miércoles, 29 de abril de 2015

EL VUELO DEL QUETZAL 88 - 94 (PASTORAL CON ESPÍRITU -.AL SERVICIO DEL PUEBLO) (Pedro Casaldáliga)

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PASTORAL CON ESPÍRITU

AL SERVICIO DEL PUEBLO

Hablamos mucho de la Iglesia "Popular", de organizaciones "populares" de compromiso con el "pueblo"... Por eso será bueno que nos clarifiquemos en torno a lo que entendemos por "pueblo". Los populistas y los  dictadores también emplean mucho la palabra. El pueblo, en todo caso, es un grave inconveniente para todos, para las autoridades, para la Iglesia... Nuestro teólogo brasileño Gorgulho dice: "el pueblo es un misterio teologal"...

1. Quién es el pueblo
El conflicto surge frecuentemente en altercados con cierta burguesía y con ciertos sectores de Iglesia que no acaban de entender la pastoral liberadora más comprometida. Dicen: "todos somos pueblo". Y no. Hay que distinguir.
Cultural, etnológica o geográficamente, todos sabemos lo que es un pueblo: el pueblo indígena, el pueblo quechua, o el pueblo de Brasil, etc. En este último entra incluso Sarney, el presidente.
Sociológica o socioeconómicamente, pueblo sería la clase trabajadora, o las clases trabajadoras (a muchos sociólogos ya no les gusta utilizar ese singular), ya sea del campo o de la ciudad. Con otras palabras: aquellos que viven de un salario "popular" (para no discutir si se trata de un salario mínimo o no mínimo). El general Figueiredo -el último de los dictadores militares- cuando un periodista le preguntó qué haría si tuviera que vivir de un salario mínimo, dijo: "me daría un tiro en el coco". El propio gobierno brasileño ha reconocido hace unos meses que el salario mínimo de una familia con dos hijos debería ser de unos 23.000 cruzados, y es de 4.000. Ahora mismo están en huelga los pilotos de aviación, que cobran unos 600.000 cruzados, mientras tantísimos en Brasil no llegan a ganar un salario mínimo.
Los productores son el pueblo, con una expresión más marxista.
Bíblicamente nosotros diríamos que pueblo son los "pobres de Yavé", aquellos que pretenden vivir como hermanos... Hay una serie de expresiones en la Biblia que nos hablan de los pobres, de los pequeños... Y que prácticamente definirían lo que se puede entender por pueblo.
Para el poder, para el dinero, para el mundo, pueblo son los que no tienen poder, los que no tienen vez ni voz, los explotados, los sin derechos, los que oficialmente no cuentan. En Centroamérica las grandes mayorías, frente a "las catorce familias", la oligarquía esa.
Pastoralmente... Me costó definirme a mí mismo lo que es el pueblo pastoralmente mirado. Porque pastoralmente hay que tener entrañas de misericordia, como Dios, un corazón ancho, y ahí ya no se puede definir fronteras según la economía, ni la sociología, ni la política, ni siquiera según la Biblia muy exegéticamente considerada.
Pastoralmente, ¿quién sería pueblo? Aquel que no se excluye de la comunidad explotando a los otros, mintiendo -los políticos-, persiguiendo, queriendo ser más que los otros, negándose a compartir... Aquél que no se excluye de la comunidad, porque ni explota, ni miente, ni persigue, ni se niega a compartir, ése puede ser considerado pueblo pastoralmente.
Opción preferencial por los pobres se podría decir también: opción preferencial por el pueblo. Si hay un rico que no explota, que no miente, que no quiere ser más, que no persigue, que no se niega a compartir... Ya es pueblo, porque habrá dejado de ser rico automáticamente, claro. (El que no explota no puede ser rico. El que de verdad comparte deja de ser rico. El que no miente, el que no es fraudulento... no puede ser rico). Zaqueo pudo ser muy bien "objeto pastoral" de Jesús, "pueblo" pastoralmente hablando, porque devolvió cuatro veces más de lo que había defraudado y dio la mitad a los pobres. Se quedó más pequeñito de lo que era (ahora se quedó pequeñito económicamente).
En vez de preguntar "¿quién es pueblo?" podríamos preguntar con otras palabras: ¿quién es pobre? (Cuando decimos pobre no decimos miserable).
O podríamos preguntar: ¿quién es pueblo de Dios? Porque quien pudiera ser incluido en ese "pastoralmente pueblo"' para nosotros sería pueblo de Dios. Claro está, el pueblo de Dios es mucho mayor que la Iglesia. Sería una herejía espantosa el querer asimilar el pueblo de Dios a la Iglesia. La Iglesia es una porcioncita del pueblo de Dios. La Iglesia es el pueblo de Dios consciente y explícitamente congregado en Jesucristo. Pero hay mucho pueblo de Dios esparcido por ahí, antes y después y al margen de Jesucristo; antes, durante, después y al margen de la Iglesia y a pesar de la Iglesia.

