Madre del amor más hermoso, ruega por nosotros
4 Mayo, 2017 por Deja un comentario
Estamos hechos para amar y ser amados, porque Dios nos creó amándonos Él primero. Y no nos acostumbramos a saciar con bagatelas caducas y pasajeras ese corazón nuestro que, siendo tan voluble, mezquino y limitado, está hecho para albergar y saciarse de eternidades y amores infinitos. Nunca deberías contentarte con amores pequeños y egoístas, que se entregan a medias o con condiciones, que viven de los primeros entusiasmos pero rehúsan la renuncia de la fidelidad diaria, que ambicionan oscuramente esas algarrobas de reconocimiento y compensación de los demás, con las que alimentar la propia soberbia. Tienes un corazón hecho para las cosas de Dios y, por ello, difícilmente se contenta con los cariños y afectos humanos, tan pobres y pasajeros como la misma condición humana.
María amó y se entregó al Amor más grande y más bello que es el amor de Dios. Ella saboreó, como ninguna otra madre, la ternura y la cercana humanidad de ese amor de Dios, hecho carne de su carne y sangre de su sangre. Mucho de la exquisita afectividad y ternura de María Madre hay en ese corazón de Cristo, que contemplas en la Cruz traspasado de amor. Sólo en el amor de Dios llegamos a gustar la belleza del amor a los hermanos. El amor que nace de Dios hermosea el alma y reviste de brillo infinito tantas cosas, personas y circunstancias que viven afeadas por la miseria del pecado. Bendito sea ese corazón materno y entrañablemente misericordioso de la Virgen Madre, que tanto enamoró a Dios Padre y que tanto te enseña a ti a amar al Amor más grande y más hermoso.
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