Otro domingo
Aquí estamos tú y yo en
silencio. Los dos dispuestos a pasear confiados por entre las sendas imaginadas
de las palabras. Me toca de nuevo presentar lo que traigo en mis alforjas. Un
comentario por delante y otro comentario por detrás: el texto del cuarto Evangelio
Juan 6,51-58 y el texto del Libro de los Hechos de los Apóstoles
16,13-40.
En el día a día del tiempo,
el Evangelista Lucas escribió su texto de los Hechos un buen puñado de años
antes que el otro Evangelista escribiera su relato. Me atrevería a afirmar
que Lucas no leyó a Juan y que éste tampoco leyó a aquel. En esta serena y
luminosa mañana de junio en la que escribo CONTIGO me atrevo a imaginar un
encuentro de ambos Evangelistas. Y en este atrevimiento me imagino que ambos
pudieran contemplar vídeos de mi tierra y de la tuya, imágenes de estas tierras
en sus cinco continentes, celebraciones de tradiciones tan especiales,
esperadas y vividas como las del CORPUS CRISTI.
Tú y yo sabemos muy bien todo
cuanto implica esta tradición dentro de nuestra Iglesia Católica. Implicaciones
religiosas sobre todo, pero no dejo en el olvido las implicaciones políticas,
sociales, económicas, artísticas, culturales, lingüísticas... Todas
e innumerables dentro de un inmenso abanico de intereses diseñados y compartidos...
Imagino a Lucas y Juan, los
Evangelistas, viviendo en nuestro hoy y aquí nuestras fiestas llamadas de 'El
Cuerpo y la Sangre de Cristo'. Imagino, y seguramente estaré muy equivocado,
que ambos abrirán sus ojos como platos ante la contemplación de los
eventos que los creyentes humanos compartimos 'en nombre de un hombre' a quien
solo parecía preocuparle y ocuparle la buena convivencia de los unos
con los otros. ¡Nada más y nada menos que la buena convivencia!
Imagino, también, que este
par de Evangelistas, Lucas y Juan, no son otros que tú y yo. Y esta imaginación
se me ha escenificado nada más leer unas reflexiones que han llegado a mis
manos en estos días. De ellas cito textualmente: "Aprovechemos
el momento y hagamos del Evangelio un referente para todas nuestras
decisiones".
Leo contigo, medito contigo y
contigo, Evangelistas los dos, me pregunto: Con tu Evangelio de Lucas y con mi
Evangelio de Juan, ¿cuántas de nuestras tradiciones en torno al
CORPUS CRISTI dejaríamos 'vivitas y coleando' y cuántas otras
dejaríamos en 'el olvido de los empolvamientos del tiempo'?
Mientras nos adiestramos en
este ejercicio de 'permanecer y olvidar' te comparto a continuación los
comentarios de los dos relatos evangélicos.
Nos volvemos a encontrar aquí
en siete días.
Domingo del Cuerpo y
Sangre de Cristo. Ciclo A (14.06.2020): Juan 6,51-58
Tú y yo somos el cuerpo de Cristo. Lo medito y lo escribo CONTIGO,
La fiesta, celebración, liturgia y tradición de
‘El Corpus Christi’ (El Cuerpo y la Sangre de Cristo) completa el ciclo de los
cuatro domingos dedicados a los dogmas centrales de la Religión de la Iglesia
católica. Después, tendremos que transitar por el alargado ‘Tiempo Ordinario’
hasta llegar al mes de noviembre y el final del año eclesiástico. Por eso,
desde el próximo domingo retomaremos la lectura del Evangelio de Mateo, el
titular del llamado CICLO A de la Liturgia.
Para la celebración de este domingo del Corpus se
nos propone la lectura y meditación del texto de Juan 6,51-58: “En
aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: Yo soy el pan...” (6,51). Espero
que todos sigamos recordando ahora aquellas otras expresiones que este Cuarto
Evangelio pone en labios de su Jesús de Nazaret: Yo soy... la luz, la puerta,
el pastor, el agua, el camino, la verdad, la vida... Yo soy (en hebreo, YHVH
como quedó escrito en el libro del Éxodo 3,14-16).
Según este narrador, Jesús de Nazaret dirige sus
palabras a los judíos que se han ocupado y preocupado por acercarse a dialogar
con él: “Al ver la gente que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí,
se embarcaron y fueron a Cafarnaum en busca de Jesús” (6,24).
Para comprender el mensaje de este texto conviene
leerse completo el capítulo sexto del Evangelio de Juan. Y espero que se caiga
bien en la cuenta de que el texto de Jn 6,51-58 es exactamente igual en
estructura y contenido al inmediatamente anterior en Jn 6,35-50. Dicen los
sabios investigadores que a algún lector de finales del siglo primero le
pareció espléndido este ‘breve discurso de Jesús’ y se permitió el atrevimiento
de glosarlo a su manera en otro semejante. Todo queda resumido en la expresión
tan humana como divina de YO SOY EL PAN.
¿Acaso esta fiesta del Corpus no pudo haberse
llamado ‘la fiesta del pan’? Pudo, pero no sucedió así. El Evangelio de Juan
como casi todo el Nuevo Testamento de nuestras Biblias se escribió en tierras
relacionadas con el mar Mediterráneo donde no se conocía aún ni el maíz, ni el
mijo, ni la soja, ni la patata, ni el arroz... Ojalá un día la BIA (Biblia de
la Iglesia de América) se atreva a leer en letra impresa, al menos en algunas
de sus tierras: YO SOY EL MAÍZ.
