sábado, 25 de octubre de 2014

Resultado de nada (AUTOLIBERACIÓN INTERIOR) Anthony de Mello


Resultado de nada

El místico vomita antes el fruto del bien y del mal para poder entrar de nue­vo en el Paraíso. No enjuicies nada, sino comprende el porqué y el lugar de las cosas. La felicidad no es el resulta­do de nada. Ella es, en sí misma, y la descubres cuando te libras de todo jui­cio y añadidura. Cuando quieres arre­glar las cosas, metes en ellas tu yo en­demoniado, tu apego, y lo estropeas todo. Entra solo en la realidad. No te apegues, ni siquiera a la liberación, por­que ella no es aprensible, no se deja apresar, y lo que harás es crearte otras cadenas, otra esclavitud. Sólo tienes que ver las cosas como son.

Las cosas sólo serán cuando deban ser, por mucha prisa que te des. La rea­lidad no es algo que se pueda forzar ni comprar. Se trata de ver la realidad tal como es. Lo cierto es que ya estás en ella, siempre lo has estado, pero la bus­cas, como aquel pez que iba loco bus­cando el océano. Lo único que no te deja es tu programación y tus exigen­cias.

Nadie hace el mal sin una justifica­ción. Es la justificación la que lo enga­ña. Nadie se daña a sí mismo conscien­temente, sino inconscientemente. El que hace el mal es un loco que no me­rece castigo, sino cura. No se puede condenar al que peca, sino el pecado, que es un error. Las acciones pueden ser malas o buenas, y siempre depen­derá de la madurez y cordura del que las cometa. No puede llamarse malo al que comete actos equivocados creyen­do que los hace bien, o al que hace eso compulsivamente, defendiéndose de peligros que sólo están en su imagina­ción. Ése es un loco, un ser dormido al que hay que despertar, o un enfermo al que hay que curar.

Nadie hace las cosas malas adrede, fríamente, por maldad, por la sencilla razón de que el componente sustancial de nuestro ser es el amor, la bondad, la felicidad, la belleza, la inteligencia como luz de la verdad. Si esta sustan­cia está ahogada por los miedos, por el sufrimiento, la única solución es sacar lo que estorba.

Las cosas se observan para ver la verdad que hay detrás de las formas con que se cubren. Uno puede tener en la mano un papel sucio creyendo que es un cheque de mucho valor. Si lo haces renunciar a él o se lo quitas antes de que descubra su valor real, esa perso­na siempre estará creyendo que le qui­taron algo de valor y se comportará como un ser estafado, engañado, despojado, y sus reacciones serán de autodefensa. Así nunca despertará a la realidad. Primero habrá que despertarlo y luego él mismo será el que tire el papel sucio, riéndose del engaño en que estuvo metido. Y en­tonces sí quedará liberado.

Y si renuncias voluntariamente a algo, creyendo que es un valor y que has hecho un sacrificio con ello, siem­pre te vanagloriarás de lo que has he­cho y pedirás aprobación y admiración de los demás. Pero si antes despiertas y comprendes que en esa renuncia tuya no hay nada de valor, que lo que has hecho es buscarte a ti mismo, ¿cómo te vas a vanagloriar de renunciar a algo que no servía para nada? Al contrario, te sentirás bien por haberte liberado de algo que te impedía ser más tú mismo. Pero además, entonces, comprenderás con hu­mildad a aquellos que aún se sienten ape­gados a lo que tú ya has renunciado por estar despierto.

 

Estamos siendo controlados en la medida en que seguimos dormidos: por el consumismo, por la política, por el poder, por el trabajo y por el ocio.

 

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