viernes, 4 de diciembre de 2015

San Juan Damasceno - Santa Bárbara de Nicomedia - San Heraclas de Alejandría 04122015

San Juan Damasceno

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San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia
San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia, célebre por su santidad y por su doctrina, que luchó valerosamente de palabra y por escrito contra el emperador León Isáurico para defender el culto de las sagradas imágenes, y hecho monje en la Laura de San Sabas, cerca de Jerusalén, compuso himnos sagrados y allí murió. Su cuerpo fue enterrado en este día.
San Juan Damasceno, el primero de la larga fila de aristotélicos cristianos, fue también uno de los dos más grandes poetas de la Iglesia oriental, junto con san Román Méloda. San Juan pasó su vida entera bajo el gobierno de un califa mahometano y este hecho muestra el extraño caso de un Padre de la Iglesia cristiana, protegido de las venganzas de un emperador, cuyas herejías podía atacar impunemente, ya que vivía bajo el gobierno musulmán. Él y Teodoro el Estudita fueron los principales y más fuertes defensores del culto de las sagradas imágenes en la amarga época de la controversia iconoclasta. Como escritor teológico y filosófico, no intentó nunca ser original, ya que su trabajo se redujo más bien a compilar y poner en orden lo que sus predecesores habían escrito. Aun así, en las cuestiones teológicas se le considera como la última corte de apelación entre los griegos y, su tratado «De la Fe Ortodoxa» es aún para las escuelas orientales, lo que la «Summa» de santo Tomás de Aquino llegó a ser para el Occidente.

Los gobernadores musulmanes de Damasco, donde nació san Juan, no eran injustos con sus súbditos cristianos, aunque les exigían pagar un impuesto personal y someterse a otras humillantes condiciones1Permitían que, tanto los cristianos como los judíos, ocuparan puestos importantes y que, en ciertos casos, amasaran grandes fortunas. El médico de cabecera del califa era casi siempre un judío, mientras que los cristianos eran empleados como escribas, administradores y arquitectos. Entre los oficiales de su corte, en 675, había un cristiano, llamado Juan, que tenía el cargo de Jefe del departamento de Recaudación de impuestos, oficio que parece haber llegado a ser hereditario en su familia. Ese fue el padre de nuestro santo y el sobrenombre de «al-Mansur», que los árabes le dieron, fue después transferido al hijo. Juan Damasceno nació alrededor del año 6902y fue bautizado en su infancia. Respecto a su primera educación, si hemos de creer a su biógrafo, «su padre se encargó de enseñarle no cómo montar a caballo, ni cómo arrojar una lanza, ni cómo cazar fieras y trocar su bondad natural en una brutal crueldad, como sucede a muchos, sino que Juan (el padre) buscó un tutor erudito en todas las ciencias, hábil en todas las formas del conocimiento, que produjera buenas palabras de su corazón y le entregó a su hijo para que fuera nutrido con esta clase de alimento». Después le pudo proporcionar otro maestro, un monje llamado Cosme, «de hermosa apariencia, pero de alma más hermosa aún», a quien los árabes habían traído de Sicilia entre otros cautivos. Su padre tuvo que pagar un gran precio por él y muy merecido, ya que, si hemos de creer a nuestro cronista, sabía gramática y lógica, tanta aritmética como Pitágoras y tanta geometría como Euclides. Le enseñó al joven Juan todas las ciencias, pero especialmente la teología, lo mismo que a otro joven a quien su padre parece haber adoptado, llamado también Cosme, que llegó a ser poeta y trovador y que por fin acompañó a su hermano adoptivo al monasterio en donde ambos se hicieron monjes. A pesar de su formación teológica, no parece haber considerado, al principio, otra carrera sino la de su padre, a quien sucedió en su oficio. En la corte podía llevar libremente una vida cristiana y ahí se hizo notable por sus virtudes y especialmente por su humildad. Sin embargo, después de desempeñar su importante puesto por algunos años, san Juan renunció a su oficio y se fue de monje a la «laura»3de San Sabas, cerca de Jerusalén.

