JESÚS
Nuestra esperanza es
muy concreta. Tiene nombre. Y carne, espíritu, historia... Nuestra esperanza
tiene nombre y apellido. El nombre es "Jesucristo". Y el apellido es
"Resucitado".
Ante el crucificado
pueblo centroamericano, ante la cruz impuesta a Centroamérica, nos preguntamos:
¿Qué dice Dios? ¿Qué hizo, qué hace, cómo responde Dios?
Dios tiene respuesta,
y tiene propuesta. A partir de la fe y de la gracia nosotros sabemos que Dios
tiene respuesta y propuesta, y que esa respuesta y esa propuesta es Jesús. Una
respuesta en carne y hueso, en sangre y llanto, en ternura y amor, en muerte y
resurrección, en historia.
La respuesta de Dios
es Jesús. El es el sí de Dios, el amén de Dios. Y la propuesta es el Reino.
Tiene su propuesta, su proyecto, su voluntad.
Dios tiene su Palabra,
que por ser Palabra de Dios necesariamente ha de ser última. Tiene la primera y
la última Palabra. Anticipó su última Palabra en la resurrección de Jesús. El
último enemigo en ser vencido será la muerte.
Hablando con amigos
míos marxistas (ateos, dicen ellos) les pregunto, desafiándoles, en confianza:
"¿tienen ustedes una respuesta para el misterio de la muerte...?".
Marx no toca siquiera el tema de la muerte. No tenía nada que decir frente a la
muerte. Y es lógico que un marxismo ateo, que se conforma -heroicamente
incluso- con el futuro de la historia", con esa sobrevivencia colectiva...
no tenga una respuesta personal para el misterio de la muerte. Y la muerte en
definitiva es algo muy personal: soy "yo" el que me muero. Recuerden
el verso de Pemán a su esposa:
Por esa puerta no
entrarás.
En esa hora no serás
mi compañera y mi
maestra.
Toda mi vida ha sido
nuestra.
Mi muerte es mía, nada
más.
Para esa hora tan
personal, tan incompartible, Dios tiene su respuesta, y dice la última palabra,
en la resurrección de Jesús. La dice también colectivamente, para la
resurrección de los pueblos.
Hace tiempo -desde que
entré en contacto habitual con las poblaciones indígenas- que siento la
desaparición de pueblos enteros como un absurdo misterio de iniquidad histórica
que convierte mi fe en abatimiento. "Señor, ¿por qué los has
abandonado?". ¿Cómo puede el Padre de la vida, el Espíritu creador de toda
cultura, permitir tantos aniquilamientos?
Uno parece que
entiende la muerte de las personas, en la fe, porque resucitan. Pero cuesta
entender la muerte de los pueblos. En Brasil, por ejemplo, en lo que va del
siglo, han desaparecido totalmente más de ochenta pueblos indígenas. A mí me
parece ese una especie de "misterio de iniquidad" que no podemos
entender...
Yo creo que Dios
resucita también a los pueblos.
Estos pueblos
centroamericanos, pequeñitos, prohibidos secularmente, aniquilados,
masacrados... resucitan, para una vida nueva, en toda América Latina, en el
tercer mundo, en una Iglesia renovada. No hay duda de que en cualquier muerte,
a partir del Dios de la Vida, hay una carga infinita de resurrección. Estos
pueblos centroamericanos han asumido su muerte. No es posible que sean muertes
inútiles, porque eso sería negar a Dios.
A partir de la fe (que
es nuestra gran mediación, nuestro lenguaje), nuestra propuesta, la nuestra,
sólo puede ser la propuesta misma de Dios. Nuestra espiritualidad sólo puede
ser la espiritualidad de Cristo: su opción, sus actitudes, su praxis, su
Espíritu. Nosotros no podemos tener otra espiritualidad, si tenemos fe
cristiana. No podemos dar al mundo otra respuesta de parte de Dios que la
respuesta que Dios nos ha dado en Jesús.
