San Juan Diego Cuauhtlatoatzain, laico
fecha: 30 de mayo
n.: 1474 - †: 1548 - país: México
canonización: Conf. Culto: Juan Pablo II 6 may 1990 - C: Juan Pablo II 31 jul 2002
hagiografía: Vaticano
n.: 1474 - †: 1548 - país: México
canonización: Conf. Culto: Juan Pablo II 6 may 1990 - C: Juan Pablo II 31 jul 2002
hagiografía: Vaticano
Elogio: En la ciudad de México, san Juan Diego Cuauhtlatoatzain, de la
estirpe indígena nativa, varón provisto de una fe purísima, humildad y fervor.
Su memoria litúrgica se celebra el 9 de diciembre, aniversario de la primera
vez que se le apareció la Madre de Dios, invocada como Nuestra Señora de
Guadalupe.
refieren a este santo: Beatos
Cristóbal, Antonio y Juan
Oración: Oh Dios, que por medio del
bienaventurado Juan Diego manifestaste a tu pueblo el amor de la Santísima
Virgen María, concédenos, por su intercesión, que, obedientes a las
recomendaciones de nuestra Madre de Guadalupe, podamos cumplir siempre tu
voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración
litúrgica).
San Juan Diego, que en 1990 SS. Juan Pablo
II llamó «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac», según una tradición
bien documentada nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco,
perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en
su lengua materna significaba «Águila que habla», o «El que habla con un
águila». Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los PP.
Franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa
María Lucía. Celebrado el matrimonio cristiano, vivió castamente hasta la
muerte de su esposa, fallecida en 1529. Hombre de fe, fue coherente con sus
obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la
eucaristía y el estudio del catecismo.
El 9 de diciembre de 1531, mientras se
dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición
de María Santísima, que se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa
María, Madre del verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese
al Obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una
iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la idea, la
Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a
encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió
pruebas objetivas en confirmación del prodigio.
El 12 de diciembre, martes, mientras el
santo se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le
consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger
flores y traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez
del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las
colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al
Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el Beato abrió su
«tilma» y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció,
inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel
momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.
El santo, movido por una tierna y profunda
devoción a la Madre de Dios, dejó los suyos, la casa, los bienes y su tierra y,
con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la
«Señora del Cielo». Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida
de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en
grandioso templo, símbolo elocuente de la devoción mariana de los mexicanos a
la Virgen de Guadalupe.
En espíritu de pobreza y de vida humilde
Juan Diego recorrió el camino de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la
oración, a la contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad
eclesiástica, tres veces por semana recibía la Santísima Eucaristía. En la
homilía que SS Juan Pablo II pronunció el 6 de mayo de 1990 en este Santuario
con ocasión de la beatificación de Juan Diego, indicó cómo «las noticias que de
él nos han llegado elogian sus virtudes cristianas: su fe simple [...], su
confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su
desprendimiento y su pobreza evangélica. Llevando una vida de eremita, aquí
cerca de Tepeyac, fue ejemplo de humildad».
Juan Diego, laico fiel a la gracia divina,
gozó de tan alta estima entre sus contemporáneos que éstos acostumbraban decir
a sus hijos: «Que Dios os haga como Juan Diego». Rodeado de una sólida fama de
santidad, murió en 1548. Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de
la Virgen de Guadalupe, ha atravesado los siglos, alcanzando la entera América,
Europa y Asia. Fuee canonizado por SS Juan Pablo II en la propia ciudad de
México el 31 de julio de 2002.
Sobre el milagro de la Virgen la fuente
principal es el «Nican mopohua», puesto por escrito en lengua nahuatl según el
relato oral de Juan Diego. Sobre la vida del propio Juan Diego, la fuente es
una investigación realizada en el siglo XVII (hacia 1660), llamada
"Informaciones Jurídicas", en un proceso canónico sobre la cuestión
dle culto de la Virgen de Guadalupe. Aunque no hay testimonios directos de Juan
Diego, las tradiciones recogidas en las Informaciones Jurídicas provienen de
testimonios orales de ancianos del pueblo que conocieron de manera casi directa
al indio. Puede leerse con más detalle sobre estas investigaciones en la página de la Basílica de Ntra
Sra. de Guadalupe. Sobre el milagro se podrá leer una narración
detallada el día 12 de diciembre, memoria litúrgica de la Virgen de
Guadalupe
Cuadro: Juan Diego con la imagen de la Virgen en su tilma, Jose de Ibarra, 1743.
Cuadro: Juan Diego con la imagen de la Virgen en su tilma, Jose de Ibarra, 1743.
fuente: Vaticano
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