San Antonio María Claret, obispo, que, ordenado presbítero, durante varios años se dedicó a predicar al pueblo por las comarcas de Cataluña, en España. Fundó la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María y, ordenado obispo de Santiago de Cuba, trabajó de modo admirable por el bien de las almas. Habiendo regresado a España, tuvo que soportar muchas pruebas por causa de la Iglesia, y murió desterrado en el monasterio de monjes cistercienses de Fontfroide, cerca de Narbona, en el mediodía de Francia.
En Hierápolis, de Frigia, santos Ciríaco y Claudiano, mártires.
En Constantinopla, san Proclo, obispo, que proclamó insistentemente a la Virgen María como Madre de Dios, dispuso el solemne retorno de las restos de san Juan Crisóstomo a esta ciudad, y en el Concilio Ecuménico de Calcedonia mereció ser llamado «Grande».
En Nagrán, en Arabia, martirio de los santos Aretas, príncipe de la ciudad, y trescientos cuarenta compañeros, que en tiempo del emperador Justino fueron asesinados por Du Nuwas o Dun'an, rey de los himyaritas.
En la región de Tours, en Neustria, san Senoco, presbítero, que construyó un monasterio en unas antiguas ruinas, y se mostró asiduo a las vigilias, a la oración y a la caridad hacia los siervos.
En el monasterio de Vertou, en el territorio de Armórica, en la Galia, san Martín, diácono y abad, al que san Félix, obispo de Nantes, envió para convertir a los paganos de la región.
Cerca de Tongres, en el Brabante, de Austrasia, san Evergislo, obispo de Colonia y mártir, que en el ejercicio de su misión pastoral, mientras se dirigía a Poitiers, fue asesinado por unos malhechores.
En Bretaña Menor, san Maglorio, que, discípulo de san Iltuto, sucedió a san Sansón como obispo de Dol y después llevó vida solitaria en la isla de Serk, según cuenta la tradición.
En Coutances, de Neustria, san Fromundo, obispo, que fundó el monasterio de monjas de Ham y ejerció sus funciones pastorales movido por el amor de Dios.
En Hué, en Annam, san José Lê Dang Thi, mártir, que, siendo militar, fue encarcelado por ser cristiano, y en medio de los tormentos a que le sometieron no cedió en su fe, dando testimonio ante sus compañeros de prisión, por lo que acabó estrangulado en tiempo del emperador Tu Duc.
En la ciudad de Como, en Italia, san Luis Guanella, presbítero, que fundó la Congregación de los Siervos de la Caridad y también la de las Hijas de Santa María de la Providencia, para atender a las necesidades de los desamparados y afligidos, y procurarles la salvación eterna.
En Ronco all’Adige, en la región de Verona, en Italia, beato José Baldo, presbítero, que, entregado al ministerio pastoral, fundó la Congregación de las Pequeñas Hijas de San José, para atender a los ancianos y a los enfermos, así como para educar a niños y jóvenes.
En Shkodrë, Albania, beata María Tuci, joven laica de la arquidiócesis de Shkodrë-Pult y mártir.
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