domingo, 31 de enero de 2016

Maestro Eckhart (místico medieval) Sermón XLIV

SERMÓN XLIV(369)
Postquam completi erant dies, puer Iesus portabatur in templum. Et ecce, homo erat
in Ierusalem.

San Lucas escribe en el Evangelio: «Cuando se cumplieron los días, Cristo fue llevado
al templo. Y fijaos que allí en Jerusalén había un hombre llamado Simeón, éste era
justo y temeroso de Dios; esperaba la consolación del pueblo de Israel y en él estaba el
Espíritu Santo» (Cfr. Lucas 2, 22 ss.).
«Y fijaos»: esta palabra «et» [= y] significa en latín una unión y un atar y encerrar.
Todo cuanto está atado y encerrado por completo, significa unión. Con ello quiero decir
que el hombre esté atado a Dios y encerrado y unido con Él. Nuestros maestros dicen lo
siguiente(370): [La] unión requiere semejanza. No puede haber unión sin que haya semejanza.
Lo que está atado y encerrado produce unión. Aquello que se halla cerca de mí,
por ejemplo, cuando estoy sentado junto a ello o me encuentro en el mismo lugar, eso
no produce semejanza. Por ello dice Agustín(371): Señor, cuando me hallaba lejos de ti, eso
no se debía a una distancia de lugar, sino que era a causa de la desigualdad en la que me
hallaba yo. Dice un maestro(372): Aquel cuyo ser y obra están ubicados completamente en
la eternidad, y aquel otro cuyo ser y obra se dan por completo en el tiempo, ésos nunca
concuerdan; jamás se encontrarán. Nuestros maestros dicen(373): Entre aquellas cosas
cuyo ser y obra se hallan en la eternidad, y aquellas cosas cuyo ser y obra se dan en el
tiempo, debe haber, necesariamente, un medio [separador]. [Mas], donde hay un encierro
y una atadura perfectos, ahí debe haber, necesariamente, igualdad. Donde Dios y el
alma han de estar unidos, ello debe ser a causa de [la] igualdad. Donde no hay desigualdad,
debe haber, obligadamente, uno solo; no está unido solamente por el encierro, sino
que se vuelve uno; no sólo [es] igualdad sino igual. Por ello decimos que el Hijo no es
igual al Padre, sino que es la igualdad; es uno con el Padre.
Nuestros maestros más insignes dicen(374): Una imagen que se halla en una piedra o en
una pared —si por debajo no hubiera ningún agregado—, esta imagen sería —para
369 Se atribuye a «Fray Eghart» y también a «maestro eckhart». El texto está tomado del Evangelio
para la Fiesta de la Candelaria (2 de febrero). En el encabezamiento de un manuscrito se dice también:
«Un buen sermón para la Fiesta de la Candelaria».
370 Aristóteles, Met. V t. 20; y Thomas, S. theol I q. 93 a. 9.
371 Augustinus, Confess. I. VII c. 10 n. 16.
372 Cfr. Thomas, S. theol. III q. 5 a. 5 ad 3.
373 Véase Thomas, De veritate q. 3 a. 2 obi. 5.

