Un cura con olor a oveja: el padre Cícero
Romão Batista
2017-04-21
Del 20 al 24
de marzo se realizó en Juazeiro del Norte, Ceará, el V Simposio Internacional
Padre Cícero, con el tema “Reconciliación… ¿y ahora?”. Quedé sorprendido por el
alto nivel de las exposiciones y discusiones con presencia de investigadores
nacionales y extranjeros. Se trataba de la reconciliación de la Iglesia con el
padre Cícero, que sufrió duras penas canónicas, hoy cuestionables, sin quejarse
nunca, en un profundo respeto hacia las autoridades eclesiásticas y
reconciliación con los miles de romeros que lo consideran un santo.
Indiscutiblemente
el padre Cícero Romão Batista (1844-1034), por sus múltiples facetas, es una
figura polémica. Pero las críticas se van diluyendo cada vez más para dar lugar
a lo que el papa Francisco a través del Secretario de Estado, cardenal Pietro
Parolin, en una carta al obispo local don Fernando Panico el 20 de octubre de
2015, dice expresamente: que en el contexto de la nueva evangelización y de la
opción por las periferias existenciales la «actitud del padre Cícero acogiendo
a todos, especialmente a los pobres y sufrientes, aconsejándolos y
bendiciéndolos, constituye sin duda alguna una señal importante y actual».
El
padre Cícero encarna el tipo de cura adecuado a la fe de nuestro pueblo,
especialmente nordestino. Existe el cura de la institución parroquia,
centrada clásicamente en el sacerdote, los sacramentos y la transmisión de la
recta doctrina mediante la catequesis. Es un tipo de Iglesia que se
autofinaliza, con escasa incidencia social en términos de justicia y defensa de
los derechos humanos, especialmente de los pobres.
Entre
nosotros surgió otro tipo de cura, como el padre Ibiapina (1806-1883), que fue
magistrado y diputado federal y abandonó todo para ponerse como sacerdote al
servicio de los pobres nordestinos, como el padre Cícero, fray Damián o el
padre José Comblin entre otros. Ellos inauguraron otro tipo acción religiosa
junto al pueblo. No niegan los sacramentos, sin embargo es más importante
acompañar al pueblo, defender sus derechos, crear por todas partes escuelas y
centros de caridad (de atención), aconsejarlos y reforzar su piedad popular. Ese
es el tipo de padre adecuado a nuestra realidad que el pueblo aprecia y
necesita.
Ese
era también el método del padre Cícero, que lo desarrollaba de tres maneras:
primero conviviendo directamente con el pueblo, saludando y abrazando a
todos; luego visitando todas las casas de los lugares, bendiciendo a
todos, la cría de los animales y las plantaciones; finalmente, orientando y
aconsejando al pueblo en las predicaciones y novenas; al anochecer reunía a
la gente delante de su casa, daba buenos consejos y orientaba al aprendizaje de
todo tipo de oficios para que se hicieran independientes.
En
este contexto el padre Cícero se anticipó a nuestro discurso ecológico con sus
10 mandamientos ambientales, válidos hasta el día de hoy (“no derribes ni un
solo árbol” etc.).
El
padre Comblin, eminente teólogo, devoto del padre Cícero, que quiso ser
enterrado al lado del padre Ibiapina, escribió con acierto: «El padre Cícero
adoptó amorosamente a los pobres e hizo suya la causa de los nordestinos
oprimidos, dedicándoles incansablemente 62 años de vida. Y el pueblo pobre lo
reconoció, lo defendió, lo consagró, y continuó expresándole su devoción,
porque vio en él al Padre de los Pobres. Anticipó en muchos años las opciones
de la Iglesia en América Latina. Es imposible negarle la sincera opción por los
pobres, como dijo uno de ellos: «Mi padrino es padre santo/como él no hay otro
igual/ pues todo lo que recibe/ todo en limosna lo da» (El Padre Cícero de
Juazeiro, 2011, p. 43-44).
Curiosamente,
si recogemos los numerosos pronunciamientos del papa Francisco sobre el tipo de
cura que proyecta y quiere, veremos que el padre Cícero se ajusta de maravilla
al modelo papal. No hay espacio aquí para presentar la abundante documentación
que se encuentra en mi blog ( www.leonardoboff.wordpress.com
) y recoge mi intervención en Juazeiro: “El Padre Cícero a la luz del Papa
Francisco”.
El
Papa Francisco ha dicho repetidas veces que el sacerdote «debe tener olor a
oveja», es decir, debe ser alguien que está en medio de su “rebaño” y camina
con él. Cito solo dos textos emblemáticos, uno dirigido al episcopado italiano
el 16 de mayo de 2016 donde dice: «el sacerdote no puede ser un burócrata sino
alguien capaz de salir de sí mismo caminando con el corazón y el ritmo de los
pobres». El otro, a los obispos recién consagrados el día 18 de septiembre de
2016: «el pastor debe ser capaz de escuchar y de encantar, y atraer a las
personas con amor y ternura».
Estas
y otras cualidades fueron vividas profundamente por el padre. Cícero,
considerado el Gran Patriarca del Nordeste, el Padrino Universal, el Intercesor
ante Dios en todos los problemas de la vida, el Santo cuya intercesión nunca
falla. Los romeros y devotos saben de eso. Y nosotros secundamos esa
convicción.
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