lunes, 2 de octubre de 2017

Del hecho que singulariza la Leyenda Negra Española frente a las demás leyendas negras 03102017

Del hecho que singulariza la Leyenda Negra Española frente a las demás leyendas negras

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3 octubre 2017

 
            Que exista una Leyenda Negra Española que afecta a la práctica totalidad de sus realizaciones a lo largo del tiempo no es algo ni original ni exclusivo de la historia de España. Por no ser, ni siquiera es algo que debiera preocuparnos excesivamente a los españoles. Diría que, en realidad, es algo de lo que debemos estar no sólo satisfechos, sino hasta orgullosos, pues no tendríamos semejante leyenda negra de no haber sido España y los españoles uno de los grandes agentes constructores de la historia, como de hecho lo somos junto a China, Italia, Francia o Inglaterra. Países, culturas, civilizaciones, todos los cuáles tienen también su Leyenda Negra, qué duda cabe.
 
            Una cosa, sin embargo, sí caracteriza a la Leyenda Negra Española frente a cualquiera otra de las que se ha construido en torno a los demás grandes protagonistas de la Historia: la extraña e insólita buena acogida que hemos dado a la misma los propios españoles, que la hemos aceptado sin rechistar, incluso entusiastas, convirtiéndonos por veces, incluso en los principales valedores de la misma. Tanto en el nivel que corresponde a los profesionales del tema, historiadores y divulgadores, como, lo que es aún más singular, en el que corresponde a los propios españoles “de a pie”, a muchos de los cuales se les pone “la boca gorda” haciéndose los intelectuales sobre la base de ignorar todos y cada uno de los logros históricos que llevan apellido español (muchos más de los que nadie pueda imaginar), cuestionándolos o atribuyéndolos a otros (¿qué decir de ese comportamiento absolutamente espurio, incoherente y anacrónico que es denominar latino a lo que es, y no puede ser otra cosa, sino hispano?)
 
            Siempre me he preguntado por qué eso es así, qué es eso que nos hace a los españoles definitivamente diferentes para sentirnos mejor en la autoignorancia, en la autoindiferencia, en el autocastigo, en la autocrítica cruel, inmisericorde y hasta abiertamente injusta e incompatible con la realidad, que en la defensa de lo nuestro y de nuestras realizaciones, ninguna de las cuales por cierto, baladí.
 
            A eso, la verdad, no he encontrado todavía una respuesta suficientemente satisfactoria. Lo más que atisbo a aportar como tal es la creencia de que tal vez se trate de un fenómeno relacionado con la decadencia frente a lo que fuimos hasta el s. XIX, no por duradero y persistente –son siglos ya de perseverar en semejante actitud-, sin embargo definitivo. Y que habrán de venir tiempos en los que no sólo el mundo, sino lo que es más significativo, los propios españoles, valoremos con mejores palabras y ánimo más favorable la obra ingente y benefactora de España en la historia.
 
            Aunque mucho me temo, queridos amigos, que para cuando eso ocurra, si es que ocurre alguna vez, ni el que estas líneas escribe ni ninguno de Vds. nos hallemos sino alimentando malvas, gusanos, bacterias y otras terrestres criaturillas. El cainismo tan estrechamente relacionado con la envidia, forma parte, de momento, de nuestro más intrínseco ADN nacional, en la base, por cierto, de otros muchos males endémicos e históricos de nuestra nación que no necesito relacionar, alguno de los cuales de rabiosa actualidad e imprevisibles consecuencias.
 
            En fin amigos, aquí me despido. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. ¿Qué tal si nos seguimos viendo por aquí?
 
 
 
            ©L.A.
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