Creyente y practicante
Este par de palabras se
siguen oyendo con mucha frecuencia. Más de lo que uno pueda imaginarse. Y no
sólo entre personas del ámbito religioso católico, ni entre personas de
cualquier otro ámbito religioso (cristianismo ortodoxo, calvinista, copto,
judaísmo, islamismo, hinduísmo...), sino en cualquier otro ámbito como el
político, cultural, sanitario, filosófico y hasta deportivo. Soy creyente y
practicante. Y a ser posible, que se note bien y sin demasiado esfuerzo
publicitario. Creo y practico.
Espero haberlo dicho claro.
Creyente y practicante. Me atengo ahora sólo, o solamente, al ámbito cristiano
católico en el que nací y crecí y me mantengo... Creo en Dios, en su hijo
Jesús, en el Espíritu y en la Iglesia... y practico. Y decir 'practico'
es sobre todo, ir a misa los domingos y fiestas de guardar. Primero ir, luego
comulgar. Y cuando toca o proceda, bautizar a los bebés, celebrar las primeras
comuniones y las confirmaciones y, y, y, y..., llegar a casarse por la iglesia.
Y acabar por celebrar la despedida de los seres queridos con una santa misa o
eucaristía de funeral. Practicar, muy sintetizadamente, viene a ser participar
'de o en' los sacramentos de la Iglesia católica.
Creyente y practicante, como
cristiano católico y romano, es aquella persona que cree los dogmas de la
religión cristiana católica y cumple con los sacramentos, los siete. Esto se
sabe, se cree y jamás se suele poner en duda. No se piensa. Creo y practico.
Con estas 'realidades' como
contexto en el que se desarrolla nuestra vida como persona y como persona
religiosa nos acercamos a la lectura del Evangelio de este domingo 29 de
agosto, en el que se nos cuenta el encuentro de Jesús y de sus seguidores con
una comisión de expertos religiosos judíos (todos creyentes y practicantes,
judíos de la Ley de Moisés) que ha llegado desde Jerusalén hasta las tierras
del norte en Galilea. El encuentro, tal como nos lo leemos en este domingo y
según el texto de Marcos, de estos dos grupos de creyentes y practicantes
judíos tiene como objetivo una cuestión importante: la práctica religiosa de lo
que se cree ser dogma de la religión judía. Conviene leerse muy detenidamente
ese capítulo séptimo del Evangelio escrito por María Magdalena y llamado
Evangelio de Marcos.
La delegación inquisitorial
judía y del templo y de la ley de Israel no está dispuesta a permitir por más
tiempo la práctica contraria, distinta o alternativa a las normativas dictadas
por Yavé Dios y perpetradas (por haber sido escritas en piedra) para siempre en
la inmutable Ley de Moisés.
Las actitudes, decisiones y
prácticas de Jesús de Nazaret no admiten duda alguna. Son actitudes, decisiones
y prácticas heréticas y blasfemas. Y, en concreto, tales prácticas tienen que
ver con la comida y la bebida. Y no es complicado imaginar que pueden
extenderse tales prácticas al vestido, las relaciones entre las personas, al
matrimonio, la casa, la vida pública...
Con las actitudes, decisiones
y prácticas de Jesús de Nazaret comprendemos que las creencias religiosas, con
sus prácticas correspondientes, nunca son inamovibles o perpetuas, sino
variables y adaptadas al crecimiento de la persona, de cada persona, de
toda persona. Se trata, a poco que se piense con detenimiento, serenidad y
honradez, de una auténtica revolución permanente en asuntos de RELIGIÓN. El
mensaje del Evangelio, en general y de este relato del domingo en
particular, es tan claro como contundente.
Me seguiré quedando con este
interrogante encendido: ¿Qué significa ser creyente y practicante?
A continuación se pueden leer
los comentarios de este domingo.
Domingo XXII TO Ciclo B
(29.08.2021): Marcos 7,1-8. 14-15. 21-23. Leo-veo-toco-como-pienso-decido. Y me lo escribo CONTIGO,
Espero que lo primero que haga cada leyente de
esta página sea pararse un momento en la cita del texto evangélico que se nos
propone proclamar-meditar en la celebración de la eucaristía. Si no se hace
este ejercicio no se caerá en la cuenta de los cortes que oficialmente se han
realizado en el texto seguido del capítulo séptimo del Evangelio de Marcos.
Nunca se nos leerá en la liturgia del domingo a domingo ni Mc 7,9-13, ni
7,16-20, ni 7, 24-30. ¿Manipulación? ¿Ignorancia?
Copio
el arranque de la narración: “Los fariseos y algunos maestros de la Ley
procedentes de Jerusalén se acercaron a Jesús y observaron que algunos de sus
discípulos comían con manos impuras” (Mc 7,1-2). Y un poquito después añade
esto el relato: “Los fariseos y maestros de la Ley preguntaron a Jesús: ¿Por
qué tus discípulos no proceden conforme a la tradición, sino que comen sin
purificarse las manos? (Mc 7,5).
