San Juan de Kety | |||||||
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San Juan de Kety, presbítero
San Juan de Kety, presbítero, el cual, siendo sacerdote, se dedicó a la enseñanza durante muchos años en la Academia de Cracovia, después recibió el encargo pastoral de la parroquia de Olkusia, en donde, añadiendo a la recta fe un cúmulo de virtudes, se convirtió para los cooperadores y discípulos en ejemplo de piedad y caridad hacia el prójimo, y después emigró a los gozos celestiales en Cracovia, ciudad de Polonia.
Juan de Kety, llamado también Juan Cancio, nació en la ciudad polaca de Kety (o Kanty). Sus padres eran campesinos de buena posición, que al comprender que su hijo era muy inteligente, le enviaron a estudiar en la Universidad de Cracovia. Juan hizo una brillante carrera y, después de su ordenación sacerdotal, fue nombrado profesor de la Universidad. Como llevaba una vida muy austera, sus amigos le aconsejaron que mirase por su salud a lo que él respondió, simplemente, que la austeridad no había impedido a los padres del desierto vivir largo tiempo. Se cuenta que un día, mientras comía, vio pasar frente a la puerta de su casa a un mendigo famélico. Juan se levantó al punto y regaló su comida al mendigo; cuando volvió a entrar en su casa, encontró su plato lleno. Según se dice, desde entonces se conmemoró ese suceso en la Universidad, dando todos los días de comer a un pobre; al empezar la comida, el subprefecto de la Universidad decía en voz alta: «Un pobre va a entrar», y el prefecto respondía en latín: «Va a entrar Jesucristo».
El éxito de San Juan como profesor y predicador suscitó la envidia de sus rivales, quienes acabaron por lograr que fuese enviado como párroco a Olkusz. El santo se entregó al trabajo con gran energía; sin embargo, no consiguió ganarse el cariño de sus feligreses, y la responsabilidad de su cargo le abrumaba. A pesar de todo, no cejó en la empresa y, cuando fue llamado a Cracovia, al cabo de varios años, sus fieles le querían ya tanto, que le acompañaron buena parte del camino. El santo se despidió de ellos con estas palabras: «La tristeza no agrada a Dios. Si algún bien os he hecho en estos años, cantad un himno de alegría». San Juan pasó a ocupar en la Universidad de Cracovia la cátedra de Sagrada Escritura, que conservó hasta el fin de su vida. Su reputación llegó a ser tan grande, que durante muchos años se usaba su túnica para investir a los nuevos doctores. Por otra parte, san Juan no limitó su celo a los círculos académicos, sino que visitaba con frecuencia tanto a los pobres como a los ricos.
En una ocasión, los criados de un noble, viendo la túnica desgarrada de San Juan, no quisieron abrirle la puerta, por lo que el santo volvió a su casa a cambiar de túnica. Durante la comida, uno de los invitados le vació encima un plato y san Juan comentó sonriendo: «No importa: mis vestidos merecían ya un poco de comida, puesto que a ellos debo el placer de estar aquí». Los bienes y el dinero del santo estaban a disposición de los pobres de la ciudad, quienes de vez en cuando le dejaban casi en la miseria. San Juan no se cansaba de repetir a sus discípulos: «Combatid el error; pero emplead como armas la paciencia, la bondad y el amor. La violencia os haría mal y dañaría la mejor de las causas». Cuando corrió por la ciudad la noticia de que san Juan, a quien se atribuían ya varios milagros, estaba agonizante, la pena de todos fue enorme. El santo dijo a quienes le rodeaban: «No os preocupéis por la prisión que se derrumba; pensad en el alma que va a salir de ella dentro de unos momentos». Murió la víspera del día de Navidad de 1473, a los ochenta y tres años de edad. En 1767, tuvo lugar su canonización y su fiesta se extendió a toda la Iglesia de Occidente.
Adán de Opatow (Acta Sanctorum, oct., vol. VIII). En Analecta Bollandiana, vol. VIII (1889), pp. 382-388, hay una nota sobre el sitio y la fecha del nacimiento de san Juan. E. Benoit publicó en 1862 una biografía en francés; en polaco existen numerosas biografías.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Dios todopoderoso, concédenos crecer en santidad a ejemplo de san Juan de Kety, tu presbítero, para que, ejerciendo el amor y la misericordia con el prójimo, obtengamos nosotros tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
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Beato Hartman de Brixen

Beato Hartman de Brixen, obispo
En Brixen, en la región de Trento, beato Hartman, obispo, el cual, siendo canónigo regular, fue elevado al episcopado y gobernó aquella Iglesia con prudencia y fidelidad.
