domingo, 31 de enero de 2016

Beata Luisa Albertoni, viuda - San Francisco Javier María Bianchi, religioso presbítero (31 de enero)

Beata Luisa Albertoni, viuda

fecha: 31 de enero
n.: 1474 - †: 1533 - país: Italia
otras formas del nombre: Ludovica Albertoni
canonización: 
Conf. Culto: Clemente X 28 ene 1671
hagiografía: Abel Della Costa
En Roma, beata Luisa Albertoni, que educó cristianamente a sus hijos y, al morir su esposo, tras entrar en la Tercera Orden Regular de San Francisco, prestó ayuda a los necesitados, hasta el punto de que, de ser rica, llegó a la total pobreza.
Nació en Roma en 1473, hija de Esteban Albertoni y Lucrecia Tebaldi, ambos de noble familia. Su padre, sin embargo, murió cuando ella no llegaba a los tres años, y como la madre se volvió a casar, la niña quedó al cuidado y educación de su abuela, primero, y luego de sus tías. Acorde con las costumbres de la época, ya joven fue dada en matrimonio a Santiago della Cetara, con quien tuvo tres hijas. Vivió una feliz unión, pero enviudó joven, a los 32 años, y a partir de allí se dedicó enteramente a la vida de piedad: ingresó como terciaria franciscana, y repartía su tiempo entre el cuidado de los pobres y enfermos, y la vida de oración y penitencia.
Se distinguió por su generosidad, unida al deseo -no satisfecho- de quedar oculta y no querer recibir halagos humanos. Esta dadivosidad que le hacía alimentar a todos los pobres que se le acercaran le trajo graves conflictos con su familia, ya que, literalmente, gastaba en ello su fortuna, hasta que quedó en la pobreza ella misma; por ese motivo la familia le asignó una pensión, pero esa misma pensión la repartía entre sus escasas necesidades y el cuidados de los pobres.
En sus últimos años Dios la premió con el anticipo de su paz, y la hizo gozar de éxtasis extraordinarios. Murió en 1533, venerada por sus conciudadanos, y su tumba fue meta de devoción y lugar de milagros. El culto fue confirmado en 1671 por el papa Clemente X. Por esos mismos años se realizó el reconocimiento de sus reliquias, y se construyó la nueva tumba en la iglesia de San Francisco a Ripa, adornada con una estatua de Bernini que la representa en éxtasis. Sus reliquias continúan allí mismo.
La fuente general es una Vita escrita por G. Polo, «Vita della B. Lodovica Albertoni», en 1672, así como el Aureole Séraphique, de Léon, vol. I, pp. 127-132. este artículo sigue los lineamientos del correspondiente del Butler. Escultura: Éxtasis de la beata Ludovica, de Bernini, 1670, Cappella Altieri, San Francesco a Ripa, Roma.
Abel Della Costa
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ingreso o última modificación relevante: 30-1-2013

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=395





San Francisco Javier María Bianchi, religioso presbítero

fecha: 31 de enero
n.: 1743 - †: 1815 - país: Italia
canonización: 
B: León XIII 22 ene 1893 - C: Pío XII 21 oct 1951
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Nápoles, ciudad de la Campania, san Francisco Javier María Bianchi, presbítero de la Orden de Clérigos Regulares de San Pablo, quien, dotado de carismas místicos, convirtió a muchos a una vida conforme a la gracia del Evangelio.
Francisco Javier Bianchi nació en Arpino, en 1743. Arpino formaba entonces parte del reino de las dos Sicilias. El santo hizo sus estudios eclesiásticos en Nápoles y recibió la tonsura a los catorce años. Su padre se opuso tenazmente a que el joven entrara en la vida religiosa, y Francisco Javier atravesó un período de angustioso conflicto entre la voluntad de sus padres y lo que él consideraba como la voluntad de Dios. Finalmente acudió a San Alfonso de Ligorio en busca de consejo, durante una de las misiones del santo. Éste le confirmó en su vocación y Francisco Javier, venciendo todas las oposiciones, entró en la Congregación de los Clérigos Regulares de San Pablo, más conocidos con el nombre de barnabitas. Probablemente a consecuencia de los esfuerzos que había hecho para superar esa prueba, el santo cayó enfermo y sufrió terriblemente durante tres años. Por fin, logró rehacerse, realizó grandes progresos en sus estudios y se distinguió particularmente en la literatura y en las ciencias. Fue ordenado sacerdote en 1767. Sus superiores le dieron muestras de excepcional confianza, ya que no sólo le permitieron oír confesiones a pesar de ser muy joven (cosa muy rara en Italia), sino que le nombraron superior de dos colegios, a la vez. El santo ejercitó este cargo durante quince años.
Le fueron confiados otros muchos oficios de importancia, pero Francisco Javier se sentía cada vez más llamado a despegarse de las cosas terrenas y consagrarse enteramente a la oración y a los ministerios sacerdotales. Así pues, empezó a llevar una vida de extremada mortificación y austeridad. Pasaba gran parte de su tiempo en el confesionario, a donde miles de personas iban a consultarle. Su salud se resintió y le sobrevino una debilidad tan grande, que apenas podía arrastrarse para ir de un sitio a otro. No por ello cambió Francisco Javier su forma de vida, sino que siguió adelante como si nada sucediese. Su valiente resolución de vivir al servicio de los demás parece haber dado una eficacia especial a sus palabras y oraciones, de suerte que todos le consideraban como un santo.
Cuando las congregaciones religiosas fueron dispersadas en Nápoles, Francisco Javier se hallaba en un estado lamentable; tenía las piernas hinchadas y cubiertas de llagas, y había que llevarle cargado al altar para que celebrara la misa. Esto tuvo la ventaja de merecerle privilegios especiales, pues las autoridades le permitieron conservar el hábito religioso y permanecer en el colegio, donde vivió totalmente solo en la más estricta observancia religiosa.
Se cuentan muchos milagros y profecías del P. Bianchi. En el proceso de beatificación se hizo mención de dos notables casos en los que multiplicó el dinero para pagar deudas. Durante la erupción del Vesuvio, en 1805, la población llevó al santo en vilo hasta el río de lava, que se detuvo en cuanto Francisco Javier hizo la señal de la cruz, frente a él. La veneración que los napolitanos le tenían al fin de su vida era ilimitada: «Roma tuvo su Neri (negro) -decían-, pero nosotros tenemos a nuestro Bianchi (blanco), que no es menos bueno». Muchos años antes, una de sus penitentes, Santa María Francisca de Nápoles, muerta en 1791, había prometido al P. Bianchi que se le aparecería tres días antes de que él pasara a mejor vida. Este estaba persuadido de que la santa cumpliría su promesa, como sucedió en efecto. San Francisco Javier Bianchi exhaló el último suspiro el 31 de enero de 1815. Fue canonizado en 1951 por SS Pío XII.
Ver P. Rudoni, Virtu e meraviglie del ven. Francesco S. M. Bianchi (1823); C. Kempf, The Holiness of the Church in the Nineteenth Century (1916), pp. 96-97; Analecta Ecclesiastica, 1893, pp. 54 ss.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=396

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