domingo, 15 de febrero de 2015

Exhortación apostólica de su Santidad Pablo VI (Evangelii nuntiandi). I. DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA DE SU
SANTIDAD PABLO VI
"EVANGELII NUNTIANDI"

AL EPISCOPADO, AL CLERO Y A LOS FIELES
DE TODA LA IGLESIA ACERCA DE LA EVANGELIZACIÓN
DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO

     

     INTRODUCCION [nn.1-5]

     I. DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA [nn.6-16]

     II. ¿QUE ES EVANGELIZAR? [nn.17-24]

     III. CONTENIDO DE LA EVANGELIZACION [nn.25-39]

     IV. MEDIOS DE EVANGELIZACION [nn.40-48]

     V. LOS DESTINATARIOS DE LA EVANGELIZACION [nn.49-58]

     VI. AGENTES DE LA EVANGELIZACION [nn.59-73]

     VII. EL ESPIRITU DE LA EVANGELIZACION [nn.74-80]

     CONCLUSIONES [n.81]




                                                                       Exhortación apostólica de su Santidad Pablo VI
                                                                                     Evangelii nuntiandi.



                                       INTRODUCCIÓN

                        Venerables hermanos y amados hijos: Salud y

                                     Bendición Apostólica

     Compromiso evangelizador

     1. El esfuerzo orientado al anuncio del Evangelio a los hombres de nuestro tiempo, exaltados por la esperanza
     pero a la vez perturbados con frecuencia por el temor y la angustia, es sin duda alguna un servicio que se presenta
     a la comunidad cristiana e incluso a toda la humanidad.

     De ahí que el deber de confirmar a los hermanos, que hemos recibido del Señor al confiársenos la misión del
     Sucesor de Pedro (1), y que constituye para Nos un cuidado de cada día (2), un programa de vida y de acción, a
     la vez que un empeño fundamental de nuestro pontificado, ese deber, decimos, nos parece todavía más noble y
     necesario cuando se trata de alentar a nuestros hermanos en su tarea de evangelizadores, a fin de que en estos
     tiempos de incertidumbre y malestar la cumplan con creciente amor, celo y alegría.

     Conmemorando tres acontecimientos

     2. Esto es lo que deseamos hacer ahora, al final del Año Santo, durante el cual la Iglesia se ha esforzado en
     anunciar el Evangelio a todos los hombres (3), sin embargo otro objetivo que el de cumplir su deber de mensajera
     de la Buena Nueva de Jesucristo proclamada a partir de dos consignas fundamentales: "vestíos del hombre nuevo"
     (4) y "reconciliaos con Dios" (5).

     Tales son nuestros propósitos en este décimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, cuyos
     objetivos se resumen, en definitiva, en uno solo: hacer a la Iglesia del Siglo XX cada vez más apta para anunciar el
     Evangelio a la humanidad del siglo XX.

     Nos queremos hacer ésto un año después de la III Asamblea General del Sínodo de los Obispos -consagrada,
     como es bien sabido, a la evangelización-; tanto más cuanto que esto nos lo han pedido los mismos padres
     sinodales. En efecto, al final de aquella memorable Asamblea, decidieron ellos confiar al Pastor de la Iglesia
     universal, con gran confianza y sencillez, el fruto de sus trabajos, declarando que esperaban del Papa un impulso
     nuevo, capaz de crear tiempos nuevos de evangelización (6) en una Iglesia todavía más arraigada en la fuerza y
     poder perennes de Pentecostés.

     Tema frecuente de nuestro pontificado

     3. En diversas ocasiones, ya antes del Sínodo, Nos pusimos de relieve la importancia de este tema de la
     evangelización. "Las condiciones de la sociedad -decíamos al Sacro Colegio Cardenalicio del 22 de junio de
     1973- nos obligan, por tanto, a revisar métodos, a buscar por todos los medios el modo de llevar al hombre
     moderno el mensaje cristiano, en el cual únicamente podrá hallar la respuesta a sus interrogantes y la fuerza para
     su empeño de solidaridad humana" (7). Y añadíamos que, para dar una respuesta válida a las exigencias del
     Concilio que nos están acuciando, necesitamos absolutamente ponernos en contacto con el patrimonio de fe que
     la Iglesia tiene el deber de preservar en toda su pureza, y a la vez el deber de presentarlo a los hombres de
     nuestro tiempo, con los medios a nuestro alcance, de una manera comprensible y persuasiva.

