domingo, 14 de junio de 2020

Domingo del Cuerpo y Sangre de Cristo. Ciclo A (14.06.2020): Juan 6,51-58 Tú y yo somos el cuerpo de Cristo. y Domingo 29º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (14.06.2020): Hch 16,13-40 “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

Otro domingo
Aquí estamos tú y yo en silencio. Los dos dispuestos a pasear confiados por entre las sendas imaginadas de las palabras. Me toca de nuevo presentar lo que traigo en mis alforjas. Un comentario por delante y otro comentario por detrás: el texto del cuarto Evangelio Juan 6,51-58 y el texto del Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,13-40. 
En el día a día del tiempo, el Evangelista Lucas escribió su texto de los Hechos un buen puñado de años antes que el otro Evangelista escribiera su relato. Me atrevería a afirmar que Lucas no leyó a Juan y que éste tampoco leyó a aquel. En esta serena y luminosa mañana de junio en la que escribo CONTIGO me atrevo a imaginar un encuentro de ambos Evangelistas. Y en este atrevimiento me imagino que ambos pudieran contemplar vídeos de mi tierra y de la tuya, imágenes de estas tierras en sus cinco continentes, celebraciones de tradiciones tan especiales, esperadas y vividas como las del CORPUS CRISTI.
Tú y yo sabemos muy bien todo cuanto implica esta tradición dentro de nuestra Iglesia Católica. Implicaciones religiosas sobre todo, pero no dejo en el olvido las implicaciones políticas, sociales, económicas, artísticas, culturales, lingüísticas... Todas e innumerables dentro de un inmenso abanico de intereses diseñados y compartidos... 
Imagino a Lucas y Juan, los Evangelistas, viviendo en nuestro hoy y aquí nuestras fiestas llamadas de 'El Cuerpo y la Sangre de Cristo'. Imagino, y seguramente estaré muy equivocado, que ambos abrirán sus ojos como platos ante la contemplación de los eventos que los creyentes humanos compartimos 'en nombre de un hombre' a quien solo parecía preocuparle y ocuparle la buena convivencia de los unos con los otros. ¡Nada más y nada menos que la buena convivencia!
Imagino, también, que este par de Evangelistas, Lucas y Juan, no son otros que tú y yo. Y esta imaginación se me ha escenificado nada más leer unas reflexiones que han llegado a mis manos en estos días. De ellas cito textualmente: "Aprovechemos el momento y hagamos del Evangelio un referente para todas nuestras decisiones".
Leo contigo, medito contigo y contigo, Evangelistas los dos, me pregunto: Con tu Evangelio de Lucas y con mi Evangelio de Juan, ¿cuántas de nuestras tradiciones en torno al CORPUS CRISTI dejaríamos 'vivitas y coleando' y cuántas otras dejaríamos en 'el olvido de los empolvamientos del tiempo'?
Mientras nos adiestramos en este ejercicio de 'permanecer y olvidar' te comparto a continuación los comentarios de los dos relatos evangélicos. 
Nos volvemos a encontrar aquí en siete días.               

Domingo del Cuerpo y Sangre de Cristo. Ciclo A (14.06.2020): Juan 6,51-58
Tú y yo somos el cuerpo de Cristo. Lo medito y lo escribo CONTIGO,

La fiesta, celebración, liturgia y tradición de ‘El Corpus Christi’ (El Cuerpo y la Sangre de Cristo) completa el ciclo de los cuatro domingos dedicados a los dogmas centrales de la Religión de la Iglesia católica. Después, tendremos que transitar por el alargado ‘Tiempo Ordinario’ hasta llegar al mes de noviembre y el final del año eclesiástico. Por eso, desde el próximo domingo retomaremos la lectura del Evangelio de Mateo, el titular del llamado CICLO A de la Liturgia.

Para la celebración de este domingo del Corpus se nos propone la lectura y meditación del texto de Juan 6,51-58“En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: Yo soy el pan...” (6,51). Espero que todos sigamos recordando ahora aquellas otras expresiones que este Cuarto Evangelio pone en labios de su Jesús de Nazaret: Yo soy... la luz, la puerta, el pastor, el agua, el camino, la verdad, la vida... Yo soy (en hebreo, YHVH como quedó escrito en el libro del Éxodo 3,14-16).

Según este narrador, Jesús de Nazaret dirige sus palabras a los judíos que se han ocupado y preocupado por acercarse a dialogar con él: “Al ver la gente que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaum en busca de Jesús” (6,24).

Para comprender el mensaje de este texto conviene leerse completo el capítulo sexto del Evangelio de Juan. Y espero que se caiga bien en la cuenta de que el texto de Jn 6,51-58 es exactamente igual en estructura y contenido al inmediatamente anterior en Jn 6,35-50. Dicen los sabios investigadores que a algún lector de finales del siglo primero le pareció espléndido este ‘breve discurso de Jesús’ y se permitió el atrevimiento de glosarlo a su manera en otro semejante. Todo queda resumido en la expresión tan humana como divina de YO SOY EL PAN.

