domingo, 10 de enero de 2016

Santa Francisca de Sales Aviat - Beato Gregorio X, papa 10012016

Santa Francisca de Sales

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Santa Francisca de Sales Aviat, 
virgen y fundadora
En Perugia, en Italia, santa Francisca de Sales (Leonia) Aviat, virgen, que se dedicó, con maternal amor y solicitud, a la educación de las jóvenes e instituyó las Oblatas de San Francisco de Sales.
Fundadora de la Congregación de Oblatas de San Francisco de  Sales.
Nació en Sézanne (Francia), departamento del Marne, el 16 de  septiembre de 1844. Fue bautizada al día siguiente de su  nacimiento con el nombre de Leonia. Frecuentó las primeras clases  elementales en su pueblo natal; después, sus padres la llevaron  al monasterio de la Visitación de Troyes pues, aunque practicaban  poco, eran honrados comerciantes que deseaban para su hija una  buena educación cristiana.

Su vida estuvo marcada por tres etapas fundamentales:   el período de formación en el monasterio de la  Visitación de Troyes, capital de Champagne; el encuentro con el  p. Louis Brisson, futuro fundador de los Oblatos de San  Francisco de Sales; y la aplicación de las leyes subversivas  contra los institutos religiosos en Francia a finales de siglo.

Leonia  permaneció en el monasterio de la Visitación hasta la edad  de 16 años. Ya entonces manifestó a la superiora su  deseo de hacerse religiosa, pero ella le respondió:  "Aquello  para lo que Dios te tiene destinada no está aún  preparado; déjale actuar y haz siempre la voluntad divina".
Cuando salió  del monasterio, su padre había dispuesto para ella un matrimonio  con un rico y distinguido señor del lugar, pero Leonia  pensaba ya en la vocación religiosa y no quiso acceder  a los deseos de su padre. A la edad de  21 años, en 1865, visitó un establecimiento industrial de Sézanne  y surgió en ella el deseo de atender a las  obreras. Entretanto, el p. Louis Brisson, que había sido capellán  de la Visitación cuando ella estaba interna allí, dado su  incansable celo por la protección y la formación religiosa de  las jóvenes obreras que venían de los campos y estaban  expuestas a los peligros más graves, había fundado en el  año 1858 las "Obras para las trabajadoras jóvenes", poniéndolas bajo  la protección de san Francisco de Sales:  proporcionaban a  las jóvenes locales seguros, comida y la asistencia de almas  buenas y generosas, pero les hacía falta también la formación  humana y la educación religiosa.

En 1866 Leonia pidió regresar a  la Visitación para pedir luz al Señor, antes de tomar  una decisión definitiva sobre su vocación. Entonces conoció la obra  de asistencia a las jóvenes que había comenzado el p.  Brisson, el cual estaba pensando en fundar una congregación de  religiosas. Compartió inmediatamente el proyecto del padre. El 30 de  octubre de 1868 Leonia vistió el hábito religioso, junto con  otra antigua compañera del internado, y tomó el nombre de  Francisca de Sales.

El 11 de octubre de 1871 emitió los  votos religiosos, junto con su primera compañera, iniciando así la  congregación de Oblatas de San Francisco de Sales. Otras jóvenes  se unieron a ellas, pero la ocupación alemana de 1870  retardó su profesión religiosa. Se multiplicaron los patronatos y casas-familia;  las jóvenes recibían, junto con la formación religiosa, la educación  práctica que las preparaba para su vida futura de madres  de familia. La madre Francisca de Sales, que fue la  primera superiora general, se hizo obrera entre las obreras; les  ayudó a disfrutar del trabajo bien realizado, aunque la ganancia  fuera mínima; las jóvenes trabajadoras comprendían la dignidad del trabajo,  como algo que viene de Dios e instrumento de caridad,  porque permite ayudar a las compañeras que están necesitadas. De  ahí nació una competición de solidaridad humana.

Después de haber consolidado  las obras en Troyes, fue a París y organizó allí  un internado para jóvenes de posición social acomodada. Obtuvo con  la alta sociedad parisina el mismo éxito que había tenido  con las obreras. Ocho años más tarde regresó a Troyes,  donde estuvo otros 15 años, cuatro de ellos como una  religiosa más, y en los que tuvo que soportar la  hostilidad de algunos miembros de su comunidad. En 1893 fue  elegida nuevamente superiora general, cargo que ejerció hasta su muerte.  Envió religiosas a las misiones de Sudáfrica y de Ecuador.  El instituto se extendió también por Suiza, Austria, Inglaterra e  Italia. En 1903 entraron en vigor en Francia las leyes  subversivas, que decretaron la expropiación de los bienes de las  congregaciones religiosas:  se cerraron 23 casas bien organizadas y  6 de apoyo a los padres oblatos. La madre Francisca  de Sales y su consejo se refugiaron en Italia y  desde allí perfeccionaron la organización de la congregación y sostuvieron  a las religiosas con cartas y visitas.

Su última gran prueba  fue la muerte del p. Brisson, acaecida en su pueblo  natal de Plancy el 2 de febrero de 1908. En  sus últimos seis años de vida veló celosamente por la  redacción definitiva de las Constituciones, que fueron aprobadas por el  Papa Pío X en 1911. Falleció a la edad de  69 años, en Perusa (Italia), el 10 de enero de  1914.

El Papa Juan Pablo II la beatificó el 27 de  Septiembre de 1992 y él mismo la canonizó el 25  de Noviembre de 2001.





Oremos



Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a Santa Francisca de Sales, para que manifestaras a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Calendario de fiestas marianasNuestra Señora de los Guías, Constantinopla (1570).