Nuestra espiritualidad
sólo puede ser la espiritualidad de Jesús. Nuestra convocación fundamental sólo
puede ser convocación a la comunidad de los constructores del Reino. En un
sentido profundo nos sentimos convocados con todos aquellos que usando o no
esta palabra (Reino), sabiéndolo explícitamente o no, viven, reclaman, esperan,
construyen, desean el Reino y contestan el antirreino...
El cristiano no sólo
tiene vocación, si no convocación. Sólo se puede vivir la fe en comunidad,
compartiendo. Sólo compartiendo el pan confesamos a Jesús. Sólo compartiendo el
pan proclamaremos a Jesús, y así, si compartimos, podrán reconocerlo los que
justificadamente lo han negado.
Jesús es la novedad de
Dios. Es la revolución en persona. Es el Hijo, el profeta, el mensaje de aquel
Dios que hace nuevas todas las cosas.
Hay algo que dicen los
cristólogos que es algo que debiéramos grabar con fuego en nuestro corazón y en
nuestra cabeza, y pasarlo a las comunidades, y es esto: no nos interesa tanto
las mismísimas palabras de Jesús, ni siquiera las mismísimas acciones de Jesús,
sino la mismísima intención de Jesús, ¡el Reino!
Sólo se lee
correctamente la biblia si se traduce históricamente. En Centroamérica sólo
podemos leer la biblia correctamente si la traducimos centroamericanamente. Lo
que le dijo el evangelio a san Agustín, o lo que les dijo la carta a los
hebreos a aquellos hebreos, a nosotros nos lo dice de otro modo. Y gracias a
eso el evangelio es siempre actual y Jesús puede seguir siendo la última
palabra. Aun siendo una palabra permanente, Jesús no es una palabra ya dicha y
cerrada, acabada. Nosotros creemos que Dios nos dice su Palabra también hoy,
aquí y ahora, centroamericanamente.
Ya en los evangelios
mismos hay varias cristologías. Y en la historia ha habido varias teologías y
cristologías. Por eso puede haber y hay una teología y una cristología
latinoamericanas.
Hubo un tiempo en el
que en la Iglesia se llamó a Cristo "el divino Orfeo". Incluso
algunos santos Padres usaron esta expresión. Y hoy, sin embargo, casi suena a
guasa, a ”chile”. Y es que los tiempos cambian. La Historia sigue adelante. Y
por eso hay que preguntarse: ¿quién ha dicho que nosotros no podemos llamar a
Cristo en Centroamérica y en América Latina "el Liberador"? Hay quien
acusa que al llamarlo "Liberador" estamos haciendo reduccionismo
cristológico... De ninguna manera. Simplemente le damos el nombre que nos
suena, que nos toca, que nos compromete, que nos apasiona, que nos llena de
esperanza, aquel nombre que mejor expresa integralmente nuestra fe en él...
BUENA NOTICIA EN CENTROAMÉRICA
.
Esta es la Buena
Noticia de Jesús-pueblo-centroamericano, Hijo de Dios e hijo de María, mujer
del pueblo.
Quienes lo vemos,
quienes lo vivimos, somos los que lo contamos. Nosotros sabemos que decimos la
verdad, para que todos ustedes crean, como creemos nosotros.
Estos son los
antepasados de Jesús-pueblo-centroamericano:
El Creador, el
Formador, hizo a Jesús-pueblo de maíz blanco y maíz amarillo, y de él salieron
todos los pueblos, pequeños y grandes.
Fue hijo de Tecún
Umán, Atlacatl, Lempira, Nicarao, Urrucá, Iguasalibles.
Hijo de Bartolomé de
las Casas y de Valdivieso.
Hijo de Martí y de
Sandino.
Era el tiempo de los
imperios de España, de Inglaterra y de Estados Unidos.
Somoza gobernaba en
Nicaragua, Maximiliano Hernández en El Salvador, Lucas García en Guatemala.
