Santa Edita, virgen
fecha: 16 de septiembre
n.: c. 962 - †: c. 984 - país: Reino Unido (UK)
otras formas del nombre: Edith
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 962 - †: c. 984 - país: Reino Unido (UK)
otras formas del nombre: Edith
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Wilton, en Inglaterra, santa
Edita, virgen, hija del rey de los anglos, que desde su más temprana edad se
consagró a Dios en un monasterio, ignorando, más que abandonando, el mundo.
Edita era la hija del rey Edgardo y de
Wulfrida (a veces, llamada santa), venida al mundo en circunstancias oscuras y
aun extremadamente escandalosas. Poco después de haber nacido en la localidad
de Kemsing, en Kent, en el año de 962, según refiere la tradición, fue llevada
por su madre a la abadía de Wilton, donde quedó hasta su muerte, de manera que
las palabras del Martirologio Romano son literalmente ciertas: «... desde su
más temprana edad se consagró a Dios en un monasterio, ignorando, más que
abandonando, el mundo.»
Aún no cumplía quince años, cuando su real
padre la visitó en Wilton para asistir a su profesión. En aquella ocasión, el
rey hizo que se pusiera ante el altar una carpeta con oro, plata, ornamentos y
joyas, para mostrar lo que perdía su hija, mientras Wulfrida se hallaba de pie
al lado de la carpeta con un velo de monja, un salterio, un cáliz y una patena.
«Todos rogaban a Dios, que conoce todas las cosas, un signo claro para
demostrar a una joven doncella de tan poca edad y experiencia, la clase de vida
que debía escoger». Es posible que Edgardo orase para que su hija eligiera el
mundo y las riquezas, puesto que trató de adelantarse a su decisión y, antes de
que Edita tomara uno u otro partido, le ofreció el puesto de abadesa en tres
casas distintas (Winchester, Barking y otra), aunque evidentemente no tenía edad
suficiente para gobernarlas más que de nombre. Pero de todas maneras, Edita
declinó aceptar los bienes, las dignidades y los superioratos para quedarse en
la co munidad de Wilton, sujeta a su madre, Wulfrida, que era la abadesa. Al
poco tiempo, las monjas insistieron para que Edita aceptara el título honorario
de abadesa, y así lo hizo la joven, «aunque continuó como antes al servicio de
sus hermanas en los oficios más arduos, como una verdadera Marta». Al poco
tiempo murió el rey Edgardo y le sucedió su hijo, Eduardo el
mártir. A raíz de la trágica muerte de éste último, la nobleza,
adicta al monarca asesinado, pidió que Edita, su media-hermana, dejara el
monasterio para ocupar el trono; pero ella se negó rotundamente y, a las
perspectivas de la corona, prefirió el estado de humildad y obediencia en el
servicio de Dios.
Edita construyó la iglesia de San
Dionisio, en Wilton y, a la ceremonia de dedicación de la misma, invitó a san Dunstano,
el arzobispo de Canterbury. Los fieles observaron que, al oficiar la misa, el
prelado derramó abundantes lágrimas y, al preguntársele las razones de su
llanto, dijo que se le había revelado que Edita iba a ser arrebatada pronto de
este mundo, «mientras nosotros -agregó- tendremos que continuar aquí abajo, en
la oscuridad y a la sombra de la muerte». De acuerdo con la predicción de san
Dunstano, cuarenta y tres días después de la solemne ceremonia, el 16 de
septiembre de 984, Edita se fue a descansar en el Señor, cuando no tenía más de
veintidós años de edad. Hay una tierna fábula donde se relata que santa Edita
se apareció poco después de su muerte, cuando se bautizaba a un recién nacido
del que ella se había comprometido a ser la madrina; la aparición de Edita
sostuvo a la criatura sobre la pila bautismal. También se apareció, aunque esta
segunda vez llena de santa indignación, ante el rey Canuto, que había tenido la
temeridad de poner en tela de juicio algunas de las maravillas que se relataban
sobre la bienaventurada Edita.