     En la línea del Sínodo de 1974

     4. Esta fidelidad a un mensaje del que somos servidores, y a las personas a las que hemos de transmitirlo intacto y
     vivo, es el eje central de la evangelización. Esta plantea tres preguntas acuciantes, que el Sínodo de 1974 ha
     tenido constantemente presentes:

     -¿Qué eficacia tiene en nuestros días la energía escondida de la Buena Nueva, capaz de sacudir profundamente la
     conciencia del hombre?

     -¿Hasta dónde y cómo esta fuerza evangélica puede transformar verdaderamente al hombre de hoy?

     -¿Con qué métodos hay que proclamar el Evangelio para que su poder sea eficaz?

     Estas preguntas desarrollan, en el fondo, la cuestión fundamental que la Iglesia se propone hoy día y que podría
     enunciarse así: después del Concilio y gracias al Concilio que ha constituido para ella una hora de Dios en este
     ciclo de la historia, la Iglesia ¿es más o menos apta para anunciar el Evangelio y para inserirlo en el corazón del
     hombre con convicción libertad de espíritu y eficacia?

     Invitación a la reflexión y exhortación

     5. Todos vemos la necesidad urgente de dar a tal pregunta una respuesta, leal, humilde, valiente, y de obrar en
     consecuencia.

     En nuestra "preocupación por todas las Iglesias" (8), Nos quisiéramos ayudar a nuestros hermanos e hijos a
     responder a estas preguntas. Ojalá que nuestras palabras, que quisieran ser, partiendo de las riquezas del Sínodo,
     una reflexión acerca de la evangelización, puedan invitar a la misma reflexión a todo el pueblo de Dios congregado
     en la Iglesia, y servir de renovado aliento a todos, especialmente a quienes "trabajan en la predicación y en la
     enseñanza" (9), para que cada uno de ellos sepa distribuir "rectamente la palabra de la verdad" (10), se dedique a
     la predicación del Evangelio y desempeñe su ministerio con toda perfección.

     Una exhortación en este sentido nos ha parecido de importancia capital, ya que la presentación del mensaje
     evangélico no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo: está de por medio el deber que le incumbre, por
     mandato del Señor, con vista a que los hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De
     ningún modo podría ser reemplazado. No admite indiferencia, ni sincretismo, ni acomodos. Representa la belleza
     de la Revelación. Lleva consigo una sabiduría que no es de este mundo. Es capaz de suscitar por sí mismo la fe,
     una fe que tiene su fundamento en la potencia de Dios (11). Es la Verdad. Merece que el apóstol le dedique todo
     su tiempo, todas sus energías y que, si es necesario, le consagre su propia vida.



                                             NOTAS

     

     1.Cf. Lc. 22, 32. [Regresar]

     2. Cf. 2 Cor. 11, 28. [Regresar]

     3. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 1: AAS 58 (1966), p. 947. [Regresar]

     4. Cf. Ef. 4, 24; 2, 15; Col. 3, 10; Gál. 3, 27; Rom. 13, 14; 2 Cor. 5, 17. [Regresar]

     5. 2 Cor. 5, 20. [Regresar]

     6. Cf. Pablo VI, Discurso en la clausura de la III Asamblea General del Sínodo de los Obispos (26 octubre,
     1974): AAS 66 (1974), pp. 634-635. [Regresar]

     7. Pablo VI, Discurso al Sacro Colegio Cardenalicio (22 junio, 1973): AAS 65 (1973), p. 383. [Regresar]

     8. Cor. 11, 28. [Regresar]

     9. 1 Tim. 5, 17. [Regresar]

     10. 2 Tim. 2, 15. [Regresar]

     11. Cf. 1 Cor. 2, 5. [Regresar]

     



                                                                       Exhortación apostólica de su Santidad Pablo VI
                                                                                     Evangelii nuntiandi.



                I. DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA

     Testimonio y misión de Jesús

     6. El testimonio que el Señor da de Sí mismo y que San Lucas ha recogido en su Evangelio "Es preciso que
     anuncie también el reino de Dios en otras ciudades" (12), tiene sin duda un gran alcance, ya que define en una sola
     frase toda la misión de Jesús: "porque para esto he sido enviado" (13). Estas palabras alcanzan todo su significado
     cuando se las considera a la luz de los versículos anteriores en los que Cristo se aplica a Sí mismo las palabras del
     Profeta Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres" (14).