Por aquel tiempo Dios
habló al pueblo de Cuba y su voz pasó por todo el Continente:
"Una voz grita en
el desierto: preparando el camino del Señor". Es la voz de Ernesto y
Camilo. "Todo el mundo verá la salvación que Dios envía".
Escuchen la Buena Noticia
de la insurrección. El Reino de Dios está cerca. La revolución es semilla del
Reino, que se está convirtiendo en árbol gigantesco que espanta los buitres y
las águilas diabólicas, y da refugio a los quetzales y a las palomas de la paz.
Jesús-pueblo-niño
nació lejos de su casa, por causa del desalojo de tierras y el acaparamiento de
los poderosos. Pensaron acabarlo, asesinando mujeres y niños inocentes,
quemando a los indios, bombardeando aldeas. Pero toda esa sangre fertilizó la
tierra, que produjo el ciento por uno.
Jesús-pueblo cruzó la
frontera y vivió refugiado, hasta que llegó su Hora.
Jesús-pueblo pasó
haciendo el bien. En las casas de cartón nacieron flores, pintas y dibujos de
lucha y de esperanza. En medio de la miseria y la muerte, se escuchó "la
gritería" caminaron las romerías y peregrinaciones, y empezaron las
celebraciones de la Palabra y las fiestas populares.
Jesús-pueblo eligió a
los que El quiso, les dio el nombre de Apóstoles y les dio autoridad para
expulsar a los demonios. Estos son, entre otros innumerables, los que escogió:
Oscar, a quien dio el nombre de san Romero de América, Proaño, Hélder, Sergio y
Samuel; Carlos Fonseca, Miguel D'Escoto, Vicente Menchú y Laura López, Héctor
Gallego, Gaspar García Laviana y Guadalupe Carney...
En la pobreza sin
recursos y con armas populares, Jesús-pueblo fue cosechando triunfos,
conquistando poblaciones, recuperando el gobierno popular.
El primer día de la
Fiesta, tomó las pocas tortillas que quedaban y les dijo a sus amigos:
"Tomen y coman todos de aquí: que nadie se quede con hambre, porque somos
un solo cuerpo, y esto es mi cuerpo".
Luego se retiró a la
Montaña, ayunó durante cuarenta días y oró a su Padre, sudando sangre y
derramando lágrimas.
Se levantó y les dijo:
''ya basta". Ha llegado la Hora. Ya se acerca el que me traiciona.
Entonces echaron mano
a Jesús-pueblo y lo secuestraron para desaparecerlo.
Pero todo esto sucede
para que se cumplan las Escrituras:
"Será
conquistado, colonizado y despojado de sus tierras. Será explotado y oprimido y
lo dividirán en muchos pueblos y se sortearán sus riquezas. Tendrá que probar
el exilio y vivir en campamentos y en aldeas-modelo. Tendrá que soportar el
terrorismo del ejército y el horror de la masacre. Pero al tercer día
resucitará."
Lo llevaron entonces
ante Azcona, Arias y Cerezo; pero ellos se lavaron las manos y lo enviaron a la
Casa Blanca. Y los que tienen el poder de dar la vida o la muerte lo entregaron
diciendo: "Hagan con El lo que les dé la gana".
Lo condenaron
injustamente, sin derecho a defenderse. Lo torturaron. Le cargaron mil cruces y
perpetraron el genocidio dando muerte al que buscaba la vida. Jesús-pueblo
murió diciendo: "Todo está cumplido".
Pasada la noche del
silencio, las madres de los presos, desaparecidos y torturados, que habían
acompañado a Jesús-pueblo y habían estado de pie junto a la cruz, fueron a
buscarlo.
Encontraron el
sepulcro vacío y unos jóvenes que les decían: "El pueblo unido jamás será
vencido. Vayan y digan a los compas que Jesús-pueblo está vivo y lo podrán encontrar
en la Organización y en la lucha liberadora de los pueblos".