Las autoridades en la materia son
Guillermo de Malmesbury, Simeón de Durham y Capgrave; pero conviene consultar
también la Analecta Bollandiana, vol. LVI (1938), pp. 5-101 y 265-309, dónde
Dom A. Wilmart incluye y comenta la leyenda en prosa y verso, escrita por
Goscelin (y dedicada a Lanfranco de Canterbury), que fue tomada del MS. de
Rawlinson, en la Bodleiana, leyenda ésta que resulta muy distinta a la versión
abreviada que se imprimió en el Acta Sanctorum, sept. vol. V, p. 369.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3348
Beato Víctor III, papa
fecha: 16 de septiembre
n.: c. 1027 - †: 1087 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: León XIII 23 jul 1887
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 1027 - †: 1087 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: León XIII 23 jul 1887
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Montecasino, tránsito del beato
Víctor III, papa, el cual, después de regir sabiamente durante treinta años el
célebre monasterio y enriquecerlo magníficamente, fue elegido para gobernar la
Iglesia Romana.

El joven que habría de llegar a Papa con
el nombre de Víctor III, era conocido en la vida secular como Daufar y
pertenecía a la familia lombarda de los duques de Benevento. Como era el hijo
único, su padre se mostraba ansioso para que contrajera matrimonio y le diera
nietos, pero Daufar, cuya "nobleza de alma era mayor que la de su
nacimiento", sentía en su fuero interno la certeza de que estaba llamado
para servir a Dios como monje. En el año de 1047, su padre perdió la vida en el
campo de batalla y Daufar, que por entonces tendría unos veinte años, aprovechó
la oportunidad para desligarse de la familia e irse a vivir con un ermitaño.
Pero sus parientes le encontraron, forcejearon con él hasta el extremo de
desgarrarle el hábito que vestía y, a fin de cuentas, le obligaron a volver con
ellos a su casa de Benevento. Ahí se le mantuvo bajo estrecha vigilancia, pero
al cabo de doce meses de encierro, consiguió escapar y huyó para refugiarse en
el monasterio de La Cava. Por fin, su familia aceptó el hecho irrefutable de su
vocación y le permitió que realizara sus deseos, con la única condición de
abandonar el monasterio de La Cava para ingresar en la abadía de Santa Sofía,
en Benevento. Daufar accedió y, al entrar en el convento, su nuevo abad le dio
el nombre de Desiderio. Transcurrieron algunos años sin que el joven monje
encontrara el camino que buscaba: estuvo en un monasterio de una isla en el
Adriático, estudió medicina en Salerno y fue ermitaño en los Abruzos. Sin
embargo, ya para entonces había atraído la atención favorable del Papa San León
IX y, alrededor del año 1054, lo hizo ir a Roma. Ahí se quedó durante el
reinado del papa Víctor II y ahí conoció a los monjes de Monte Cassino que le
impresionaron de tal manera, que no tardó en hacer una peregrinación a la cuna
de la orden de los benedictinos y acabó por unirse a la comunidad. En el año de
1057, el Papa Esteban llamó a Daufar a Roma, con la intención de enviarle como
delegado a Constantinopla. El Papa Esteban había sido abad en Monte Cassino y
había retenido el cargo al ser elegido como Pontífice; pero, por aquel entonces
estaba enfermo y, como creía que no iba a tardar mucho en llegar su muerte, decidió
que se realizara sin tardanza la elección de su sucesor. La votación favoreció
por unanimidad a Daufar, es decir al monje Desiderio. Este partió de todas
maneras hacia el oriente para ocupar su puesto de delegado pontificio en
Constantinopla, pero apenas había llegado a la ciudad de Bari, cuando le
notificaron la muerte del Papa Esteban y tuvo que regresar. En Roma surgió una
disputa en cuanto a la sucesión al trono de San Pedro y, durante la misma,
Desiderio apoyó la elección de Nicolás II, que asumió el cargo, pero antes de
autorizar a Desiderio para que se reintegrara a su monasterio de Monte Cassino,
le consagró cardenal.
