‘La experiencia de los emigrantes recuerda al mundo la urgencia de eliminar
las desigualdades’
El cardenal Antonio Maria Vegliò celebra la misa en la
Basílica de San Pedro en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado
ENERO 17, 2016BY ROCÍO LANCHO GARCÍAPAPA Y SANTA
SEDE
ZENIT
Hoy la Iglesia celebra la Jornada
Mundial del Emigrante y del Refugiado y en Roma, se celebra además su Jubileo.
Por ello, esta mañana, miles de emigrantes y refugiados han participado en el
ángelus con el papa Francisco en la plaza de San Pedro y después han atravesado
la Puerta Santa. Finalmente, han podido celebrar la misa en la Basílica,
presidida por el cardenal Antonio Maria Vegliò, presidente del Pontificio
Consejo de la Pastoral para el Emigrante y los Itinerantes. En la
celebración eucarística estaba la cruz de Lampedusa, realizada con madera de
los barcos naufragados, “símbolo expresivo del dramatismo del fenómeno
migratorio”, tal y como la ha definido el purpurado.
Durante la homilía, haciendo referencia
a la primera lectura, el cardenal ha indicado que en un cierto sentido, se
puede ver en Isaías el grito de la humanidad que sufre y que busca la justicia
y la solidaridad, el del migrante y el refugiado, en quien la esperanza ha
desaparecido y la alegría se experimenta con dificultad.
Asimismo, ha asegurado que esta Jornada es una ocasión oportuna para recordar
que la Iglesia siempre ha contemplado, en el emigrante, la imagen de Cristo.
Aún más, en el Año de la Misericordia, estamos llamados a redescubrir las obras
de misericordia y, entre las corporales, está la llamada a acoger a los
forasteros.
Por otro lado ha advertido que la globalización favorece el intercambio de
capitales financieros, de bienes, de servicios y de tecnología, pero al mismo
tiempo, “lleva consigo el fenómeno de la migración”. Es más, muchas personas
“se ven obligadas a huir de sus países”. De este modo ha asegurado que este
éxodo de pueblos no es el mal, sino el síntoma de un mal: el de un mundo
injusto, caracterizado en muchas regiones por conflictos, guerra y pobreza
extrema.
La experiencia de los emigrantes y su presencia –ha precisado– recuerdan al
mundo la urgencia de eliminar las desigualdades que rompen la fraternidad y la
opresión que obliga a dejar la propia tierra.
De este modo, el cardenal ha indicado a los presentes que sus rostros esconden
historia de incomprensión, de miedo y de inseguridad nacidas de la experiencia
de tener que decidir dejar el propio país en busca de una vida mejor para
ellos y sus seres queridos. Por otro lado, ha asegurado que la integración “no
implica ni una separación artificial ni una asimilación, sino que más bien da
la oportunidad de identificar el patrimonio cultural del migrante y reconocer
sus dones y talentos” para el bien común de la Iglesia.
Finalmente, el cardenal ha dedicado unas palabras de agradecimiento a las
personas que están al servicio de los emigrantes.

Asimismo, ha asegurado que esta Jornada es una ocasión oportuna para recordar que la Iglesia siempre ha contemplado, en el emigrante, la imagen de Cristo. Aún más, en el Año de la Misericordia, estamos llamados a redescubrir las obras de misericordia y, entre las corporales, está la llamada a acoger a los forasteros.
Por otro lado ha advertido que la globalización favorece el intercambio de capitales financieros, de bienes, de servicios y de tecnología, pero al mismo tiempo, “lleva consigo el fenómeno de la migración”. Es más, muchas personas “se ven obligadas a huir de sus países”. De este modo ha asegurado que este éxodo de pueblos no es el mal, sino el síntoma de un mal: el de un mundo injusto, caracterizado en muchas regiones por conflictos, guerra y pobreza extrema.
La experiencia de los emigrantes y su presencia –ha precisado– recuerdan al mundo la urgencia de eliminar las desigualdades que rompen la fraternidad y la opresión que obliga a dejar la propia tierra.
De este modo, el cardenal ha indicado a los presentes que sus rostros esconden historia de incomprensión, de miedo y de inseguridad nacidas de la experiencia de tener que decidir dejar el propio país en busca de una vida mejor para ellos y sus seres queridos. Por otro lado, ha asegurado que la integración “no implica ni una separación artificial ni una asimilación, sino que más bien da la oportunidad de identificar el patrimonio cultural del migrante y reconocer sus dones y talentos” para el bien común de la Iglesia.
Finalmente, el cardenal ha dedicado unas palabras de agradecimiento a las personas que están al servicio de los emigrantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario