domingo, 15 de agosto de 2021

Domingo de la Asunción de la Virgen María (15.08.2021): Lucas 1,39-56. ¿Y la señora María de Nazaret? y CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos. Domingo 38º: 15.08.2021.- EL CÓDIGO SECRETO DE GABRIEL

 

La Virgen de Agosto

Copio textualmente de un calendario muy popular por estos ámbitos de Madrid por donde respiro: Dos de agosto, Nuestra Señora de los Ángeles; Cinco de agosto, Nuestra Señora de las Nieves y Nuestra Señora de África; Quince de agosto, Nuestra Señora de la Asunción; Veintidós de agosto, Santa María, reina...

En alguna ocasión y cuando no tenga otras cosas más importantes en qué pensar me dedicaré a constatar que cada día de los treinta y uno que tiene este mes está dedicado a la Virgen María y con la advocación 'TAL' o 'CUAL'. Trataré de conseguir una fotografía de su imagen así como de la ermita, iglesia, templo, seo o catedral en la que pueda ser visitada... María de Nazaret, la señora María, por obra y gracia del pueblo -así dicen con la pretensión de que nos lo creamos- se ha figurado y transfigurado desdibujándose, en la Virgen, Nuestra Madre o Señora de...  La presencia de María ocupa un poquito más de la mitad de la llamada 'RELIGIOSIDAD POPULAR'. 

Nada entiendo de sociología religiosa, pero tengo por intuición que la fuerza de una religión viene a medirse por la fuerza de la religiosidad popular. Es tan fuerte y apasionada esta centralidad de María, Santa María, en la religiosidad católica y cristiana en general que toda tarea llamada pastoral o espiritualidad debe tener muy presente esta realidad mariana.

Desde hace un tiempo lo primero que suelo mirar en los documentos eclesiales es el final. Casi todos, porque la totalidad es inabarcable, se hable de lo que se hable en tal documento, finalizan con una referencia a María, experta y doctora en la tal o cual problemática tratada. Lo mismo vale para un roto que para un descosido.

¿Cuándo va a llegar el momento de EVANGELIZAR la presencia de María en la Iglesia y en el mundo?

Pienso en esto y me viene a la mente la persona de Jesús de Nazaret.

Él pretendió evangelizar (empapar de buena noticia) la presencia de la ley de dios que se había originado como ley de Moisés y se iba cristalizando en la Religión del Templo de Jerusalén. Pretendió evangelizar la realidad religiosa de su tiempo y de su pueblo. Pretendió, y pagó con su vida el valor de su pretensión. 

Imagino que algo muy semejante puede sucederle a aquel viviente lleno del espíritu de la vida que pretenda evangelizar la presencia de María en la Iglesia y el mundo de hoy. 

Y llegado a este punto me quedo con el Evangelio en las manos, con los cuatro Evangelios. En el Evangelio de Juan, el último de los cuatro, nunca se nombra a María por su nombre. En el Evangelio de Marcos, el primero de los cuatro, tan sólo dos referencias y como muy de pasada 3,31-35 y 6,1-6. De los Evangelios de Mateo y Lucas no desearía hablar ahora y  aquí, por cuestión de tiempo y espacio. Alguien puede pensar que en ambos Evangelios María es la Virgen y Madre Santísima... Hablaremos de ello en otra ocasión.

Llegado a este punto, es conveniente desear que alguien, con mucha o poca autoridad, nos devuelva a la señora María de Nazaret, que ya va siendo hora de hacerlo. Comprendo que tratar abiertamente de estas cosas de María es en nuestra casa de la iglesia, como decía la semana pasada, abrir heridas en infinidad de sensibilidades.

A continuación se encuentran los comentarios del Evangelio del 15 de agosto.


Domingo de la Asunción de la Virgen María (15.08.2021): Lucas 1,39-56¿Y la señora María de Nazaret? Lo comento y escribo CONTIGO, 

Quienes nos acercamos a esta página, ya sea para leer o para escribir, sabemos bien que las autoridades de la liturgia nos presentan textos evangélicos para ser leídos en la liturgia no con la pretensión de comprender el Evangelio, sino con el respetable objetivo de afianzar y proclamar las verdades de los dogmas de la religión llamada católica. Y un nuevo ejemplo de esto es la lectura de Lucas 1,39-56 para hablar de un asunto del que nadie sabe nada.

Lucas 1,39-56 es el final del capítulo primero de este Evangelio. Ni textualmente ni teológicamente, ni simbólicamente se alude, ni por lo más rebuscado a eso que se nos dice de la ‘Asunción de la Virgen María al Cielo’. Este asunto de la asunción es cosa de la tradición eclesiástica, se nos afirma. La TRADICIÓN es el distintivo de los católicos romanos frente a los cristianos protestantes, arraigados en Lutero, que se dice que les importa sólo el EVANGELIO.

Nos han ‘ascendido a la Santísima Virgen María a lo más alto del Cielo’ y hemos olvidado qué fue de ‘la señora María de Nazaret’. Sencillamente su endiosamiento se tragó su humanidad. Y ahí seguimos casi sin capacidades para cambiar el paso. El Evangelista Lucas ignoró todo esto.

