jueves, 12 de agosto de 2021

Santos del día 13 de agosto

 

Santos del día 13 de agosto
Idibus augusti
   Santos Ponciano e Hipólito, mártires (2 coms.) - Memoria litúrgica   
Santos mártires Ponciano, papa, e Hipólito, presbítero, que, deportados al mismo tiempo a Cerdeña, ambos afrontaron allí una condena común y fueron ceñidos, según la tradición, con una única corona. Sus cuerpos, finalmente, fueron trasladados a Roma, el primero al cementerio de Calixto, y el segundo al cementerio de la vía Tiburtina.
En Foro Cornelio, actual Ímola, en la provincia de Flaminia, san Casiano, mártir, que, por negarse a adorar a los ídolos, fue entregado a los niños de quienes era maestro, para que le torturasen hasta la muerte con punzones, y así resultara tanto más duro el dolor de su martirio, cuanto más débiles fuesen las manos que se lo causaban.
En Lyon, en la Galia, san Antioco, obispo, que, todavía presbítero, afrontó un largo viaje para ir a visitar a su obispo san Justo, que moraba por entonces en un eremo en Egipto.
En Poitiers, de Aquitania, santa Radegunda, reina de los francos, quien, viviendo todavía su esposo el rey Clotario, recibió el velo sagrado de religiosa y sirvió a Cristo en el monasterio de la Santa Cruz de Poitiers, que ella misma había mandado construir, bajo la Regla de san Cesáreo de Arlés.
En la fortaleza de Suania (Schemaris), en la ribera del Hippi, en las montañas del Cáucaso, muerte de san Máximo el Confesor, abad de Crisópolis, cerca de Constantinopla, insigne por su doctrina y su celo por la verdad católica, que por haber combatido con valentía contra los monotelitas, sufrió, bajo el emperador herético Constante, la amputación de la mano derecha y, tras una dura prisión y crueldades de todo tipo, fue desterrado junto con dos discípulos, ambos llamados Anastasio, a la región de Lazica, en donde entregó su alma a Dios.
En Fritzlar, en Hesse, de Austrasia, san Vigberto, presbítero y abad, a quien san Bonifacio encomendó el cuidado del monasterio del lugar.
En el cenobio de Aldenburg, en la región de Wetzlar, en Alemania, beata Gertrudis, abadesa de la Orden Premonstratense, que, siendo todavía una niña, fue ofrecida a Dios por su madre santa Isabel, reina de Hungría, en este lugar.
En Kilmallock, en Irlanda, beatos Patricio O'Healy, obispo de Meath, y Connor O'Rourke, presbítero, ambos de la Orden de los Hermanos Menores, que por no haber ocultado su condición de sacerdotes, fueron condenados a muerte y ejecutados en el patíbulo.
En Warwick, en Inglaterra, beato Guillermo Freeman, presbítero y mártir, que, condenado a muerte durante el reinado de Isabel I tan sólo por el hecho de ser sacerdote, ante el patíbulo entonó el himno Te Deum y, con ánimo decidido, afrontó el suplicio del martirio.
En Roma, san Juan Berchmans, religioso de la Orden de la Compañía de Jesús, que, amadísimo por todos por su sincera piedad, caridad auténtica y alegría constante, murió serenamente después de una breve enfermedad.
En Viena, en Austria, beato Marcos de Aviano (Carlos Domingo) Cristofori, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, el cual, sapiente predicador de la palabra de Dios, se interesó admirablemente por los pobres y enfermos, solicitando a los poderosos de todo el mundo que antepusieran la fe y la paz a cualquier otra empresa o interés.
En el brazo de mar que se extiende frente a la costa de Rochefort, en Francia, beato Pedro Gabilhaud, presbítero y mártir, que, por su condición de sacerdote, durante la Revolución Francesa fue encarcelado en una nave convertida en prisión, donde murió consumido por el hambre y la enfermedad.
En el lugar de Sangues, cerca de Puy-en-Vélay, también en Francia, san Benildo (Pedro) Romançon, del Instituto de Hermanos de las Escuelas Cristianas, que dedicó su vida a la formación de los jóvenes.
En Barbastro, cerca de Huesca, en la región de Aragón, en España, beatos Secundino María Ortega García, presbítero, y diecinueve compañeros, mártires, los cuales, religiosos de la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, en el furor de la persecución contra la Iglesia sufrieron la muerte por odio a la fe. Son sus nombres: Beatos Javier Luis Bandrés Jiménez, José Brengaret Pujol, Manuel Buil Lalueza, Antonio Calvo Calvo, Tomás Capdevila Miró, Esteban Casadevall Puig, Eusebio Codina Millá, Juan Codinach Tuneu, Antonio María Dalmau Rosich, Juan Echarri Vique, Pedro García Bernal, Alfonso Miguel Garriga, Hilario María Llorente Martín, Ramón Novich Rabionet, Salvador Pigem Serra, José María Ormo Seró, Teodoro Ruiz de Larrinaga García, Juan Sánchez Munárriz, Manuel Torras Sais, estudiantes.
En la población de Almazora, en la provincia de Castellón, también en España, beato Juan Agramunt Riera, presbítero de la Orden de Clérigos Regulares de las Escuelas Pías, mártir durante la misma persecución.
En el municipio de Albocácer, de nuevo en la provincia valenciana de Castellón, beato Modesto García Martí, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y mártir, que, en la persecución contra la fe, completó con el martirio su plan de vida.
En Barcelona, otra vez en España, beato José Bonet Nadal, presbítero de la Sociedad de San Francisco de Sales y mártir, que consumó su combate por la fe durante la citada persecución.
En la diócesis de Urgell, España, beatos Josep Tàpies y seis compañeros, presbíteros y mártires. Son sus nombres: beatos Rdo. Josep Tàpies i Sirvant, Rdo. Pascual Araguàs i Guàrdia, Rdo. Silvestre Arnau i Pasqüet, Rdo. Josep Boher i Foix, Rdo. Francesc Castells i Brenuy, Rdo. Pere Martret i Moles, Rdo. Josep-Joan Perot i Juanmartí.
En Pedralbes, Barcelona, beato Agustí de Montclar de Donzell (Josep Alsina Casas), presbítero, capuchino mártir en la persecución religiosa durante la Guerra Civil.
En El Pla, cerca de Arbeca, Lleida, beato Mariano Mullerat y Soldevila, médico mártir, que vivió la caridad evangélica en su vida matrimonial y en su profesión, y murió por el testimonio de Cristo en la cruel persecución religiosa que acompañó a la Guerra Civil española.
En Berlín, en el lugar llamado Plötzensee, en Alemania, beato Jacobo Gapp, presbítero de la Compañía de María y mártir, que, con firmeza de ánimo, proclamó que los criminales proyectos de un régimen militar enemigo de la dignidad humana estaban en total desacuerdo con la doctrina cristiana, y a causa de ello, sometido a persecución, se dirigió a Francia y a España en calidad de exiliado, pero, apresado con engaños por unos emisarios, murió finalmente decapitado tras crueles

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