San Domingo de Silos

Santo Domingo de Silos, abad
En el monasterio de Silos, en la región de Castilla, en España, santo Domingo, abad, el cual, siendo ermitaño, restauró después este monasterio que estaba relajado, introdujo allí la disciplina y favoreció día y noche la alabanza divina.
Cuenta la tradición que santo Domingo vino al mundo en el año mil de la era cristiana, en la pequeña villa de Cañas, que en aquellos tiempos pertenecía al reino de Navarra (actualmente provincia y comunidad de La Rioja), dentro de una familia de noble linaje. Ya desde niño, asistía a los Oficios Divinos con tal gravedad y cordura, que revelaba en él un profundo espíritu de fe. Después de ejercer cuatro años el oficio de pastor, los padres de Domingo quisieron secundar los deseos del muchacho de consagrarse a Dios, por lo que le dedicaron como clérigo, tal vez con patrimonio de la familia, al servicio y ayuda del sacerdote de la parroquia, con el cual aprendió los Salmos de David, el canto eclesiástico y el Evangelio, ensayándose en la lectura y la comprensión de los libros de la Sagrada Escritura, pasionarios y homilías de los Santos Padres que más frecuentemente se recitaban en los Oficios Divinos. No nos consta con certidumbre si hizo toda la carrera eclesiástica en su pueblo, ya que solía haber una especie de seminarios parroquiales, o bien cursó lo que llamaríamos hoy teología en la ciudad episcopal de Nájera. Lo cierto es que don Sancho, obispo de esta ciudad, se decidió a conferir a Domingo el presbiterado cuando apenas contaba con veintiseis años, edad a la que los otros clérigos recibían solamente el diaconado.
Después de una breve experiencia eremítica, a los treinta años, decidió ingresar en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla. En los primeros tiempos de vida monástica, se dedicó Domingo a completar su formación intelectual, aprovechando la rica biblioteca del monasterio; allí estudió a Esmaragdo y, sobre todo, el famoso códice de San Millán, que contenían las promulgaciones dogmáticas de los concilios ecuménicos de la Iglesia y otros particulares. A los dos años de profeso, el abad le nombró maestro de los jóvenes que se educaban en el monasterio.
Semejante encumbramiento moral tan rápidamente conquistado, no pudo menos de suscitar ciertos recelos en algunos religiosos que, más antiguos de la casa, podían creerse postergados. Por envidia o buena fe, se puso en tela de juicio su virtud y la objetividad de sus ideales. "Fácil es", decían, "obedecer cuando la obediencia trae consigo honores y cuando el trabajo se ve recompensado con el cariño y el agradecimiento. Confíesele una misión más dura y entonces veremos el verdadero valor de la obediencia". Fue entonces nombrado prior de Santa María de Cañas. El priorato se encontraba en un estado lamentable: desmantelado, sin enseres, sin bienes y sin libros. Con esfuerzo y gran acierto en el manejo de los negocios temporales, arregló las cuentas atrasadas y fomentó el cultivo en las propiedades del monasterio, de suerte que poco tiempo después pudo ya vivir de su trabajo y del de sus monjes, y procurar al priorato lo más preciso en ropas, ornamentos de iglesia y códices, construyendo poco después una iglesia nueva.
Desde el monasterio de San Millán de la Cogolla, se seguía con interés la obra que Domingo realizaba en Cañas, por lo que a finales de 1038, Domingo fue nombrado prior mayor del monasterio, casi a la fuerza, porque la humildad del santo rehuía los honores de tan alto cargo. Desgraciadamente ocurrió que a los pocos meses de ser nombrado prior, murió el abad don García y en su lugar fue nombrado el anterior prior don Gomesano. Si la elección hubiese sido libre y estado en manos de los monjes, es indudable que hubiera recaído en la persona de Domingo.
Gobernaba por entonces los reinos de Navarra y La Rioja don García, hijo mayor del rey don Sancho. Pródigo a veces con los monasterios e iglesias, cuando se veía apurado por las necesidades de la guerra, no respetaba ni derechos sagrados ni sus propias donaciones, ni siquiera las de San Millán. En el año 1040, exhausto su tesoro y creyendo que el nuevo abad le apoyaría en sus pretensiones, se dirigió al monasterio exigiendo una fuerte suma por sus pretendidos derechos reales. La negativa de Domingo fue respetuosa pero rotunda. Esta obstinación exacerbó de tal manera la cólera del monarca, que apenas salió de la iglesia, el rey tuvo una larga entrevista con el abad, quien consintió en deponer a Domingo del cargo de prior y enviarle desterrado al priorato de San Cristóbal, llamado también Tres Celdas. En 1041, Domingo se dirige hacia Castilla. El rey don Fernando le ofreció su protección y una morada en palacio, pero el santo pidió al monarca licencia para vivir retirado en la ermita que pertenecía al monasterio de San Millán, sirviendo en ella a la Virgen María.
A principios del año 1041, el monasterio de San Sebastián de Silos estaba casi abandonado. Perdido su antiguo prestigio y gran parte del patrimonio, todo anunciaba un fin poco glorioso, pues el puñado de monjes que lo habitaba, vegetaba y languidecía tristemente. Fue entonces cuando el rey don Fernando, movido tal vez por los ruegos del padre del Cid Campeador, que tenía sus posesiones colindantes con las de Silos, encomendó a Domingo la resturación del monasterio de San Sebastián de Silos y le propuso como abad. En una mañana de invierno, Santo Domingo entraba en la iglesia acompañado del obispo y de algunos nobles, para tomar posesión del cargo.
Comenzó la restauración material del monasterio por la iglesia, de tal modo que, completada con la cúpula y atrio por sus sucesores, llegó a ser una de las más bellas basílicas románicas de España, parecida a la catedral antigua de Salamanca. Hacia 1056, se comenzó la construcción de la sala capitular en el sitio llamado hoy el "gallinero del santo", así como el maravilloso claustro románico, que es la joya más original en su estilo y que eternizará en la historia del arte el nombre de santo Domingo de Silos.
Corrían los años, y con ellos la actividad material y espiritual del monasterio de Silos iba aumentando. En los últimos años, la muerte se había llevado a sus mejores amigos: al rey don Fernando y a su hijo don Sancho, y finalmente a su amigo y vecino el abad de Arlanza, en 1072. Las fuerzas de su cuerpo se rendían al peso de sus 72 años, tan cargados de fatigas; su cuerpo, necesitaba el apoyo de aquel báculo sencillo de avellano, que aún se conserva en el Monasterio como preciosa reliquia. Su espíritu se mantenía firme y sereno, pero las fatigas del otoño de 1073, después de los últimos esfuerzos para la distribución de las cosechas, le rindieron del todo y cayó enfermo. Santo Domingo, murió el viernes 20 de diciembre de 1073.
fuente: Monasterio de Santo Domingo de Silos
Oremos
Señor, tú que diste a Santo Domingo de Silos la abundancia del espíritu de verdad y de amor para que fuera un buen pastor de tu pueblo, concede a cuantos celebramos hoy su fiesta adelantar en la virtud, imitando sus ejemplos, y sentirnos protegidos con su valiosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
San Urcisino de Duby | |
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San Ursicino, eremita
En el macizo del Jura, en la ribera del Duby, en la región helvética, san Ursicino, discípulo de san Columbano, que primero llevó vida eremítica en la soledad, y después de ser descubierto indujo a muchos a abrazar este género de vida.
El culto de san Ursicino (en francés Ursanne), un ermitaño del Jura, está atestiguado en esta región de Suiza ya el tercio final del siglo VII; porque antes del 675 el abad Germano de Moutier-Grandval había construido una iglesia en su honor en Grandval. También un antiguo documento reporta que san Vandregisilo Abad (muerto en 668), construyó hacia el 630 un monasterio en el mismo lugar donde reposaba Ursicino. El sarcófago del santo ermitaño, que data del siglo VII, sigue siendo venerado en la hermosa iglesia de San Ursanne, situada en un recodo del río Doubs, que aunque nace en el Jura francés, penetra un corto trecho en territorio suizo; en esa orilla se encuentra la iglesia.
En cuanto a la vida de san Ursicino, todo lo que los hagiografos han considerado y difundido proviene de un antiguo documento, nombrado por primera vez por el jesuita Claudio Sudán (1579-1665) en su obra «Basilea sacra», pero es de lamentar que no lo transcribe textualmente. El documento era una lectura litúrgica en 24 capítulos, que fue compuesta por disposición del obispo Hugo I de Besançon (inicios del siglo XI), diócesis a la que pertenecía entonces Ursicino. Esta 'Vita' -que se ha perdido- contaba que Ursicino era un monje irlandés, compañero de san Columbano (543-615), el abad que de Irlanda emigró a Francia y luego a Italia, donde fundó el monasterio de Bobbio en el año 614. Ursicino, que lo había seguido a la Galia junto a los monjes Gallo, Sigisberto y Fromond, se separó de su maestro cuando éste tuvo que dejar Luxeuil en el 610, y marchó a Italia. Ursicino se dirigió con Fromond al Jura franco-suizo, en busca de un lugar adecuado para la vida eremítica.