Lucas 1,39-56 es la tercera parte de un relato compuesto en siete actos (Lucas 1-2, llamado también Evangelio de la Infancia). No es nada complicado recordarlo siempre. El primer acto es el anuncio a Zacarías del nacimiento de su primer hijo. El segundo es el anuncio a María del nacimiento de su primer hijo. El tercero es el encuentro de las dos mujeres embarazadas (Isabel, esposa de Zacarías y María, esposa de José). El cuarto acto es el nacimiento de Juan, el hijo de Isabel. El quinto es el nacimiento de Jesús, el hijo de María. El sexto es el cumplimiento de la ley de la purificación y presentación de Jesús en Jerusalén. Y el séptimo acto es la primera decisión de Jesús: perderse en el Templo de Jerusalén, al final de su infancia, con doce años, ya adulto.

Lucas 1,39-56 es la narración del encuentro de las dos esposas embarazadas, de seis meses Isabel y de tres meses María. Según esta precisa narración de Lucas, el encuentro duró tres meses: “María permaneció con Isabel unos tres meses. Luego se volvió a su casa” (Lc 1,56). La lectura popular del relato ha resumido este encuentro de ambas mujeres en una sola palabra, que en muchos casos se usó como nombre de mujer: Visitación. Sólo Lucas cuenta estas cosas.

¿Cómo le llegó al narrador Lucas la información de cuanto sucedió en casa de Zacarías, sumo sacerdote del Templo de Jerusalén? Lo cierto es que el texto evangélico no nos cuenta nada del día a día en esta casa y durante esos tres meses tan significativos. Que nadie olvide la edad de ambas mujeres y la situación en la que cada una se encuentra. Conviene imaginar mucho y cuanto más mejor. No es oportuno guardar tanto silencio. Escribiría ahora mucho sobre esto.

En cambio, Lucas pone en boca de María de Nazaret, embarazada de tres meses y residiendo en una casa que no es ni la suya ni está en su tierra, un poema que recuerda mucho las canciones entonadas en Jerusalén y que se consideraban como los salmos y plegarias de David. Hablamos del Magníficat. Casi todo el mundo lo conoce, pero no es sencillo admitir que estas palabras fueran de Lucas, el Evangelista. Siempre que leo, escribo y medito sobre este poema se me dibuja un inmenso interrogante sobre este mensaje: “derribó a los potentados de sus tronos y engrandeció a los humildes” (1,52). ¿Cuándo y dónde sucedió o sucede tal realidad? Más bien se sigue constatando lo contrario. ¿Se inventó Lucas así a María? Carmelo Bueno Heras.

 

CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos. Domingo 38º: 15.08.2021. Después de comentar los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!... 

EL CÓDIGO SECRETO DE GABRIEL 

Hace varios años que llama mi atención una, en apariencia, precisión histórica colocada por el evangelista Lucas en su narración de la Infancia de Jesús: “Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea...” (Lc 1,26). En varias ocasiones, la liturgia eclesial reemplaza esta referencia temporal por la expresión genérica: “Por aquel tiempo fue enviado...”.

Este cambio de redacción apenas altera nada del mensaje lucano, porque el propio autor, dentro del mismo relato, aclara y precisa: “Y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios” (Lc 1,36-37). Se trata, pues, del sexto mes del embarazo de Isabel, esposa de Zacarías. Y ambos, padres de Juan el Bautista.

El lector del relato de la anunciación de Gabriel a María (Lc 1,26-38) deberá sumar, a los seis meses citados, los nueve del embarazo de María anunciado por Gabriel. Y, a estos quince meses, deberán sumarse los cuarenta días que marcaba la Ley (Levítico 12,1-4) para presentar al primogénito y recién nacido Jesús en el templo de Jerusalén y celebrar también la purificación de los padres (Lc 2,22-32). En este momento de la historia, el anciano judío Simeón, justo, piadoso y lleno del Espíritu Santo, recibe a José y María en el templo, toma en sus brazos a Jesús y proclama: “Ahora, Señor, estoy viendo al Salvador que has enviado para todos los pueblos. Él es la luz de los gentiles y la gloria de tu pueblo”.

 

¿Todo esto ocurrió así? Aparentemente, sí. Pero, será bueno retomar la suma de meses y días que antes apuntaba, porque esa parece ser la clave que ha dejado el evangelista para comprender el mensaje. Desde que Gabriel anunció el nacimiento de Juan (Lc 1,5ss), hasta que Simeón confiesa en el templo que Jesús es el Mesías de Dios han pasado 490 días, o setenta semanas. Justamente, éste es el tiempo que, curiosamente, el mismo ángel Gabriel había anunciado al viejo profeta judío Daniel para la llegada del Mesías que estaba esperando Israel (Daniel 9,20-27).

 

El evangelista Lucas, buen conocedor de los mensajes proféticos, se ha servido del anuncio del libro de Daniel para comunicar a los buscadores de lo divino que en Jesús se ha cumplido la promesa anunciada por Gabriel, porque Dios es fiel y para este Dios, que Jesús de Nazaret nos dio a conocer en sus dichos y en sus hechos, nada es imposible (Lc 1,37).

Ahora que se ha comprendido este mensaje, el lector queda invitado a releer la obra de Lucas (el Evangelio de su nombre y el libro de los Hechos) y rastrear en ella todas las promesas anunciadas. Todas estas promesas se cumplirán porque Dios es fiel y para él nada es imposible.

 

Por sorprendente que parezca, creo que el profeta Mahoma también debió entender así estos mensajes, porque el libro que ofrece a su pueblo (El Corán) le ha sido inspirado por su Dios a través de la mediación de su embajador, el mismísimo ángel Gabriel, consejero de Daniel y anunciador de la buena noticia a María. Por cierto, la misión de Gabriel está inscrita en la identidad de su nombre: fuerza de Dios o Dios es fuerte. Es decir, nada le es imposible. Carmelo Bueno Heras, Educar hoy 91 (febrero.2004).

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