Santos Felipe y Santiago, apóstoles
fecha: 3 de mayo
†: s. I
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
†: s. I
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: Fiesta de san Felipe y Santiago, apóstoles. Felipe, que, al igual que
Pedro y Andrés, había nacido en Betsaida, era discípulo de Juan Bautista y fue
llamado por el Señor para que le siguiera. Por su parte, Santiago, de
sobrenombre «Justo», hijo de Alfeo y considerado en Occidente como el pariente
del Señor, fue el primero que rigió la Iglesia de Jerusalén. Al suscitarse la
controversia sobre la circuncisión, se apartó del criterio de Pedro, a fin de
que no se impusiese a los discípulos venidos de la gentilidad aquel antiguo
yugo. Muy pronto coronó su apostolado con el martirio.
Ver más información en: Los Doce
Se celebran en este día conjuntamente las
fiestas de Felipe y Santiago («el menor»). Aunque estas dos fiestas están
unidas desde la antigüedad, no parece haber una razón de peso para ello, sólo
la costumbre muy arraigada. El Butler señala al respecto que «Mons. Duchesne
opina que la conmemoración conjunta el 1 de mayo de san Felipe y Santiago, que
aparece también en los sacramentarlos gregoriano y gelasiano, data de la
dedicación de la iglesia de los Apóstoles en Roma, llevada a
cabo por el Papa Juan III hacia el año 563. Esa iglesia, conocida más tarde con
el nombre vago de iglesia de los Apóstoles, estaba originalmente
dedicada a san Felipe y Santiago, como lo demuestra la inscripción que se
conserva en ella:
«Quisquis lector adest Jacobi pariterque Philippi
Cernat apostolicum lumen inesse locis"
(«Quien, oh lector, se acerque al mismo tiempo a Santiago y a Felipe, reciba la luz apostólica que habita este lugar»).
Pero hay indicios, en ciertos manuscritos del Hieronymianum y en otros documentos, de que originalmente, el l de mayo se celebraba únicamente la fiesta de san Felipe». Naturalmente, el Butler menciona el 1 de mayo porque tradicionalmente era ésa su fecha, hasta que fue modificada por SS Pío XII al instituir la celebración de San José Obrero; lo importante es señalar que los dos apóstoles deben ser tratados por separado, ya que cada uno tiene sus propios testimonios, tradiciones y problemas asociados.
«Quisquis lector adest Jacobi pariterque Philippi
Cernat apostolicum lumen inesse locis"
(«Quien, oh lector, se acerque al mismo tiempo a Santiago y a Felipe, reciba la luz apostólica que habita este lugar»).
Pero hay indicios, en ciertos manuscritos del Hieronymianum y en otros documentos, de que originalmente, el l de mayo se celebraba únicamente la fiesta de san Felipe». Naturalmente, el Butler menciona el 1 de mayo porque tradicionalmente era ésa su fecha, hasta que fue modificada por SS Pío XII al instituir la celebración de San José Obrero; lo importante es señalar que los dos apóstoles deben ser tratados por separado, ya que cada uno tiene sus propios testimonios, tradiciones y problemas asociados.
San Felipe
Las listas de apóstoles de Marcos, Mateo,
Lucas y Hechos pueden dividirse en tres grupos de cuatro, dentro de los cuales
aparecen en distinto orden, pero que siempre estan formados por los mismos (por
ejemplo, Juan y Santiago de Zebedeo siempre están en el primer grupo, pero en
Marcos y en Mateo se los cita en distinto orden). San Felipe aparece en las
cuatro listas encabezando el segundo grupo, junto a Bartolomé, Mateo y Tomás.
Sin embargo, fuera de esta aparición en los listados, no tenemos en los
Evangelios sinópticos y en Hechos ninguna otra refrencia a Felipe más que su
pertenencia a los Doce, y, por supuesto, su permanencia posterior a la
resurrección con los demás apóstoles, y la recepción del Espíritu (Hechos 1-2).