Ellas contaron todo
esto a los demás, pero algunos no creyeron. Entonces llegaron unos que dijeron:
"Lo hemos visto en el camino y lo hemos reconocido al partir el pan de la
solidaridad, que es gracia, fraternidad comunidad".
El, ellos y nosotros,
Jesús-pueblo, ha resucitado y vive para siempre. Es el Hombre Nuevo, un solo
Cuerpo, un solo Pueblo.
Yo estaré con ustedes
todos los días, hasta que la Nueva Sociedad rompa en aurora y llegue a su
culminación en el Reino de mi Padre".
Jesús-pueblo hizo
muchas otras cosas, tantas, que si se pusieran una por una, no cabrían en todas
las computadoras del mundo.
Elaborado
colectivamente en un retiro de espiritualidad en Centroamérica.
El Reino es la gran
opción de Cristo: su mismísima intención, su mismísima pasión, su mismísima
Causa. Bien entendido, el Reino incluye tanto al Padre como a los hermanos. Por
una razón muy sencilla: el Reino es la voluntad del Padre hacia afuera. Es el
proyecto de Dios hacia fuera de Dios ("ad extra"). Porque Dios hacia
dentro es la Trinidad, pero Dios hacia afuera es el Reino, que también es
Trinidad: Trinidad manifestándose, amando, haciéndonos amar, posibilitándonos
que lo amemos...
El Reino es la pasión
de Jesús, que es su amor al Padre, al "Abba", es su proclamación del
Padre, y es también su amor a los hermanos. Y esa pasión a Jesús "le hizo
la pascua", textualmente. Acoger el Reino, asumirlo, ponerse a su
servicio... a Jesús "le hizo la pascua". Y el máximo servicio de
Jesús al Reino fue su pascua, que es su vida, su pasión, su muerte y su
resurrección. No olvidemos que él vivió pascualmente toda su vida.
Con respecto a los
hombres, el Reino es el proyecto que Dios tiene para nosotros, nuestro destino,
programado por Dios. Alberto Nolan dice: "el Reino es el destino de la
raza humana". El verdadero destino de la raza humana es el Reino. Podemos
decirlo con otras palabras. Todo aquello que sea verdaderamente legítimo
destino de la raza humana, todo lo que merezca ser tenido como destino por la
raza humana, tanto aquí como allá, es Reino. O sea: el Reino es el destino de
la raza humana, visto, querido, programado, posibilitado... desde Dios, en
Jesucristo, y ya vivido por él...
¿Qué es la praxis de
Jesús? Es la explicitación temporal, humana, pero al mismo tiempo mesiánica,
salvadora, del Reino. ¿Qué hizo Jesús? Fue haciendo Reino. Su praxis, sus
gestos, tienen un aire de Reino, sabor a Reino. Con sus palabras, con sus
hechos, con sus gestos, con sus signos, con su muerte y su resurrección Jesús
revela el Reino. Revela al Padre y su voluntad. Revela el destino humano. Nos
revela a nosotros mismos. El es la revelación del Reino.
Para nosotros los
cristianos, la opción de Cristo ha de ser nuestra opción. No hay duda. Otros
también optan por el Reino, sin ser cristianos, sin la explicitud con la que
nosotros podemos y debemos optar. Porque para nosotros el Reino tiene nombre de
Reino. El Reino para nosotros es vivencia de Jesús, palabra de Jesús, praxis de
Jesús...
Esa es la ventaja que
los cristianos tenemos. Otros dirán justicia, liberación, independencia,
comida, dignidad humana, libertad, solidaridad, fraternidad, esperanza, proceso
histórico... También están diciendo Reino, ¿no? Nosotros tenemos la ventaja de
que Dios nos dio para todas esas palabras clave y su versión en carne y hueso,
en sangre y muerte, en utopía anticipada, en resurrección: Jesús.
Jesús tuvo también sus
etapas. Y tuvo también la etapa del silencio. Aquella praxis de Jesús que
consistió en "no hacer nada" durante treinta años. La etapa de la
vulgaridad, la cotidianidad, la monotonía: la etapa que no está escrita.
