lunes, 27 de abril de 2015

San Toribio de Mogrovejo - Santa Zita - San Pedro Armengol Urgel - Beato Nicolás Roland 27042015

lunes 27 Abril 2015

San Toribio de Mogrovejo

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Santo Toribio de Mogrovejo, obispo (1538-1606)    Toribio, arzobispo de Lima, es uno de los eminentes prelados de la hora de la evangelización. El concilio plenario americano del 1900 lo llamó: "la lumbrera mayor de todo el episcopado americano". Era la hora de llevar la fe cristiana al imperio inca peruano lo mismo que en México se cristianizaba a los aztecas.    Nació en Mayorga (Valladolid), el 16 de noviembre de 1538.
No se formó en seminarios, ni en colegios exclusivamente eclesiásticos, como era frecuente entonces; Toribio se dedicó de modo particular a los estudios de Derecho, especialmente del Canónico, siendo licenciado en cánones por Santiago de Compostela y continuó luego sus estudios de doctorado en la universidad de Salamanca. También residió y enseñó dos años en Coimbra.     En Diciembre de 1573 fue nombrado por Felipe II para el delicado cargo de presidente de la Inquisición en Granada, y allí continuó hasta 1579; pero ya en agosto de 1578 fue presentado a la sede de Lima y nombrado para ese arzobispado por Gregorio XIII el 16 de marzo de 1579, siendo todavía un brillante jurista, un laico, o sólo clérigo de tonsura, cosa tampoco infrecuente en aquella época.
Recibió las órdenes menores y mayores en Granada; la consagración episcopal fue en Sevilla, en agosto de 1579.    Llegó al Perú en el 1581, en mayo. Se distinguió por su celo pastoral con españoles e indios, dando ejemplo de pastor santo y sacrificado, atento al cumplimiento de todos sus deberes. La tarea no era fácil. Se encontraba con una diócesis tan grande como un reino de Europa, con una población nativa india indócil y con unos españoles muy habituados a vivir según sus caprichos y conveniencias.   Celebró tres concilios provinciales Limenses _el III (1583), el IV (1591) y el V (1601)_; sobresalió por su importancia el Tercer Concilio  Limense, que señaló pautas para el mexicano de 1585 y que en algunas cosas siguió vigente hasta el año 1900.   Aprendió el quechua, la lengua nativa, para poder entenderse con los indios.

Se mostró como un perfecto organizador de la diócesis. Reunió trece sínodos diocesanos. Ayudó a su clero dando normas precisas para que no se convirtieran en servidores comisionados de los civiles. Visitó tres veces todo su territorio, confirmando a sus fieles y consolidando la vida cristiana en todas partes. Alguna de sus visitas a la diócesis duró siete años.   Prestó muy pacientemente atención especial a la formación de los ya bautizados que vivían como paganos. Llevado de su celo pastoral, publicó el Catecismo en quechua y en castellano; fundó colegios en los que compartían enseñanzas los hijos de los caciques y los de los españoles; levantó hospitales y escuelas de música para facilitar el aprendizaje de la doctrina cristiana, cantando.
No se vio libre de los inevitables roces con las autoridades en puntos de aplicación del Patronato Real en lo eclesiástico; es verdad que siempre se comportó con una dignidad y con unas cualidades humanas y cristianas extraordinarias; pero tuvo que poner en su sitio a los encomenderos, proteger los derechos de los indios y defender los privilegios eclesiásticos.   Atendido por uno de sus misioneros, murió en Saña, mientras hacía uno de sus viajes apostólicos, en 1606.
Fue beatificado en 1679 y canonizado en 1726   Quien tenga la suerte de tener entre sus manos un facsímil del catecismo salido del Tercer Concilio Limense, aprenderá a llamar mejor evangelización que colonización a la principal obra de España en el continente recién descubierto.







Oremos

Señor, tú que quisiste dilatar la Iglesia por medio de la actividad apostólica de santo Toribio de Mogrovejo y por su gran amor a la verdad, suscita también hoy en el pueblo cristiano aquellas mismas virtudes que resplandecen en este santo obispo, para que así la Iglesia crezca, constantemente en la fe y se renueve por la santidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.