Los dos episodios protagonizados por Felipe en Hechos 8, la evangelización en
Samaría y la conversión del funcionario eunuco, hablan de Felipe el diácono
(Hech 6,5) -llamado también Felipe el evangelista-, no de Felipe el apóstol.
Así que nuestra fuente de información sobre el apóstol se concentra enteramente
en el evangelio de Juan, donde hay que decir que, dada la escasez habitual de
datos, tiene una presencia notable.
Lo primero que Juan nos cuenta es que
Felipe fue de los primeros que Jesús llamó a su lado, precisamente al día
siguiente que a Andrés y a Pedro, y que era del mismo pueblo que ellos:
«Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: Sígueme. Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro.» (Jn 1,43-44); podría deducirse sin problemas que también Felipe, como Andrés, estaba en el círculo de los de Juan el Bautista, pero no es un dato que se pueda afirmar con toda seguridad. Clemente de Alejandría dice que Felipe es el mismo joven al que Jesús dijo -en Lucas 9,60- «deja que los muertos entierren a los muertos...»; sin embargo, como bien observa Butler: «Es probable que Clemente de Alejandría no tuviese más argumento que el hecho de que el Señor había dicho en ambos casos: Sígueme». Señalo el caso para que se vea cuan a menudo llamamos «tradiciones» a afirmaciones cuyo fundamento es más que endeble.
«Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: Sígueme. Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro.» (Jn 1,43-44); podría deducirse sin problemas que también Felipe, como Andrés, estaba en el círculo de los de Juan el Bautista, pero no es un dato que se pueda afirmar con toda seguridad. Clemente de Alejandría dice que Felipe es el mismo joven al que Jesús dijo -en Lucas 9,60- «deja que los muertos entierren a los muertos...»; sin embargo, como bien observa Butler: «Es probable que Clemente de Alejandría no tuviese más argumento que el hecho de que el Señor había dicho en ambos casos: Sígueme». Señalo el caso para que se vea cuan a menudo llamamos «tradiciones» a afirmaciones cuyo fundamento es más que endeble.
Muy impresionado debió haber quedado
Felipe con su primer encuentro con Jesús, ya que sin intermedios nos cuenta
Juan que Felipe se encontró con Natanael (a quien la tradición armonizadora ha
identificado sin demasiados motivos con el apóstol Bartolomé) y le dijo: «Ese
del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado:
Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1,45). Notemos que es toda una
confesión de fe, donde aparecen algunos elementos centrales: la verdadera
humanidad de Jesús, junto con su mesianidad. Más adelante nos volvemos a
encontrar con Felipe en la multiplicación de los panes:
«Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: "¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?" Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: "Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco."» (Jn 6,5ss)
Posiblemente Juan no quiere sólo contarnos una anécdota ocasional sobre Felipe, sino enseñarnos una actitud de discípulo en el ejemplo de uno de los Doce, que podría ser quizás que Felipe, lejos de desesperar por lo imposible del asunto, constata que humanamente no cabe hacer nada, y deja el espacio abierto a la actuación de Jesús.
«Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: "¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?" Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: "Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco."» (Jn 6,5ss)
Posiblemente Juan no quiere sólo contarnos una anécdota ocasional sobre Felipe, sino enseñarnos una actitud de discípulo en el ejemplo de uno de los Doce, que podría ser quizás que Felipe, lejos de desesperar por lo imposible del asunto, constata que humanamente no cabe hacer nada, y deja el espacio abierto a la actuación de Jesús.