Es aún un punto discutido si sus primeras obras contra los iconoclastas fueron escritas mientras estaba en Damasco, pero las mejores autoridades desde los tiempos del dominico Le Quien, que publicó sus obras en 1712, son de la opinión de que el santo se hizo monje antes de que estallara la persecución, y que sus tres tratados fueron compuestos en la laura de San Sabas. De cualquier manera, Juan y Cosme se establecieron entre los hermanos y ocuparon su tiempo libre escribiendo libros y componiendo himnos. Posiblemente se ha pensado que a los otros monjes les agradó la presencia de tan valeroso campeón de la fe como Juan, pero esto estaba muy lejos de ser verdad. Se decía que los recién llegados estaban introduciendo la discordia. Ya era malo el escribir libros, pero aún peor el componer y cantar himnos, por lo que los hermanos estaban escandalizados. El colmo llegó cuando, a petición de un monje cuyo hermano había muerto, Juan escribió un himno fúnebre y lo cantó con una dulce melodía compuesta por él mismo. Su superior, un viejo monje cuya celda compartía, lo atacó lleno de furia y lo arrojó de ahí: «¿Olvidas de esta manera tus votos?», exclamó el viejo, «en lugar de cubrirte de luto y llorar, te sientas lleno de gozo y te deleitas cantando». Solamente le permitió regresar después de varios días, bajo la condición de que recorriera los alrededores de la laura y recogiera toda la basura con sus propias manos. San Juan obedeció sin replicar; pero durante el sueño, Nuestra Señora se le apareció al viejo monje y le ordenó que permitiera a su discípulo escribir tantos libros y tantas poesías como quisiera. De ahí en adelante, san Juan pudo dedicar su tiempo al estudio y a su trabajo literario. Añade la leyenda que fue varias veces enviado, quizás para el bien de su alma, a vender canastas en las calles de Damasco, donde antaño había ocupado tan alto puesto. Debe, sin embargo, confesarse, que estos detalles, escritos por su biógrafo más de un siglo después de la muerte del santo, son de dudosa autoridad.

Si los monjes de San Sabas no apreciaron debidamente a los dos amigos, hubo otros fuera que sí lo hicieron. El patriarca de Jerusalén, Juan V, los conocía muy bien por su reputación y deseó tenerlos entre su clero. Primero tomó a Cosme y lo hizo obispo de Majuma y después ordenó de sacerdote a Juan y lo llevó a Jerusalén. Se dice que san Cosme gobernó su grey admirablemente hasta su muerte; pero san Juan regresó pronto a su monasterio. Revisó cuidadosamente sus escritos y «donde quiera que se adornaran con flores retóricas o parecieran superfluos en su estilo, los redujo prudentemente a una más austera gravedad para que no tuvieran ningún asomo de ligereza o falta de dignidad». Sus obras en defensa de los iconos habían sido conocidas y leídas dondequiera y le habían merecido el odio de los emperadores que los perseguían. Sus enemigos nunca lograron lastimarlo, porque nunca cruzó las fronteras para entrar al Imperio Romano. El resto de su vida lo pasó escribiendo teología y poesía en san Sabas, donde murió a una edad avanzada. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1890.

Antiguamente se asociaba el pasaje del Evangelio que se refiere a la milagrosa curación del hombre de la mano seca (Mc 3) con una anécdota sobre la vida de san Juan Damasceno que en un tiempo se creyó, y que ahora es considerada apócrifa, pero que es bueno conocer, sobre todo para interpretar alguna iconografía: cuando el santo era todavía oficial del tesoro en Damasco, el emperador León III, que le odiaba, pero que no podía hacer nada contra él abiertamente, intentó perjudicarlo por medio de un engaño; falsificó una carta y pretendió que había sido escrita a él por Juan, en la que se le informaba que Damasco estaba débilmente defendida y en que le ofrecía su ayuda, en caso de que decidiera atacar. León envió al califa esta carta falsificada, con una nota al efecto, diciéndole que odiaba la traición y deseando que su amigo conociera el comportamiento de su funcionario. El airado califa hizo cortar la mano derecha a Juan, pero le entregó el miembro mutilado por petición del mismo. El santo llevó la mano cortada a su cabaña particular y rezó en versos hexámetros ante una imagen de la Madre de Dios. Por intercesión de Nuestra Señora, la mano se unió de nuevo al brazo y fue empleada inmediatamente para escribir una acción de gracias.

 Analecta Bollandiana vol. XXXIII, 1914, pp. 78-81. Fue editada por Le Quien y reimpresa en Migne (PG., vol. XCIV, cc. 420-490) con valiosos comentarios del editor. El breve relato de Juan Damasceno en el Synax. Constant, (ed. Delehaye, ce. 279-280) es probablemente más aceptable. Una completa y moderna apreciación de la obra de este gran Doctor de la Iglesia, es la de M. Jugie en Dictionnaire de Théologie Catholique, vol. VIII, cc. 693-751, donde se discuten en detalle sus escritos y enseñanzas teológicas. Ver también J. Nasrallah, S. Jean de Damas, (1950).