Hartmann nació en Passau, en Baviera, en el siglo XI, y fue educado en el convento local de San Nicolás de los Agustinos. Ordenado sacerdote y vuelto una figura destacada entre los Canónigos Regulares de San Agustín, en 1122 fue nombrado decano del Capítulo de la catedral de Salzburgo, por el Arz. Conrado I, con el encargo de introducir la observacia regular entre los Capitulares. Con ese mismo encargo fue nombrado preboste del monasterio de Herren-Chiemsee, del 1128 al 1133; y después de 1133 hasta 1140, siempre como reformador, fue llamado por san Leopoldo III, margrave de Austria, para la Canónica Regular de Klosterneuburg, fundada por éste cerca de Viena.
En 1140 fue elegido obispo de Bressanone (Brixen), la importante ciudad del Sud-Tirol, hoy perteneciente a la provincia de Bolzano, en Italia. Se prodigó en la asistencia a los necesitados, haciendo erigir un albergue de pergrinos pobres. Aplicó con gran celo la reforma de la disciplina del clero y, en 1142, erigió allí mismo la Canónica Regular de Neustift. En las disputas de la época entre el Papado y el Imperio, se mostró ferviente defensor de los derechos pontificios reclamados por el papa Alejandro III (1159-1181), a pesar de lo cual fue tenido en alta estima y aprecio tanto por el rey Conrado III como por el emperador Federico I Barbaroja.
Tuvo en vida fama de santidad, y murió en Bressanone el 23 de diciembre de 1164, fecha en la que es celebrado las diócesis de Bressanone y Passau. Su tumba en la Canónica de Neustift es aun ahora meta de pregrinación. En todo el medioevo fue invocado como protector en los partos difíciles. Su culto fue confirmado en 1784 por el papa Pío VI.
fuente: Santi e Beati
Oremos
Señor, tú que colocaste al beato Hartman en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
San Sérvulo de Roma | |
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San Sérvulo, laico
En Roma, conmemoración de san Sérvulo, que, paralítico desde la primera infancia, recostado en un pórtico, cerca de la iglesia de san Clemente, daba siempre gracias a Dios en el dolor, como escribe san Gregorio Magno, y entregaba a los pobres lo que recogía en limosnas.
San Sérvulo, como el Lázaro de la parábola de Cristo, era un hombre pobre y cubierto de llagas que yacía frente a la puerta de la casa de un rico. En efecto, nuestro santo estuvo paralítico desde niño, de suerte que no podía ponerse en pie, sentarse, llevarse la mano a la boca, ni cambiar de postura. Su madre y su hermano solían llevarle en brazos al atrio de la iglesia de San Clemente de Roma. Sérvulo vivía de las limosnas que le daban las gentes. Si le sobraba algo, lo repartía entre otros menesterosos. A pesar de su miseria, consiguió ahorrar lo suficiente para comprar algunos libros de la Sagrada Escritura. Como él no sabía leer, hacía que otros se los leyesen, y escuchaba con tanta atención, que llegó a aprenderlos de memoria. Pasaba gran parte de su tiempo cantando salmos de alabanza y agradecimiento a Dios, a pesar de lo mucho que sufría. Al cabo de varios años, sintiendo que se acercaba su fin, pidió a los pobres y peregrinos, a quienes tantas veces había socorrido, que entonasen himnos y salmos junto a su lecho de muerte. Él cantó con ellos. Pero, súbitamente, se interrumpió y gritó: «¿Oís la hermosa música celestial?» Murió al acabar de pronunciar esas palabras, y su alma fue transportada por los ángeles al paraíso. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de San Clemente, ante la cual solía estar siempre. Su fiesta se celebra cada año, en esa iglesia de la Colina Coeli.
San Gregorio Magno concluye un sermón sobre san Sérvulo diciendo que la conducta de ese pobre mendigo enfermo es una acusación contra aquellos que, gozando de salud y fortuna, no hacen ninguna obra buena ni soportan con paciencia la menor cruz. El santo habla de Sérvulo en un tono que revela que era muy conocido de él y de sus oyentes, y cuenta que uno de sus monjes, que asistió a la muerte del mendigo, solía referir que su cadáver despedía una suave fragancia. San Sérvulo fue un verdadero siervo de Dios, olvidado de sí mismo y solícito de la gloria del Señor, de suerte que consideraba como un premio el poder sufrir por Él. Con su constancia y fidelidad venció al mundo y superó las enfermedades corporales.
San Gregorio Magno. Véase Diálogos, lib. IV, c. 14; y también las homilías de san Gregorio, Migne, PL., vol. LXXVI, c. 1133.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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