Lo siguiente que sabemos de él nos viene
en el capítulo 12 y en el 14, y a mi entender los dos episodios están
relacionados: en el 12 unos griegos le piden a Felipe que les muestre a Jesús
(12,21), y en el 14, Felipe le pide a Jesús que les muestre al Padre (14,8). El
primer pedido, el de los griegos, no parece tener respuesta, sin embargo se
dice allí una frase que viene bien acopiar: «donde yo esté, allí estará también
mi servidor», porque luego, en el planteo del capítulo 14 Jesús nos enseña que
quien lo ve a él ya ha visto al Padre. Quizás debamos concluir de todo este
encadenamiento de pedidos, que así como el Padre está allí donde está el Hijo,
también está allí el Hijo donde están los servidores del Hijo, motivo por el
cual aquellos griegos del capítulo 12 no obtuvieron una respuesta inmediata de
Jesús, porque en realidad ya estaban viendo a Jesús: cuando estaban viendo a
sus servidores, a su Iglesia. Tal vez sea una lectura aventurada, pero no lo
creo, máxime teniendo en cuenta que es raro que Juan cuente una anécdota
aparentemente ocasional, como es la presencia de Felipe en los dos pedidos, si
no es para establecer una relación que el lector debe buscar.
Aquí se acaba todo lo que sabemos de
primera mano sobre Felipe, y comienzan las tradiciones que tratan de completar
las lagunas y la sed de datos más concretos que nos dejan los siempre escuetos
evangelios. Eusebio, basándose en Clemente de Alejandría, incluye a Felipe
entre los apóstoles de los que se sabe fehacientemente que eran casados, y que
tuvo hijas, a las que a su vez entregó en matrimonio (Hist. Ecl. III,30), pero
tengamos en cuenta que Eusebio está en el contexto de la polémica
antimatrimonio que llevaban adelante desde el siglo II algunas sectas, por lo
que los datos pueden ser puramente apologéticos. También cita (III,31) una
carta de Polícrates de Éfeso al papa Víctor en al que dice: «Felipe; uno de los
doce apóstoles, que reposa en Hierápolis, dos de sus hijas que envejecieron
vírgenes y otra hija suya que, tras vivir en el Espíritu Santo, duerme en
Éfeso.», y poco más adelante, trae sobre el mismo asunto el testimonio de
Proclo: «Después de Felipe, hubo en Hierápolis (la de Asia) cuatro profetisas
que eran hijas de éste. Su sepulcro y el de su padre se hallan en aquel lugar».
Es posible que este último testimonio -aunque Eusebio está hablando del
apóstol- se refiera en realidad a Felipe el diácono quien, segun Hechos 21,9, tuvo
cuatro hijas vírgenes y profetisas. El mismo Eusebio (III,39) testimoniando
sobre Papías de Hierápolis, cita un escrito de éste en el que dice haber
conocido a las hijas del apóstol Felipe, y que por boca de ellas supo que se
atribuía a Felipe la resurrección de un muerto. Hacia el año 180, Heracleón, el
gnóstico, sostuvo que los Apóstoles Felipe, Mateo y Tomás, habían tenido una
muerte natural; pero Clemente de Alejandría afirmó lo contrario y, la opinión
que ha prevalecido es la de que Felipe fue crucificado, cabeza abajo, durante
la persecución de Domiciano, es decir, cerca del final de su reinado, que llegó
hasta el año 96.
Santiago el menor y/o Santiago el pariente del Señor
Santiago, como es sabido, es la forma
aglutinada de San Jacobo o San Jaime, que son el mismo nombre latinizado del
muy bíblico, y muy frecuente, Iaacov, que a través de su transcripción Yago da
Sant'Yago, y de allí Santiago. Como en la España levantina abundan los
Vicentes, en Palestina abundaban los Iaacov. Sólo entre los apóstoles tenemos
dos que se llaman así, y que para distinguirlos los señalamos como "el
mayor" y "el menor". Pero hay más Santiagos en el Nuevo
Testamento:
-Mateo 13,55 nos dice que los «hermanos» de Jesús (es decir, hermanastros o primos quizás) se llamaban Santiago, José, Simón y Judas;
-Mt 27,56 menciona a una María «madre de Santiago y de José»;
-en Marcos 16,1 se habla de «María la de Santiago», que vuelve a mencionarse igual en Lucas 24,10;
-en Lucas 6,16 y Hechos 1,13 se habla de un «Judas de Santiago», a quien habitualmente identificamos con Judas Tadeo; ese «de Santiago» es más probable que se refiera a «hijo de Santiago» y no a «hermano de Santiago», como arbitrariamente se ha leído a veces;
-naturalmente las menciones de Hechos a «Santiago y los hermanos [de Jesús]» (12,17);
-una de las epístolas del NT se atribuye a un Santiago, aunque es difícil saber a cuál.
