San Marcos, evangelista
fecha: 25 de abril
†: s. I
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
†: s. I
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: Fiesta de san Marcos, evangelista, que primero acompañó en Jerusalén
a san Pablo en su apostolado, y después siguió los pasos de san Pedro, quien lo
llamó su hijo. Es tradición que en Roma recogió en su Evangelio la catequesis
de Pedro a los romanos y que fue él quien instituyó la Iglesia de Alejandría, en
el actual Egipto.
Patronazgos: patrono de Venecia, de los trabajadores de la construcción,
albañiles, vidrieros, cesteros, de los notarios y escribas; protector contra
las tormentas, rayos, granizo, picor, dolor y muerte súbita, para pedir por el
buen tiempo y la buena cosecha.
Tradiciones, refranes, devociones: Por San Marcos, agua en los charcos.
San Marcos llena los charcos, Santa Rosa los rebosa y Santa Lucía los vacía.
Si quieres sandias para Santiago siémbralas para San Marcos. (25 julio y 25 abril)
Por San Marcos el garbanzal, ni nacido ni por sembrar.
Pascua alta Pascua baxa, el ivierno hasta Pascua, pero que nadie vienda la yerba hasta que San Marcos pasa (asturiano)
San Marcos llena los charcos, Santa Rosa los rebosa y Santa Lucía los vacía.
Si quieres sandias para Santiago siémbralas para San Marcos. (25 julio y 25 abril)
Por San Marcos el garbanzal, ni nacido ni por sembrar.
Pascua alta Pascua baxa, el ivierno hasta Pascua, pero que nadie vienda la yerba hasta que San Marcos pasa (asturiano)
refieren a este santo: San Simeón
Oración: Señor, Dios nuestro, que enalteciste
a tu evangelista san Marcos con el ministerio de la predicación evangélica,
concédenos aprovechar de tal modo sus enseñanzas que sigamos siempre fielmente
las huellas de Cristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
La autoría de los textos antiguos, y en
especial de los textos bíblicos, se rige por una comprensión de las cosas tan
distinta a la nuestra moderna, que es realmente difícil meterse en ese mundo
mental. Simplificando un poco, podría decirse que son obras donde la comunidad
está más presente en el proceso que lo que nosotros entendemos que debe serlo
en la práctica literaria actual. En particular, a los Evangelios casi no
deberíamos ponerles un nombre de autor individual, porque son libros
esencialmente «de» la Iglesia, en todos los sentidos que podamos darle a ese
«de»: la Iglesia, con sus recuerdos colectivos e individuales de Jesús, con su
vivencia de la fe, con sus celebraciones y oración, está en el inicio del
proceso de escritura; está en medio en la circulación que los textos parciales
van teniendo por las distintas comunidades, lo que hace que luego esos
fragmentos se combinen de distintas maneras; y está al final del proceso
recibiendo la obra y aceptándola (libros canónicos) o rechazándola (apócrifos)
como expresión adecuada de su fe.
Sin embargo, ya desde comienzos del siglo
II se recogían tradiciones provenientes del siglo I que llamaban a tal escrito
«de Marcos», o «de Lucas», o «de Pablo», etc. Si aceptamos esa mayor
flexibilidad de la noción de «autor» que permite, por ejemplo, que una obra
haya recibido sucesivas redacciones dentro de la misma Iglesia, es útil remitir
a esos nombres, que expresan más bien modos de entender la tradición concreta
-con sus características personales y sus límites y grandezas humanas- que está
tras cada texto de la Iglesia. Así, conocemos el nombre de Marcos como autor
del evangelio por Papías de Hierápolis, quien dice haber recibido esa tradición
directamente de labios de Juan el Presbítero, un personaje apostólico, autor de
dos cartas del NT y que a veces, por homonimia, se lo identifica con Juan
apóstol. De este testimonio de Papías, escueto pero interesante como veremos,
surgen todos los demás, posteriores. Dice Papías, citado por Eusebio de Cesarea
en su Historia Eclesiástica:
«y el Prebítero decía lo siguiente: Marcos, que fue intérprete de Pedro, escribió con exactitud todo lo que recordaba, pero no en orden de lo que el Señor dijo e hizo. Porque él no oyó ni siguió personalmente al Señor, sino, como dije, después a Pedro. Éste llevaba a cabo sus enseñanzas de acuerdo con las necesidades, pero no como quien va ordenando las palabras del Señor, más de modo que Marcos no se equivocó en absoluto cuando escribía ciertas cosas como las tenía en su memoria. Porque todo su empeño lo puso en no olvidar nada de lo que escuchó y en no escribir nada falso» (Papías, citado por Eusebio, Hist. Ecl. III,39).
