sábado, 5 de julio de 2014

El maestro no sabe y Mirar a sus ojos (El canto del pájaro (Anthony de Mello))

EL MAESTRO NO SABE
El 'indagador' se acercó respetuosamente al 'discípulo' y le preguntó «¿Cuál es el sentido de la vida humana?».

El 'discípulo' consultó las palabras escritas de su 'maestro' y, lleno de confianza, respondió con las palabras del propio 'maestro': «La vida humana no es sino la expresión de la exuberancia de Dios».

Cuando el 'indagador' se encontró con el 'maestro' en persona, le hizo la misma pregunta; y el 'maestro' le dijo:

«No lo sé».
El 'indagador' dice: «No lo sé». Lo cual exige honradez.

El 'maestro' dice: «No lo sé». Lo cual requiere tener una mente mística capaz de saberlo todo a través del no saber.

El 'discípulo' dice: «Yo lo sé». Lo cual requiere ignorancia, disfrazada de conocimiento prestado.

 
MIRAR A SUS OJOS
 
 
El comandante en jefe de las fuerzas de ocupación le dijo al alcalde de la aldea: «Tenemos la absoluta seguridad de que ocultan ustedes a un traidor en la aldea. De modo que, si no nos lo entregan, vamos a hacerles la vida imposible, a usted y a toda su gente, por todos los medios a nuestro alcance».

En realidad, la aldea ocultaba a un hombre que parecía ser bueno e inocente y a quien todos querían, Pero ¿qué podía hacer el alcalde, ahora que se veía amenazado el bienestar de toda la aldea? Días enteros de discusiones en el Consejo de la aldea no llevaron a ninguna solución. De modo que, en última instancia, el alcalde planteó el asunto al cura del pueblo. El cura y el alcalde se pasaron toda una noche buscando en las Escrituras y, al fin, apareció la solución. Había un texto en las Escrituras que decía: «Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación». De forma que el alcalde decidió entregar al inocente a las fuerzas de ocupación, si bien antes le pidió que le perdonara. El hombre le dijo que no había nada que perdonar, que él no deseaba poner a la aldea en peligro. Fue cruelmente torturado hasta el punto de que sus gritos pudieron ser oídos por todos los habitantes de la aldea. Por fin fue ejecutado.

Veinte años después pasó un profeta por la - aldea, fue directamente al alcalde y le dijo: «¿Qué hiciste? Aquel hombre estaba destinado por Dios a ser el salvador de este país. Y tú le entregaste para ser torturado y muerto». «¿Y qué podía hacer yo?», alegó el alcalde. «El cura y yo estuvimos mirando las Escrituras y actuamos en consecuencia»..

«Ese fue vuestro error», dijo el profeta. «Mirasteis las Escrituras, pero deberíais haber mirado a sus ojos».
 
 

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