quien la toma en su carácter de imagen— totalmente una con aquello cuya imagen es.
Cuando el alma entra en la imagen [en el alma] en la cual no hay nada extraño sino sólo
la imagen [divina], con la cual constituye una sola imagen, entonces [esa alma] está bien
aleccionada. Donde uno se halla traspuesto en la imagen en la cual se asemeja a Dios,
ahí aprehende a Dios, ahí encuentra a Dios. Donde algo está dividido hacia fuera, no se
encuentra a Dios. Cuando el alma entra en aquella imagen y se mantiene exclusivamente
en la imagen, [entonces] encuentra a Dios en esa imagen; y el hecho de que se halle a
sí y a Dios, implica una sola obra que es atemporal: ahí encuentra a Dios. En la medida
en que se halla ahí adentro, en esa misma medida es uno con Dios; él quiere decir: en la
medida en que uno se halla encerrado allí donde el alma es imagen de Dios. En cuanto
el [hombre] se halle ahí adentro, en tanto será divino; en cuanto ahí adentro, en tanto en
Dios, no encerrado ni unido, más bien: es uno.
Dice un maestro(375) que cada igualdad significa un nacimiento. Afirma además: La
naturaleza nunca encuentra cosa igual a sí, sin que haya, necesariamente, un nacimiento.
Nuestros maestros dicen: El fuego, por fuerte que sea, no encendería nunca si no esperara
un nacimiento. Por seca que estuviera la leña que se colocase adentro, jamás ardería
si no fuera capaz de adquirir igualdad con él [= el fuego]. El fuego desea nacer en la
leña y que todo se haga un solo fuego y que éste se conserve y perdure. Si se extinguiera
y deshiciera, ya no sería fuego; por eso desea ser conservado. La naturaleza del alma
nunca contendría lo igual [= a Dios] a no ser que desease que Dios naciera en ella. Nunca
se ubicaría en su naturaleza, ni desearía hacerlo si no esperara el nacimiento y éste lo
opera Dios; y Dios nunca lo operaría si no quisiera que el alma naciese dentro de Él.
Dios lo opera y el alma lo desea. De Dios es la obra y del alma, el deseo y la capacidad
de que Dios nazca en ella y ella en Dios. El que el alma se le asemeje, lo obra Dios. Ella
ha de esperar, necesariamente, que Dios nazca en ella y que sea sostenida dentro de Dios
y ansíe la unión, para que sea sostenida en Dios. La naturaleza divina se derrama en la
luz del alma, y es sostenida allí adentro. Con ello Dios se propone nacer en ella y serle
unido y sostenido en ella. Esto ¿cómo puede ser? ¿Si decimos que Dios es su propio
sostenedor? Cuando Él tira al alma hacia ahí adentro [= a su naturaleza divina], ella descubre
que Dios es su propio sostenedor y entonces permanece ahí, de otro modo no se
quedaría nunca. Dice Agustín(376): «Exactamente así como amas, así eres: si amas a la tierra,
te vuelves terrestre; si amas a Dios, te vuelves divino. Si amo, pues, a Dios ¿me
convierto en Dios? Esto no lo digo yo, os remito a la Sagrada Escritura. Dios ha dicho
374 Se remite a Augustinus, De trin. VI c. 10 n. 11; y De divers. quaest. LXXXIII q. 74; y Thomas, S.
theol. I q. 93 a. 1.
375 En la edición de las obras latinas se remite a Aristóteles, De an. II t. 34.
376 Augustinus, In ep. Ioh. ad Parthos tr. 2 n. 14.
335

por intermedio del profeta: “Sois dioses e hijos del Altísimo”» (Salmo 81, 6). Y por eso
digo: Dios da el nacimiento en lo igual. Si el alma no contara con ello, nunca desearía
entrar ahí. Ella quiere ser sostenida dentro de Él; su vida depende de Él. Dios tiene un
sostén, una permanencia en su ser; y por ello no hay otra alternativa que pelar y separar
todo cuanto es del alma: su vida, [sus] potencias y [su] naturaleza, todo ha de ser quitado,
manteniéndose ella en la luz acendrada donde constituye una sola imagen con Dios,
allí encuentra a Dios. Es esta la peculiaridad de Dios de que no cae en Él nada extraño,
nada sobrepuesto, nada agregado. Por ello, el alma no ha de recibir ninguna impresión
ajena, nada sobrepuesto, nada agregado. Esto es lo [que decimos] del primer [punto] [=
et].
«Y fijaos»: «ecce». «Ecce», esta palabrita contiene en sí todo cuanto pertenece al
verbo, no se le puede añadir nada [=no tiene flexión]. Verbo, esto es Dios, Dios es un
Verbo, el Hijo de Dios es un Verbo. El [= el evangelista] opina que toda nuestra vida,
todo nuestro anhelo deberían estar encerrados y suspendidos por completo en Dios y
dispuestos hacia Él. Por eso dice Pablo: «Soy lo que soy por la gracia de Dios» (1 Cor.
15, 10), y además dice: «Yo vivo, mas no yo, sino que Dios vive del todo en mí» (Gal.
2, 20). ¿Qué más [tenemos]?
«Homo erat». Él dice: «Fijaos, un hombre». Nosotros usamos la palabra «homo»
para mujeres, y varones, pero los romanos no quieren concedérsela a las mujeres a causa
de su debilidad(377). «Homo», significa lo mismo que «aquello que es perfecto» y «a lo
cual no le falta nada». «Homo», «el hombre», tiene el sentido de «quien está hecho de
tierra», y significa «humildad»(378). La tierra es el elemento más bajo y yace en el medio y
está rodeada completamente por el cielo y recibe del todo el influjo del cielo. Todo
cuanto obra y vierte el cielo, es recibido en medio del fondo de la tierra. En otro aspecto
«homo» significa lo mismo que «humedad» y tiene el sentido de «quien está regado con
mercedes», afirmando que el hombre humilde recibe en seguida el influjo de la gracia.
Por este influjo de la gracia asciende en el acto la luz del entendimiento; ahí [arriba]
irradia Dios su resplandor en una luz que no sufre ser encubierta. Quien se hallara poderosamente
rodeado por esa luz, sería, comparado con otra persona, tanto más noble
como [lo es] un hombre vivo a otro pintado en la pared. Esa luz es tan poderosa que no
sólo está privada en sí de tiempo y espacio, sino que, además, le quita a aquello sobre lo
cual se derrama, el tiempo y el espacio y todas las imágenes corpóreas [= representaciones]
y todo cuanto [le] es ajeno. Ya he dicho varias veces: Si no hubiera ni tiempo ni es-
377 Cfr. Quint (t. II p. 345 n. 3) En alemán se dice «Mensch» tanto para hombres como para mujeres,
pero en latín «homo», en francés «homme» y en italiano «uomo» se aplica sólo al varón.
378 Para la definición de «homo» cfr. Aristóteles, De an. III según referencia de Eckhart en In Ioh. n.
318 (Obras latinas t. III p. 265, 4 ss.).
336

