Santa Fabiola, viuda
fecha: 27 de diciembre
†: 399 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 399 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Conmemoración de santa Fabiola, viuda romana, que, según el
testimonio de san Jerónimo, dedicó y llevó a cabo su penitencia en beneficio de
los pobres.
Patronazgos: patrona de las enfermeras.
refieren a este santo: San Jerónimo, San Pammaquio
Santa Fabiola, de la «gens Fabia», fue una
de las damas patricias romanas que siguieron el camino de la santidad y la
renuncia, bajo la influencia de san Jerónimo,
pero su existencia fue muy diferente a la de sus compañeras santa Marcela, santa Paula o santa Eustoquio,
y ni siquiera fue uno de los miembros del círculo que se reunió en torno a san
Jerónimo cuando vivía en Roma. O bien, si lo fue, hubo un enfrentamiento o una
ruptura en las relaciones, puesto que Fabiola era de carácter muy vivo, apasionado
y caprichoso. Cuando la disoluta existencia de su esposo le resultó
intolerable, obtuvo un divorcio civil, después de lo cual, mientras vivía aún
su marido, se unió con otro hombre. Al morir su segundo esposo. Fabiola se
sometió a los cánones de la iglesia, se presentó en la Basílica de Letrán
dispuesta a aceptar la penitencia pública, y el papa san Siricio la
volvió a admitir en la comunión de los fieles. Desde entonces, la dama dedicó
íntegra su gran fortuna a obras de caridad, dio sumas considerables a todas las
iglesias, comunidades de Italia y las islas vecinas, fundó un hospital para los
enfermos que recogía en las calles de Roma, a quienes atendía personalmente.
Fue aquél un hecho significativo en la historia de nuestra civilización, porque
el hospital de Fabiola fue el primer nosocomio cristiano, público y gratuito,
en todo el Occidente.
En el año de 395, Fabiola viajó a Belén
para visitar a san Jerónimo, en compañía de un pariente llamado Oceanus y ahí
se quedó con santa Paula y santa Eustoquio. Por aquel entonces, san Jerónimo
disputaba con el obispo Juan de Jerusalén, con motivo de la controversia con
Rufino sobre las enseñanzas de Orígenes, y se hicieron varios intentos, aun en
forma fraudulenta, para ganarse las simpatías y las influencias de Fabiola para
el campo del obispo, pero fracasaron todas las tentativas para destruir su
fidelidad a su santo maestro. Fabiola deseaba quedarse en Belén hasta el fin de
sus días, pero era evidente que la vida contemplativa de las mujeres
consagradas que ahí se habían reunido para formar una comunidad, no convenía a
la santa, que necesitaba de la compañía y actividad constantes. San Jerónimo lo
había observado, y en uno de sus escritos declara que a Fabiola no le entraba
en la cabeza la idea de la soledad en el establo de Belén, y que, sin duda,
hubiera preferido que el nacimiento de Cristo sucediese en la posada llena de
peregrinos. La amenaza de una inminente incursión de los hunos fue lo que la
decidió a abandonar Palestina. Las hordas de Atila habían invadido Siria, y la
propia Jerusalén estaba en peligro, de suerte que san Jerónimo se retiró con
sus fieles discípulos hacia la costa, durante algún tiempo. Cuando pasó el
peligro y todos volvieron a Belén, Fabiola emprendió el viaje de regreso a
Roma.
Por aquel entonces, un sacerdote llamado
Armando le planteó una cuestión a san Jerónimo: ¿Se podía recibir en la
comunión de la Iglesia a una mujer que hubiese sido obligada a unirse a otro hombre
mientras su disoluto marido estaba aún con vida, sin una previa penitencia
canónica? Semejante pregunta se refería evidentemente a la hermana del
sacerdote Armando, pero la opinión general fue de que se había interrogado a
san Jerónimo en relación al caso de Fabiola, como un «sondeo» en las ideas del
santo. En su respuesta san Jerónimo no hizo mención alguna de Fabiola, pero
rechazó los términos de «hubiese sido obligada» que figuraban en el supuesto
caso. «Si tu hermana -respondió el santo claramente- desea recibir el Cuerpo de
Cristo sin que se le tomen cuentas como a una adúltera, debe hacer penitencia».
Durante los tres últimos años de su vida,
pasados en Roma, Fabiola continuó con sus caridades públicas y privadas, sobre
todo al asociarse con san Pammaquio en
la fundación de un amplio hospicio para peregrinos, pobres y enfermos en Porto.
Fue el primero en su especie. La inquietud de Fabiola persistió hasta el último
momento, y hacía los preparativos para emprender otro largo viaje cuando la
sorprendió la muerte. Toda Roma asistió a los funerales de la amada
benefactora. San Jerónimo estuvo en contacto epistolar con santa Fabiola hasta
el fin, y escribió dos tratados para ella. Uno se refiere al sacerdocio de
Aarón y el significado místico de las vestiduras sacerdotales. Ese escrito lo
terminó san Jerónimo el día en que debía zarpar de Jaffa la nave en la que
Fabiola regresó a Italia. El segundo tratado, referente a la «estadía de los israelitas
en los desiertos salvajes», no quedó terminado sino hasta después de la muerte
de la santa. Este le fue enviado posteriormente a Oceanus, el mencionado
pariente de Fabiola, junto con un relato sobre la vida y muerte de la santa
patricia romana.
Todo lo que sabemos sobre santa Fabiola
procede de San Jerónimo, Epístola 77, que se halla impresa en la PL de Migne,
vol. XXII, cc. 690-698. N.ETF: En 1855 el card. Wisemann publica en Londres una
novela que llegó a ser muy famosa: «Fabiola, o la Iglesia de las catacumbas»,
con la santa penitente como figura central; esta novela, llevada en 1949 al
cine, tuvo enorme difusión, y reavivó el interés por el personaje. Su
iconografía se caracteriza por llevar la cabeza cubiertaa por una mantilla
roja. El coleccionista y artista plástico belga Francis Alÿs ha recolectado de
diversos mercadillos del mundo cerca de 300 estampas de santa Fabiola, y ha
armado con ellas una original exposición pictórica itinerante que se está
presentando en estos mismos tiempos (2009) en salas de diversos países (hasta
febrero en el Monasterio de Silos).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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