viernes, 27 de agosto de 2021

Santos del día 27 de agosto

 

Santos del día 27 de agosto
Sexto Kalendas septembris
   Santa Mónica, madre de familia (10 coms.) - Memoria litúrgica   
Memoria de santa Mónica, que, aún jovencísima, fue dada en matrimonio a Patricio, con quien tuvo hijos, entre ellos a Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas y oró mucho a Dios, y, anhelante de la vida celestial, abandonó la terrenal en Ostia Tiberina, en Italia, cuando regresaba de África.
En Capua, de la Campania, san Rufo, mártir.
En Tomis (hoy Costanza), lugar de Escitia, santos mártires Marcelino, tribuno, su esposa Mannea, Juan, el hijo de ambos, Serapio, clérigo, y Pedro, soldado.
En Bérgamo, en la Liguria, san Narno, que es considerado el primer obispo de la ciudad.
En el territorio de Tebaida, en Egipto, san Poemeno, abad, tenido en suma consideración entre los anacoretas y de quien se refieren múltiples máximas llenas de sabiduría.
En Couserans, de la Aquitania, san Licerio, obispo, el cual, oriundo de Hispania, fue discípulo de san Fausto de Riez y con sus oraciones protegió a la ciudad de las invasiones visigodas.
En Arlés, de la Provenza, san Cesáreo, obispo, que, después de haber llevado vida monástica en la isla de Lérins, recibió este episcopado en contra de sus deseos. Preparó y reunió sermones apropiados para las festividades, que los presbíteros debían leer con objeto de instruir al pueblo, y escribió también reglas de vida, tanto para hombres como para religiosas, para dirigir la vida monástica.
En Pavia, de la Lombardía, san Juan, obispo.
En el monasterio de Petershausen, que él mismo había fundado en Suabia, sepultura de san Gebardo, obispo de Costanza.
En el monasterio de Aulps, en Saboya, muerte de san Guarino, obispo de Sion, el cual, monje de Molesmes en tiempo de san Roberto, fundó este cenobio, que dirigió santamente y agregó a la Orden del Cister.
En Lausana, entre los helvecios, san Amadeo, obispo, que, siendo monje de Claraval, fue designado abad del cenobio de Hautecombe y, más tarde, elegido para la sede episcopal, desde donde educó con dedicación a los jóvenes, formó un clero piadoso y casto, y cantó en su predicación a la Bienaventurada Virgen María.
En Foligno, de la Umbría, beato Ángel Conti, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, insigne por la penitencia y la humildad, y paciente ante las ofensas.
En Leominster, lugar de Inglaterra, beato Rogerio Cadwalador, presbítero y mártir, que, ordenado en Valladolid, en España, e insigne por su doctrina, ejerció su ministerio clandestinamente durante dieciséis años en su patria y, finalmente, condenado por el hecho de ser sacerdote, en tiempo del rey Jacobo I fue llevado al patíbulo después de crueles torturas.
En Nagasaki, en Japón, beatos Francisco de Santa María, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, y catorce compañeros, mártires, que, por orden del gobernador de la ciudad, sufrieron el martirio por odio al nombre de Cristo. Son sus nombres: Beatos Bartolomé Laurel y Antonio de San Francisco, religiosos de la Orden de Hermanos Menores; Gaspar Vaz y María, esposos; Magdalena Kiyota, viuda; Cayo Jiyemon, Francisca, Francisco Kurobioye, Luis Matsuo Soyemon, Martin Gómez, Tomás Wo Jinyemon, Lucas Kiyemon y Miguel Kizayemon.
En la ciudad de Usk, en Gales, san David Lewis, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, que, ordenado sacerdote en Roma, celebró clandestinamente los sacramentos en su patria durante más de treinta años y prestó ayuda a los pobres, hasta que, reinando Carlos II, fue ahorcado por ser sacerdote.
En el mar frente a Rochefort, en Francia, en una vieja nave, beatos mártires Juan Bautista de Souzy, presbítero, y Udalrico (Juan Bautista) Guillaume, hermano de las Escuelas Cristianas, ambos mártires, que, en el furor de la persecución contra la Iglesia, fueron encarcelados de forma inhumana y, por Cristo, murieron de hambre y aquejados de grave enfermedad.
En Reading, en Inglaterra, beato Domingo de la Madre de Dios Barberi, presbítero de la Congregación de la Pasión, el cual, buscando con empeño restablecer la unidad de los cristianos, llevó a muchos al seno de la Iglesia católica.
En la localidad de Picassent, en la región de Valencia, en España, beato Fernando González Añón, presbítero y mártir, que en tiempo de persecución mereció pasar a la bienaventuranza eterna.
En el camino entre las aldeas de Godella y Bétera, en el mismo territorio valenciano, beato Raimundo Martí Soriano, presbítero y mártir, que en el furor de la misma persecución contra la fe derramó su sangre por Cristo.
En Barcelona, España, beata Catalina Margenat Roura (Facunda), religiosa profesa del Instituto de San José de Girona, muerta por odio a la fe.
En San Sebastián, de nuevo en España, beata María del Pilar Izquierdo Albero, virgen, que, muy probada por la pobreza y por graves enfermedades, sirvió a Dios mostrando una caridad singular en favor de los pobres y afligidos, para cuyo servicio fundó la Obra Misionera de Jesús y María

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