pacio ni otras cosas, todo sería una sola esencia. Quien de tal manera fuera uno y se postrara
en el fondo de la humildad, sería inundado allí mismo con mercedes.
En tercer lugar: esa luz quita el tiempo y el espacio. «Había un hombre». ¿Quién le
dio esa luz?… La pureza. La palabra «erat» pertenece a Dios por antonomasia. En lengua
latina no existe ninguna palabra que pertenezca tanto a Dios como «erat». Por eso
acude Juan en su Evangelio, diciendo muchas veces: «erat», «era», y con ello se refiere
a un ser puro. Todas las cosas añaden, pero aquello [= erat] no añade sino en el pensamiento,
mas no en un pensamiento que agregue, sino en un pensamiento que quita [=
abstrae]. [La] bondad y [la] verdad agregan por lo menos en el pensamiento, pero, el ser
desnudo al cual no se ha añadido nada, éste significa «erat». Por otra parte, «erat» significa
un nacimiento, un devenir perfecto. He venido ahora, hoy estaba viniendo(379), y si el
tiempo fuera quitado al hecho de que estaba viniendo y que he venido, entonces «viniendo
» y «he venido» serían aunados y serían uno. Donde «viniendo» y «he venido» se
aúnan en una sola cosa, ahí nacimos y somos creados y formados otra vez en la imagen
primigenia. También he dicho ya varias veces: Mientras alguna parte de una cosa se halla
en su ser, no es creada otra vez; es cierto que se la pinta o renueva como un sello que
ha envejecido; a éste lo colocan otra vez renovándolo. Dice un maestro pagano(380): Lo
que es, ningún tiempo lo hace envejecer; ahí hay bienaventurada vida en un siempre jamás
donde no existe ninguna curvatura, donde nada está encubierto, donde hay un ser
puro. Salomón dice: «No hay nada nuevo bajo el sol» (Eclesiástico 1, 10). Esto se entiende
raras veces de acuerdo con su significado. Todo cuanto se halla bajo el sol, envejece
y disminuye; pero allí no hay sino un ser nuevo. [El] tiempo produce dos cosas: [la]
vejez y [la] disminución. Aquello sobre lo cual brilla el sol, se halla en el tiempo. Todas
las criaturas son ahora y son de Dios; mas, allí donde están en Dios, son tan desiguales a
lo que son aquí, como el sol [lo es] a la luna, y mucho más [todavía]. Por eso, dice [Lucas]:
«erat in eo». «El Espíritu Santo estaba en él», donde se hallan el ser [puro] y un
devenir [perfecto].
«Un hombre estaba». ¿Dónde estaba? «En Jerusalén». «Jerusalén» quiere decir «una
visión de la paz(381)»; en fin, significa que el hombre sea pacífico y se halle bien orientado.
Y acaso signifique más. Pablo dice: «Os deseo la paz que supera todo concepto. Que
ella guarde vuestros corazones y vuestro entendimiento» (Cfr. Filip. 4, 7).
Roguemos a Nuestro Señor que seamos de tal modo «un hombre» y que seamos trasladados
a esa paz que es Él mismo. Que Dios nos ayude a lograrlo. Amén.
379 En el primer caso se trata de un estado definitivo, en el segundo, de un movimiento todavía imperfecto.
380 En la edición de las Obras latinas se remite a Aristóteles, Phys. IV, t. 117.
381 Véase Isidorus Hispalensis, Etymologiae XV c. 1 n. 5.
33n XLIII

No hay comentarios:

Publicar un comentario