El pan nuestro de cada día
5 Abril, 2017 por 2 comentarios
El camino de tu día a día es tan arduo, a veces se hace tan angosto y duro, que necesitas a diario el pan de la Eucaristía. Si no quieres sucumbir aplastado por el peso enorme del activismo, de las prisas, de los agobios o del desorden de vida necesitas ese pan de los fuertes que sostiene el alma contra los embates de la vida diaria. Cada día has de encontrar el centro de tu jornada sólo en Dios, en ese Dios incondicional y enamorado que se te da en un poco de pan y de vino.
Así has de darte tú también, en ese poco de pan, en esa pobre materialidad, que es la pequeña santidad de tu día a día. No olvides que tu vida tiene mucho de Eucaristía, si sabes poner sobre el altar de tu jornada ese pequeño pan de tus cosas, de tus deberes profesionales, de tus renuncias, de tus luchas, de tus trabajos apostólicos, de tu oración, de tu presencia de Dios. Ahí, en ese pan de tu vida ordinaria, el Verbo de Dios quiere hacerse carne para ofrecerse en ti al Padre por todos los hombres. Ese pan de tu día a día es el que debes poner sobre el altar cuando te acerques a la celebración de tu Eucaristía.
Que tu participación diaria en la Eucaristía nazca no del imperativo del deber o de la obligatoriedad del cumplimiento de unos mínimos sino del imperativo y de la exigencia de ese amor que no descansa sino en Aquel que busca y desea. Así lograrás esa unidad de vida entre lo que eres, lo que crees y lo que celebras, para que tu vida sea en verdad una liturgia de gloria y alabanza a tu Dios.
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