¿Acaso esta fiesta del Corpus no pudo haberse llamado ‘la fiesta del pan’? Pudo, pero no sucedió así. El Evangelio de Juan como casi todo el Nuevo Testamento de nuestras Biblias se escribió en tierras relacionadas con el mar Mediterráneo donde no se conocía aún ni el maíz, ni el mijo, ni la soja, ni la patata, ni el arroz... Ojalá un día la BIA (Biblia de la Iglesia de América) se atreva a leer en letra impresa, al menos en algunas de sus tierras: YO SOY EL MAÍZ.

Cuando sigo leyendo en Juan 6,51-58 me encuentro con una expresión que deseo contemplar unos momentos sin prisas y sin alteraciones: “Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él” (6,54 y 6,56). Después de las varias lecturas no dejo de recordar el único mandamiento de este Jesús que nos dejará en la sobremesa de otra comida-cena de otro día de Pascua judía: “Conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros” (13,35). Y cuando leo de esta manera sinóptica el texto de Juan debo afirmar la presencia verdadera y real de Jesús tanto en comer su pan, como beber su sangre como amar y saberse amado. ¿No?

Y quiero acabar subrayando lo que no se nos leerá al final de la lectura en las eucaristías de este domingo, el verso 6,59: “Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando estaba en Cafarnaum”. Imagino a qué les sonaría a los judíos de aquella sinagoga escuchar de labios del galileo y laico Jesús del Evangelista Juan aquello de comer su carne y beber su sangre. Aquel Jesús de Juan estaba dejando vacíos de sentido los sacrificios para su ‘Yavé-Dios’ en el templo de Jerusalén.
Carmelo Bueno Heras

Domingo 29º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (14.06.2020): Hch 16,13-40
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

Retomo con Lucas ‘el sueño del macedonio’ en el que Pablo escucha este mensaje: “Ven a Macedonia y ayúdanos. Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para...”  (Hch 16,9). Me sorprendo, como lector, que el narrador Lucas cambia el narrador singular por el narrador plural. ¿Por qué? No será la única vez que esto suceda. ¿Por qué ese cambio? Y me pregunto también por qué se empieza la evangelización de Europa por Macedonia. ¿Desea Lucas colocar a Pablo y el Evangelio frente al macedonio Alejandro el Grande de Daniel 8?

Al fin, el cronista de la obra del Espíritu nos sitúa la evangelización en la primera tierra de Europa. Tierra que pertenece a la Roma capital del Imperio, pero no es Roma, sino Filipos, ciudad en plena ruta de comunicación entre Roma y Costantinopla (actual Estambul)llamada ‘Vía Egnatia’. Así pues, no se sabe si fue Pablo o el Espíritu, o tal vez solo el espíritu de Pablo, quién escoge anunciar la Buena Noticia de Jesús en esta ciudad y región tan estratégicas.

El relato de Hch 16,13-40 podemos leerlo organizadamente en tres apartados. Los orígenes del grupo, comunidad o iglesia de la casa de Lidia en Filipos (Hch 16,13-15); el encarcelamiento de los evangelizadores (Hch 16,16-24) y la liberación de los presos y el crecimiento de la iglesia (Hch 16,25-40).

Hch 16,13-15 es la breve crónica, en apariencia lo de crónica y lo de breve, del nacimiento de la primera iglesia de Jesús en Europa que, muy curiosamente, pertenece al mismo imperio romano partícipe en su medida responsable en el desvivimiento trágico de Jesús de Nazaret. Lucas nos dice que todo comienza un sábado: “El sábado salimos de la ciudad [Filipos] y fuimos por la orilla del río a un sitio donde pensábamos que se reunían para orar...” (Hch 16,13). En  sábado y en la sinagoga. ¿Cómo en Lucas 4,14-30? A mí me lo parece. Ahí y entorno a un grupo de mujeres, las mujeres de Lidia, comienza a echar raíces la primera iglesia europea y de Jesús.

La única persona que habla-‘evangeliza’ es Pablo. Así también había comenzado la tarea en el primer viaje misionero. En sábado, en la sinagoga, a los judíos. ¿Aquel grupo de mujeres estaba y se reunía dentro de la sinagoga o en sus alrededores? ¿Quién era el verdadero Dios de Lidia? ¿Durante cuánto tiempo, días, semanas, meses años y en cuántos encuentros se inició, arraigó y consolidó la iglesia de Jesús? ¿Cómo se llegó al sacramento del bautismo? ¿Era esto lo que se pretendía con la evangelización? ¿Evangelizar es bautizar? ¿Y Silas y Timoteo?

Hch  16,16-24 nos cuenta las dificultades por las que pasa la experiencia de la evangelización. ¿Tiene que ser inevitable el enfrentamiento entre partidarios de una religión con los de otra? Una vez más, parece claro que ‘los espíritus de las religiones’ son incompatibles entre sí. De nuevo, la cárcel de Pablo nos evoca el encarcelamiento de Pedro (Hch 12). Aquí nace otra casa.

Hch 16,25-40 nos cuenta el final de la evangelización en Filipos. A la casa de Lidia hay que añadir la casa del carcelero en la que se bautiza y se comparte la mesa. ¿Acaso el inicio de la iglesia en Filipos fue como la evangelización de los setenta y dos de los tiempos de Jesús (Lc 10)? ¿De dos en dos? Y me preguntaré también, ¿por qué leo aquí ‘bautismo y salvación’?
Carmelo Bueno Heras

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