miércoles, 1 de noviembre de 2017

P. Antonio Rivero L.C.: “¿Busco la gloria de Dios o la mía?” 31102017

P. Antonio Rivero L.C.: “¿Busco la gloria de Dios o la mía?”

Comentario de la liturgia dominical del 5 de noviembre de 2017
© Cathopic
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DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo A
Textos: Mal 1, 14b-2, 2b.8-10; 1 Tes 2, 7b-9.13; Mateo 23, 1-12
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: El sacerdote-pastor debe buscar sólo la gloria de Dios, ponerse en el último lugar y desvivirse por el “rebaño” encomendado.
Síntesis del mensaje: Pablo de Tarso (segunda lectura) es la antítesis de los sacerdotes (primera lectura) y de los jefes religiosos fariseos (evangelio) que se movían por estas categorías humanas: prestigio, honras, ambiciones, vanidad y autoritarismo. Pablo es modelo de pastor celoso y bueno; y al mismo tiempo es como una madre que cuida de sus hijos. Sus categorías son otras: servicio, humildad, desvivirse y desgastarse por los demás.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, un pastor busca siempre dar gloria a Dios (primera lectura) y no la suya propia, tan efímera, tan opaca, tan caduca, tan inconsistente. Malaquías, de parte de Dios, denuncia a los sacerdotes –y a todos los que tienen la misión de guiar: misioneros, papás, maestros, catequistas, superiores de comunidades religiosas- porque no hablan de Dios, sino de sí mismos. Jesús también echa en cara a los fariseos (evangelio) que pretenden que les llamen a ellos maestros, padres, consejeros. Quienes tienen esta misión de estar al frente deben ser como sacramento que visibiliza la humildad y el servicio de Cristo que vino para buscar sólo la gloria de su Padre y el bien de los demás, sin robar a Dios un ápice del honor que Él merece.
En segundo lugar, un pastor no busca los primeros puestos sino que va con amor y ternura(segunda lectura) a los desiertos y a las periferias existenciales y geográficas, aunque esto le cueste fatiga, incomprensión y peligro, como le pasó a Pablo. Buscar los primeros puestos es señal de ambición, de la que el papa Francisco está previniendo tantas veces a los sacerdotes. Así les dijo a los nuevos obispos en Roma el 19 de septiembre del 2013: “Su estilo debe ser la humildad, la austeridad. Nosotros los pastores no somos hombres con psicología de príncipes”. Y les pidió que estén atentos en no caer en el “afán de carrera”. “Hombres ambiciosos que son esposos de esta Iglesia a la espera de otra mejor o más rica. ¡Esto es un escándalo!… No estén a la espera de una mejor, más importante, más rica. Tened cuidado de no caer en el espíritu del ‘carrerismo’. ¡Esto es un cáncer!”. No somos maestros (etimológicamente significa “tener más autoridad”), sino que somos ministros (etimológicamente significa “tener menos”) y por lo mismo nos sentimos servidores de los demás. San Pablo dirá: “Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1Co 4, 1). 
Finalmente, un pastor no busca su comodidad, sino que se desvive por su comunidad, como san Pablo: “con gusto me gastaré y me desgastaré por vuestras almas” (2 Co 12, 15). Así dijo el papa Francisco a los nuevos obispos en Roma el 19 de septiembre del 2013: “Sean pastores con olor a oveja, presentes en medio de su gente como Jesús el Buen Pastor. Su presencia no es secundaria; es indispensable. La pide la propia gente, que quiere ver a su obispo caminar con ellos, para estar cerca de él. ¡Tienen necesidad para vivir y respirar! ¡No se cierren!…Bajen en medio de sus fieles, incluso en las periferias de sus diócesis y en todas las ‘periferias existenciales’, donde hay sufrimiento, soledad, degradación humana. La presencia pastoral significa caminar con el pueblo de Dios: delante, señalando el camino; en el medio, para fortalecer en la unidad; detrás, para que nadie quede atrás, pero, sobre todo, para seguir el olfato que tiene el pueblo de Dios para encontrar nuevos caminos”. ¿No hacía esto el apóstol Pablo?
Para reflexionar: ¿Busco la gloria de Dios o la mía? ¿Busco los primeros puestos o los últimos? ¿Sólo hablo pero no hago? ¿Sirvo con humildad a la comunidad o me sirvo de ella para mis fines egoístas y ambiciosos?
Para rezarJesús, quiero imitarte a ti, como lo hizo san Pablo. Revísteme de todas esas virtudes que tú tenías en tu paso por la tierra. Que mis intenciones sean limpias, mi entrega generosa, mi trabajo desinteresado y mis manos dispuestas a servir. Amén.
Para cualquier duda o pregunta, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

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