Nota 1: lo mismo ocurría, naturalmente, en los reinos cristianos con los súbditos que no eran cristianos. Este modo de entender la tolerancia y el respeto mutuo (incomprensible para nosotros pero a su manera eficaz) rigió las relaciones civiles por siglos (n. de ETF).
Nota 2: el año de nacimiento, y en general la cronología de la vida del Damasceno es objeto de controversia, y no hay dos autores que coincidan. Lo que parece claro es que vivió largo tiempo, cerca de cien años, así que quien coloca su muerte pasado el 780, coloca su nacimiento hacia el 690, pero hay variaciones de hasta 30 años en cada una de esas fechas.
Nota 3: en la terminología monástica oriental la «laura» (del griego laura=corredor) equivale a lo que en Occidente llamamos «claustro», también utilizado metonímicamente como en «ir al claustro», es decir, tomar el hábito, «ir a la laura de [tal monasterio]» equivale a entrar como monje allí (n. de ETF).
Imagen: ícono griego del siglo XIV.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI





Te rogamos, Señor, que nos ayude en todo momento la intercesión de san Juan Damasceno, para que la fe verdadera que tan admirablemente enseñó sea siempre nuestra luz y nuestra fuerza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén



Santa Bárbara de Nicomedia

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Santa Bárbara, virgen y mártir
Conmemoración de santa Bárbara, de la cual se dice que fue virgen y mártir en Nicomedia.
Existen muchas ediciones en griego y traducciones latinas de la «Passio» de santa Bárbara; se trata, sin embargo, de narraciones legendarias, cuyo valor histórico es muy bajo, en parte porque hay entre ellas muchas divergencias. En algunas pasiones su martirio se coloca bajo el reinado de Maximino el Tracio (235 - 38) o Máximo (286 a 305), en otras, bajo el de Maximino Daia (308 -13). Tampoco hay gran acuerdo sobre el lugar de nacimiento, ya que los relatos hablan de Antioquía, Nicomedia y, finalmente, de un lugar llamado «Heliopolis», situado a unos 20 km de Euchaita, ciudad de Paflagonia. En las traducciones al latín la cuestión se complica aún más, y así en algunas de ellas Bárbara habría muerto en la Toscana; por ejemplo, en el Martirologio de Adón leemos: «En Toscana, nacimiento [en el cielo] de santa Bárbara, virgen y mártir, bajo el emperador Maximiano». Estamos entonces frente al caso de una mártir cuyo culto estuvo ampliamente difundido desde la antigüedad, tanto en Oriente como en Occidente, pero sin embargo sus datos biográficos son escasísimos, tenemos apenas unos pocos elementos: el nombre, el origen oriental, con toda probabilidad, Egipto, y el martirio. La leyenda, entonces, ha enriquecido con detalles fantásticos, a veces poco realistas, la vida de la mártir: detalles que han tenido una influencia especial sobre el culto, tanto como sobre la iconografía.
Sin pretensión de historicidad, entonces, pero para entender ese culto y esa iconografía, importa rescatar y transmitir algunos trazos de esas leyendas: El padre de Bárbara, Dioscuro, hizo construir una torre para resguardar a la bella hija, pedida en matrimonio por muchos pretendientes. Ella, sin embargo, no tenía intención de casarse, sino de consagrarse a Dios. Antes de entrar en la torre, no siendo aún bautizada y con el deseo de recibir el sacramento, fue a una piscina de agua cerca de la torre y se tiró tres veces, diciendo: «Bárbara se bautiza en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Por orden de su padre, la torre iba a tener dos ventanas, pero quería Bárbara tres, en honor de la Ssma. Trinidad. Su padre, pagano, llegó a saber de la profesión de fe cristiana de su hija, y decidió matarla, pero ella, pasando milagrosamente entre las paredes de la torre, logró escapar. Capturada, su padre la llevó ante el magistrado. El prefecto Marciano trató de convencer a Bárbara de retirar su propósito de consagrarse a Dios, pero los intentos fueron inútiles; ordenó entonces atormentarla envolviendo todo su cuerpo en una tela áspera y gruesa, de modo que empezó a