sábado, 18 de octubre de 2014

Fácil y difícil (AUTOLIBERACIÓN INTERIOR) Anthony de Mello


Fácil y difícil

Se cuenta que había un gran maes­tro llamado Buso, que vivía con su es­posa y una hija, todos con fama de sa­biduría y santidad. Un día se acercó un hombre al maestro y le preguntó:

-La iluminación, ¿es fácil o difícil?

Y Buso le contestó:

-Es tan difícil como alcanzar la Luna.

No conforme, el hombre se acercó a la mujer de Buso y le hizo la misma pregunta, a lo que ella le contestó:

-Es muy fácil. Es tan fácil como beberse un vaso de agua.

Intrigado se quedó el hombre y, para salir de dudas, le hizo la misma pregunta a la hija del maestro, que le contestó:

-¡Hombre!, si lo haces difícil es di­fícil, pero si lo haces fácil...

Lo más difícil es la capacidad de ver, ver simplemente, con sinceridad, sin engañarse, porque ver significa cambio, nada a qué agarrarse, y esta­mos acostumbrados a buscarnos asi­deros y a andar con muletas. En cuan­to llegas a ver con claridad, tienes que volar; y volar es no tener nada de qué agarrarte. Necesitamos desmontar la tienda en la que nos refugiábamos y seguir por el sendero adelante sin apoyos.

El susto mayor es por la aniquilación de todo miedo, puesto que los miedos han sido el manto en el que te envol­vías para no ver ni ser visto. Dejar las cosas atrás y enfrentarte a la felicidad, cuando no quieres ser feliz a ese pre­cio. Una felicidad que has de expre­sar tú y no esperar a que te la den he­cha. Aunque vas diciendo que buscas la felicidad, lo cierto es que no quie­res ser feliz. Prefieres volver al nido antes que volar porque tienes miedo, y el miedo es algo conocido y la feli­cidad no.

En mi profesión de psicólogo ad­vierto cada día esto. Lo primero que tiene que entender el buen psi­cólogo es que el que viene a él no busca la curación, sino el alivio, la comodidad, pero no quiere cam­biar; es demasiado expuesto y com­prometido.

Es como aquel que está metido en la porquería hasta la boca y que lo único que le preocupa es que no le hagan olas, no que lo saquen de allí. Lo malo es que la mayoría equipara la felicidad con conseguir el objeto de su apego, y no quiere saber que la fe­licidad está precisamente en la ausen­cia de los apegos, y en no estar so­metido al poder de ninguna persona o cosa.

 

En la naturaleza no existen fronteras. No están más que en nuestra mente. Toda tierra es de todos, y toda cultura no es más que ideas que nos separan.

 

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