     Proclamar de ciudad en ciudad, sobre todo a los más pobres, con frecuencia los más dispuestos, el gozoso
     anuncio del cumplimiento de las promesas y de la Alianza propuestas por Dios, tal es la misión para la que Jesús
     se declara enviado por el Padre; todos los aspectos de su Misterio -la misma Encarnación, los milagros, las
     enseñanzas, la convocación de sus discípulos, el envío de los Doce, la cruz y la resurrección, la continuidad de su
     presencia en medio de los suyos- forman parte de su actividad evangelizadora.

     Jesús primer evangelizador

     7. Durante el Sínodo, los obispos han recordado con frecuencia esta verdad: Jesús mismo, Evangelio de Dios
     (15), ha sido el primero y el más grande evangelizador. Lo ha sido hasta el final, hasta la perfección, hasta el
     sacrificio de su existencia terrena.

     Evangelizar: ¿Qué significado ha tenido esta palabra para Cristo? Ciertamente no es fácil expresar en una síntesis
     completa el sentido, el contenido, las formas de evangelización tal como Jesús lo concibió y lo puso en práctica.
     Por otra parte, esta síntesis nunca podrá ser concluida. Bástenos, aquí recordar algunos aspectos esenciales.

     El anuncio del reino de Dios

     8. Cristo, en cuanto evangelizador, anuncia ante todo un reino, el reino de Dios, tan importante que, en relación a
     él, todo se convierte en "lo demás", que es dado por añadidura (16). Solamente el reino es pues absoluto y todo
     el resto es relativo. El Señor se complacerá en describir de muy diversas maneras la dicha de pertenecer a ese
     reino, una dicha paradójica hecha de cosas que el mundo rechaza (17), las exigencias del reino y su carta magna
     (18), los heraldos del reino (19), los misterios del mismo (20), sus hijos (21), la vigilancia y fidelidad requeridas a
     quien espera su llegada definitiva (22).

     El anuncio de la salvación liberadora

     9. Como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación
     de todo lo que oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría
     de conocer a Dios y de ser conocido por El, de verlo, de entregarse a El. Todo esto tiene su arranque durante la
     vida de Cristo, y se logra de manea definitiva por su muerte y resurrección; pero debe ser continuado
     pacientemente a través de la historia hasta ser plenamente realizado el día de la venida final del mismo Cristo, cosa
     que nadie sabe cuándo tendrá lugar, a excepción del Padre (23).

     A costa de grandes sacrificios

     10. Este reino y esta salvación -palabras clave en la evangelización de Jesucristo- pueden ser recibidos por todo
     hombre, como gracia y misericordia; pero a la vez cada uno debe conquistarlos con la fuerza, "el reino de los
     cielos está en tensión y los esforzados lo arrebatan", dice el Señor (24), con la fatiga y el sufrimiento, con una vida
     conforme al Evangelio, con la renuncia y la cruz, con el espíritu de las bienaventuranzas. Pero, ante todo, cada uno
     los consigue mediante un total cambio interior, que el Evangelio designa con el nombre de metánoia, una
     conversión radical, una transformación profunda de la mente y del corazón (25).

     Predicación infatigable

     11. Cristo llevó a cabo esta proclamación del reino de Dios, mediante la predicación infatigable de una palabra,
     de la que se dirá que no admite parangón con ninguna otra: "¿Qué es esto? Una doctrina nueva y revestida de
     autoridad" (26);
     "Todos le aprobaron, maravillados de las palabras llenas de gracia, que salían de su boca..." (27); "Jamás hombre
     alguno habló como éste" (28). Sus palabras desvelan el secreto de Dios, su designio y su promesa, y por eso
     cambian el corazón del hombre y su destino.

     Signos evangélicos

     12. Pero El realiza también esta proclamación de la salvación por medio de innumerables signos que provocan
     estupor en las muchedumbres y que al mismo tiempo las arrastran hacia El para verlo, escucharlo y dejarse
     transformar por El: enfermos curados, agua convertida en vino, pan multiplicado, muertos que vuelven a la vida y,
     sobre todo, su propia resurrección. Y al centro de todo, el signo al que El atribuye una gran importancia: los
     pequeños, los pobres son evangelizados, se convierten en discípulos suyos, se reúnen "en su nombre" en la gran
     comunidad de los que creen en El. Porque el Jesús que declara: "Es preciso que anuncie también el reino de Dios
     en otras ciudades, porque para eso he sido enviado" (29), es el mismo Jesús de quien Juan el Evangelista decía
     que había venido y debía morir "para reunir en uno todos los hijos de Dios, que están dispersos" (30). Así termina
     su revelación, completándola y confirmándola, con la manifestación hecha de Sí mismo, con palabras y obras, con
     señales y milagros, y de manera particular con su muerte, su resurrección y el envío del Espíritu de Verdad (31).