sangrar por todas partes, pero durante la noche Bárbara tuvo una visión y fue completamente curada. Al día siguiente, el prefecto la sometió a nuevas y más crueles torturas: sobre su carne vuelta a sanar hizo poner planchas de hierro caliente. Una tal Juliana, presente en el tormento, habiendo expresado sentimientos de compasión cristiana, fue asociada al martirio: el fuego encendido a sus costados para atormentarla, se apagó casi de inmediato. Bárbara fue paseada desnuda por la ciudad, pero milagrosamente volvió vestida y saludable, a pesar de la flagelación. Por último, el prefecto la condenó a la decapitación, y fue el padre mismo quien cumplió la sentencia, pero inmediatamente después descendió fuego del cielo y quemó al padre cruel, de quien ni siquiera quedaron las cenizas.
El emperador Justiniano, en el siglo VI, trasladó las reliquias de la mártir de Egipto a Constantinopla; algunos siglos más tarde, los venecianos las llevaron a su ciudad y fueron puestas en la iglesia de San Juan Evangelista en Torcello (1009). El culto de la mártir se había extendido por Italia, probablemente importado durante el período bizantino, es decir, en el siglo VI, y luego se desarrolló más durante las Cruzadas. En Roma, de acuerdo con el testimonio de Juan el Diácono (Vita, IV, 89), a san Gregorio Magno, cuando todavía era monje, le gustaba ir a rezar al oratorio de santa Bárbara; ese recuerdo, sin embargo, no corresponde al siglo VII de san Gregorio Magno, sino al IX del biógrafo, en el cual se construyeron, según puede leerse en el Liber Pontificalis (ed. L. Duchesne, II, pp. 50, 116), oratorios en honor de santa Bárbara, en época de Esteban IV (816-17) y León IV (847-55).
Santa Bárbara es invocada especialmente contra la muerte súbita por alusión a la muerte del padre, y, más tarde, su protección se extendió a todas las personas que fueron expuestas en su trabajo al peligro de muerte inmediata, de allí la relación con las bombas y la artillería, pero también con los carpinteros (oficio más peligroso antes que ahora). En los navíos de guerra, el almacén de las municiones se llama «Santa Barbara».
En la prereforma que se hizo del Martirologio Romano, inmediatamente después del Concilio Vaticano II, hacia 1969, posiblemente por un exceso de celo historicista, el registro de la santa se quitó -junto con muchos otros- del calendario, y se suprimió el culto. Sin embargo en la reforma final, que vige actualmente, desde el 2001, se ha vuelto a aceptar -al igual que a otros-; el criterio que prima no es la verosimilitud de las leyendas sino admitir que tras ese cúmulo de narraciones fantásticas hay trazos de una auténtica antigüedad de la veneración, que puede reconocerse como contemporánea de la existencia del personaje. De ninguna manera la inscripción de un santo en el Martirologio implica la convalidación de las leyendas, pero puede aceptarse la siguiente fórmula: el santo se inscribe en el Martirologio cuando se considera que el culto antiguo -testigo de la existencia histórica- dio lugar a la leyenda, y se rechaza cuando es la leyenda quien creó al personaje, como vemos en este caso a la «espectadora» Juliana, asociada a santa Bárbara en la leyenda, pero no presente en el culto antiguo.
La siguiente rima popular alemana la encontré en un martirologio alemán, y la reproduzco en una traducción lo más literal posible (pero sin perder completamente la cadencia infantil) por su interesante asociación entre el niño que pide por el padre, teniendo en cuenta el funesto papel legendario del padre de Bárbara:
 Querido Dios, te pido a ti
protejas a mi padre por mí;
cuando esté en el pozo profundo
no lo dejes ni por un segundo;
esté con él un ángel bueno,
que a su muerte ponga freno;
y así a casa vuelva bien,
mi padre muy querido. Amén.

Santa Bárbara, de noche y de día,
cuida a mi padre que trabaja en la mina,
en cada peligro quédate a su lado,
de la muerte súbita sea salvado.
 Gian Domenico Gordini en Enciclopedia dei Santi, reproducido en Santi e Beati. la rima tomada del Ökumenisches Heiligenlexikon.