La
mano narradora del relato pone en boca de su Jesús de Nazaret una respuesta
digna de la mejor tradición profética. Nos habla de un Jesús que conoce los
mensajes de los sabios de su pueblo y, sobre todo, sabe muy bien cómo
relacionar aquellas sabidurías de entonces con las nuevas realidades que nos
ofrecen los tiempos en los que se vive. Qué importante es retener que este
Jesús de Nazaret está, en este contexto narrativo y existencial, con una
delegación de las autoridades religiosas de Jerusalén y de su templo. Es a
ellas, precisamente a esas autoridades, a quienes aplica las palabras del
profeta Isaías. Durísimas. Acusadoras. Claras. Directas. Sin opción posible a
réplica. Así suele ser la verdad. ¿Conocía esto María de Magdala?
Por
estar en la narración del Evangelio de Marcos quiero recordar que unos
capítulos antes, justo en Mc 3,1-6, estas mismas autoridades de la Religión
judía decidieron ya ‘acallar la voz de este laico de Galilea y acabar con su
presencia molesta y denunciadora’.
Las
denuncias y los anuncios que este Jesús de Nazaret dedica a las autoridades de
la Ley siguen su curso hasta llegar también al pueblo: “Llamó otra vez a la
gente y les dijo...” (Mc 7,14-16). Y no se detuvo ahí, sino que se lo contó
del mismo modo a sus seguidoras y seguidores: “Entró en casa y los suyos le
preguntaron sobre este asunto... Y él les dijo...” (Mc 7,17-23). Reconoce
el narrador de los hechos que aceptar el mensaje de este Jesús de Nazaret
altera las convicciones recibidas. Dicho esto, y como nuevo ejercicio, sugiero
que se lea Marcos 7,1-23 seguido, completo y varias veces. A partir de ahora,
este profeta y sabio de Israel abandona por un breve tiempo su tierra judía de
Galilea. De esto escribiré en el próximo comentario.
Marcos
7,1-23 aborda la cuestión nada insignificante de la comida y los
comensales: qué se come, con quiénes se come y cómo come. No se trata de un
manual de urbanidad para gentes educadas. Se trata de toda una enmienda a las
normativas religiosas prescritas en la Ley que Moisés recibió directamente de
su Dios Yavé y que han quedado selladas y codificadas en el Libro del Levítico,
que debe leerse en alguna ocasión y no olvidarlo.
Este
Jesús de Nazaret de quien escribe María Magdalena anuncia y propone una clave
alternativa y provocadora (una enmienda a la totalidad, dirían algunos): Nada
hay fuera de la persona que, entrando en ella pueda contaminarla (7,15) ... Lo
que sale como decisión de la persona, todo tipo de perversidades, es lo que
contamina a la persona (7,23). Leo y me pregunto: ¿Qué me deshumaniza? ¿Qué me
ayuda a crecer como persona? Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS
con la Biblia entre las manos. Domingo
40º: 29.08.2021. Después de comentar los cuatro Evangelios y Hechos
¡completos!...
Ayunos y abstinencias
Meses
de marzo y abril, primavera de la vida, en la cuaresma-pascua de los cristianos...
Habla
Jesús de nuevo a la gente y nos dice: “Escuchadme todos y entended esto: nada
que entra de fuera puede manchar al hombre; lo que sale de dentro es lo que mancha
al hombre.
Cuando
dejó a la gente y entró en casa, le preguntaron sus discípulos por la
comparación. Él les dijo:
¿Así
que tampoco vosotros sois capaces de entender? ¿No comprendéis que nada que
entre de fuera puede manchar al hombre? Porque no entra en el corazón, sino en
el vientre, y se echa en la letrina. (Con esto declaraba puros todos los alimentos).
Y siguió:
Lo que sale de dentro, eso sí mancha al
hombre; porque de dentro, del corazón del hombre, salen las malas ideas:
Inmoralidades, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades,
fraudes, desenfreno, envidias, calumnias, arrogancia, desatino. Todas esas
maldades salen de dentro y manchan al hombre” (Mc 7,14-23).
Una
vez más hemos escuchado la parábola sobre "lo de dentro y lo de
fuera". Nada de lo de fuera que entra dentro mancha. Nada de lo que se
oye (entra por el oído), se huele, se come, se ve... mancha. Sólo lo que sale
de dentro, del corazón, es decir, lo que se piensa, lo que se proyecta, lo que
se trama, lo que se decide, lo que se odia, lo que se ama, lo que se codicia,
lo que se entrega, lo que se comparte... hace a la persona "limpia"
o hace a la persona "manchada".
¡Cuántas
cuaresmas prohibiendo ver, oír, oler, comer... vivir! ¡Qué pocas cuaresmas de
conversión de corazón! La pascua es la vida. Y, la vida no está fuera, sino
dentro, en el corazón, que toma decisiones y se compromete. Al menos, por lo
que uno lee y sabe, la Cuaresma-Pascua de Jesús fue esto de "dentro"
y no aquello de "fuera". Lo de fuera es la ley, la permisión o
prohibición. Lo de dentro es la vida, la decisión llamada compromiso. Carmelo
Bueno Heras. Educar hoy 22 (abril.1990)
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