«y el Prebítero decía lo siguiente: Marcos, que fue intérprete de Pedro, escribió con exactitud todo lo que recordaba, pero no en orden de lo que el Señor dijo e hizo. Porque él no oyó ni siguió personalmente al Señor, sino, como dije, después a Pedro. Éste llevaba a cabo sus enseñanzas de acuerdo con las necesidades, pero no como quien va ordenando las palabras del Señor, más de modo que Marcos no se equivocó en absoluto cuando escribía ciertas cosas como las tenía en su memoria. Porque todo su empeño lo puso en no olvidar nada de lo que escuchó y en no escribir nada falso» (Papías, citado por Eusebio, Hist. Ecl. III,39).
También Eusebio nos trae otro testimonio
de la autoría de Marcos; en realidad no se trata de un testimonio
independiente, sino de una reelaboración de la cita de Papías hecha por el
propio Eusebio, pero que muestra muy bien esta implicación de la comunidad
creyente en la autoría, tal como señalé más arriba:
«la luz de la religión de Pedro resplandeció de tal modo en la mente de sus oyentes, que no se contentaban con escucharle una sola vez, ni con la enseñanza oral de la predicación divina, sino que suplicaban de todas maneras posibles a Marcos (quien se cree que escribió el Evangelio y era compañero de Pedro), e insistían para que por escrito les dejara un recuerdo de la enseñanza que habían recibido de palabra, y no le dejaron tranquilo hasta que hubo terminado; por ello vinieron a ser los responsables del texto llamado 'Evangelio según Marcos'.» (Hist. Ecl. II,15)
«la luz de la religión de Pedro resplandeció de tal modo en la mente de sus oyentes, que no se contentaban con escucharle una sola vez, ni con la enseñanza oral de la predicación divina, sino que suplicaban de todas maneras posibles a Marcos (quien se cree que escribió el Evangelio y era compañero de Pedro), e insistían para que por escrito les dejara un recuerdo de la enseñanza que habían recibido de palabra, y no le dejaron tranquilo hasta que hubo terminado; por ello vinieron a ser los responsables del texto llamado 'Evangelio según Marcos'.» (Hist. Ecl. II,15)
Eusebio está hablando en ese contexto de
la comunidad de Roma, y efectivamente todos los indicios apuntan a que el
Evangelio de Marcos está vinculado a la comunidad juedocristiana de Roma, con
una muy escasa vinculación con las tradiciones más palestinenses, que nosotros
identificamos con exclusivaidad con el judaísmo: Marcos trata de escribir de
manera «universal», resaltando que el mensaje de Jesús no es sólo para judíos:
acude a poco trasfondo rabínico (aunque tampoco es cierto que no haya ninguno,
como se ha llegado a afirmar), traduce las expresiones arameas para que sean
comprensibles por su público, e incluso todo su evangelio gira en torno a dos
confesiones de fe: la de un judío, Pedro, en 8,29 («tú eres el Cristo»), y la
de un pagano, el centurión, en 15,39 («Verdaderamente este hombre era Hijo de
Dios»).
Fue el de Marcos por muchos siglos un
evangelio «ninguneado»; incluso ocupa un segundo lugar en orden, cuando debería
ser el primero, ya que es con toda seguridad anterior a Mateo; hasta la reforma
litúrgica del Conclio Vaticano II, casi no se leía en la liturgia. La razón es
que las ideas armonizadoras del siglo II, que querían mostrar entre otras cosas
que no había sino un Evangelio tras los cuatro evangelios, trataron a Marcos
como un mero resumen de Mateo, como si se hubiera limitado a extraer partes de
Mateo y ponerlas, como dice Papías, sin ningún orden... Lo cierto es que el
Evangelio de Marcos es una obra original y preciosa. Es verdad que
prácticamente no tiene material exclusivo de él, sino que todo lo que está en
Marcos está también o en Mateo, o en Lucas, o en los dos, pero tiene una
comprensión propia de Jesús, y tiene un modo propio de organizar el material,
de gran profundidad catequética. De un catequista no diríamos que es bueno
porque dice de Jesús cosas que los demás no dicen, sino porque las dice de modo
que a través de sus palabras su público llega verdaderamente a la realidad de
Jesús; y eso es Marcos: un gran catequista, lleno de relatos muy vivaces, con
imágenes inmediatas, que hablan al corazón.
Todo parece indicar que su evangelio fue
escrito hacia el año 65; posiblemente ha sufrido algunas reelaboraciones (cosa
que, por lo demás, es común a todos los escritos bíblicos), en particular en el
final, que muestra las huellas de un proceso editorial complejo. El profesor
O'Callaghan descubrió, hace varias décadas, un fragmento de papiro en el Mar
Muerto (el 7Q5) de 3 X 2 cm aprox., que parece corresponder a Marcos 6,52-53.
