Beato Roberto Sutton | |
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Beato Roberto Sutton, presbítero y mártir
En la ciudad de Stafford, en Inglaterra, beato Roberto Sutton, presbítero y mártir, ahorcado en tiempo de Isabel I por su condición de sacerdote.
No debe ser confundido con su homónimo, Robert Sutton, laico, también beato, cuya memoria celebramos el 5 de octubre. El de hoy nació en Burton-on-Trent, e hizo carrera en el protestantismo, llegando a ser Rector de Lutterworth, Leicestershire, en 1571. Pero se convirtió al catolicismo gracias a un hermano suyo menor, William, que luego fue sacerdote jesuita. Con su hermano también más joven, Abraham, llegó a Douai en 1576, donde fue ordenado sacerdote en febrero del siguiente año. Volvió a Inglaterra el 19 de marzo de 1578. Fue arrestado en Stafford, y condenado por ser sacerdote. Fue descuartizado en 1588 estando aun con vida, y al cabo de un año algunos católicos consiguieron rescatar reliquias de su cuerpo; se encontraron intactos el dedo índice y el pulgar. Abraham Sutton envió al Padre John Gerard el pulgar, que se encuentra ahora en el Stonyhurst College. Fue beatificado el 22 de noviembre de 1987 por SS. Juan Pablo II.
fuente: Catholic Encyclopedia
Beato Guillermo Davies![]() ![]()
Beato Guillermo Davies, presbítero y mártir
En Beaumaris, en el País de Gales, beato Guillermo Davies, presbítero y mártir, que durante la misma persecución, solo por ser sacerdote, orando por los presentes sufrió el mismo suplicio.
Fue uno de los más ilustres de entre los sacerdotes que sufrieron martirio bajo la reina Isabel. Nació en el norte de Gales, probablemente en Croes-yn-Eris, Denbighshire, aunque se desconoce el año. Estudió en Reims desde 1582 hasta su ordenación en 1585. Vuelve a Gales, donde trabajó con gran celo hasta marzo de 1591 o 92, cuando es arrestado en Holyhead, puerto de Gales, junto con cuatro estudiantes a los que se disponía a enviar, vía Irlanda, al Colegio Inglés de Valladolid. Fue encerrado en una inmunda prisión en el castillo de Beaumaris, y separado de sus compañeros; allí confesó con franqueza que era sacerdote. Después de un mes su santidad y paciencia le ganaron cierta relajación en los controles, e incluso podía reunirse una hora por día con sus compañeros para celebrar misa. El carcelero le era hasta tal punto favorable, que podría haber huído de haber querido. La fama de santidad hacía que vinieran a él católicos de todas partes a consultarle, y que se le allegaran ministros protestantes para sostener disputas.
Cuando fue condenado a muerte entonó el «Te Deum», que fue seguido por sus compañeros. La injusticia de la sentencia era tan evidente, que para acallar murmullos de la gente el juez concedió una prórroga en la ejecución, hasta que la Reina diera el placet. Fue enviado a Ludlow, y allí sufrió una emboscada de los ministros protestantes: con el pretexto de sostener una disputa teológica, lo llevaron al templo protestante, y comenzaron inmediatamente el servicio, lo que querían hacer pasar como una retractación. Pero inmediatamente el beato comenzó a recitar las Vísperas en latín en voz más fuerte que los ministros, y seguidamente expuso en público el engaño al que lo habían sometido.
De Ludlow fue enviado a Bewdley, donde compartió celda con criminales comunes, y de allí pasó por otras prisiones, hasta volver a Beaumaris, donde, para mutuo consuelo, volvió a encontrar a sus compañeros. Allí llevaron por seis meses una vida más de comunidad religiosa que de presidiarios, dividiendo el tiempo entre la oración y el estudio, «con tanta comodidad que parecía más el cielo que la cárcel». Pero para el verano se decidió que el sacerdote debía morir como traidor aunque se le ofreció conservar su vida a cambio de que asistiera a un oficio religioso protestante, a lo que, naturalmente, no cedió. A pesar de la oposición de la gente, entre la que se había ganado fama de santo, la cruel sentencia se llevó a cabo y fue colgado, arrastrado y descuartizado en Beaumaris. Al recibir la soga en el cuello, el mártir dijo: «Tu yugo, Señor, es suave, y tu carga ligera». Su vestimenta manchada de sangre fue rescatada por sus compañeros y preservada como reliquia.
