Santos del día 9 de junio
San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia, que primero ejerció en Nísibe, su patria, el ministerio de la predicación y la enseñanza de la doctrina, y más tarde, al invadir Nísibe los persas, se trasladó a Edesa, en Osroene, donde inició una escuela teológica con los discípulos que le habían seguido, en la que ejerció su ministerio con la palabra y los escritos. Fue célebre por su austeridad de vida y la riqueza de su doctrina, y por los exquisitos himnos que también compuso mereció ser llamado «cítara del Espíritu Santo».
En la Vía Nomentana, en el lugar llamado «ad Arcas», a quince miliarios de la ciudad de Roma, santos Primo y Feliciano, mártires.
En Nicea, ciudad de Bitinia, san Diomedes, mártir.
En Vernemet, en la región de Agen, en Aquitania, san Vicente, mártir, que, según cuenta la tradición, consumó su propio martirio por Cristo durante la celebración de una fiesta pagana en honor del sol.
En Siracusa, de Sicilia, san Maximiano, obispo, a quien menciona con frecuencia el papa san Gregorio Magno.
En la isla de Iona, en Escocia, san Columba o Colum Cille, presbítero y abad, que, natural de Hibernia, e instruido en los preceptos monásticos, en su patria y finalmente en Iona fundó monasterios célebres por la observancia y por el cultivo de las letras, y ya anciano, esperando el supremo día, al pie del altar reposó en el Señor.
En Andria, de la Apulia, san Ricardo, obispo, el cual, inglés de nacimiento y célebre por sus méritos, acogió con devoción las reliquias de los santos Erasmo y Ponciano.
En Londres, en Inglaterra, beato Roberto Salt, mártir, monje de la Cartuja de esta ciudad, que en tiempo del rey Enrique VIII, por razón de su fidelidad a la Iglesia católica, fue encerrado en la cárcel de Newport, donde murió de hambre.
En Reritiba, en Brasil, san José de Anchieta, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, el cual, nacido en las Islas Canarias, pasó casi toda su vida en las misiones de Brasil, donde trabajó denodadamente y con gran celo.
En el mar, frente al puerto de Rochefort, en Francia, beato José Imbert, presbítero y mártir, de la Orden de la Compañía de Jesús, a quien, en los tiempos difíciles de la Revolución Francesa, el papa Pío VI nombró vicario apostólico de Moulins. Fue encarcelado, por quienes odiaban a la Iglesia, en una nave prisión, donde murió a consecuencia de una fatal enfermedad que allí contrajo.
En Roma, beata Ana María Taigi, madre de familia, que, víctima de la violencia de su marido, cuidó de él y de sus siete hijos, educándolos convenientemente, y se distinguió, además, por su atención a las necesidades espirituales y materiales de los pobres y de los enfermos.
En el Piamonte, beato Luis Boccardo, presbítero y fundador.
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