2. El pueblo y sus legítimos aliados
Ya sabemos que todos los que hemos pasado por un seminario o por una universidad no seríamos pueblo propiamente hablando. Por lo que sabemos, por lo que podemos, por el respaldo que tenemos en la vida, porque de hecho ya nos hemos transformado en privilegiados... Ahora bien, como pueblo, pastoralmente hablando, sí que estamos incluidos ahí, y el papa y los obispos.
Entonces, nosotros, sin discutir si somos o no pueblo, sintiéndonos pueblo de Dios y también pueblo pastoralmente entendido ( "pastoralmente" en activo y en pasivo) podemos y debemos ser legítimos aliados del pueblo, solidarios con el pueblo.
Recuerden que cuando se habla de opción fundamental por los pobres se suele olvidar la segunda parte: opción "solidaria" con los pobres. Yo creo que esa palabra, ahí, tiene una carga importante.

3. Mediaciones "populares"
No nos relacionamos con Dios directamente nunca, ni él con nosotros, mientras estemos del lado de acá serán necesarias las mediaciones sociales, políticas, económicas, etc., mediaciones que nunca pueden ser olvidadas cuando nos referimos al caminar del pueblo, a la pastoral popular, a la Iglesia popular.
Podríamos decir: la Iglesia popular es aquélla que no se contenta con las mediaciones "clásicas", sino que echa mano de las mediaciones "populares". O sea, la Iglesia popular sería aquélla que además de las mediaciones bíblicas, litúrgicas, catequéticas, etc. utiliza también las mediaciones sociales, políticas, culturales, estructurales, económicas... No bastan las mediaciones llamadas "espirituales" únicamente.
Piensen en las mediaciones que exige el afrontamiento del problema de las clases, problema al que la Iglesia tiene tanto miedo, problema que la Iglesia se resiste a ver, a mirar, porque después viene la lucha de clases... (Si hay algo que está claro en este mundo ... ).
Caridad y liberación: la caridad siempre deber ser liberadora, si está bien entendido. Pero de hecho, tras tantos siglos, en muchas partes de la Iglesia no se entiende que la caridad deba ser liberadora, y fácilmente puede ser "benefactora" paternalista, incluso antiliberadora. Ahí influyen las mediaciones que se escojan, influye el que sean o no "populares".
Nos acusan de estar contra el progreso. Pero nosotros no estamos contra el progreso. No estamos a favor del pauperismo. Lo que pasa es que entendemos el desarrollo de otro modo. Desde otra perspectiva. Desde los pobres. Con otras mediaciones. Con las mediaciones "populares". Porque "progreso", igual que la palabra "democracia", puede ser una palabra prostituida. Problema también de mediaciones, pues. Mediaciones populares.