Sus compañeros, que no eran sacerdotes, fueron condenados a prisión perpetua, pero al tiempo pudieron escapar, y el más joven de ellos finalmente fue a Valladolid, donde contó toda la historia del martirio al obispo Yepes, quien la escribió en su «Historia particular de la Persecucion en Inglaterra». Davies fue beatificado por SS. Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1987.
fuente: Catholic Encyclopedia
Beata María Magdalena Martinengo![]() ![]()
Beata María Magdalena Martinengo, abadesa
En Brescia, en la región de la Lombardía, beata María Magdalena Martinengo, abadesa de la Orden de Clarisas Capuchinas, insigne por su abstinencia.
María Magdalena Martinengo da Barco nació en el seno de una noble familia en la ciudad italiana de Brescia, en 1687. Cuando tenía cinco meses perdió a su madre. Desde muy niña, se mostró inclinada a la devoción y a la mortificación y tuvo algunas experiencias en las que es difícil distinguir lo espiritual de lo patológico. Su deseo de «imitar todo lo que habían hecho los santos» no constituía un programa recomendable a ninguna edad.
A los dieciocho años, ingresó en el convento capuchino de Santa María de las Nieves de su ciudad natal. En 1706 hizo la profesión. Tres veces fue maestra de novicias y, durante algún tiempo, desempeñó el humilde cargo de portera. En 1732 y en 1736, fue elegida superiora y desempeñó su oficio con el mismo celo que los otros. Dios premió su generoso y desinteresado amor con experiencias místicas extraordinarias y con el don de milagros. La beata profesaba particular devoción a la coronación de espinas y, después de su muerte, se descubrió que llevaba bajo el velo, alrededor de la cabeza, una rejilla de puntas aceradas. Esta no era sino una de las mortificaciones más «ordinarias» de María Magdalena, cuyos detalles resultarían poco edificantes, ya que, según escribió un benedictino, muchas de sus mortificaciones se asemejaban a las «proezas de un fakir». Pero la beata las practicaba como una manera de expresar su amor al Redentor crucificado que había sufrido por ella y porque «un solo corazón es demasiado poco para amarle». Además, a la mortificación supo unir el cumplimiento de sus deberes de maestra de novicias y superiora, el amor del silencio y una gran mansedumbre en la conversación. Su muerte ocurrió en 1737, cuando tenía cincuenta años de edad. Fue beatificada en 1900.
Con ocasión de la beatificación se publicaron varias biografías, basadas principalmente en los documentos del proceso: la del P. Ladislao de Vannes, en francés (1901); en italiano, las de los PP. Ludovico de Liborno (1899), Antonino de Bérgamo (1900), y Sisto de Pisa (1900).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Beata María de la Pasión![]() ![]()
Beata María de la Pasión, virgen
En Nápoles, Italia, beata María de la Pasión (Maria Gracia) Tarallo, virgen.
Nació el 23 de septiembre de 1866 en Barra (Nápoles, Italia). Fue bautizada al día siguiente con el nombre de Maria Grazia. Sus padres, Leopoldo Tarallo y Concetta Borriello, tuvieron otros seis hijos, dos de los cuales murieron muy pronto. Dos de las hijas fueron también religiosas en el instituto en el que ingresó la beata. Sus padres, que le dieron una sólida formación humana y cristiana, vivían aún cuando murió María de la Pasión y colaboraron como testigos en el proceso canónico. Su madre declaró en dicho proceso: «Desde muy pequeña se mostraba siempre dócil y tranquila, le gustaba estar apartada. Al ser la primera de mis hijas, con amor y empeño superiores a su edad, me ayudaba en los quehaceres de la casa y se ocupaba también de enseñar a sus hermanas pequeñas lo que ella aprendía en la escuela».
