San Elredo de Rievaulx | |
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San Elredo de Rievaulx, abad
En el monasterio de Rievaulx, también en Northumbria, san Elredo, abad, el cual, educado en la corte del rey de Escocia, ingresó en la Orden Cisterciense. Fue maestro eximio de la vida monástica y promovió constante y suavemente, con su ejemplo y sus escritos, la vida espiritual y la amistad en Cristo.
Elredo nació en el 1110 de padres ingleses, y se educó en la corte del rey David I de Escocia, de quien fue compañero y amigo. El rey intentó hacerlo obispo, pero el joven tenía otra inclinación, y una visita casual al monasterio de Rievaulx, fundado hacía poco tiempo, le mostró los ideales cistercienses. Ingresó al monasterio, fue maestro de novicios durante el mandato del Abad Guillermo de Rievaulx, fundador de la abadía, y en 1143, a los 33 años, fue enviado como abad a un monasterio de reciente fundación, el de Revesby, en el Lincolnshire, pero unos años más tarde, en 1147 fue elegido como tercer abad de Rievaulx, sucesor de Mauricio de Durhan; y allí se mantuvo hasta su muerte, ocurrida en 1167.
San Elredo, llamado con justicia «el san Bernardo del norte», es uno de los caracteres más atractivos de la historia monástica. No pudo alcanzar la talla de san Bernardo como estadista y reformador, pero estuvo a su altura en cuanto a su amor compasivo y su comprensión por el hombre de cualquier tipo de vida. Atrajo innumerables vocaciones a Rievaulx por medio de sus escritos, marcados por una gran piedad y profundidad, y aun en mayor grado por sus contactos personales. Probablemente fue una exageración de su biógrafo que la abadía llegara a contar seiscientos cincuenta monjes y hermanos legos bajo su administración, pero el cuadro de la iglesia abacial «con los monjes formando una masa compacta, estrechados unos con otros como enjambre de abejas», debe haber dejado un recuerdo imborrable en sus visitantes. Como señaló su discípulo y biógrafo Walter Daniel, «monjes necesitados de compasión y misericordia acudían en multitud a Rievaulx desde pueblos extraños, y desde los últimos confines de la tierra, para encontrar allí la paz y la santidad verdaderas, sin las cuales ningún hombre verá a Dios. Así, los que vagaban por el mundo sin que se les diera entrada en ninguna casa religiosa, llegaban a Rievaulx, la madre de misericordia, encontraban las puertas abiertas, y entraban libremente, dando gracias a su Señor». Cuando la muerte de Elredo, ya había pasado el cenit de la expansión cisterciense en Inglaterra, pero Rievaulx había hecho cinco fundaciones, Fountains ocho, y cada una de las mismas había hecho a su vez, de tal forma que en ese momento Inglaterra y Gales juntas poseían setenta y seis abadías, trece de las cuales habían sido originariamente miembros de la Congregación de Savigny. (J. Lekai, «Los Cistercienses, Ideales y realidad»)
La obra escrita más importante de san Elredo es el bello tratado «De la amistad espiritual», transmitido en múltiples copias a través del medioevo, y leído con gran provecho espiritual por generaciones, no sólo de religiosos. Ese libro y cierta idea de la "homofilia" como reemplazo de la relación erótica entre personas del mismo sexo, así como cierto modo de presentar la etapa de juventud de Elredo en la corte y su amistad con David I, han hecho que de unos años a esta parte, comenzando por grupos anglicanos en Inglaterra pero continuando en grupos católicos de EEUU, México y más recientemente Europa, la figura de Elredo ejerza un cierto "patronazgo" en los grupos de cristianos homosexuales, llamados frecuentemente con su nombre.
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Santa Cesárea de Arlés | |
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Santa Cesárea, abadesa
En Arlés, ciudad de la Provenza, en la Galia, santa Cesárea, abadesa, hermana del obispo san Cesáreo, quien, para ella y para sus hermanas, escribió una Regla destinada a santas vírgenes.
San Cesáreo, obispo de Arles, fundó hacia el año 512 un gran convento de vírgenes y viudas, y nombró abadesa a su hermana Cesárea. La comunidad contó pronto con doscientos miembros, que se consagraban a toda clase de buenas obras, especialmente a la protección e instrucción de la juventud, al socorro de los pobres y al cuidado de los enfermos. Las religiosas confeccionaban sus propios vestidos y pasaban buena parte de su tiempo en la costura y el tejido, ya que les estaba permitido bordar, lavar y remendar la ropa de personas ajenas al convento. Los ornamentos de la iglesia eran simplemente de lana o de lino, sin bordados.
Algunas de las religiosas se ocupaban en la trascripción de libros. Todas estudiaban dos horas diarias, y una de ellas leía a las otras, durante el tiempo de trabajo. La carne estaba prohibida, excepto para las enfermas, y la regla imponía el baño, pero haciendo notar que esto se debía a motivos de higiene y no de placer. Sólo la abadesa y su ayudante estaban exceptuadas de los trabajos domésticos. La clausura era permanente y completa. San Gregorio de Tours califica a la abadesa de «santa y bienaventurada», y Venancio Fortunato habla más de una vez de ella, en sus versos, en términos encomiásticos. Santa Cesárea debió morir hacia el año 529, probablemente el 12 de enero.
Acta Sanctorum, 12 de enero, donde pueden leerse las reglas que san Cesáreo dio a sus religiosas; G. Morin, en Florilegium Patristicum (1933), publicó una edición crítica. Cf. su artículo en Revue Bénédictine, vol. XLIV (1932), pp. 5-20. Cesáreo legó casi todas sus propiedades a ese convento.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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