4. El populismo
En Brasil se ha insistido mucho en el problema del populismo. En toda América Latina se ha detectado la lacra del populismo. En todos nuestros países ha habido grandes populistas.
También en pastoral podemos caer en un cierto tipo de populismo, o como decimos en Brasil, de "basismo": todo lo que dice la base, todo lo que reclama la base es bueno...
No hay que canonizar al pueblo. Incluso hay que saber decepcionar al pueblo a veces. Hay que saber decepcionar al pueblo en sus deseos injustos, en sus aspiraciones ciegas. A mí siempre me ha impresionado mucho ver cómo Jesús decepcionó al pueblo. A lo largo de su vida el pueblo se le fue apartando, porque él no le daba lo que el pueblo quería. Eso no lo podemos olvidar.
Iglesia popular al servicio de las mayorías... pero sin canonizar al pueblo. Por el pueblo mismo, y por el evangelio, habremos de saber "decepcionarlo", a veces. Así como debemos saber contestar a la Iglesia por amor a la Iglesia, por amor al pueblo a veces debemos saber contestar al pueblo. Yo creo que ahí hay una contribución importantísima de los cristianos revolucionarios al proceso de la revolución y a la victoria de la revolución. En Nicaragua, por ejemplo, lo siente eso la Iglesia popular de Nicaragua. Los agentes de pastoral sienten que ya sea a veces con el Frente directamente, o ya sea directamente con el pueblo más sandinista, o con el pueblo en general, se ven obligados a ser críticos, "decepcionantes" a veces... Yo creo que ése es un trabajo y una misión bien delicada, que nosotros debemos prestar. Con simplicidad, claro; no vamos ahora a erigirnos en "decepcionadores" profesionales del pueblo, en "mal genio" pastoral. Se puede hacer las cosas con cariño. Porque si no, en vez de decepcionar evangélicamente al pueblo podríamos escandalizarlo antievangélicamente. Y Jesús decía: cuidado con ser piedras de escándalo "para los pequeños". (No dice: cuidado con ser escándalo para los grandes).
5. Masa, pueblo, comunidades
Los sociólogos con más sensibilidad religiosa o con mayor formación teológica, o incluso los teólogos de la liberación, el propio Gustavo Gutiérrez, de unos años para acá insisten mucho en el peligro de que insistiendo en el pueblo, el pueblo, el pueblo... olvidemos a la masa. Porque a veces entendemos demasiado el pueblo como pueblo organizado, consciente, elitizado... Y acabamos olvidando a la muchedumbre, a la inmensa mayoría, aquella mayoría de la que Jesús sentía compasión.
La historia de América Central acaba siendo la historia de un juego de muerte de sucesivos imperios, sucesivas oligarquías al servicio de esos imperios, y siempre las inmensas mayorías nacionales, impedidas, sometidas, prohibidas, manejadas, manipuladas...
Los agentes o animadores han de estar al servicio de la comunidad. Las comunidades han de estar al servicio del pueblo. Y el pueblo deber de estar al servicio de la masa, de la inmensa mayoría. Que haya esa preocupación. Porque podríamos caer en elitismos. Podríamos excluir. Y si por una táctica o estrategia de militancia política más o menos vanguardista o eficacista algunos se pueden permitir un cierto elitismo de urgencia, nosotros como cristianos no nos lo podemos permitir. Hemos de mirar mucho más cómo conjugamos eso. Sin olvidar que si no tratamos de hacer pueblo tampoco prestamos ningún servicio a la masa, y si no pensamos en hacer comunidad no le prestamos ningún servicio al pueblo. Lo que digo es que hay que saber jugar esos términos.
El problema de la vanguardia ya ha sido superado en América Latina, al menos teóricamente. Todos sabemos que en los procesos revolucionarios de Nicaragua, Guatemala, El Salvador, los grandes momentos dramáticos, momentos a veces hasta de muerte, se han debido a un vanguardismo mayor o menor, o por entender el modo de relación vanguardia/pueblo de un modo o de otro. Es muy importante que nosotros tengamos eso pastoralmente claro.

