tiene sus derechos y el César tiene los suyos.
3. “Dad al César lo que es del César.”
Los políticos y toda autoridad estatal son instrumentos de Dios para la realización de sus designios, aunque no lo sepan o quizás no lo quieran. La primera Lectura de hoy (Isaías 45, 1. 4-6) nos da un ejemplo: Dios se sirve del rey de Persia para realizar sus planes de salvación con el elegido pueblo israelita. Así cualquier hombre, cualquier institución pueden ser instrumentos de Dios.
Cristo tampoco niega el poder pagano de los romanos, ni lo quiere derrotar por revolución. De tal manera Él acepta, fundamentalmente el Estado y las autoridades políticas, independientemente de sus formas concretas.
Por eso exige también de nosotros lealtad, obediencia, colaboración y sacrificios frente al Estado y a sus autoridades. Los cristianos no son enemigos del Estado, sino ciudadanos por convicción y con gran responsabilidad.
Nuestra fe no puede ser nunca una excusa para no cumplir con nuestras obligaciones familiares, sociales y políticas. Estaremos mucho mejor dispuestos para servir a Dios, cuando hayamos servido bien a nuestros hermanos.
No hay duda de que pueden nacer tensiones y conflictos. A lo largo de la historia los encontramos en sus variadas formas. Ya desde el comienzo del cristianismo surgieron los problemas, pero los fieles supieron superarlos, como atestigua San Agustín: “Los soldados cristianos sirvieron al emperador infiel; pero cuando se tocaba la causa de Cristo, no reconocían sino a Aquél que estaba en los cielos.”
4. Esto vale también para nosotros: “Dad a Dios lo que es de Dios”. O como dice San Pedro en los Hechos de los Apóstoles: “Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres” (5,29). En oposición a Dios no estoy obligado a ninguna obediencia.
Cuando el Estado pretende cosas a las que no tiene derecho, tenemos que negarle la obediencia. Porque las exigencias del Estado son limitadas: hacia abajo por los derechos de la persona y de la familia humana; hacia fuera por los derechos de otros Estados; y, sobre todo, hacia arriba por los derechos, los mandamientos, la voluntad de Dios.
Por eso, cuando un Estado o sus autoridades exigen injusticias, entonces la resistencia es nuestra obligación cristiana, y la obediencia sería pecado. En este sentido hay una rebeldía santa. En las persecuciones, miles y miles de cristianos se hicieron mártires, porque no quisieron dar al César lo que es de Dios.
Hoy en día, tal vez, no hay tal persecución sangrienta, pero sin embargo tenemos que estar vigilantes. Las autoridades del Estado, siempre de nuevo, pueden caer en la tentación de excederse en los límites. Son cosas que no podemos aceptar ni apoyar como cristianos.
Por eso, tenemos que criticar constructivamente a nuestros políticos y autoridades estatales. Pero, además, debemos ayudarles por medio de nuestra oración en su difícil labor, en su gran responsabilidad.
5. Demos, por eso, nuestra confianza a hombres, inteligentes y solidarios desde luego, pero que además sean cristianos, que vivan su fe y que se orienten hacia Dios en sus proyectos y acciones. Me parece ser la mejor garantía para un futuro más fecundo y más feliz de nuestro país.
Queridos hermanos, arte de gobernar es un arte muy difícil. El poder tiende a corromper a los que gobiernan. Por eso, es muy fácil criticar a las autoridades… Pero, ¿rezamos nosotros por los políticos y gobernantes en su difícil tarea?
Pidamos por eso, a Dios y a la Virgen María por ellos: por el gobierno y por los que tienen poder…
¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt
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