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Según una antigua tradición, Santa Bárbara era hija de un hombre muy rudo llamado Dióscoro. Como ella no quería creer en los ídolos paganos de su padre, éste la encerró en un castillo, al cual le había mandado colocar dos ventanas, pero la santa mandó a los obreros a que añadieran una tercera ventana para acordarse de las Tres Divinas personas que conforman la Santísima Trinidad.
Sin embargo, este acto enfureció más a su incrédulo padre, quien permitió que la martirizaran cortándole la cabeza con una espada.
De esta manera, Santa Bárbara es representada con una espada, una palma (señal de que obtuvo la palma del martirio) y con una corona porque se ganó el reino de los cielos.
La misma tradición señala además, que cuando Dióscoro bajaba del monte donde habían matado a su hija, le cayó un rayo y lo mató, y es por este hecho, que muchas personas rezan a la santa para pedir su intersección y verse libre de los rayos de las tormentas. 
En su sepulcro se obraron muchos milagros.





Oremos



Señor, ya que por don tuyo la fuerza se realiza en la debilidad, concede a  cuantos estamos celebrando la victoria de Santa Bárbara que obtengamos la fortaleza de vencer  nuestras dificultades como ella venció los tormentos del martirio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



 Expresiones y refranes:
«Acordarse de Santa Bárbara cuando truena», se usa en relación a la persona imprevista que luego se desespera ante las situaciones conflictivas.
Otra versión: «Santa Bárbara se menta, tan sólo cuando hay tormenta»

«Santa Bárbara bendita,
que en el cielo estás escrita,
con papel y agua bendita,
guárdanos el pan y el vino
y a los que van de camino.»

La expresión «Santa Bárbara bendita..!» se usa popularmente como exclamación enfática ante algo inesperado.








San Heraclas de Alejandría

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San Heraclas de Alejandría, obispo
En Alejandría de Egipto, san Heraclas, obispo, famoso como discípulo de Orígenes, de quien fue colaborador y sucesor en la escuela, siendo elegido después para regir esta sede.
Heraclas fue obispo de Alejandría entre aproximadamente el 231 hasta el -también aproximadamente- 248. Sus primeros años nos los cuenta Orígenes, cuando defiende sus propios estudios filosóficos: «En esto imitábamos a Panteno, quien antes que nosotros a tantos había ayudado en estos asuntos [el estudio filosófico], y a Heraclas, que ahora es sacerdote en Alejandría, pero a quien yo encontré en clases de mi mismo maestro de filosofía, con quien él estaba desde hacía ya cinco años antes que yo comenzara a asistir. A causa de este maestro, él [Heraclas] dejó a un lado los vestidos ordinarios y tomó la toga de los filósofos, que usa hasta hoy, y no deja de estudiar con toda su fuerza los libros de los griegos.» (Eusebio, Hist. Ecl. VI,19). De aquí se deduce que posiblemente Heraclas fuera cinco años mayor que Orígenes, que había nacido en el 185. Cuando a los dieciocho años Orígenes, por el martirio de su padre y la consiguiente confiscación de bienes, se vio obligado a trabajar de maestro de gramática, y luego de filosofía, Heraclas y su hermano Plutarco se convirtieron en los primeros alumnos del joven maestro.

Orígenes convirtió a los dos al cristianismo. San Plutarco sufrió enseguida por la fe, y fue el primer mártir entre los alumnos de Orígenes. Heraclas «dio gran ejemplo de vida filosófica y ascesis» (ob. cit. VI 33), y fue su reputación como conocedor de la filosofía y el estudio griego lo que movió a Julio Africano a visitar Alejandría. Con el tiempo, Orígenes se vio tan ocupado con la escuela de catequesis, que eligió a Heraclas como asistente, para los cursos a principiantes. Heraclas fue hecho sacerdote por el longevo obispo Demetrio. Cuando en el 231 éste condenó a Orígenes -que tuvo que permanecer en Cesarea- Heraclas quedó al frente de la escuela. Poco después de esto sucedió a Demetrio en el obispado.

Según puede deducirse de algunos testimonios bien apoyados, le tocó a Heraclas condenar y separar del sacerdocio a quien había sido su maestro, Orígenes. San Dionisio, sucesor de Heraclas, afirma que era práctica del santo recibir a los herejes que querían volver a la Iglesia sin necesidad de que recibieran de nuevo el bautismo (este punto de doctrina fue discutido mucho tiempo, hasta que se impuso esta práctica, que es la vigente en la actualidad), pero no sin hacer un público examen de su conducta (Eusebio, ob. cit. VII,7.4). Heraclas fue inscripto en el martirologio de Usuardo el día 14 de julio, y en esa fecha permaneció también en le Martirologio Romano, aunque coptos y etíopes, que son naturalmente mayor autoridad en este aspecto, lo celebraron siempre el 4 de diciembre. La última edición del Martirologio Romano corrigió la inscripción.
fuente: Catholic Encyclopedia



 



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