6. Rupturas, paternalismos, desarrollismos
Dentro de esa actitud frente al pueblo, de decepcionarlo o de no canonizarlo, hemos de saber conjugar el sumo respeto al pueblo con una especie de pastoral de rupturas. Una actitud pastoral que provoca rupturas. A veces debemos saber sacudir al pueblo. Jesús sacudía al Pueblo, se arrancaba del pueblo, le exigía, le soltaba algo difícil de digerir... Debemos saber acertar con el momento oportuno en esa pastoral de las rupturas.
Todo esto nos lleva a actuar sin paternalismos. También aquí es bueno ser equilibrado, no caer en extremismos. A veces, los que son sólo políticos condenan toda pastoral como paternalista, por definición. Yo incluso ni siquiera rechazo la limosna. Pienso que ahí también vale la palabra de Jesús: pobres siempre los tendrán con ustedes. El gesto de ayuda siempre será necesario. Las estructuras no lo van a resolver todo. Entonces, nada de paternalismos, pero tampoco tengamos miedo a la ayuda de limosna que sea necesaria, con todo el sentido crítico que hace al caso, claro está. Recuerden el derroche de la Magdalena.
Sin desarrollismos. Nosotros no estamos contra el progreso, hemos dicho, pero sí que estamos contra el desarrollismo. Y contra los reformismos. Esa debería ser una contribución específica de los cristianos revolucionarios en Centroamérica: "no a los reformismos". (Vean que el mismo proyecto de Esquipulas puede prestarse a ser una bandeja de reformismos... No vayamos a caer en una democracia cristiana o en una socialdemocracia, o en una especie de revolución aguada... ¡Cuidado!). Sin reformismos. Ahí debemos ser lúcidamente radicales. Eso no quita, claro esta, ni la estrategia ni la táctica. Un gesto táctico no es de ningún modo reformista; es simplemente un gesto oportuno, que es diferente.
Nadie libera a nadie: nos liberamos, ayudamos a que otros se liberen, nos ayudan a liberarnos, etc. Nadie de nosotros va a ser el cirineo del pueblo, en ese sentido. Nosotros no somos capaces de descargarle la cruz al pueblo. Si él no la sacude, no hay modo. Podemos ayudarle a que él la vea, la juzgue a la luz de la política, de la fe, y se vaya uniendo para descargársela.
Preguntémonos a continuación cómo caminar en medio del pueblo, cómo aproximarse lo más posible al pueblo, cómo "popularizarnos", cómo hacer popular nuestra vida...

7. Descubrir el pueblo
Muchos pastores todavía no lo han descubierto. O, cuando mucho, han descubierto, por ejemplo, "el pueblo de Panamá", un pueblo en el que dicen que entra Noriega y los yanquis y todo. Pero eso ya sabemos que no es el "pueblo", sino la población de Panamá.
Para descubrir al pueblo hay que aproximarse a él. Ser prójimo próximo del pueblo. Ese prójimo colectivo que quizá sólo podemos ver y asumir y sólo podemos ser asumidos por él si lo asumimos así, como prójimo colectivo.
Bien sabemos que el enemigo no tiene ningún inconveniente en que veamos a los pobres así, individualmente. Lo que no quieren es que los miremos, que los descubramos como colectivamente pobres (y mucho menos como dialécticamente pobres o "empobrecidos"), ni como sistemática y estructuralmente pobres. Aproximarse pues al pueblo, escucharlo... para descubrirlo.
"Si oyereis la voz de Dios"... Podríamos decir también: "si oyereis la voz del pueblo"... Si oyeres la voz del pueblo, que no te suceda a ti como a tus padres en la fe, a los pastores a los que tanto criticas, que no pase como en Meribá en el desierto... Y esta es una hora de gracia para que nosotros escuchemos la voz del pueblo.

8. Respetar al pueblo
Respetarlo en su ser: el pueblo es el pueblo y es ese pueblo. Lo cual exige también respetarlo en su ritmo. A eso nos han enseñado mucho los indigenistas, cuando nos hablan del ritmo cultural de los pueblos indígenas. Yo creo que nosotros debemos hacer la aplicación al pueblo. Nosotros, por intelectualistas (y porque no tenemos otra cosa que hacer, porque nos dedicamos a hacer pastoral, que en un noventa por ciento es hacer reuniones) vamos a un ritmo que no es el del pueblo. Este tiene su ritmo, por las incidencias vitales, por la familia, por el trabajo, por la situación económica, por la dependencia...
Respetarlo también en sus urgencias. Por ejemplo en Brasil, en la situación económica, con la falta de empleo (y estoy pensando también por ejemplo en Guatemala, en San Salvador, en todas las capitales, en México ciudad ... ) ha habido una queja de los agentes de pastoral: de repente parece que el pueblo no quiere nada, no está con nada o, como dirían en España, "pasa de todo". Y lo que le pasa es simplemente que está viviendo la urgencia de la sobrevivencia. Y cuando se vive esa urgencia no se está como para organización, no hay mucho tiempo para encuentros pastorales para planificaciones, etc. En esos momentos se trata solamente de sobrevivir. No podemos olvidar que el pueblo con frecuencia se encuentra en situaciones de emergencia y de sobrevivencia que nosotros debemos saber respetar.