Los revolucionarios
podríamos caer en la tentación de querer reducir la revolución y la vida de la
humanidad al triduo pascual. Pero, además del triduo pascual, además de los
tres años de la vida pública, hay que vivir todos esos años vulgares,
monótonos, silenciosos, incordiantes que formaron la mayor parte de la vida de
Jesús. También nosotros tenemos proceso, etapas, crisis, triduo pascual, vida
pública, vida privada, monotonía, silencio, día-a-día, rutina... y no hay que
huir de ello.
No nos preocupemos de
imitar a Cristo. Nos debemos preocupar de "seguirle". Estar en
comunión con él y seguirle. Si "imitáramos" a Jesús tal como él vivió
en la Palestina de hace veinte siglos, nos saldríamos de madre, nos saldríamos
de la hora y de la historia.
En el nuevo testamento
se habla del camino ("los que son del camino"). En Brasil lo hemos
recuperado cuando hablamos de la "caminhada", que significa la
"andadura" de la Iglesia de los pobres, la andadura del pueblo. Hoy
la teología de la liberación ha puesto en plena actualidad el seguimiento de
Jesús. Nosotros queremos seguir a Jesús. El es el Camino. Y es compañero de
camino. Las dos cosas simultáneamente, Vamos por él, con él y en él...
Jesús vivió su vida -y
su muerte- sin dicotomías. Acabó en sí mismo con la dicotomía. Pero no acabó
con el conflicto, hasta el punto de que él mismo fue un conflicto. Acabó en la
cruz. El conflicto acabó con Jesús.
Si Jesús estuviera
aquí sentado entre nosotros, si fuera uno de nosotros, estoy seguro de que nos
diría también: "mi crisis es ésa, que yo no sé cómo compaginar...".
Seguro. Porque él pasó también su crisis. Eso no lo debemos olvidar.
Les digo con toda
sinceridad que cuando leyendo libros de cristología descubrí lo que los
técnicos llaman la "crisis de Galilea" de Jesús, la crisis que él
pasó en Galilea a la hora de intentar definir mejor cómo podría servir al Reino
(que algunos dicen que fue incluso una especie de crisis de poder popular o
algo así), cuando yo descubrí eso, así de un modo más científico, me sentí
mucho más cerca de Jesús. Me pareció que redescubría a Jesús, o casi que lo
descubría por primera vez. Como un Jesús realmente histórico, como un Jesús muy
nuestro y que podía responder a aspiraciones, a preocupaciones personales, a
desafíos coyunturales que todos nosotros estamos viviendo.
El suprimió en sí
mismo y quiso suprimir en todos la dicotomía. Pero no suprimió el conflicto.
Todos nosotros, seguidores
de Jesús, debemos estudiar cristología en profundidad, apasionarnos por Jesús,
tener por él una chifladura vital que marque nuestra vida y luego se traduzca
en nuestro modo de hablar, de vivir, de actuar... Estamos a demasiada distancia
de Jesucristo, a pesar de hablar tanto de él.
OREMOS:
Oh Dios, Padre
nuestro, que nos has congregado por la sangre, por la geografía, por la fe, en
esta Centroamérica, lugar crucial de muerte, de miseria, de opresión, de
represión, de luchas y masacres. Te pedimos que tu Espíritu nos haga sensibles
a la realidad, nos comprometa con los hermanos y nos ayude a sentir la
centroamericanidad como un desafío que tu Iglesia debe asumir pascualmente. Que
tanto llanto, tanta sangre y tanta esperanza no queden defraudados.
Te lo pedimos por
todos los profetas, por todos los mártires, por todos los luchadores, por todos
los oprimidos, por todos los testigos de Centroamérica. Te lo pedimos por tu
Hijo Jesucristo, nuestro hermano, que vive y reina contigo, y vive y camina con
nosotros en la unidad del Espíritu Santo. Amén.
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