-Mateo 13,55 nos dice que los «hermanos» de Jesús (es decir, hermanastros o primos quizás) se llamaban Santiago, José, Simón y Judas;
-Mt 27,56 menciona a una María «madre de Santiago y de José»;
-en Marcos 16,1 se habla de «María la de Santiago», que vuelve a mencionarse igual en Lucas 24,10;
-en Lucas 6,16 y Hechos 1,13 se habla de un «Judas de Santiago», a quien habitualmente identificamos con Judas Tadeo; ese «de Santiago» es más probable que se refiera a «hijo de Santiago» y no a «hermano de Santiago», como arbitrariamente se ha leído a veces;
-naturalmente las menciones de Hechos a «Santiago y los hermanos [de Jesús]» (12,17);
-una de las epístolas del NT se atribuye a un Santiago, aunque es difícil saber a cuál.
Ya he señalado otras veces la tradición
armonizadora que se pone en movimiento a fines del siglo I, pero que se
intensifica sobre todo con la crisis gnóstica, en el siglo II (ver, por
ejemplo, Santas María de Cleofás y Salomé, San Simón, obispo (pariente del Señor), San Bartolomé, apóstol), y que trata de
suplir con una supuesta equivalencia de personajes, basados en evidencias por
completo secundarias, el desconocimiento -que ya a esa altura era semejante al
nuestro- con respecto a situaciones y personas que habían sido, o tan cotidianas
que los Evangelios no necesitaron explicarlos a sus contemporáneos, o tan poco
relevantes, que se ahorraron las digresiones. Así, y en especial respecto de
los Santiagos, todos los que se mencionan en el NT, que a lo mejor fueron tres
o más, quedaron reducidos a dos: los dos apóstoles. Naturalmente, hubo que
forzar un poco el panorama, porque con una lectura atenta de Hechos de los
Apóstoles poco puede sostenerse que los «hermanos de Jesús» hayan sido
apóstoles, cuando más bien los evangelios dicen que en vida de Jesús no
creyeron en él (cfr. Mc 3,21.31; y sobre todo Jn 7,5, que lo afirma
rotundamente).
Hoy ya es imposible sostener que no hay,
por lo menos, tres Santiagos:
-El llamado Mayor, Apóstol del grupo de tres más cercanos a Jesús, testigo de la transfiguración y Getsemaní, según afirma la tradición (la terna «Pedro, Santiago y Juan» que se menciona en los evangelios estaría formada por este Santiago), cuya fiesta celebramos el 25 de julio, y que es a la vez el Apóstol de España y el que murió en martirio hacia el 44, el primero de los Doce, dos hechos que no parecen del todo compatibles...
-El que Hechos llama «el hermano del Señor», que es, según parece, el único de los hermanos que tuvo gran importancia en la iglesia primitiva, a pesar de que se mencionen cuatro en Mateo (aunque Simón también fue luego Obispos de Jerusalén, y la tradición lo identifica con otro de los hermanos). Este hermanastro está asímilado en la tradición armonizadora al que hoy nos ocupa, es decir, al «Menor», y por lo tanto no tiene fecha de celebración propia, aunque es dudoso que deba ser considerado apóstol. Este Santiago es quizás el integrante de la terna «Pedro, Juan y Santiago» de Hechos, es decir, las «Columnas de la Iglesia», que lo más probable es que no sea la misma terna de los evangelios, donde claramente se mencionaba a tres apóstoles.
-Finalmente el que celebramos hoy, el «Menor», del que muy cautamente el elogio del Martirologio Romano aclara: «considerado en Occidente como el pariente del Señor». Lamentablemente, si el pariente del Señor no es el Apóstol -y esto es más que probable: es dato que puede afirmarse con certeza razonable-, sobre Santiago el menor no poseemos casi datos, ya que la tradición se ha limitado a transferirle a este apóstol lo que posiblemente deba decirse del pariente del Señor: que fue el primer obispo de Jerusalén, que fue columna de la Iglesia, que tuvo muchísima influencia en los primeros años de la Iglesia, y que quizás deba atribuirse a él la epístola que lleva su nombre.
-El llamado Mayor, Apóstol del grupo de tres más cercanos a Jesús, testigo de la transfiguración y Getsemaní, según afirma la tradición (la terna «Pedro, Santiago y Juan» que se menciona en los evangelios estaría formada por este Santiago), cuya fiesta celebramos el 25 de julio, y que es a la vez el Apóstol de España y el que murió en martirio hacia el 44, el primero de los Doce, dos hechos que no parecen del todo compatibles...
-El que Hechos llama «el hermano del Señor», que es, según parece, el único de los hermanos que tuvo gran importancia en la iglesia primitiva, a pesar de que se mencionen cuatro en Mateo (aunque Simón también fue luego Obispos de Jerusalén, y la tradición lo identifica con otro de los hermanos). Este hermanastro está asímilado en la tradición armonizadora al que hoy nos ocupa, es decir, al «Menor», y por lo tanto no tiene fecha de celebración propia, aunque es dudoso que deba ser considerado apóstol. Este Santiago es quizás el integrante de la terna «Pedro, Juan y Santiago» de Hechos, es decir, las «Columnas de la Iglesia», que lo más probable es que no sea la misma terna de los evangelios, donde claramente se mencionaba a tres apóstoles.
-Finalmente el que celebramos hoy, el «Menor», del que muy cautamente el elogio del Martirologio Romano aclara: «considerado en Occidente como el pariente del Señor». Lamentablemente, si el pariente del Señor no es el Apóstol -y esto es más que probable: es dato que puede afirmarse con certeza razonable-, sobre Santiago el menor no poseemos casi datos, ya que la tradición se ha limitado a transferirle a este apóstol lo que posiblemente deba decirse del pariente del Señor: que fue el primer obispo de Jerusalén, que fue columna de la Iglesia, que tuvo muchísima influencia en los primeros años de la Iglesia, y que quizás deba atribuirse a él la epístola que lleva su nombre.
El Martirologio se encuentra tironeado por
dos lados, por una parte, el santoral no es ni debe ser una caja de resonancia
de leyendas y tradiciones espurias; desde el principio, ya con el Cardenal
Baronio en el siglo XVI, se procuró que lo que entrara al santoral -en cada
época con los medios disponibles- tuviera no sólo la plausibilidad de lo bien
narrado, sino la solidez del dato históricamente cierto, o al menos probable.
El planteo teórico del Martirologio actual mantiene y acrecienta esta línea de
rigurosidad. Por otra parte, en lo que hace a los primeros siglos de la
Iglesia, y en especial al primero, en muchos casos las tradiciones legendarias
están tan firmemente arraigadas que hasta hay creyentes que creen que todos
esos «datos» (la cantidad de Marías, de Santiagos, las listas de apóstoles,
etc.) son parte del depósito de la fe, cuando son sólo expresión de recuerdos
necesariamente imprecisos del momento en que sólo devinieron importantes cuando
ya no quedaba nadie a quien preguntarle. El Butler-Guinea, edición castellana
del 64 que se basa en la inglesa de 1954, dice, por ejemplo: «Ordinariamente se
considera al Apóstol Santiago el Menor (o el joven), a quien la liturgia asocia
con san Felipe, como el personaje designado con los nombres de «Santiago, el
hijo de Alfeo» (Mat. 10,3 ; Hechos 1,13) y «Santiago, el hermano del Señor»
(Mat. 13,55; Gal. 1,19). Tal vez se identifica también con Santiago, hijo de
María y hermano de José (Marc. 15,40). Pero no vamos a discutir aquí el
complicado problema de los "hermanos del Señor", ni las cuestiones
que se relacionan con él»; de parecido tenor nos encontramos en otras
publicaciones prestigiosas; prácticamente lo que se refiere a divulgar estas
cuestiones, se despacha con «no vamos a discutir aquí», lo que todos saben que
es, no sólo discutible, sino casi incuestionable: que la tradición armonizadora
ha achicado la tradición para dar un panorama de conocimiento
y certeza que no es tal; ha reemplazado auténtica tradición por seguridad.
