miércoles, 2 de diciembre de 2015

COMUNICADOR: ¿QUIÉN ES TU PRÓJIMO? (Card. Jorge Mario Bergoglio, s.j) Texto completo 10102002

COMUNICADOR: ¿QUIÉN ES TU PRÓJIMO?
Publicado en marzo 19, 2013 de cronicablanca


COMUNICACIÓN Y BUENA NOTICIA

Al encarar la reflexión del tema que me fue propuesto no puedo, como cristiano, dejar de referirme inicialmente al Evangelio. No sólo porque la pregunta “¿quién es tu prójimo?” está inspirada en la parábola del buen samaritano, sino –y fundamentalmente- porque el Evangelio del Señor es precisamente comunicar una buena noticia.

El evangelio como buena noticia
“Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio”. “Enseñen a todos los
hombres a cumplir lo que les he mandado”: la ley de la caridad. El Evangelio es una buena noticia que tenemos la misión de anunciar a todos y “desde los tejados”. Y si ahondamos más, constatamos que los criterios más profundamente humanos del anuncio, también para los nuevos medios de comunicación, son los del Evangelio. Por este motivo abordo el tema desde esta perspectiva. Por otra parte, el desafío que presentan los MCS, con sus tecnologías, su alcance global, su omnipresencia y su influencia en la sociedad y la cultura, son una invitación al diálogo y a la “inculturación del evangelio” en ellos, a la vez que se abre una “evangelización de los medios”.

El poder de los MCS y de los comunicadores
La profesión de comunicadores y la tecnología de los MCS permiten hoy llegar
muy lejos y muy adentro del corazón humano, allí donde se toman las decisiones importantes. Esto se debe a la poderosa potencialidad de la imagen para penetrar, conmover, mover, motivar y afectar nuestra conducta. La imagen nos mueve, motiva nuestras opciones y decisiones. Organiza interiormente la estructura de significado y sentido de la existencia, la imagen va generando las fuerzas operativas que nos mueven. A semejanza de la Palabra creadora de Dios, los comunicadores con la sola palabra pueden recrear o crear una imagen de la realidad. Y la tecnología actual globaliza y hace simultáneo este poder de la palabra.
Por eso es tan fascinante y poderosa la acción y la influencia de los MCS en la
sociedad y en la cultura. Pueden ayudar a crecer o a desorientar. Pueden recrear las cosas, informándonos sobre la realidad para ayudarnos en el discernimiento de nuestras opciones y decisiones, o pueden crear por el contrario simulaciones
virtuales, ilusiones, fantasías y ficciones que también nos mueven a opciones de vida.
Esto explica en parte el porqué son tan grandes las inversiones en el desarrollo de la tecnología para los MCS y para la producción de imágenes. Los MCS son hoy instrumentos principales en la creación de la Cultura. Gracias a los Medios, los comunicadores llegan a enormes audiencias. Me gusta categorizar este poder que tienen los Medios con el concepto de “projimidad”. Su fuerza radica en la capacidad de acercarse y de influir en la vida de las personas con un mismo lenguaje globalizado y simultáneo. La categoría de “projimidad” entraña una tensión bipolar: acercarse – alejarse y –a su vez en su interioridad- también está tensionada por el modo:
acercarse bien y acercarse mal. En el ejercicio de los Medios hay una manera de
aproximarse bien y otra de aproximarse mal.

La parábola del buen Samaritano
Teniendo en cuenta esto entramos de lleno en nuestro tema con la pregunta:
“¿Comunicador ¿quién es tu prójimo?” que nos sitúa en el ámbito de la parábola del buen samaritano. La pregunta que nos hacemos es la que aquel escriba
(comunicador) le hizo a Jesús: “¿y quién es mi prójimo?”. Como diciendo: el
mandamiento de amar es claro para todos, el problema se da en lo concreto: ¿quién es el que tego que amar? Cómo se da la projimidad en el uso de los MCS? ¿Cada prójimo individualmente, la totalidad de los hombres, los grupos…? ¿Puede darse simultáneamente un mensaje evangélico que no sólo sea altamente personalizado sino también “global” ? ¿Cómo se ama a través de los MCS?


La imagen del hombre apaleado al costado del camino
Aunque la imagen del hombre apaleado por los ladrones que quedó tirado al
costado del camino, es una imagen que apunta al proceder evangélico –ético y morales licito trasponer lo que se dice del bien, al terreno de la verdad y de la belleza. Más aún: bien, verdad y belleza son inseparables cuando nos comunicamos: inseparables por presencia o también por ausencia, y –en este último caso- el bien no será bien, la verdad no será verdad ni la belleza será belleza. Actualmente hay una “mayoría invisible” de excluidos, que están al costado del camino, apaleados y robados, ante los cuales pasan los medios de comunicación. Los muestran, les dan mensajes, los hacen hablar… Entra en juego aquí la projimidad, el modo de aproximarse. El modo de hacerlo determinará el respeto por la dignidad humana.

Aproximarse bien, aproximarse mal desde el punto de vista estético
Así como a nivel ético, aproximarse bien es aproximarse para ayudar y no para
lastimar, y a nivel de la verdad, aproximarse bien implica transmitir información veraz, a nivel estético, aproximarse bien es comunicar la integridad de una realidad, de manera armónica y con claridad. Aproximarse mal en cambio es aproximarse con una estética desintegradora, que escamotea algunos aspectos del problema o que los manipula creando desarmonía y que oscurece la realidad, la afea y la denigra.

Aproximarse mal: con una estética desintegradora
Cuando las imágenes y las informaciones tienen como único objetivo inducir al
consumo o manipular a la gente para aprovecharse de ella, estamos ante un asalto, ante una golpiza. Es la sensación que se tiene muchas veces ante el bombardeo de imágenes seductoras y de imágenes desesperanzadoras. Sentirse bombardeado, invadido, conmocionado, impotente para hacer algo positivo… son sentimientos equivalentes a los que se tiene en un asalto, en un acto de violencia, en un secuestro.
Y precisamente detrás de una estética desintegradora que instala la desesperanza de poder descubrir la verdad y de poder hacer el bien en común, es necesario saber discernir y poder desenmascarar la existencia de intereses políticos y económicos de algunos sectores que no apuntan al bien común.
Esta estética desintegradora opera en nosotros de la misma manera que la
“ley” y la “liturgia” en el corazón de los que pasaron de largo ante el herido –el levita y el sacerdote-. Ellos no vieron la realidad de un prójimo herido, sino la
“pseudorealidad” de un “ajeno”, de un “extraño” ante quien conviene pasar de largo.
En aquella época lo que los alejó eran sus “ideas” de la ley y del servicio cultual.
También hoy se corre el riesgo de que algunos medios instalen una ley y una liturgia que nos hacen pasar de largo ante el prójimo concreto para buscar y servir otros intereses.

Aproximarse bien: comunicar la belleza de la caridad en la verdad
Aproximarse bien, implica comunicar la belleza de la caridad en la verdad.
Cuando la verdad es dolorosa y el bien difícil de realizar, la belleza está en ese amor que comparte el dolor, con respeto y de manera digna. Contra todo sensacionalismo, hay una manera digna de mostrar el dolor que rescata los valores y las reservas espirituales de un pueblo y ayuda a superar el mal a fuerza de bien, a trabajar hermanados en la voluntad de superación, en la solidaridad, en esa projimidad que nos engrandece abiertos a la verdad y al bien. Por el contrario, “el enfrentamiento y la descalificación como sistema, incluso mediante el uso irresponsable de los medios de comunicación, se oponen a la convivencia plural y madura” como hemos dicho los obispos argentinos.

Comunicar lo que se ha contemplado
Los primeros anunciadores de la Buena Noticia de Jesucristo anunciaron en
términos de contemplación y testimonio: “Lo que hemos visto y oído, lo que hemos tocado con nuestras manos, eso les comunicamos para que ustedes tengan vida”.
Frente a la infinidad de imágenes que pueblan el mundo, sólo el ejercicio austero de la contemplación del Rostro de Cristo nos permite espejar con realismo nuestra condición herida por el pecado en los ojos misericordiosos de Jesús, y descubrir en el Rostro del Señor el rostro de nuestros hermanos para hacernos más prójimos. Sólo el ejercicio austero de la contemplación del Rostro de Cristo nos permite descubrir el mismo Rostro del Señor en el otro para hacernos prójimos. Jesús es el Rostro visible del Dios invisible, y los excluidos y marginados de hoy son el rostro visible de Jesús.
La contemplación es la que permite unir la paradoja de hacer visibles los rostros
invisibles.
Aproximarse bien también siempre implica dar testimonio. Contra la
neutralidad aparente de los medios, sólo el que comunica jugando su propia ética y dando testimonio de la verdad es confiable para aproximarnos bien a la realidad. El testimonio personal del comunicador está en la base misma de su confiabilidad.

Comunicar con sentido de trascendencia
“Los medios de comunicación social pueblan actualmente el mundo de
imágenes que no son ventanas al Otro”. Aproximarse bien es mostrar siempre esa imagen abierta al Otro, a la trascendencia, a la esperanza, como nos muestran las imágenes de la Virgen y de las catedrales. Aproximarse bien es todo lo contrario de la propuesta frívola de algunos medios que transmiten una caricatura del hombre. Es mostrar y resaltar su dignidad, la grandeza de su vocación, la belleza del amor que comparte el dolor, el sentido del sacrificio y la alegría de los logros.
Los medios pueden ser, lamentablemente, espejo de la sociedad en sus aspectos
peores o en los frívolos y narcisistas. Pero también pueden ser ventana abierta por donde fluye sencilla y animadoramente la belleza del amor hermoso de Dios en la maravilla de sus obras, en la aceptación de su Misericordia y en la solidaridad y justicia con el prójimo.

Comunicar la belleza del amor que comparte la alegría y el dolor
Las imágenes de la parábola del aceite y el vino con que el buen samaritano
comunica su amor al herido son dos imágenes muy decidoras para un comunicador.
Lo que hay que comunicar debe ser aceite perfumado para el dolor y vino sabroso para la alegría. La belleza del amor es alegre sin frivolidad. Pensamos en la belleza de una Madre Teresa o de un Don Zatti, cuya luminosidad no proviene de ningún maquillaje ni de ningún efecto especial sino de ese resplandor que tiene la caridad cuando se desgasta cuidando a los más necesitados, ungiéndolos con ese aceite perfumado de su ternura. Sólo el samaritano goza la belleza de la caridad y el compromiso de amar y ser amado gratuitamente. Una experiencia que empieza por el conmovérsele las entrañas, por el enternecérsele el corazón; por hacerse sensible a la belleza y hermosura de Dios en el hombre (La gloria de Dios es el hombre viviente); a la belleza y el gozo de la paz y la comunión del hombre con Dios en el servicio humilde al herido anónimo, desconocido…. en los márgenes de la ciudad, del Mercado, de la sociedad… en la intemperie del camino… Se trata de una belleza distinta. Es la belleza del Amor.

En el Jesús roto de la cruz que no tiene apariencia ni presencia a los ojos del
mundo y de las cámaras de TV, resplandece la belleza del amor hermoso de Dios que da su vida por nosotros. Es la belleza de la caridad, la belleza de los santos. Cuando pensamos en alguien como la madre Teresa de Calcuta nuestro corazón se llena de una belleza que no proviene de los rasgos físicos o de la estatura de esta mujer, sino del resplandor hermoso de la caridad con los pobres y desheredados que la acompaña.