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Santa Zita

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Nació en Lucca, Italia, en 1218, de una familia campesina pobre, pero muy piadosa.   De pequeñita, bastaba que la mamá le dijera: "Esto agrada a Dios", para que la niña lo hiciera. Y bastaba decirle: "Esto no agrada a Nuestro Señor", para que dejara de hacerlo.   A los 12 años, a causa de la pobreza de la familia tuvo que emplearse de sirvienta en una familia rica. El jefe de la familia donde Zita fue a trabajar, era de temperamento violento y mandaba con gritos y palabras muy humillantes.
Todos los empleados protestaban por este trato tan áspero, menos Zita que lo aceptaba de buena gana para asemejarse a Cristo Jesús que fue humillado y ultrajado.   Con el correr de los años, todos se fueron dando cuenta de que era una verdadera santa, una gran amiga de Dios.  Decía que una piedad que lo lleva a uno a descuidar los deberes y oficios que tiene que cumplir, no es verdadera piedad.   El dinero de su sueldo lo gastaba casi todo en ayudar a los pobres. Dormía en una estera en el puro suelo porque su catre y colchón los había regalado a una familia muy necesitada.
En época de gran escasez y hambre Zita repartió entre los más pobres unos costales de grano que había en la despensa. Cuando llegó el furibundo capataz de la casa a contar cuántos costales de grado quedaban en el granero, la santa se puso a rezar a Dios para que le solucionara aquel problema. El hombre encontró allí todos los costales de grano.   Cuando le quedaba un día libre, lo empleaba en visitar pobres, enfermos y presos, en ayudar a los condenados a muerte.
Estuvo 48 años de sirvienta, demostrando que en cualquier oficio y profesión que sea del agrado de Dios, se puede llegar a una gran santidad.   Murió el 27 de abril de 1278.   El Papa Inocencio XII la declaró santa. Y su cuerpo se conservaba incorrupto cuando fue sacado del sepulcro, más de 300 años después de su muerte.



San Pedro Armengol Urgel

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San Pedro Armengol, 1304. Fue un vástago de la noble familia de los condes de Urgel.
Su padre se llamaba Arnando Armengol de Moncada. En su juventud llevó una vida aventurera y pecaminosa. Habiendo asesinado a un enemigo de su casa, huyó a la montaña y se hizo bandido y jefe de bandidos.
Era un hombre de fuerza hercúlea y estatura gigantesca. La gracia de Dios, que le espiaba entre los bosques, movióle a arrepentimiento, y en 1258 le trajo a pedir el hábito de la Merced en el convento de Barcelona.
Desde entonces se consagró a una penitencia rigurosa y a la redención de cautivos. Fueron miles los que trajo de Murcia, de Granada, de Bujía y de Argel, a costa de los mayores sufrimientos.
Varias veces se quedó cautivo voluntario por salvar a presos que peligraban en la fe. Por su celo en predicar la fe, se cuenta que en Bujía le mandó ahorcar el bajá, y que permaneció vivo en la horca muchos días, hasta que vino un compañero suyo con cuantioso rescate.
Pasó su vejez en Barcelona, entregado a sus austeridades y al servicio del prójimo, y murió de edad muy avanzada en 1304.



Beato Nicolás Roland

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Fundador de las Hermanas del Niño Jesús
Nicolás Roland nace en la pequeña localidad de Baslieux-les-Reims, a nueve kilómetros de Reims, hijo de Jean-Baptiste Roland (1611-1673), comisario para las guerras y antiguo comerciante de paños y de Nicole Beuvelet. El padrino de su bautismo, celebrado el 23 de julio de 1643, fue su tío, el luego famoso Matthieu Beuvelet.
En 1650 ingresa en el colegio de los jesuitas de Reims, junto a la iglesia de San Mauricio, donde demuestra una inteligencia viva y el deseo de hacerse sacerdote. En 1653 recibe la tonsura de manos del obispo de Pouy en la abadía de Saint-Pierre les Dames.
Ya clérigo, comienza sus estudios de Retórica y Teología, participando también en varias obras de teatro, como la estrenada con ocasión de la coronación de Luis XIV el 7 de junio de 1654, Le lys, sacreé roi des fleurs. Una vez terminados sus estudios, abandona momentáneamente la carrera sacerdotal y emprende un viaje por toda Francia para conocer el país. Tras un accidentado viaje por mar, decide consagrarse totalmente a Dios y hacerse presbítero.
El joven estudiante se traslada a París en 1660 para estudiar Filosofía y Teología, probablemente con los jesuitas. Se aloja en el Colegio de "Bons Amis". Pertenece a varias asociaciones piadosas, demostrando un carácter apasionado y activo que le acompañó toda su vida, como la "Asociación de Amigos" del jesuita Jean Bagot, la de San Vicente de Paul y la Asociación de Misiones Extranjeras. Incluso llega a plantearse ingresar en la Compañía de Jesús. Se entusiasma con los misioneros y decide trasladarse a Siam, pero antes termina con el Doctorado sus estudios de Teología. En 1664, recibe el diaconado y el 3 de marzo de 1665 es ordenado sacerdote.
Su deseo de ser misionero en tierras lejanas se disipa al recibir la prebenda de Canónigo «Teologal» -es decir, predicador- de la Catedral de Reims. Ya como canónigo, hace algunos viajes misioneros como predicador popular, pero su función principal es escribir sermones y formar a los nuevos sacerdotes.
En 1666 abandona la casa paterna y se traslada a la calle de Barbâtre, en Reims, donde comienza una vida entregada a la caridad desde una gran pobreza. Establece contactos con el seminario de Saint Nicholas-du-Chardonnet, donde trabaja su tío y se impregna del espíritu de Adrian Bourdoise, Jean-Jacques Olier y el movimiento de renovación del clero francés. Pasa varios meses en Ruán, en la parroquia de Saint-Amand, viviendo en el hueco de la escalera durante seis meses. Allí sigue las orientaciones de Antoine de la Haye en total desprendimiento y pobreza. Tras esta experiencia, su casa se convierte en una especie de seminario preparatorio para jóvenes aspirantes al sacerdocio que él anima y ayuda de diversas formas.



