La historia detrás de los Rohingya, la etnia a la que el Papa ha evitado citar
Carlos Esteban
28 noviembre, 2017
Según la ONU los Rohingya o Rohinyá son una de las minorías religiosas más perseguidas en el mundo. Sin embargo, para los campesinos budistas con raíces milenarias en Rajín, la llegada de los Rohinyá ha sido una pesadilla y hablan de desplazamiento, de yijad, de conversiones forzosas, de asesinatos masivos, aldeas arrasadas y templos quemados.
El Papa ha logrado terminar su discurso frente a Aung San Suu Kyi y a las autoridades en su visita a Myanmar sin pronunciar la temida palabra: Rohingya.
El asunto apareció, digamos, ‘por alusiones’, cuando Su Santidad pidió que se respetara “a cada grupo étnico”. Y aunque la antigua Birmania tiene cerca de un centenar de minorías, todos han pensado en la etnia musulmana de la provincia de Rajín, en la frontera con Bangla Desh, contra cuya discriminación y persecución clamó el Papa en San Pedro en el inicio de la crisis.
En su día fue, hasta cierto punto, misteriosa la referencia del Papa, por su apasionada defensa de un grupo específico y remoto en un mundo en el que tantas minorías son diariamente perseguidas, muchas de ellas cristianas. O, sin referirnos a los cristianos, otras como los yazidis, que hasta día de hoy son masacrados, esclavizados y violados por los yujadistas del Estado Islámico.
La referencia al terrible destino resultaba misterioso, además, por otra razón, a saber: según muchos expertos, comentaristas y el propio gobierno birmano -dirigido, no se olvide, por la premio Nobel de la Paz y largos años preso de conciencia Aung San Suu Kyi-, los Rohingya están lejos de ser esa minoría inocente perseguida sin ninguna culpa por su parte.
Primero, la versión ‘oficial’: según la ONU los Rohingya o Rohinyá son una de las minorías religiosas más perseguidas en el mundo: 600.000 de ellos tuvieron que huir del estado de Rajin a Bangladesh. Pero en Myanmar viven también 400.000 desplazados internos que pertenecen a las etnias Kachin, Karen, Chin, e Shan; aunque los medios de comunicación no les prestan atención, también sufren discriminación y viven en situaciones de tensión con el ejército. Los 120.000 desplazados Kachin son principalmente cristianos y se encuentran en campos de refugiados desde hace más de 6 años.
El problema se presta a todo menos explicaciones simplistas de buenos y malos. Hablamos de un país multiétnico, como hemos dicho, gobernado hasta hace poco por una junta militar, subdesarrollado y con pocos recursos, de mayoría abrumadoramente budistas.
Los Rohinyá es difícil incluso precisar qué son. Para algunos es una etnia reconocible llegada de Bengala (hoy, bangladesh) siglos atrás, pero hoy se denominan con el mismo nombre a inmigrantes llegados a la provincia fronteriza en fecha mucho más reciente y de diverso origen étnico.
Pero para los campesinos budistas con raíces milenarias en Rajín, la llegada de los Rohinyá ha sido una pesadilla. Hablan de desplazamiento, de yijad, de conversiones forzosas, de asesinatos masivos, aldeas arrasadas y templos quemados. No exactamente el comportamiento de una pobre etnia que solo pide vivir en paz con sus vecinos. El hecho de que el Ejército de Bangla Desh haya actuado para impedir el regreso de muchos Rohinyá da idea ya de este extremo.
Nada de esto ha sido mencionado por el Papa, ni en San Pedro ni en Phnom Pen.
En su discurso, el Papa habló de “poner fin a la violencia, construir la confianza y garantizar el respeto de los derechos de todos los que consideran esta tierra su casa”. También dijo que “las diferencias religiosas no deben ser fuente de división y desconfianza, sino más bien una fuerza para la unidad, para el perdón, para la tolerancia y para la sabia construcción del país. Las religiones pueden desempeñar un papel significativo en curar las heridas emotivas, espirituales y psicológicas de todos los que han sufrido en los años de conflicto”
Pero si Francisco evitó referirse a la etnia de la discordia por su nombre, Aung San Suu Kyi, en su discurso de bienvenida, hizo un referencia más directa. “Entre todos los desafíos que nuestro gobierno afronta, la situación en el Estado de Rajin ha atraído poderosamente la atención del mundo. Mientras nos enfrentamos a cuestiones ya antiguas a nivel social, económico y político, que han afectado la confianza y la comprensión, la armonía y la cooperación entre las diferentes comunidades de Rajin , el apoyo de nuestro pueblo y de los buenos amigos que desean solo ver que lo lograremos con nuestros esfuerzos ha sido inestimable. Su Santidad, los dones de compasión y de aliento que nos trae serán preciosos, mientras atesoramos sus palabras en el mensaje en ocasión de la 50° Jornada Mundial de la Paz, del primero de enero de 2017”.
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