Del mismo modo hay una hermosura distinta en el trabajador que vuelve a su
casa sucio y desarreglado, pero con la alegría de haber ganado el pan de sus hijos.
Hay una belleza extraordinaria en la comunión de la familia junto a la mesa y el pan compartido con generosidad, aunque la mesa sea muy pobre. Hay hermosura en la esposa desarreglada y casi anciana, que permanece cuidando a su esposo enfermo más allá de sus fuerzas y de su propia salud. Aunque haya pasado la primavera del noviazgo en la juventud, hay una hermosura extraordinaria en la fidelidad de las parejas que se aman en el otoño de la vida, esos viejitos que caminan tomados de la mano. Hay hermosura, más allá de la apariencia o de la estética de moda en cada hombre y en cada mujer que viven con amor su vocación personal, en el servicio desinteresado por la comunidad, por la patria; en el trabajo generoso por la felicidad de la familia…  comprometidos en el arduo trabajo anónimo y desinteresado de restaurar la amistad social… Hay belleza en la creación, en la infinita ternura y misericordia de Dios, en la ofrenda de la vida en el servicio por amor. Descubrir, mostrar y resaltar esta belleza es poner los cimientos de una cultura de la solidaridad
y de la amistad social.
Comunicar con sentido del tiempo: con memoria y esperanza
El Papa nos habla de la cultura cristiana como aquella de las noticias dignas de
recuerdo (Jornada mundial de las comunicaciones 2000). Refundar hoy los vínculos sociales y la amistad social implica, para el comunicador, rescatar del rescoldo de la reserva cultural y espiritual de nuestro pueblo, la belleza de la comunión, de la comunidad nacional, rescatar y comunicar la memoria y la belleza de nuestros héroes, de nuestros próceres y de nuestros santos.

Esta reserva cultural es el espacio de la cultura, de las artes, espacio fecundo
donde la comunidad contempla y narra su historia de familia, donde se reafirma el sentido de pertenencia a partir de los valores encarnados y acuñados en la memoria colectiva. Estos espacios comunitarios de ocio fecundo, cuasi sagrado, son ocupados hoy muchas veces por los MCS con entretenimientos que no siempre engendran verdadera alegría y gozo. La comunicación meramente puntual, carente de historia, no tiene sentido del tiempo y, consiguientemente, no es creadora de esperanza. En cambio, el comunicador –por propia vocación- es un testigo confiable y cualificado de la belleza del amor hermoso que se hace prójimo, que se hace capaz de asumir y continuar una historia.

Conclusión: un doble desafío
Por un lado el comunicador cristiano tiene el desafío de conocer, sentir y gustar
la belleza del Amor hermoso de Dios, vivo en Jesucristo muerto y resucitado, en su Presencia y acción misericordiosa entre nosotros, por el ejercicio de la
Contemplación… Este encuentro personal con Jesucristo es luz para discernir frente a la imagen vacía de cierta cosmetología tecnológica, la belleza de los valores.
La experiencia de la belleza del amor hermoso de Dios, por el encuentro personal y comunitario con Jesucristo es el motor de la creatividad cristiana para la comunicación de la Buena Noticia.
Por otra parte, el desafío de compartir esta belleza del Amor hermoso de Dios
con una vocación tan específica, cuando la revolución de las comunicaciones y la
información en plena transformación ponen a la Iglesia ante un camino decisivo
como es cruzar estos nuevos umbrales culturales, que requieren nuevas energías e imaginación para proclamar el único evangelio de Jesucristo, exige al comunicador cristiano mucha formación y verdadero profesionalismo para el uso competente de la tecnología y el lenguaje de los Medios.

El otro buen Samaritano
San Maximiliano María Kolbe, mártir de la caridad, prisionero 16670 de
Auschwitz, propuesto por Juan Pablo II, por el uso que hizo de los MCS, como
patrono de los periodistas en todas las ramas de las comunicaciones sociales, supo aproximarse a los heridos del campo de concentración. Y allí donde también estaban los carceleros y verdugos despojando y golpeando, él se hizo prójimo como el mismo Jesús, ofreciendo su vida en servicio por amor, en lugar de Francisco Gajowniczek condenado a muerte… Él, como modelo de todos los comunicadores, nos hace ver que la manera más competente de comunicar el Evangelio de Jesucristo es la belleza del testimonio del compromiso con la verdad y la donación de la vida por amor.

Señor, que nos hagamos prójimos como el Buen Samaritano del Evangelio, que no es otro que vos mismo transfigurado por la belleza del Amor hermoso de Dios por nosotros; que se nos conmuevan las entrañas y se nos enternezca el corazón frente al hermano; que descubramos la belleza del Amor hermoso con el que somos salvados, para que comuniquemos con gozo la belleza del compromiso de amar al prójimo según el ejemplo de Maximiliano Kolbe.

Buenos Aires, 10 de octubre de 2002.
Card. Jorge Mario Bergoglio, s.j.

Arzobispo de Buenos Aires

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