Cuando sigo leyendo en Juan 6,51-58 me encuentro
con una expresión que deseo contemplar unos momentos sin prisas y sin
alteraciones: “Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo
con él” (6,54 y 6,56). Después de las varias lecturas no dejo de
recordar el único mandamiento de este Jesús que nos dejará en la sobremesa de
otra comida-cena de otro día de Pascua judía: “Conocerán todos que sois
mis discípulos, si os amáis unos a otros” (13,35). Y cuando leo de
esta manera sinóptica el texto de Juan debo afirmar la presencia verdadera y
real de Jesús tanto en comer su pan, como beber su sangre como amar y saberse
amado. ¿No?
Y quiero acabar subrayando lo que no se nos leerá
al final de la lectura en las eucaristías de este domingo, el verso 6,59: “Esto
lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando estaba en Cafarnaum”. Imagino a
qué les sonaría a los judíos de aquella sinagoga escuchar de labios del galileo
y laico Jesús del Evangelista Juan aquello de comer su carne y beber su sangre.
Aquel Jesús de Juan estaba dejando vacíos de sentido los sacrificios para su
‘Yavé-Dios’ en el templo de Jerusalén.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 29º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(14.06.2020): Hch 16,13-40
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
Retomo con Lucas ‘el sueño del macedonio’ en el
que Pablo escucha este mensaje: “Ven a Macedonia y ayúdanos. Apenas
tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para...” (Hch 16,9).
Me sorprendo, como lector, que el narrador Lucas cambia el narrador singular
por el narrador plural. ¿Por qué? No será la única vez que esto suceda. ¿Por
qué ese cambio? Y me pregunto también por qué se empieza la evangelización de
Europa por Macedonia. ¿Desea Lucas colocar a Pablo y el Evangelio frente al
macedonio Alejandro el Grande de Daniel 8?
Al fin, el cronista de la obra del Espíritu nos
sitúa la evangelización en la primera tierra de Europa. Tierra que pertenece a
la Roma capital del Imperio, pero no es Roma, sino Filipos, ciudad en plena
ruta de comunicación entre Roma y Costantinopla (actual Estambul)llamada ‘Vía
Egnatia’. Así pues, no se sabe si fue Pablo o el Espíritu, o tal vez solo el
espíritu de Pablo, quién escoge anunciar la Buena Noticia de Jesús en esta
ciudad y región tan estratégicas.
El relato de Hch 16,13-40 podemos
leerlo organizadamente en tres apartados. Los orígenes del grupo, comunidad o
iglesia de la casa de Lidia en Filipos (Hch 16,13-15); el encarcelamiento de
los evangelizadores (Hch 16,16-24) y la liberación de los presos y el
crecimiento de la iglesia (Hch 16,25-40).
Hch 16,13-15 es la breve crónica, en
apariencia lo de crónica y lo de breve, del nacimiento de la primera iglesia de
Jesús en Europa que, muy curiosamente, pertenece al mismo imperio romano
partícipe en su medida responsable en el desvivimiento trágico de Jesús de
Nazaret. Lucas nos dice que todo comienza un sábado: “El sábado salimos
de la ciudad [Filipos] y fuimos por la orilla del río a un
sitio donde pensábamos que se reunían para orar...” (Hch 16,13).
En sábado y en la sinagoga. ¿Cómo en Lucas 4,14-30? A mí me lo parece.
Ahí y entorno a un grupo de mujeres, las mujeres de Lidia, comienza a echar
raíces la primera iglesia europea y de Jesús.
La única persona que habla-‘evangeliza’ es Pablo.
Así también había comenzado la tarea en el primer viaje misionero. En sábado,
en la sinagoga, a los judíos. ¿Aquel grupo de mujeres estaba y se reunía dentro
de la sinagoga o en sus alrededores? ¿Quién era el verdadero Dios de Lidia?
¿Durante cuánto tiempo, días, semanas, meses años y en cuántos encuentros se
inició, arraigó y consolidó la iglesia de Jesús? ¿Cómo se llegó al sacramento
del bautismo? ¿Era esto lo que se pretendía con la evangelización? ¿Evangelizar
es bautizar? ¿Y Silas y Timoteo?
Hch 16,16-24 nos cuenta las
dificultades por las que pasa la experiencia de la evangelización. ¿Tiene que
ser inevitable el enfrentamiento entre partidarios de una religión con los de
otra? Una vez más, parece claro que ‘los espíritus de las religiones’ son
incompatibles entre sí. De nuevo, la cárcel de Pablo nos evoca el
encarcelamiento de Pedro (Hch 12). Aquí nace otra casa.
Hch 16,25-40 nos cuenta el final de
la evangelización en Filipos. A la casa de Lidia hay que añadir la casa del
carcelero en la que se bautiza y se comparte la mesa. ¿Acaso el inicio de la
iglesia en Filipos fue como la evangelización de los setenta y dos de los
tiempos de Jesús (Lc 10)? ¿De dos en dos? Y me preguntaré también, ¿por
qué leo aquí ‘bautismo y salvación’?
Carmelo Bueno Heras
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