     Hacia una comunidad evangelizada y evangelizadora

     13. Quienes acogen con sinceridad la Buena Nueva, mediante tal acogida y la participación en la fe, se reúnen
     pues en el nombre de Jesús para buscar juntos el reino, construirlo, vivirlo. Ellos constituyen una comunidad que
     es a la vez evangelizadora. La orden dada a los Doce: "Id y proclamad la Buena Nueva", vale también, aunque de
     manera diversa, para todos los cristianos. Por esto Pedro los define "pueblo adquirido para pregonar las
     excelencias del que os llamó de la tinieblas a su luz admirable" (32). Estas son las maravillas que cada uno ha
     podido escuchar en su propia lengua (33). Por lo demás, la Buena Nueva del reino que llega y que ya ha
     comenzado, es para todos los hombres de todos los tiempos. Aquellos que ya la han recibido y que están
     reunidos en la comunidad de salvación, pueden y deben comunicarla y difundirla.

     La evangelización, vocación propia de la Iglesia

     14. La Iglesia lo sabe. Ella tiene viva conciencia de que las palabras del Salvador: "Es preciso que anuncie también
     el reino de Dios en otras ciudades" (34), se aplican con toda verdad a ella misma. Y por su parte ella añade de
     buen grado, siguiendo a San Pablo: "Porque, si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, sino que se me impone
     como necesidad. ¡Ay de mí, si no evangelizara!" (35). Con gran gozo y consuelo hemos escuchado Nos, al final
     de la Asamblea de octubre de 1974, estas palabras luminosas: "Nosotros queremos confirmar una vez más que la
     tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia" (36); una tarea y misión
     que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye,
     en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es
     decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el
     sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa.

     Vínculos recíprocos entre la Iglesia y la evangelización

     15. Quien lee en el Nuevo Testamento los orígenes de la Iglesia y sigue paso a paso su historia, quien la ve vivir y
     actuar, se da cuenta de que ella está vinculada a la evangelización de la manera más íntima:

     - La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los Doce. Es un fruto normal, deseado, el más
     inmediato y el más visible "Id pues, enseñad a todas las gentes" (37). "Ellos recibieron la gracia y se bautizaron,
     siendo incorporadas (a la Iglesia) aquel día unas tres mil personas... Cada día el Señor iba incorporando a los que
     habían de ser salvos" (38).

     - Nacida por consiguiente de la misión de Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por El. La Iglesia permanece en
     el mundo hasta que el Señor de la gloria vuelve al Padre. Permanece como un signo, opaco y luminoso al mismo
     tiempo, de una nueva presencia de Jesucristo, de su partida y de su permanencia. Ella lo prolonga y lo continúa.
     Ahora bien, es ante todo su misión y su condición de evangelizador lo que ella está llamada a continuar (39).
     Porque la comunidad de los cristianos no está nunca cerrada en sí misma.

     En ella, la vida íntima -la vida de oración, la escucha de la Palabra y de las enseñanzas de los Apóstoles, la
     caridad fraterna vivida, el pan compartido (40) - no tiene pleno sentido más que cuando se convierte en
     testimonio, provoca la admiración y la conversión, se hace predicación y anuncio de la Buena Nueva. Es así como
     la Iglesia recibe la misión de evangelizar y como la actividad de cada miembro constituye algo importante para el
     conjunto.

     - Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma. Comunidad de creyentes, comunidad de
     esperanza vivida y comunicada, comunidad de amor fraterno, tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe
     creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor. Pueblo de Dios inmenso en el mundo y, con
     frecuencia, tentado por los ídolos, necesita saber proclamar "las grandezas de Dios" (41), que la han convertido al
     Señor, y ser nuevamente convocada y reunida por El. En una palabra, esto quiere decir que la Iglesia siempre
     tiene necesidad de ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el
     Evangelio. El Concilio Vaticano II ha recordado (42), y el Sínodo de 1974 ha vuelto a tocar insistentemente este
     tema de la Iglesia que se evangeliza a través de una conversión y una renovación constante, para evangelizar al
     mundo de manera creíble.

     - La Iglesia es depositaria de la Buena Nueva que debe ser anunciada. Las promesas de la Nueva Alianza en
     Cristo, las enseñanzas del Señor y de los Apóstoles, la Palabra de vida, las fuentes de la gracia y de la benignidad
     divina, el camino de salvación, todo esto le ha sido confiado. Es ni más ni menos que el contenido del Evangelio y,
     por consiguiente, de la evangelización que ella conserva como un depósito viviente y precioso, no para tenerlo
     escondido, sino para comunicarlo.

