lunes, 27 de julio de 2015

Santos Jorge, Aurelio y Sabigótona, Félix y Liliosa - Santos Clemente, Gorazdo, Nahum, Sabas y Angelario 27072015

Santos Jorge, Aurelio y Sabigótona

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Santos Jorge, Aurelio y Sabigótona, Félix y Liliosa, mártires
En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santos mártires Jorge, monje originario de Siria y diácono, Aurelio y Sabigótona, esposos, y Félix y Liliosa, esposos también, quienes, en la persecución desencadenada por los sarracenos, deseando dar testimonio de su fe, no cesaron de alabar a Cristo en la cárcel, en la cual fueron finalmente decapitados.
Durante el siglo VIII, los moros tuvieron en España una actitud tolerante hacia los cristianos, como la habían tenido en otras partes, en las primeras etapas de la dominación mahometana. Lo único que prohibían terminantemente a los cristianos era el proselitismo y la rebelión abierta contra la ley de Mahoma. Pero, después de la fundación del emirato independiente de Córdoba, los emires Abdherramán II (hasta el 852) y su hijo Mohamed I (852 a 886) emprendieron una verdadera persecución. Una de las víctimas más notables fue san Eulogio de Córdoba, decapitado el año 859, quien había alentado a los cristianos y asistido en la cárcel a los confesores de la fe. San Eulogio nos dejó una relación de la vida y martirio de muchos cristianos, el «Memriale Sanctorum», entre los que se cuentan los que se conmemoran en Córdoba en la fecha de hoy.

El primero de ellos Aurelio, era hijo de un moro y una española de alta posición. Sus padres le confiaron, al morir, al cuidado de una tía suya, quien educó al niño en la religión cristiana. En su juventud, Aurelio aparentaba ser mahometano, pero seguía practicando secretamente el cristianismo y logró convertir a su esposa, Sabigota, la cual tomó en el bautismo el nombre de Natalia. Un día, Aurelio vio a un mercader cristiano llamado Juan, a quien los moros paseaban por la ciudad en un burro para que sirviese de escarmiento a los cristianos, después de apalearle cruelmente por haber afirmado en público la falsedad de la religión de Mahoma. Al ver el valor de Juan, Aurelio se arrepintió de la cobardía con que hasta entonces había ocultado su verdadera religión, pero no se atrevió a hacer una confesión pública de su fe, por temor a lo que pudiera suceder a sus dos hijos pequeños. Después de hablar con su esposa, ambos decidieron consultar a san Eulogio. El santo les aconsejó que antes de confesar públicamente la fe tomasen previsiones, de suerte que sus hijos fuesen educados en el cristianismo en caso de que ellos muriesen. Aurelio y Natalia confiaron el cuidado de sus hijos al propio san Eulogio. El ejemplo de los dos esposos atrajo a la fe a un pariente de Aurelio, llamado Félix, quien había apostatado del cristianismo y se había hecho mahometano, en tanto que su esposa, Liliosa, había permanecido cristiana. Al reconvertirse al cristianismo, Félix quedaba amenazado de muerte como renegado. Los cuatro comenzaron a visitar a los cristianos cautivos; así conocieron, entre otros, al mercader Juan y a sus dos hijas, santa Flora y santa María, quienes se hallaban prisioneros en Sevilla.

Por entonces, llegó a España un monje llamado Jorge, procedente del monasterio de San Sahas en los alrededores de Jerusalén, quien había recorrido primero Egipto y luego Europa, para pedir limosna a fin de sostener su monasterio. Aurelio recibió al monje en su casa, y ambos se hicieron muy amigos. Según se cuenta, el monje Jorge no se había lavado en veinte años (era ésa una forma de penitencia más concebible en aquella época que en la nuestra). Flora y María conquistaron la palma del martirio y poco después, se aparecieron a Aurelio y Natalia y les dijeron que pronto alcanzarían, ellos también, la felicidad eterna. Interpretando la visión como una señal de la voluntad de Dios, Natalia y Liliosa manifestaron abiertamente su cristianismo al visitar las iglesias de Córdoba (donde había siete) sin velarse el rostro. Todos fueron arrestados cuando asistían a misa en la casa de Aurelio; el monje Jorge fue también hecho prisionero. Todos fueron acusados de haber apostatado del Islam, pero tal acusación no podía aplicarse al monje, ya que era extranjero. Sin embargo, cuando le iban a poner en libertad, Jorge insultó públicamente, ante el tribunal, el nombre de Mahoma y fue condenado con sus compañeros. Todos fueron decapitados delante del palacio del emir.

