miércoles, 24 de mayo de 2017

Los guardianes de las puertas del Paraíso (Marina Korotchenko)

Los guardianes de las puertas del Paraíso
(sobre los que creen que solo ellos poseen a la verdad única).

                De niña yo miraba con el miedo a los iconos del Juicio Final: una gran serpiente que rodea al infierno, los demonios dibujados con unas líneas de tinta negra que se parecían a unos esquemas o sombras, los martirios insufribles de los pecadores y la columna de fuego con el arcángel Miguel dentro que aguardaba a las puertas, luchando con los pecadores como con las fuerzas de Satanás. No menos miedo daban las imágenes góticas o romanas: unos monstruos del infierno se convertían en los animales fantásticos en las paredes de las catedrales, ellos destrozaban y devoraban a los cuerpos de los infieles, una mujer pecadora, cuyos senos comían los dragones y serpientes que representaba a la imagen de la lujuria. Algo terrible y enigmático estaba en el propio nombre del demonio, no traducido en la Biblia rusa, sino escrito con el cursivo “legión”. El mal  parecía tan poderoso que no tenía el nombre propio, igual que no lo tenía  Dios.



                Pero a lo largo de la vida el conocimiento iluminó a estas sombras, porque su procedencia pertenecía al área de los conocimientos humanos, ya analizados y descritos. El misterioso “legión” se convirtió en la crítica del poder romano, de los legionarios romanos nombrados por el evangelista. El poder colonial romano oprimía al pueblo judío y por eso había sido comparado con las fuerzas del mal. O sea, se trataba de una polémica casi de índole político. Y la mujer devorada por los serpientes empezó su origen en la diosa griega Tellus- Deméter y resultó que su comprensión en la Alta Edad Media aún había sido más que positiva, puesto que en los rótulos de Exultet esta diosa representaba a la tierra redimida, a la nueva creación salvada por el Cristo y se ponía junto a la imagen de la mujer coronada que simbolizaba a la Iglesia. En la Italia lombarda la tierra y el cielo aún vivían en la armonía y los animales alimentados por la Tierra-Madre demostraban a la nuestra reconciliación con el Dios. La paz dada por el Cristo se expandía por toda la creación pascual. Sólo en la gótica la imagen de Tellus va a sufrir esta deformación, demostrando la separación entre la naturaleza y la salvación que reinaba en este tiempo en la conciencia eclesiástica, de este modo lo que antes había sido la luz, se convirtió en una sombra infernal.




                Y esta columna de fuego que guardaba a las puertas del paraíso de los pecadores e infieles no siempre desempeñaba a este papel, en el principio ella guiaba al pueblo elegido del Éxodo de la esclavitud egipcia a la tierra prometida, mostrándole el camino a través del Mar Rojo. Este fuego iluminaba, pero no cerraba las puertas ante nadie, al contrario, invitaba ir detrás siendo visible para todos. Todos nuestros miedos están engendrados por el sueño de la razón y por la falta de la fe. “No temáis, pequeño rebaño, que es decisión de vuestro Padre reinar sobre vosotros” (Lc 12, 32). Una posición cerrada solo nos lleva hacia la separación de la humanidad a los fieles e infieles, donde una parte se sienta más santa y protegida, acusando a los demás.

                En la realidad, cada conflicto, cada separación tiene sus raíces en el pecado original: la voluntad propia conduce a una persona o a una institución al enfrentamiento con los demás. Y el lugar de amor fraterno ocupa la guerra por las almas que nunca tiene sentido o la búsqueda de los infieles hasta en la propia iglesia para hundirse en la acusación mutua. Enfrentándose a los romanos el evangelista inventó el nombre del demonio. El pecado original consiste en desconfianza en la fuerza todopoderosa de Dios, porque Dios para este tipo de la gente no es un fundamento de todo y el Espíritu Santo no es omnipresente en la historia, al contrario, su Dios se parece a una fortaleza vieja y aislada que hay que defender constantemente, porque sin estas fuerzas todo se derrumbará y llegará el fin del mundo. La propia inseguridad y flojera se proyecta al Dios.