9. Valorar al pueblo
El pueblo es un valor histórico, teológico, evangélico. El pueblo es valor de futuro, de utopía. Y esto no lo decimos por populismo, por fórmula hecha. Si nosotros creemos que Dios ha optado por la mayoría pobre, será porque ahí hay valor. El ha dejado valor ahí, en esa mayoría. Su Espíritu está ahí. El ha optado, ha escogido. Está ahí. El pueblo, en ese sentido, es un sacramento de Dios. Un sacramento también colectivo, histórico.

10. Creer en el pueblo
"Cuando el pobre crea en el pobre"... Nosotros se lo exigimos a la gente del pueblo que no cree en sus compañeros. Pero nosotros, ¡con cuanta frecuencia nos quedamos decepcionados y perdemos la fe en el pueblo! No lo decimos, pero en la práctica aquel entusiasmo primero se nos va. Un gran testimonio de un agente de pastoral es el ir creciendo en edad sin disminuir en fe y entusiasmo por el pueblo. No estoy diciendo que no suframos decepciones. Las sufrió el mismo Jesús.

11. Dar espacio al pueblo
Permitir que el pueblo ocupe espacio. Para que eso que cacareamos sea realidad: que el pueblo sea sujeto de su historia. Esta frase a veces ya suena a retórica del siglo XIX. Que el pueblo sea sujeto de su historia, y que también el pueblo de Dios sea sujeto de su historia, Por eso: que el pueblo conquiste ese espacio. (No es que se lo vayamos a dar nosotros).

12. Estar con el pueblo
Cerca del pueblo. Físicamente cerca del pueblo. El hecho de que mi casita en São Felix do Araguaia esté en medio del pueblo y sea una casa como las del pueblo... es algo que nos facilita automáticamente... Los teólogos de la liberación han dicho cómo el "lugar" hace buena parte de la persona. El lugar define en buena medida la opción. Es el "lugar social". Pero yo insisto: no sólo el lugar social, sino también el lugar material, físico. Si un agente de pastoral está en la montaña de Guatemala o en la zona liberada de El Salvador o en un barrio marginado de Panamá... por estar físicamente presente en ese lugar tiene muchas más posibilidades de optar por el pueblo de verdad y sin retóricas.
Todos los "palacios" episcopales, además de dejar de ser palacios o conventazos, deberían trasladarse geográfica y socialmente.

13. Vivir como el Pueblo
Esto ya parece un chile, un chiste. La mayor parte de los agentes de pastoral no vivimos como el pueblo: por nuestras posibilidades, nuestra economía, nuestras relaciones... A veces, en algunos lugares, hasta los más pequeñitos de la Iglesia de los pobres reciben de vez en cuando una bendición de san "marcos de Alemania"...
Deberíamos hacer un esfuerzo. Ir encarnándose en la cultura del pueblo (que es algo que va para largo), en su pobreza, en su hospitalidad. Aunque perdamos tiempo, podemos ganar pueblo. Pero cada uno es cada uno: no vayamos a apostar ahora por aquellas ascéticas sufridoras, martirizantes...

14. Encarnarnos en la religiosidad popular
Los teóricos de Brasil ya no aceptan la palabra "religiosidad" popular: hay que decir "religión" popular, porque no es que la nuestra sea religión y la de ellos sea simplemente "religiosidad" popular...

15. Perder status
Hay que salir de ciertas estructuras e irse cada vez más para el margen, para la periferia. Marginalizarse también. Perder status, consideración. Ese perder status nos da también más libertad y mayor comunicación. La Iglesia debe perder cada vez más status. Los enemigos tienen razón en sus críticas al Vaticano y a las curias... No hay duda de que si el Vaticano perdiera status ganaría evangelicidad, testimonio, posibilidades de ecumenismo... Recuerden aquella palabra de Hélder Cámara cuando les decía en el Vaticano que el papa debiera salir de allí, y cuando le respondieron que era por motivo de seguridad...