Es muy difícil entender qué hace un fragmento del Nuevo Testamento, en una
fecha tan temprana, en una comunidad judía como la de los esenios del Mar
Muerto, pero si la identificación, y sobre todo la datación hacia el año 55,
son correctas, confirmaría lo que en general sabemos de los escritos bíblicos:
que son el resultado no de un acto puntual de escritura, sino de un largo
proceso de elaboración, donde lo original no está en la creación desde cero,
sino en haber sabido «concentrar» narrativamente tradiciones muchas veces
provenientes de lugares dispares.
Nada más se sabe sobre Marcos. Desde la
antigüedad se lo identifica con el Marcos que menciona 1 Pedro 5:13 «Os saluda
la [iglesia] que está en Babilonia [es decir: Roma], elegida como vosotros, así
como mi hijo Marcos»; también con el Juan Marcos, primo de Bernabé y compañero
de Pablo que se menciona en Colosenses 4, Hechos 12, Hechos 15, etc.
Identificaciones todas posiblemente ciertas, aunque no nos agregan un mayor
conocimiento sobre el personaje que lo que podemos imaginar a la vista de su
principal aportación a la vida de la Iglesia: la redacción del evangelio que
lleva su nombre. En Marcos 14,50-52, en el contexto del prendimeinto de Jesús,
se dice que « ...abandonándole huyeron todos. Un joven le seguía cubierto sólo
de un lienzo; y le detienen. Pero él, dejando el lienzo, escapó desnudo.» Es el
único versículo del Evangelio que es propio de Marcos y no se encuentra en los
otros dos sinópticos; en época moderna se ha querido identificar al joven que
huye con el propio Marcos, pero hay que decir que esa fantasía carece de toda
base y de cualquier relación con una necesidad literaria interna al texto.
Una tradición que se remonta a Ireneo de
Lyon hace de Marcos el evangelizador de Alejandría de Egipto. Eusebio se hace
eco de ella (Hist. Ecl. II,16), y la tradición posterior lo ha afirmado con tal
certeza, que incluso en el día de hoy, 25 de abril, en el Martirologio
celebramos también a san Aniano de Alejandría, de quien el propio Eusebio
señala que fue el primer sucesor de Marcos en esa sede egipcia. Pero no hay más
base para afirmar esa presencia de Marcos en Alejandría que esas imprecisas
tradiciones, difíciles de compaginar con su papel al lado de Pedro en Roma.
Las reliquias del santo están
indisolublemente ligadas a la vida de Venecia, ciudad de la que es patrono, y
en cuya catedral descansan los restos, traídos a Occidente por mercaderes
venecianos en el 828, desde Alejandria, donde supuestamente reposaban. En el
832 se comenzó la constucción de la imponente catedral de Venecia, varias veces
reformada, pero donde el símbolo del león alado, propio de san Marcos
-siguiendo la tradición apocalíptica de identificar a cada evangelista con un «viviente»,
Ap 4,7- resultó con el tiempo símbolo de la propia y espléndida ciudad.
Bibliografía: admás de la Historia
Eclesiástica del propio Eusebio, nuestro testimonio más directo en este tema y
que siempre es un placer visitar, puede leerse sobre Marcos en cualquier
introducción actual al Evangelio, como puede ser el «Comentario Bíblico San
Jeronimo», tomo III, o el Cuaderno bíblico Verbo Divino nº 15, o incluso el
prólogo al evangelio de cualquier edición actual de la Biblia (Jerusalén,
Peregrino, etc.), por mencionar sólo obras fáciles de hallar; en todas ellas se
encontrará, mejor o peor dicho, aproximadamente los señalado aquí. Quien desee
introducirse en la cuestión de la estructura y teología de este evangelio,
puede ayudarse con mi escrito«El prólogo del
Evangelio según San Marcos», en las Publicaciones de ETF. Un
relato más completo -y como siempre muy documentado- sobre el traslado de las
reliquias puede leerse en el artículo de Antonio Borrelli en
Santi e Beati.
Imágenes: panel derecho de «Los cuatro santos varones» de Albrecht Dürer, óleo sobre madera de 1526 (2,15 X 0,76 m), que muestra a san Pablo en primer plano, y a san Marcos mirándole. La siguiente imagen es una Iluminación sobre pergamino, de un evangelario de 1150-1200, realizado por un miniaturista flamenco anónimo, que se encuentra en la actualidad en la Koninklijke Bibliotheek de La Haya; Marcos es habitualmente reconocible por el león.
Imágenes: panel derecho de «Los cuatro santos varones» de Albrecht Dürer, óleo sobre madera de 1526 (2,15 X 0,76 m), que muestra a san Pablo en primer plano, y a san Marcos mirándole. La siguiente imagen es una Iluminación sobre pergamino, de un evangelario de 1150-1200, realizado por un miniaturista flamenco anónimo, que se encuentra en la actualidad en la Koninklijke Bibliotheek de La Haya; Marcos es habitualmente reconocible por el león.
Abel Della Costa
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_1362
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