El Memoriale Sanctorum de San Eulogio constituye prácticamente nuestra única fuente de información; la historia de estos mártires puede leerse en el Libro II, cap 10. Cf. Florez, España Sagrada, vol. X; y Simonet, Historia de los Mozárabes de España, pp. 428 ss.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



Santos Clemente, Gorazdo

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Santos Clemente, Gorazdo, Nahum, Sabas y Angelario, obispos
En Ochrida, en el Ilírico, san Clemente, obispo de Velica, insigne por su erudición y por sus conocimientos de las ciencias sagradas, que llevó la luz de la fe al pueblo búlgaro. Se conmemoran con él a los santos obispos Gorazdo, Nahum, Sabas y Angelario, continuadores en Bulgaria de la obra de los santos Cirilo y Metodio.
Los búlgaros pertenecían probablemente a una raza turania de Asia central, emparentada con la de los avaros y los hunos. Dicha raza estableció un reino independiente (kanato), en el curso del siglo VII, en la Bulgaria actual, donde subyugó a los pueblos ya establecidos, pero se mezcló con ellos y adoptó la lengua eslava. Actualmente, los búlgaros se consideran como un pueblo eslavo. Hacia el año 865, el rey búlgaro, Boris I, aceptó el cristianismo de Constantinopla, sobre todo por razones políticas, y lo impuso a sus súbditos. Ello reavivó la antigua querella entre Roma y Constantinopla acerca de la jurisdicción patriarcal en la Iliria y los Balcanes. Boris atizó aún más el fuego al fundar una Iglesia nacional, independiente de Roma y de Constantinopla.

El año 869, el papa Adriano II nombró a san Metodio arzobispo de Moravia y Panonia y extendió deliberadamente su jurisdicción hasta las fronteras de Bulgaria. Según lo explicó más tarde cuidadosamente el Papa Juan VIII a Boris, ello no significaba que la religión de Roma y de Constantinopla fuesen diferentes, sino que su predecesor había hecho eso teniendo en cuenta las tendencias cismáticas de los bizantinos. San Metodio no dejó de preocuparse por los búlgaros, la mayoría de los cuales seguían siendo paganos. Por esa razón, se considera a san Metodio y a su hermano san Cirilo como los dos primeros de los «siete apóstoles de Bulgaria» (los restantes cinco son los que hoy celebramos), aunque ninguno de los dos predicó jamás el Evangelio a los búlgaros.

Después de la muerte de san Metodio, la cruel y violenta persecución que desataron Svatopluk y el arzobispo Wiching, obligó a huir de Moravia a sus discípulos. Uno de ellos era san Gorzad, a quien san Metodio había dejado por sucesor. No sabemos exactamente qué fue de él, pero, según la tradición, predicó como misionero, y sus supuestas reliquias se conservan en Beral (actualmente Albania). Boris recibió en Bulgaria a varios de los discípulos de san Metodio, con la idea de aprovecharlos para sus planes. Eran éstos san Clemente, san Nahúm, san Sabas y san Angelario, los cuales evangelizaron a los búlgaros. Clemente, que era probablemente de origen eslavo y había nacido en el sur de Macedonia, era el más distinguido del grupo; a él se atribuye sobre todo el trabajo de evangelización y educación del pueblo. En la época del khan Simeón, Clemente fue elegido obispo de Velitza, probablemente en las cercanías de Okrida, donde fundó un monasterio. Más tarde, empezó a considerársele como el fundador de la sede primacial, que tan importante sería en la historia posterior, y como el primer obispo eslavo.

Hay razones para atribuir a san Clemente ciertos sermones eslavos que se conservan todavía, aunque tal vez algunos son simples traducciones del griego; en todo caso, dichos sermones estaban dirigidos a un grupo que acababa de convertirse al cristianismo. Clemente murió en Okrida el año 916; su fiesta se celebra el 27 de julio. Según algunos, san Nahúm le sucedió en el gobierno de la sede. Nahúm se había convertido gracias a la predicación de Cirilo y Metodio en Moravia y los había acompañado en su viaje a Roma y ayudado en la tarea de traducir los libros santos al eslavo. En Rusia y Bulgaria se le venera como taumaturgo. El fracaso de la misión de san Cirilo y san Metodio en Bulgaria les obligó a emigrar hacia el norte; sin embargo, persistieron en su tarea, continuaron su obra y acabaron por implantar el Evangelio en Bulgaria. La Iglesia ortodoxa búlgara los venera juntos el 17 de julio e individualmente en la fecha de la muerte de cada uno. También lo hacen así los católicos búlgaros del rito bizantino. En ruso y en búlgaro hay una literatura muy abundante sobre san Clemente, llamado Slovensky.

La biografía que hay en Migne, PG., vol. CXXVI, 1193-1240, es una versión griega, que data del siglo IX, de una biografía eslava escrita por uno de los discípulos de san Clemente poco después de su muerte. Véase M. Jugie, en Echos d'Orient, vol. XIII (1924), pp. 5 ss; F. Dvornik, Les slaves, Byzance et Rome... (1926), pp. 312-318; S. Runciman, History of the First Bulgarian Empire (1930) ; y el artículo de M. Kusseff, en Slavonic Review, 1949, pp. 193-215.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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