Desiderio fue uno de los grandes abades de
Monte Cassino y, durante su gobierno, el famoso monasterio alcanzó el pináculo
de su gloria. Primero, hizo reconstruir la iglesia y, después, todo el conjunto
de edificios que dispuso en una escala más amplia y conveniente de la que había
adoptado San Petronax y el abad Aligerno al restaurar la abadía después de los
saqueos y destrucciones de los lombardos y los sarracenos. Embelleció de manera
muy especial la basílica; "recurrió a las influencias y al dinero" y,
no sólo hizo traer los mejores materiales de Roma, sino que contrató a los más
diestros trabajadores de Lombardía, Amalfi y la misma Constantinopla. Gracias a
esa combinación de las escuelas arquitectónicas de Lombardía y de Bizancio,
surgieron en Monte Cassino nuevas formas y motivos de decoración, en la
construcción, los mosaicos, los ornamentos, las pinturas y la iluminación; los
mismos monjes de la abadía pusieron sus conocimientos y sus habilidades al
servicio de la magna obra. Toda aquella magnificencia no era un vano
exhibicionismo ni se había hecho para hospedar a "devotos hipócritas de
fervor externo." La virtud entre los monjes de Monte Cassino se arraigó
todavía más, y su número aumentó a doscientos y el abad Desiderio insistió y
cuidó de que todos se sometieran a la más estricta observancia de la regla.
Entre los que se sintieron atraídos hacia el monasterio figuraba Constantino
Africano, el más notable de los médicos de la antigua escuela de Salerno y
amigo personal de Desiderio. Por otra parte, las construcciones y decoraciones
dieron un trabajo material continuo y bien remunerado a numerosos trabajadores,
artistas y artesanos. Desde entonces, el scriptorium de Cassino fue famoso por
los libros que ahí se copiaban y por las iluminaciones e ilustraciones. Además
de abad y cardenal, Desiderio era vicario papal para Campania, Apulia, Calabria
y Capua, y la Santa Sede tenía tanta consideración y confianza hacia él, que le
autorizó a nombrar prelados para los obispados vacantes y las abadías sin
superior.
El Papa San Gregorio VII utilizó con mucha
frecuencia a Desiderio corno su intermediario ante los normandos en Italia. No
obstante que era de un tipo opuesto al de Gregorio, por la dulzura de su
carácter, se mostró siempre corno un decidido y aun enérgico defensor del
papado contra las ambiciones del emperador; es muy posible que su nombre haya
sido uno de los que pronunció San Gregorio en su lecho de muerte, como posible
sucesor. Cuando el Pontífice murió, Desiderio huyó de prisa de Roma y se
refugió en Monte Cassino para evitar su elección, pero, en el mes de mayo de
1086, fue elegido por aclamación y se le impuso la roja capa pluvial pontificia
en la iglesia de Santa Lucía para que reinara con el nombre de Víctor. Cuatro
días más tarde, surgió una oposición que le brindó la oportunidad para huir de
nuevo a Monte Cassino, donde dejó de lado las insignias pontificias y no se dejó
convencer para ocupar el cargo hasta la Pascua del año siguiente. La sede de
Roma se hallaba ocupada por entonces por el antipapa impuesto por el emperador,
Guiberto de Ravena ("Clemente III"). Pero las fuerzas normandas
consiguieron sacarlo de San Pedro durante el tiempo suficiente para que Víctor
fuese consagrado ahí. Inmediatamente después de su consagración, partió al
monasterio. Pocas semanas más tarde, volvió a Roma, por última vez, cuando la
condesa Matilde de Toscana se esforzaba por desalojar a Guiberto. Aquel Papa,
tan amante de la paz y tan enfermo que rara vez podía celebrar la misa, no
estaba capacitado para ver a su ciudad apostólica convertida en un campo de
batalla y, hacia fines del verano, la abandonó para siempre. Después de un
sínodo que él presidió en Benevento, fue llevado agonizante a su monasterio.
Tendido en un camastro en la casa capitular, dio las últimas instrucciones a
sus monjes y recomendó a Eudes, el cardenal obispo de Ostia, para que ocupase
la sede apostólica. Murió dos días después, el 16 de septiembre de 1087. Había
sido Papa durante cuatro meses. El culto al Beato Víctor III fue aprobado por
el Papa León XIII, quien agregó su nombre al Martirologio Romano.
Un detallado relato sobre el Beato Víctor
III, ocupa considerable espacio en la Chronica Monasterii Casinensis, lib. III.
El texto ha sido publicado en MGH., Scriptores, vol. VII, pp. 698-754; también
en el Acta Sanctorum, sept. vol. V. Ver además a Mons. H. K. Mann, en Lives of
the Popes, vol. VII, pp. 218-244.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
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