16. Tomar partido por el pueblo
Creo que todo o casi todo de lo que hemos dicho hasta ahora sería aceptado incluso por muchos espiritualistas sinceros, por una sincera actitud de ascética evangélica, de compasión... Ahora bien, esto de tomar partido por el pueblo no sé ya hasta qué punto lo aceptarían.
Tomar partido por el pueblo significa pasarse políticamente al lado del pueblo. Políticamente, sí.
Un santo antiguo decía que el verdadero Dios es el Dios de los adverbios, porque los adverbios son los que ponen las cosas en su punto. Sí, porque se trata de pasarse "políticamente" al pueblo. Ahí la miga está en el adverbio.
Es decir: tomar partido no solamente por los dolores del pueblo, sino también por la causa del pueblo. Por las luchas del pueblo, por las organizaciones del pueblo, por los procesos del pueblo. Y los cristianos centroamericanos son maestros en esto. Muchos cristianos centroamericanos pasan lo que pasan y están donde están precisamente porque han tomado partido por el pueblo, por su causa, por sus luchas, por sus organizaciones, por su proceso.
Vamos a soñar que la Iglesia latinoamericana, en una próxima conferencia general de esas, con ocasión por ejemplo de los quinientos años, dijese: "la Iglesia de Jesucristo en América Latina opta por los pobres y por sus procesos". Ya podríamos rasgar todo lo que se ha escrito desde el Apocalipsis hasta aquí. Bastaría con que nos quedáramos con el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y ese último documento: "la Iglesia en América Latina opta por el pueblo, por los pobres y sus procesos".

17. El Reino se realiza en los procesos de los pueblos
Yo tuve una pequeña revelación. Tuve como un pequeño descubrimiento, de algo que es evidentísimo: "el Reino se realiza, acontece en los procesos personales de cada uno de nosotros y en los procesos históricos de los pueblos". Claro, estamos hartos de decir "el Reino acontece ya". Pero lo decimos así, de un modo genérico...
¿Qué es el Reino? El Reino es al gran proceso de Dios. Un proceso que viene desde la Trinidad. La Trinidad es el proceso interno de Dios. El Reino sería como su proceso "ad extra", su proceso hacia afuera. Dios como saliéndose de sí mismo: eso es el Reino. Y los procesos personales y los procesos históricos son la realización concreta del Reino de Dios. Claro, siempre que esos procesos respondan a las exigencias del Reino. (Una transnacional también dirá que tiene sus procesos de ventas y de lucros. Esos son los procesos del diablo, del otro reino, del anti-Reino).
Optar pues por el pueblo, tomando partido por el pueblo, por sus causas, sus organizaciones, sus procesos históricos y, consiguientemente, rompiendo con los enemigos del pueblo. Hay que romper con las estructuras de iniquidad, de opresión. Necesariamente habrá de romper con el imperio, habrá de romper con la oligarquía, con el privilegio... Porque, fijémonos bien, hemos dicho que las cruces del pueblo tienen causas y que hay personas que son causantes de las cruces del pueblo. Sabemos que esas personas concretas opresoras causantes de la cruz y de la muerte de nuestros pueblos, viven aglutinadas, tienen también sus agrupaciones, tienen su Causa, sus procesos... Entonces, automáticamente, si tomamos partido por el pueblo y sus procesos nos volvemos enemigos de los procesos enemigos del pueblo, nos volvemos enemigos de los enemigos del pueblo. Habremos de romper con ellos.
Un cura, un agente de pastoral, ¿podría estar a bien con todos? En portugués brasileño se dice: "ni Dios agrada a todos".

18. ¿Optar por un partido concretamente?
Yo digo: ¿y por qué no? Cuando llegue el momento oportuno. Cada uno que lo vea y lo discuta y lo aplique. Las mediaciones valen en la medida en que son mediaciones, en la medida en que sirven a la Causa. Si realmente sirven a la Causa del Reino, si no niegan valores fundamentales, valen.
Ahora bien, debemos ser críticos y lúcidos siempre. A veces, optar un poco precipitadamente por un partido o por una organización cuando uno ya es agente de pastoral estructuralmente visible (un obispo, un cura) podría posibilitar divisiones internas o crear desconfianzas. Podría. Ahí debemos ser lúcidos. El equipo y la comunidad deberían ayudarnos a discernir. Pero por otra parte me parece que bastantes de ustedes centroamericanos, en las situaciones concretas de América Central, han de optar también por un partido, quizá también por una organización.