                Los guardianes de la fe de este tipo conocen todo sobre el Juicio Final y saben con una exactitud asombrosa quien se quedará fuera del paraíso: los herejes (poner los nombres de los que no os gustan), los apostatas (Usted decide quienes son), los que tienen una liturgia distinta (aquí va la mayoría de los cristianos, porque sus peculiaridades tienen casi todos los pueblos), los que no se comulguen de tal o cual manera, los que crucificaban al Cristo, etc. En el apócrifo eslavo “El peregrinaje de la Virgen por el infierno” ella concede el descanso a todos los pecadores para el tiempo pascual, pero no para los que crucificaron a su hijo. Está más que claro porque este texto se quedó entre los apócrifos: los enemigos del Cristo más graves no eran los soldados romanos, sino los fariseos que guardaban con el celo el acceso a su Templo-Paraíso, pero ellos eran perdonados y salvados con toda la humanidad, porque “no sabían lo que hacían”. En el Cristo no existen las separaciones, él murió por todos, se adaptó a la naturaleza humana en general y en ella no estaba separado un judío de un griego o un fariseo de un apóstol. Cristo murió por toda la humanidad y salvó a todos para siempre, haciéndolo solamente con su libre entrega, sin merecimiento nuestro alguno.



                Cualquier persona que piensa que solo ella, su Iglesia, o su congregación merezca esta salvación, pero no los otros, porque no viven de un modo parecido, esta pecando con soberbia y orgullo, apropiándose de los poderes divinos para sus fines y demostrando una inflación clara de la conciencia que no está capaz de discernir a los espíritus. Nuestro Dios creador y salvador deja de ser todopoderoso porque sus capacidades se limitan por los “ritos correctos”, por la cantidad de las especies, por las costumbres que pertenecen a una situación histórica concreta o a una concreta congregación. El demonio gasta una broma muy mala: en un separado se convierte en él que acusa en la separación a los demás, porque el propio juicio sobre el próximo siempre nos separa del mundo, agrietando a la cristiandad y a toda la humanidad, unida y salvada en el único Dios.  

                Una mirada costumbrista convierte al Dios en un ídolo, cuyas actuaciones, lógica y hasta el juicio ya están claros y descubiertos. Asimismo el Dios pierde a su misterio  y se convierte en un objeto más para manejar por la gente mundana. En este caso no estamos hablando con el Dios, sino con su imagen condicionado por nuestra historia, cultura y nuestro sitio en la Iglesia. De este modo nosotros no salimos hacia un horizonte que nos permite ver este mundo de un modo objetivo. Estamos ciegos, el camino del conocimiento se cierra, porque si alguien ya está maldito, no debemos ni escucharle, ni conocer a sus pensamientos, ni tenerle respeto. Este planteamiento mata en el origen no sólo a cualquier ecumenismo, sino en general a cualquier misión, porque todo el trato con la gente de las culturas distintas supone un amor y un respeto hacia ellos, una total ausencia de la altivez y de la soberbia cultural y religiosa, igual que un estudio de sus costumbres. No podemos ir por el mundo de las culturas como por un descampado vacio y sin estructuras previas. No tenemos derecho suponer que sin nosotros aquí nada tiene sentido. Ahora toda la misión nos resulta ser imposible sin la inculturación, el cristianismo ya no va detrás de las conquistas del poder colonial y estatal, estando ya separado de todo el poder político, sino debe convencer por su Palabra. En este caso podemos decir que volvimos a los tiempos de los primeros cristianos.

                La unión con el poder estatal oficial liga a la Iglesia a un Estado y a un territorio concreto y la invade con esta sutil soberbia del orden luchador y vencedor, resucitando a la antigua terminología de la Guerra Santa. En este caso casi siempre baja el nivel de la espiritualidad, reducido a los casos personales aislados, porque una mística no es algo separado de nuestra vida, de la justicia, de la posición social. La posición de la continua acusación no tiene nada que ver con el Evangelio: Cristo curaba a los pecadores, les alimentaba, les daba consejos, porque todos somos pecadores, incluidos los apóstoles con su negación del Cristo, y por esta humanidad murió el Salvador.

                La presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones no puede depender solamente de las condiciones exteriores,  de una fe expresada y explicita, sino de nuestra apertura al Dios que ya había llegado a nosotros de un modo incondicional. El Espíritu Santo posea a la tierra entera y no baja a los lugares concretos  previamente señalados, porque llegó a este mundo después de la Crucifixión del Cristo de un modo absoluto, llenando nuestras vidas con sus dones. Y es una presencia regalada gratuitamente a todos. Un absurdo muy grande es pensar que alguien podía merecer estos dones “por el derecho”, o existen tierras más santas o menos santas, porque no es una reflexión teológica, sino una soberbia que limita al hombre a tal nivel que éste llega a limitar al Dios. Enfrentándose a los demás no vamos por el camino divino, porque Dios no puede ser dividido y separado, siendo la máxima unidad y simplicidad.