     - Enviada y evangelizada, la Iglesia misma envía a los evangelizadores. Ella pone en su boca la Palabra que salva,
     les explica el mensaje del que ella misma es depositaria, les da el mandato que ella misma ha recibido y les envía a
     predicar. A predicar no a sí mismos o sus ideas personales (43), sino un Evangelio del que ni ellos ni ella son
     dueños y propietarios absolutos para disponer de él a su gusto, sino ministros para transmitirlo con suma fidelidad.

     La Iglesia inseparable de Cristo

     16. Existe por tanto un nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la evangelización. Mientras dure este tiempo de la
     Iglesia, es ella la que tiene a su cargo la tarea de evangelizar. Una tarea que no se cumple sin ella, ni mucho menos
     contra ella.

     En verdad, es conveniente recordar esto en un momento como el actual, en que no sin dolor podemos encontrar
     personas, que queremos juzgar bien intencionadas pero que en realidad están desorientadas en su espíritu, las
     cuales van repitiendo que su aspiración es amar a Cristo pero sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia,
     estar en Cristo pero al margen de la Iglesia. Lo absurdo de esta dicotomía se muestra con toda claridad en estas
     palabras del Evangelio: "el que a vosotros desecha, a mí me desecha" (44). ¿Cómo va a ser posible amar a Cristo
     sin amar a la Iglesia, siendo así que el más hermoso testimonio dado en favor de Cristo es el de San Pablo: "amó a
     la Iglesia y se entregó por ella"? (45)



                                             NOTAS

     

     12. Lc. 4, 43. [Regresar]

     13. Ibidem. [Regresar]

     14. Lc. 4, 18; cf. Is. 61, 1. [Regresar]

     15. Cf. Mc. 1, 1; Rom. 1-3. [Regresar]

     16. Cf. Mt. 6, 33. [Regresar]

     17. Cf. Mt. 5, 3-12. [Regresar]

     18. Cf. Mt. 5-7. [Regresar]

     19. Cf. Mt. 10. [Regresar]

     20. Cf. Mt. 13. [Regresar]

     21. Cf. Mt. 18. [Regresar]

     22. Cf. Mt. 24-25. [Regresar]

     23. Cf. Mt. 24, 36; Act. 1, 7; 1 Tes. 5, 1-2. [Regresar]

     24. Cf. Mt. 11, 12; Lc. 16, 16. [Regresar]

     25. Cf. Mt. 4, 17. [Regresar]

     26. Mc. 1, 27. [Regresar]

     27. Lc. 4, 22. [Regresar]

     28. Jn. 7, 46. [Regresar]

     29. Lc. 4, 43. [Regresar]

     30. Jn. 11, 52. [Regresar]

     31. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dog. Dei Verbum, 4: AAS 58 (1966), pp. 818-819. [Regresar]

     32. Cf. 1 Pe. 2, 9. [Regresar]

     33. Cf. Act. 2, 11. [Regresar]

     34. Lc. 4, 43. [Regresar]

     35. 1 Cor. 9, 16. [Regresar]

     36. Cf. Declaración de los padres sinodales, en N.U.: Oservatore Romano, Edición en Lengua Española, 3 de
     noviembre de 1974, pág. 8. [Regresar]

     37. Mt.28, 19. [Regresar]

     38. Act.2, 41-47. [Regresar]

     39. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 8: AAS 57 (1965), p. 11; Decr. Ad gentes, 5: AAS
     28 (1966), pp. 951-952. [Regresar]

     40. Cf. Act. 2, 42-46; 4, 32-35; 5, 12-16. [Regresar]

     41. Cf. Act. 2, 11; 1 Pe 2, 9. [Regresar]

     42. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 5, 11, 12. AAS 58 (1966), pp. 951-952, 959-961. [Regresar]

     43. Cf. 2 Cor. 4, 5; S. Agustín, Sermo XLVI De Pastoribus: CCL 41, pp. 529-530. [Regresar]

     44. Lc. 10, 16. Cf. S. Cipriano, De unitate Eclessiae, 14: PL 4, 527; S. Agustín, Enarrat. 88, Sermo, 2, 14. PL
     37, 1140; S. Juan Crisóstomo, Hom. de capto Eutropio, 6 PG 52, 402. [Regresar]

     45. Ef. 5, 25. [Regresar]


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