19. Contribuir específicamente en el servicio del pueblo
Aquí vale también el adverbio: "específicamente". Debemos contribuir específicamente con nuestro propio "capital" (si la palabra no es muy blasfema), con nuestro propio capital de evangelio, de la fe cristiana, de teología, de pastoral. Nosotros debemos aportar esa contribución específica, y ahí no podemos pecar de excesiva humildad o de un respeto excesivo al pueblo. No. Tenemos una contribución específica que dar al pueblo, y se la damos. Los comandantes que están ahí por la montaña no pueden dar esa nuestra contribución específica. Y una monjita sí puede darla. Y debe darla. Cada uno tiene su contribución específica que aportar, y debe aportarla. Aquí deberíamos recordar que en la revolución hay que valorar mucho los carismas, tanto institucionales como personales. Un buen carisma de consolación, o de coraje, o de astucia... Si tengo la fe (o la fe me tiene a mí), si sé el evangelio, o si sé teología, o si sé escribir, o si tengo una ciencia sociológica... son carismas inestimables llamados a aportar al proceso de Dios que está en curso en estos procesos populares...
Cuando se habla de esta contribución específica yo suelo citar una palabra del P. Congar. El decía: la Iglesia es la conciencia de la humanidad. Yo digo: no, eso es demasiado. Porque hay mucha conciencia fuera de la Iglesia. Esa posición del P. Congar es demasiado eclesiástica, eclesiocéntrica. Sí se podría decir que la Iglesia (ecuménicamente entendido) es la conciencia evangélica de la humanidad; eso sí. Y ahí cabría decir que la Iglesia popular debe ser la conciencia evangélica de la revolución. No es que no haya mucha conciencia en la revolución. Pero nosotros aportamos la contribución específica de la conciencia evangélica en la revolución.
Recuerden el tema de la crítica y de la autocrítica. Se refiere a eso: ser esa conciencia evangélica en la revolución. Ser una presencia de evangelio, una alianza sincera, a veces ser una suplencia. Cuando el pueblo no pueda hacer algo que normalmente debiera hacer, nosotros podemos hacer suplencia también. Pero, ¡cuidado!: no invadamos espacios antes de hora, o más allá de la cuenta, o por más tiempo del necesario. La suplencia debiera ser siempre una suplencia sabia, discernida, oportuna, y siempre -por definición- provisional.
Debemos ser un testimonio coherente en medio del pueblo. Al pueblo la coherencia le llega, le toca, le convence. El pueblo nos conoce por dentro. Sabe nuestros días y nuestras noches. Debemos dar un testimonio coherente.
Ser una profecía en esperanza. Debemos ser una especie de presencia profética que lleva siempre consigo la esperanza. Una especie de utopía pascual andando. Que derramemos profecía y esperanza a nuestro alrededor. Y seamos también muy celebrativos. Seamos una constante celebración en medio del pueblo.
Y un punto más sobre esta contribución específica: Leonardo Boff ha recordado insistentemente que necesitamos santos políticos. Una santidad "política". Debería ser un rasgo de la Iglesia popular, sobre todo en América Central. Que inevitablemente será una santidad que vive ese compromiso con el pueblo tomando partido incluso por los procesos del pueblo...

20. Actitudes a tomar ante el pueblo, en medio del pueblo, por parte de los que ya no podemos ser pueblo:
a) Actitud de fe, de entrega, de ascética, de servicio, de servicialidad, de disponibilidad. Que el pueblo se me pueda ir comiendo. Estamos ahí para eso. Una actitud de oración, de gratuidad, de conversión... Todo eso será una actitud evangélica. Progresivamente, irme convirtiendo al pueblo. Irme "popularizando".
b) Una actitud pastoral. Andar en medio del pueblo con una actitud pastoral, con una actitud de disponibilidad pastoral, con un gesto pastoral. Igual que un buen político o un guerrillero anda en medio del pueblo con una actitud política, guerrillera, militante, de vanguardia. Aún en los momentos más fregados, más monótonos. Para no perder la hora de Dios, la hora del Reino.
c) Una actitud metodológica, pedagógica, política... Nuestro problema más frecuente es "cómo" hacer con el pueblo, no "qué" hacer.



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