                Esta conciencia que solo podemos ser salvados en este lugar o en esta congregación es una soberbia que se expande por toda la institución, paralizando o distorsionando a su actividad cristiana, la separa de los hermanos y del mundo cristiano. Como decía Vasily  Rozanov con su ironía amarga: “Toda la plenitud está presente en el Lunes Limpio y en la compra de los pepinillos salados para el ayuno. Más no queremos nada” (“Las hojas caídas”). Una posición cerrada acarrea a una apologética falsa, a las distorsiones de la historia, el desconocimiento de las Escrituras en sus fuentes. El conocimiento es rechazado como algo que lleva hacia la peligrosa apertura, cuando una casa debe permanecer cerrada bajo el viento de la permanente herejía.




                Nosotros no estamos contra las diferencias entre las tradiciones o carismas, al contrario, en esto consiste la riqueza de la Iglesia, la diversidad de su pastoral, pero sólo podemos guardar algo teniendo en la vista a la gente real, una tradición debe servir a las personas reales, no encadenándoles al pasado lejano. Cristo murió por todos y el Espíritu Santo vuela donde quiere, no está condicionado. Nikolay Leskov era un escritor ruso más interesado por la vida eclesiástica y en sus obras podemos encontrar a los santos cuáqueros, junto con los santos ortodoxos o los santos indígenas. En el relato “En el fin de la tierra” un misionero reconoce que su criado, un indígena pagano, está más cercano al Dios que él: “Dios salvará a él, con o sin bautismo, porque él ya está con el Cristo, agarrando a su manto divino. Y mucho se agarrarán a ello”. Leskov tiene varios relatos dedicados a la vida cristiana y justa  de los cuáqueros ingleses, a los que conocía muy bien en su trabajo. Es que no solo “La leyenda sobre el Gran Inquisidor” tiene su lugar en la literatura rusa, sino también en las obras de Leskov. La cultura es polifuncional y sus partes son inseparables, sin antinomias desaparece el sentido y la tensión que sujeta a su estructura. La cultura y la espiritualidad rusa siempre eran misericordiosas,  de Gracia más que de la Ley (“La Palabra” del metropolita Hilarión), comprensible y respetuosa con las culturas de los otros pueblos, con la tendencia de adopción de lo ajeno y de su asimilación. En su arenga “A la memoria de Pushkin” Dostoievski habla sobre nuestra “internacionalidad”, en su “Peregrinaje tras los tres mares” el mercader de Nóvgorod Afanacio  Nikitin demuestra esta cualidad con los musulmanes y con los indios: “Solo Dios sabe que fe es la verdadera”. Es que con esta posición cerrada no solo perdemos a los hermanos nuestros, sino también a nosotros mismos: “Él que quiere guardarse, perderá todo”.



                Karl Rahner escribía sobre la necesidad de descubrir al Cristo en las religiones no cristianas,  porque si la salvación depende sólo del Cristo, no podemos negar su presencia en la historia de ninguna persona verdaderamente religiosa. Esta religiosidad depende de la voluntad y del amor, pero no de una tematización  obligatoria de la acción salvífica: “en el logro de salvación por parte de un hombre no cristiano a través de la fe, la esperanza y el amor, las religiones no cristianas no pueden presentarse de manera que ellas no desempeñen ninguna función o sólo desempeñen una función negativa en ese logro de la justificación y d la salvación” (“Curso fundamental sobre la fe”).

                Para hacer la labor pastoral en la sociedad existen unas condiciones mínimas que son el conocimiento de esta sociedad y el respeto hacia la gente, incluyendo la comprensión que nadie nos es ajeno, ni es un hereje malvado. Nuestra maldición permanecerá con nosotros y no haremos nada, aparte de la palabrería de un bajo nivel, aparte de una separación en la que vamos contra el Dios que es un Salvador de todos. No somos los responsables, ni los funcionarios que distribuyan a su salvación. Nos pidieron predicar la Palabra, pero no esconderla y no apropiarse de ella. Todo discernimiento “debería apoyarse en el de la evolución de la sociedad en su conjunto” (Bernard Sesboüé “No tengáis miedo”), así que sin la realidad multicultural y polifacética desaparece el discernimiento como tal y vivimos en la nube del humo que ya no sólo esconde al Dios, sino a nuestras falsas representaciones  de él que se llaman los ídolos.


                Las puertas que guardan con tanto celo simplemente no existen, porque están abiertas a todos con la Cruz y con la Resurrección, y nuestra puerta cerrada sólo conduce a la cárcel del pecado de la soberbia. Mejor no guardar tanto para sí mismo, sino sacrificarse en el favor de los demás, en esto consiste nuestra misión y nuestro servicio al Cristo. Y sobre el Juicio Final bien dijo la Santa Matrona de Moscú: “Cada oveja estará colgada por su cola. ¿Por qué miras y juzgas a la cola del otro, tú tienes la propia?”.                                                  

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