Deseaba ardientemente recibir la Eucaristía. En su autobiografía escribe: «Cuando iba a la santa misa con mi madre, viendo a las personas que se acercaban a la mesa eucarística, me ponía a llorar porque quería recibir también yo la sagrada Comunión, pero no me lo permitían». Por fin pudo hacerlo, a los siete años, el Lunes santo de 1873. Recibió el sacramento de la Confirmación a los diez años, el 28 de julio de 1876. Terminada la escuela primaria, Maria Grazia aprendió y luego ejerció el oficio de costurera. Su vida estaba totalmente orientada hacia la perfección cristiana y la vida consagrada. Como Terciaria Franciscana vivía los consejos evangélicos.
A los veintidós años, cuando pensaba que ya pertenecía completamente a Jesús, su padre, que se oponía a esa vocación, trató de disuadirla imponiéndole la aceptación del matrimonio. El joven Raffaelle Aruto le había pedido la mano de María Grazia. Ante su padre autoritario no se atrevió a negarse, convencida de que a pesar de ello el matrimonio no se realizaría, pues nuestro Señor Jesucristo se lo había asegurado en su interior. Así, el 13 de abril de 1889 se llevó a cabo el matrimonio civil, dejando para más adelante el religioso, como era tradición en aquella región. Pero esa misma tarde, durante el banquete para celebrarlo, Raffaelle se sintió mal por un ataque de hemoptisis y los médicos le aconsejaron que se trasladara a Torre del Greco para respirar aire más salubre. Allí murió nueve meses después del matrimonio civil, el 27 de enero de 1890.
El padre de Maria Grazia quiso imponerle un segundo matrimonio, pero ella le dijo: «Padre, ¿ni siquiera ahora quiere rendirse? Habiendo visto lo que ha sucedido ¿no se convence de que yo debo ser monja?». Por fin su padre la dejó seguir su camino para entregarse sin reservas a Dios en la vida consagrada. El 1 de junio de 1891, juntamente con su hermana Drusiana, entró en el convento de las religiosas Crucificadas Adoratrices de la Eucaristía, fundada por la sierva de Dios María Pía Notari. Su hermana Giuditta entró en la congregación tres años después.
Durante el proceso canónico, la fundadora, que le había dado el nombre de María de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, dio testimonio de su vida virtuosa y de su fama de santidad. La maestra de novicias declaró sobre sor María: «Durante su noviciado, bajo mi dirección, cumplió con admirable exactitud todos sus deberes religiosos, distinguiéndose entre sus compañeras especialmente en las virtudes de la santa obediencia y la humildad. No llamaba para nada la atención».
Realizó plenamente su vocación por amor a la Pasión de Jesús crucificado, a la Eucaristía y a la Virgen de los Dolores. Decía: «Me llamo sor María de la Pasión y debo asemejarme al Maestro». Recibió varios encargos, entre ellos la dirección espiritual de sus hermanas como maestra de novicias, pero también otros más humildes, como cocinera, ropera y portera. Entre todos los trabajos prefería el de fabricar las hostias para la santa misa, pues lo veía como una prolongación de la adoración eucarística y como parte del carisma de su instituto. Oraba continuamente; pasaba mucho tiempo del día, y a veces durante la noche, orando en el último lugar del coro, y permanecía en íntimo diálogo con Dios. La oración era el alimento de su alma.
Siempre fue ejemplar y edificante en la caridad y en la oración, y toda la comunidad la admiraba. En uno de sus escritos manifiesta su ardiente celo apostólico con estas palabras: «Mientras en la tristeza de mi corazón consideraba hasta qué punto llega el encendido amor del Corazón del Verbo divino a los hombres, y que estos corresponden a tan gran amor con las más negras ingratitudes, me dije: Ah, Dios mío, ojalá pudiera salir al mundo para gritar por las plazas: Oh mundo ciego, abre los ojos y conoce a este Dios y ámalo. (...) El Amor no es amado, porque no es conocido». Vivió los últimos días de su vida alimentándose únicamente de la Eucaristía. Murió el 27 de julio de 1912. Su fama de santidad se extendió por la heroicidad de las virtudes, por haberse ofrecido como víctima por los pecadores y los sacerdotes, y también por los dones sobrenaturales que coronaron el camino de su espiritualidad, santidad y mística. Fue beatificada el 14 de mayo de 2006, en Nápoles.
fuente: Vaticano
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lunes, 27 de julio de 2015
Beato Roberto Sutton - Beato Guillermo Davies - Beata María Magdalena Martinengo - Beata María de la Pasión 27072015
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