De entre todas su muchas actividades apostólicas y además de hacia la dirección espiritual, es hacia la educación popular hacia la que se siente más atraído el joven canónigo, especialmente tras la publicación en 1668 de las Amonestaciones de Charles Démia, verdadero precursor de la escuela para los pobres. En Ruán conoce a otro apasionado religioso embarcado en la obra de las escuelas para los pobres, el mínimo y posterior beato Nicolás Barré, que había llegado a la ciudad en 1659.
El 15 de octubre de 1670 realiza la defensa legal del orfanato remense fundado por Marie Varlet. Solicita al padre Nicolás Barré el envío de dos religiosas maestras de las Hermanas de la Providencia, fundadas por la Orden de los Mínimos, para ayudar en esta obra.
El 27 de diciembre del mismo año recibe a las dos maestras y las alberga en la casa. Eran Françoise Duval y Ana Le Coeur, con las que iniciará de la Congregación de Hermanas del Niño Jesús, dedicadas a la educación de las niñas pobres y abandonadas.
En 1672 se encuentra con otro joven canónigo de Reims, Juan Bautista de La Salle, de quien asume por un tiempo la dirección espiritual. Ambos se animan mutuamente en las obras apostólicas que emprenden. Mientras su dirigido permanece en el Seminario de Saint-Sulpice, en París, conserva con él estrecha correspondencia y diversos encuentros. Sus primeras relaciones son más bien espirituales, aun cuando le va inculcando el desprendimiento que él mismo tiene y que luego manifestará el fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Tras el fallecimiento de su padre, en 1673, se entrega más al apostolado sacerdotal y a la animación de la nueva comunidad de Hermanas del Niño Jesús. Además del Orfanato, se encarga de varias escuelas de barrio. El 13 de junio abre en Reims la primera escuela propia de las Hermanas. Lo hace a sus expensas. Se siente seguro en el terreno de las niñas, pero no sabe cómo atender por igual las escuelas de niños. Intentará que comience La Salle la obra masculina, pero no lo consigue.
En 1675 recibe la aprobación de la Regla de las Hermanas, por parte del Arzobispo Charles-Maurice Le Tellier. Las señala el nombre de "Hermanas del Niño Jesús", por su devoción a esta advocación venerada en el Carmelo de Beaune, su lugar preferido de peregrinación. Escribe diversos obras espirituales y publica el manifiesto "Avisos para las personas regulares". Uno de los avisos dejado a las Hermanas dice así:
"El fuego sagrado, que debe abrasar a las Hermanas, les lleva a caldear a los demás, sobre todo a las maestras, a las alumnas, y a cuantas personas traten. Así lograrán, con los buenos ejemplos y las palabras edificantes, hacer el bien que la Divina Providencia desee. Con ese fuego, amarán al prójimo, pues Dios no separa la caridad con que quiere que le amemos a Él de la que debemos tener con todos los hombres. Este es el principio que debe animar en la instrucción de las niñas en la escuela, no haciendo distinción de personas ni de sus cualidades humanas y naturales".
Al año siguiente entrega todos sus bienes para consolidar la joven congregación. Multiplica sus actividades en favor de los necesitados. Sufre diversas incomprensiones por parte del cabildo catedralicio y de la autoridad eclesial. Emprende varios viajes a París para conseguir el reconocimiento civil de su Comunidad, pero el proceso se demora.
Durante los meses de marzo y abril de 1678 participa en una gran campaña de predicación y apostolado, ayudando a los padres del Oratorio. El 30 de marzo asiste con gozo a la primera misa de su dirigido, Juan Bautista de la Salle. Anima a La Salle a canjear su canonjía por una pequeña parroquia, pero el arzobispo se opone y la operación queda en suspenso.
El 19 abril de 1678 tiene que guardar cama aquejado de una fuerte fiebre. El 23 del mismo mes redacta el testamento, dejando el encargo a Juan Bautista de La Salle y al joven clérigo Nicolas Rogier de dar terminación a su Instituto. El 27 fallece tranquilamente, siendo enterrado en la capilla de las Hermanas el día 29. Tenía sólo 36 años y dejaba un gran proyecto apostólico iniciado, aunque sólo contaba 20 Hermanas, un asilo y cuatro escuelas.
San Juan Bautista de La Salle continuará la aprobación de su obra y posteriormente seguirá sus pasos fundando la congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas para la educación humana y cristiana de los hijos de los artesanos y de los pobres.
Nicolás Roland fue beatificado en Roma, por el Papa Juan Pablo II el 16 de octubre de 1994, junto a los religiosos Josefina Vannini, Alberto Hurtado Cruchaga, Petra de San José Perez Florido y María Rafols, como paso previo a una futura canonización. Sus restos descansan en una cripta en la catedral de Reims.






Todo lo que para mí era ganancia lo he estimado pérdida comparado con Cristo. Más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo.  Flp 3, 7-8

















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