Beato Gregorio X

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Beato Gregorio X, papa
En la ciudad de Arezzo, en la Toscana, beato Gregorio X, papa, que, siendo arcediano de Lieja, fue elevado a la sede de Pedro, desde donde favoreció enérgicamente la comunión con los griegos; para aplacar las divergencias entre los cristianos y recuperar Tierra Santa, convocó el Concilio II de Lyon.
Los cardenales tardaron tres años en escoger papa. Algunos de ellos querían apoyarse en Alemania para contrarrestar la influencia creciente de Carlos de Anjou y, naturalmente, chocaron con los partidarios de los franceses. A los opuestos intereses nacionales se añadieron querellas familiares, ambiciones personales y la avaricia de no pocos. Las gentes de Viterbo comenzaron divirtiéndose con aquellas disputas interminables, pero al cabo de dos años empezaron a impacientarse. Y para obligarles a una pronta decisión cerraron herméticamente -tapiando las puertas- el palacio donde se hallaban los cardenales, quitándoles, además, la techumbre. Mas, a pesar de que les redujeron a un régimen de pan y agua, los cardenales no cambiaron su ritmo sino que consiguieron, incluso, que les levantaran el bloqueo. Por fin, al cabo de 34 meses de debates, el más largo cónclave de la historia se concluyó con la elección de Teobaldo Visconti el 1 de septiembre de 1271. Pero todavía hubo que esperar seis meses más para que el elegido -que en aquellos momentos peregrinaba a Tierra Santa en cumplimiento de una promesa- regresara a Roma para ser ordenado sacerdote, consagrado obispo y coronado papa. Hacía cerca de quince años que los romanos no veían a un pontífice en la Ciudad Eterna.

Nacido en Piacenza en 1210, Teobaldo Visconti había sido durante bastante tiempo arcediano de Lieja. Al convertirse en Gregorio X se perfiló como una de las figuras más capaces de la historia del papado, aunque sus realizaciones fueran más bien efímeras. Le hacía vibrar la fe ardiente de los primeros cruzados, lo que le movió a convocar, para 1274, un nuevo concilio en Lyon -que sería el decimocuarto de los ecuménicos- y que tendría como objetivo poner en marcha una nueva expedición a Palestina, restablecer la unidad con los cristianos de Oriente y llevar a cabo reformas en la Iglesia.

El concilio logró oficialmente la tan deseada unidad gracias a los esfuerzos del papa y a la habilidad política del emperador Miguel VIII Paleólogo, que esperaba desmontar así los proyectos de Carlos de Anjou de recrear un imperio latino de Oriente. Sin embargo, los reiterados saqueos de Constantinopla por parte de los cruzados hicieron rebrotar las viejas tensiones, hasta el punto de que ni el pueblo ni el clero griegos se hicieron el más mínimo eco de los acuerdos de Lyon, que, así, quedaron como letra muerta.

Indudablemente, una de las preocupaciones del concilio, y no de las menores, fue impedir que volviera a repetirse el caso de cónclaves interminables. Por la constitución «Ubi periculum» se estableció que, al morir un papa, los cardenales de Roma no esperarían más de diez días a sus colegas ausentes. Los electores serían luego encerrados con doble llave, acompañados por un solo servidor, y privados de todo contacto con el exterior. Se les pasarían las comidas por una ventana. A los tres días, se limitaría el régimen alimenticio a un solo plato a mediodía y por la noche. A partir de los ocho días, quedaría limitado a pan, vino y agua. Pero sobre todo, mientras permaneciera vacante la sede pontificia, quedarían confiscadas las eventuales rentas de los cardenales... ¡Era muy duro! Nada tiene, por tanto, de particular que los sucesores de Gregorio dejaran sin efecto tales medidas, que fueron puestas en vigor de nuevo en 1294 por Celestino V. En lo esencial siguen vigentes en la actualidad.

Resultaron laboriosos los acuerdos tomados, tanto, que faltó tiempo para plantear y acometer otras reformas. Acabado el concilio, se aprestó el papa a preparar la cruzada. Los principales barones de Occidente prometieron su concurso, pero Alemania seguía sin emperador, incluso sin rey, después de la ejecución del joven Conradino. Que se diera fin a aquella situación era condición indispensable para que la cruzada se pusiera en movimiento. Ya desde 1273 el pontífice había hecho una llamada a los Grandes Electores. El arzobispo de Maguncia convocó a éstos en Francfort, donde, el 10 de octubre de aquel año, quedó elegido Rodolfo de Habsburgo. El papa, que advertía cada vez con mayor claridad la necesidad de oponer a la influencia agobiante de Carlos de Anjou un contrapeso decisivo, confirmó -el 26 de septiembre de 1274- la elección de Rodolfo y propuso, además, la fecha del 23 de mayo siguiente para su coronación. La ceremonia se tuvo que retrasar primero hasta el 1 de noviembre, fijándose finalmente para el 2 de febrero de 1276. Era demasiado tarde. El 10 de enero fallecía Gregorio en Arezzo. Todo el mundo, salvo Carlos de Anjou, lamentó su muerte. Había sido, por encima de todo, un sacerdote sincero, piadoso, deseoso de paz y de perdón. En 1713, Clemente XI puso de relieve el ejemplo de sus virtudes y lo elevó a los altares.

De «Los Papas, de San Pedro a Juan Pablo II», de Jean Mathieu-Rosay, Rialp, Madrid, 1990, pp 274-276.
fuente: Mathieu-Rosay: Los Papas

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