La tradición dice que Ursicino propuso a su compañero lanzar desde la cima de una montaña sus bastones al aire, dejando que el cielo diera la respuesta correcta sobre el lugar donde habrían de establecerse. Los bastones cayeron en diferentes lugares y los dos compañeros se separaron: el de Ursicino cayó cerca de una cueva en el valle del río Doubs, donde se retiró como ermitaño. En este lugar construyó una capilla dedicada a San Pedro (que luego llevará el nombre de Saint Ursanne), y pronto su fama atrajo a muchos seguidores, por lo que Ursicino fundó un monasterio para ellos, bajo la regla de san Columbano.
Tras una década de ejemplar vida eremítica, san Ursicino murió, hacia el 620; su nombre se encuentra en las letanías de los santos venerados en Besançon en el siglo XI, y en el martirologio de la misma diócesis, el día 20 de diciembre. El monasterio fundado en el valle del Doubs sufrió varios cambios con el tiempo: pasado a los benedictinos, en 1040 dependía del de Moutier-Grandval, y luego fue asignado a los obispos de Basilea en 1077, uno de los cuales instituyó en 1119 una colegiata, que duró hasta 1793, cuando fue destruida. En torno al monasterio surgió el pueblo de Saint Ursanne. Es venerado en todo el Jura Norte, Besançon, Maguncia, Basilea; sus imágenes le muestran con un libro y unos lirios.
fuente: Santi e Beati
Oremos
Tú, Señor, que nos has dado un modelo de perfección evangélica en la vida ejemplar de San Ursicino, abad, concédenos, en medio de los acontecimientos de este mundo, que sepamos adherirnos, con todo nuestro corazón, a los bienes de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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San Ceferino de Roma | |
San Ceferino, papa
En Roma, junto al cementerio de Calixto, en la vía Apia, sepultura de san Ceferino, papa, el cual gobernó la Iglesia durante dieciocho años y mandó a su diácono san Calixto construir el citado cementerio para la Iglesia Romana.
Su fecha de nacimiento es desconocida, pero sabemos que falleció el 20 de diciembre del 217 o 218. Fue elegido papa (el nº 15 en la sucesión) y consagrado después de la muerte del papa Víctor, en 198 o 199. Como veremos luego, había en la Iglesia del momento grandes tensiones por disputas teológicas, y en especial trinitarias, en las que el santo intervino, incluso negándose a aceptar las tesis de un prestigioso presbítero del momento (que luego de graves problemas con la Iglesia, se reconcilió y fue mártir), san Hipólito. Por eso no debe tenerse como demasiado imparcial el juicio que Hipólito en sus «Philosophoumena» (IX, 11) vierte sobre Ceferino, diciendo que era «un hombre simple, sin educación». Hipólito fue un intelectual y erudito de gran cultura griega, pero acérrimo enemigo de Ceferino, y sobre todo, del diácono de éste, Calixto, que llegó más tarde también a ser papa. Este mismo Calixto había servido al papa Víctor, y se desconoce por qué motivo, vivía en Ancio, dotado con una pensión mensual por aquel Papa. Inmediatamente después de su elevación a la Sede de Roma, Ceferino llamó a Calixto a su servicio. Según parece, la comunidad cristiana se había convertido, también con el papa anterior, en propietaria de un lugar común de enterramiento en la Via Appia (quizás la primera propiedad de la Iglesia romana), y Ceferino encomendó a Calixto la organización de ese cementerio, que se conoce ahora como «Cementerio calixtino». Además, Ceferino lo ordenó diácono.
La situación de los cristianos en Roma, que se mantuvo favorable en los primeros años del gobierno del emperador Septimio Severo (193-211), fue empeorando, y en el 202 o 203 -posiblemente relacionado con la falta de participación de los cristianos en las celebraciones del décimo aniversario del emperador- un edicto imperial prohibía la conversión al cristianismo bajo las más severas sanciones. No se sabe, sin embargo, nada en cuanto a la ejecución del edicto en la misma Roma, ni de los mártires de la Iglesia romana en esta época. La tradición posterior consignó a Ceferino como mártir, pero no hay pruebas de ello, y actualmente no se le tributa tal culto, sino solamente como papa.
Más conocidos son ciertos aspectos relativos a las disputas internas en la Iglesia romana sobre la doctrina de la Trinidad. El papa Víctor había excomulgado a un hereje, Teodoto el Curtidor, que profesaba una doctrina trinitaria de tipo monarquiana (es decir, que era incompatible con la doctrina de las tres divinas Personas), y a sus seguidores, que formaron en la misma Roma una comunidad gobernada por otro Teodoto, llamado «el cambista», y un tal Aselepodotus. Estos hombres convencieron a un confesor romano llamado Natal, que había reconocido su fe sin vacilar ante el juez pagano y había sufrido tortura -y por tanto era seguramente prestigioso entre los creyentes-, que fuera hecho obispo de la secta por un pago mensual de 170 denarios. Natal, sin embargo, fue presa de remordimientos, y se afirma que recibió muchas advertencias en sueños y en una ocasión creyó haber sido severamente golpeado por los ángeles. Temprano en la mañana se puso un sayal de penitente, se cubrió de cenizas, y se lanzó con lágrimas a los pies de Ceferino; confesó su mal proceder y le pidió ser recibido de nuevo en la comunión de la Iglesia, que finalmente le fue concedido. Este episodio nos lo narra Eusebio de Cesarea. Esa política misericordiosa encarnada por esta serie de papas, Víctor, Ceferino y Calixto, que no dudaban en -con las adecuadas penitencias- permitir la vuelta a la comunión de quienes se arrepentían de sus pecados luego de haber sido bautizados, era resistida y fuertemente atacada por muchos, y especialmente por el representante de la «línea dura» del momento, que era el prestigioso san Hipólito, a quien ya mencionamos.
Ceferino fue sepultado en una cámara sepulcral separada en el cementerio de Calixto en la Via Appia. El «Liber Pontificalis» -de manera arbitraria y sin ningún fundamento histórico- le atribuye dos decretos: uno sobre la ordenación del clero y otro sobre la liturgia eucarística en las iglesias romanas. De hecho el artículo del Liber Pontificalis dedicado al santo es confuso, y ni siquiera ha podido ser satisfactoriamente aclarado por el gran comentador del texto, Mons. Duchesne.
J.P. Kirsch (1912) en Catholic Encyclopedia y el correspondiente en Butler-Guinea (26 de agosto), tomo III, pág. 411-12. Véase Eusebio de Cesarea, Hist Ecl. V,32 y Liber Pontificalis, ed. Duchesne (vol. I, pp. 139-140). Acerca del sitio de la sepultura del santo el Butler remite a Marucchi, en Nuovo bullettino di arch, crist. (1910), pp. 205-225.
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San Liberal de Roma | |
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San Liberal, mártir
También en Roma, en la vía Salaria Antigua, en el cementerio junto a las Siete Palomas, san Liberal, mártir, quien, según se dice, ejerció el oficio de cónsul.
Proveniente de una lista del «Martirologio Jeronimiano», el nombre de san Liberal, mártir, fue añadido en el siglo XVI al Martirologio Romano para esta fecha, por el card. Baronio. Aunque en todos los códices se lo indica como «del Oriente», es un verdadero mártir de Roma; y su nombre era más bien Liberal (en latín Liberalis), que la errónea transcripción Liberatis (Liberado). Fue enterrado en el cementerio de la Via Salaria Antigua, donde también descansan los dos mártires Juan y Festo. Los «Itinerarios» del siglo VII, que registraban para los fieles peregrinos las basílicas y catacumbas con tumbas de los mártires, citan a san Liberal enterrado en el subsuelo de la basílica dedicada al mártir Juan.
Parece que fue un cónsul, descendiente de una familia noble, que, convertido al cristianismo, renunció a su carrera, a la política, y las posesiones de su rango, para seguir el nuevo camino del amor fraterno y de la fe en Dios. Si estos datos son ciertos, fue arrestado y condenado a muerte en la época de Claudio el Gótico (269-270). Un tal Florio erigió en honor del mártir mucho tiempo después una tumba mausoleo, con la esperanza de obtener de Dios una recompensa justa por su veneración de los santos; lo explica en una placa hecha por el mismo Florio, quien dice que la tumba había sido profanada durante la invasión de Alarico en el 410 y que él, fiel devoto, la había restaurado.
El nombre, de origen latino, significa «liberado de la esclavitud», pero fue adoptada por cristianos con el significado de «libre de la esclavitud del pecado o del paganismo».
fuente: Santi e Beati
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