Aunque por desgracia no contemos por el
momento con tres fiestas de Santiago, correspondientes a los tres Santiagos que
fueron relevantes en la Iglesia inicial, contentémonos con saber que hoy
celebramos no sólo al Santiago Apóstol, segundo mencionado en las listas de
apóstoles, llamado «Menor», sino también a un personaje prominente de
Jerusalén, indispensable para entender cómo la Iglesia de Cristo fue dejando de
ser una secta judía para pasar, a ser, no sabemos exactamente cuándo, pero
rondando las décadas del 70 u 80, una comunidad creyente con una identidad
completamente propia. En ese largo proceso, el Santiago que gobernó la Iglesia
de Jerusalén, fuera el pariente del Señor, fuera el Apóstol, fue determinante,
como fue determinante su actuación en el llamdo «Concilio de Jerusalén» (Hechos
15), como lo recuerda el elogio de la celebración: «Al suscitarse la
controversia sobre la circuncisión, se apartó del criterio de Pedro, a fin de
que no se impusiese a los discípulos venidos de la gentilidad aquel antiguo
yugo.» este Santiago obispo de Jerusalén murió mártir, y, a creer al relato de
Josefo (pero el hecho está atestiguado en distintas tradiciones), apedreado
hacia el año 62, aunque otros dicen que arrojado desde lo alto del templo.
Bibliografía: La fuente principal de este
artículo es el Butler-Guinea (pág 256ss), del que he
tomado referencias, ideas, y algún fragmento de párrafo literal, sin embargo lo
he desarrollado a mi manera, e incorporando datos de «Comentario Bíblico San
Jerónimo», en especial del Tomo V, la cuestión de Los Doce (y los Santiagos),
págs 752 y ss. Las citas de Eusebio están tomadas directamente, pero ya he
hecho las referencias en el propio texto. Puede leerse con mucho provecho la
elaboración histórica sobre los apóstoles en el cap. 27 (III vol.) de «Un judío marginal», de Meier, ed. Verbo
Divino, 2003, también otras partes de la misma obra tratan el tema.
Cuadros: el de Felipe es de Durero, 1516, actualmente en Galería Degli Uffizi, en Florencia. El de Santiago el Menor es de Rubens, siglo XVII, y se encuentra en el Museo del Prado, Madrid. Puesto que lso orientales sí distinguen entre los dos Santiagos Apóstoles y Santiago el pariente (llamado por los ortodoxos «El Justo»), hay íconos específicos de ese Santiago, con los atributos propios del patriarcado, ya que fue el obispo de Jerusalén.
Cuadros: el de Felipe es de Durero, 1516, actualmente en Galería Degli Uffizi, en Florencia. El de Santiago el Menor es de Rubens, siglo XVII, y se encuentra en el Museo del Prado, Madrid. Puesto que lso orientales sí distinguen entre los dos Santiagos Apóstoles y Santiago el pariente (llamado por los ortodoxos «El Justo»), hay íconos específicos de ese Santiago, con los atributos propios del patriarcado, ya que fue el obispo de Jerusalén.
Abel Della Costa
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando
figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio
no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por
favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo
Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_1475
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