Catalina de Siena, Santa
Memoria Litúrgica, 29 de abril
Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Virgen y Doctora de la Iglesia
Lo que más maravilla en la vida de Santa Catalina de Siena no es tanto el papel insólito que desempeñó en la historia de su tiempo, sino el modo exquisitamente femenino con que lo desempeñó. Al Papa, a quien ella llamaba con el nombre de “dulce Cristo en la tierra”, le reprochaba la poca valentía y lo invitaba a dejar Aviñón y regresar a Roma, con palabras humanísimas como éstas: “¡Animo, virilmente, Padre! Que yo le digo que no hay que temblar”. A un joven condenado a muerte y a quien ella había acompañado hasta el patíbulo, le dijo en el último instante: “¡a las bodas, dulce hermano mío! que pronto estarás en la vida duradera”.
Pero la voz sumisa de la mujer cambiaba de tono y se traducía frecuentemente en ese “yo quiero” que no admitía tergiversaciones cuando entraba en juego el bien de la Iglesia y la concordia de los ciudadanos.
Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347 y era la vigésimo cuarta hija de Santiago y Lapa Benincasa. A los quince años entró a la Tercera Orden de Santo Domingo, comenzando una vida de penitencia muy rigurosa. Para vencer
Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Virgen y Doctora de la Iglesia
Patrona de Italia y de Europa
Martirologio Romano: Memoria de santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, que habiendo entrado en las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, deseosa de conocer a Dios en sí misma y a sí misma en Dios, se esforzó en asemejarse a Cristo crucificado y trabajó también enérgica e incansablemente por la paz, para que el Romano Pontífice regresara a la Urbe y por la unidad de la Iglesia, dejando espléndidos documentos llenos de doctrina espiritual († 1380).
Etimológicamente: Aquella que es pura y casta, es de origen griego.
Breve Biografía
Lo que más maravilla en la vida de Santa Catalina de Siena no es tanto el papel insólito que desempeñó en la historia de su tiempo, sino el modo exquisitamente femenino con que lo desempeñó. Al Papa, a quien ella llamaba con el nombre de “dulce Cristo en la tierra”, le reprochaba la poca valentía y lo invitaba a dejar Aviñón y regresar a Roma, con palabras humanísimas como éstas: “¡Animo, virilmente, Padre! Que yo le digo que no hay que temblar”. A un joven condenado a muerte y a quien ella había acompañado hasta el patíbulo, le dijo en el último instante: “¡a las bodas, dulce hermano mío! que pronto estarás en la vida duradera”.
Pero la voz sumisa de la mujer cambiaba de tono y se traducía frecuentemente en ese “yo quiero” que no admitía tergiversaciones cuando entraba en juego el bien de la Iglesia y la concordia de los ciudadanos.
Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347 y era la vigésimo cuarta hija de Santiago y Lapa Benincasa. A los quince años entró a la Tercera Orden de Santo Domingo, comenzando una vida de penitencia muy rigurosa. Para vencer
Catalina de Siena, Santa |
la repugnancia hacia un leproso maloliente, se inclinó y le besó las llagas. A los diecinueve años (1366) celebró su místico matrimonio con Cristo. Esto no se debió a fantasías juveniles, sino que era el comienzo de una extraordinaria experiencia mística, como se pudo comprobar después.
Como no sabía leer ni escribir, comenzó a decir a varios amanuenses sus cartas, afligidas y sabias, dirigidas a Papas, reyes, jefes y a humilde gente del pueblo. Su valiente compromiso social y político suscitó no pocas perplejidades entre sus mismos superiores y tuvo que presentarse ante el capítulo general de los dominicos, que se celebró en Florencia en mayo de 1377, para explicar su conducta.
En Siena, en el recogimiento de su celda, dictó el “Diálogo sobre la Divina Providencia” para tributar a Dios su último canto de amor. En los comienzos del gran cisma aceptó el llamamiento de Urbano VI para que fuera a Roma. Aquí se enfermó y murió rodeada de sus muchos discípulos a quienes recomendó que se amaran unos a otros. Era el 29 de abril de 1380: hacía un mes que había cumplido 33 años.
Fue canonizada el 29 de abril de 1461. En 1939 fue declarada patrona de Italia junto con San Francisco de Asís, y el 4 de octubre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia, y el 1 de Octubre de 1999 S.S. Juan Pablo II la declaró Patrona de Europa.
Además Santa Catalina tiene los siguientes patronatos:
° contra los incendios;
° contra los males corporales;
° contra la enfermedad;
° contra los abortos involuntarios;
° contra las tentaciones;
° Allentown, Pennsylvania;
° para la prevención de incendios;
° de los bomberos;
° de las enfermeras;
° de las personas ridiculizadas por su piedad;
° de los enfermos.
Como no sabía leer ni escribir, comenzó a decir a varios amanuenses sus cartas, afligidas y sabias, dirigidas a Papas, reyes, jefes y a humilde gente del pueblo. Su valiente compromiso social y político suscitó no pocas perplejidades entre sus mismos superiores y tuvo que presentarse ante el capítulo general de los dominicos, que se celebró en Florencia en mayo de 1377, para explicar su conducta.
En Siena, en el recogimiento de su celda, dictó el “Diálogo sobre la Divina Providencia” para tributar a Dios su último canto de amor. En los comienzos del gran cisma aceptó el llamamiento de Urbano VI para que fuera a Roma. Aquí se enfermó y murió rodeada de sus muchos discípulos a quienes recomendó que se amaran unos a otros. Era el 29 de abril de 1380: hacía un mes que había cumplido 33 años.
Fue canonizada el 29 de abril de 1461. En 1939 fue declarada patrona de Italia junto con San Francisco de Asís, y el 4 de octubre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia, y el 1 de Octubre de 1999 S.S. Juan Pablo II la declaró Patrona de Europa.
Además Santa Catalina tiene los siguientes patronatos:
° contra los incendios;
° contra los males corporales;
° contra la enfermedad;
° contra los abortos involuntarios;
° contra las tentaciones;
° Allentown, Pennsylvania;
° para la prevención de incendios;
° de los bomberos;
° de las enfermeras;
° de las personas ridiculizadas por su piedad;
° de los enfermos.
Oración
Bendita y amada del Señor,
y gloriosa santa Catalina:
por aquella felicidad que recibisteis de poder unirte a Dios
y prepararte para una santa muerte,
alcanzadme de su divina Majestad
la gracia de que purificando mi conciencia
con los sufrimientos de la enfermedad
y con la confesión de mis pecados,
merezca disponer mi alma,
confortándola con el trance terrible de la muerte,
y poder volar por ella a la eterna bienaventuranza de la gloria. Amén.
Bendita y amada del Señor,
y gloriosa santa Catalina:
por aquella felicidad que recibisteis de poder unirte a Dios
y prepararte para una santa muerte,
alcanzadme de su divina Majestad
la gracia de que purificando mi conciencia
con los sufrimientos de la enfermedad
y con la confesión de mis pecados,
merezca disponer mi alma,
confortándola con el trance terrible de la muerte,
y poder volar por ella a la eterna bienaventuranza de la gloria. Amén.
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