Una humilde lección de estilo del cardenal Sarah
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Desde el 6 de julio está en venta en Italia el último libro del cardenal Robert Sarah: "La fuerza del silencio", publicado por Cantagalli. Y como ha sucedido con su precedente "Dios o nada", también este libro, traducido a varios idiomas, está conquistando a numerosos lectores en todo el mundo.
Los conquista por el estilo y los contenidos que son nítidos y esenciales, centrados en las cuestiones más radicales para la Iglesia y la humanidad hodierna. Un estilo y unos contenidos que, indiscutiblemente, están lejos de lo que le gusta al Papa Francisco; pero que están muy cercanos, en cambio, a la sensibilidad de Benedicto XVI, que enriquece la edición italiana del libro, como ya hizo hace dos meses con la alemana, con un prólogo que Settimo Cielo ha publicado íntegro, en el que denuncia los riesgos de una Iglesia "en la que en lugar de la Palabra es muy frecuente hallar una verbosidad que disuelve la grandeza de la Palabra". Y esto mientras reina el Pontífice más locuaz de la historia.
En su prólogo, Joseph Ratzinger expresa gratitud al Papa Francisco por haber puesto al cardenal Sarah, "este maestro del silencio y la oración íntima", a la cabeza de la congregación para la liturgia en la Iglesia, porque "con él la liturgia está en buenas manos".
Hace pocos días, también el cardenal Sarah ha elogiado amablemente a Francisco por "el recogimiento y la piedad con los que celebra la santa misa".
Y esto a pesar del descuido que demuestra el Papa Jorge Mario Bergoglio por las cuestiones litúrgicas, por no hablar de la dureza con la que ha tratado hasta ahora al cardenal, llegando incluso a contradecirlo y humillarlo públicamente.
Cada uno tiene su estilo. El cardenal Sarah siempre ha evitado intervenir públicamente de forma explicita contra las ambigüedades -generadoras de "dubia"- de "Amoris laetitia". Pero sin callar nunca su clarísima posición al respecto.
Como puede leerse en este pasaje de su libro "La fuerza del silencio".
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LA EUCARISTÍA TRANSFORMADA EN UNA BANAL VERBENA
Hoy algunos sacerdotes tratan la Eucaristía con un absoluto desprecio. Ven la Misa como un banquete locuaz en el que los cristianos fieles a la enseñanza de Jesús, los divorciados vueltos a casar, hombres y mujeres en situación de adulterio y turistas no bautizados que participan en celebraciones eucarísticas de multitudes anónimas, pueden recibir sin hacer distinciones el cuerpo y la sangre de Cristo.
La Iglesia tiene que estudiar con urgencia la oportunidad eclesial y pastoral de estas multitudinarias celebraciones eucarísticas con millares de asistentes. Existe un inmenso peligro de convertir la Eucaristía, el gran misterio de la Fe, en una vulgar verbena, y de profanar el cuerpo y la preciosa sangre de Cristo. Los sacerdotes que distribuyen las sagradas especies sin conocer a nadie y entregan el Cuerpo de Jesús a cualquiera, sin distinguir cristianos de no-cristianos, participan en la profanación del Santo Sacrificio eucarístico. Con cierta complicidad voluntaria, quienes ejercen la autoridad en la Iglesia se hacen culpables al permitir el sacrilegio y la profanación del cuerpo de Cristo en esas gigantescas y ridículas auto-celebraciones, donde son muy pocos los que se dan cuenta de que se anuncia "la muerte del Señor hasta que venga".
Algunos sacerdotes infieles a la memoria de Jesús insisten más en el aspecto festivo y en la dimensión fraterna de la misa que en el sacrificio cruento de Cristo en la Cruz. La importancia de las disposiciones interiores y la necesidad de reconciliarnos con Dios aceptando dejarnos purificar por el sacramento de la confesión ya no están de moda. Ocultamos cada vez más la advertencia de san Pablo a los corintios: "Cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga. Así pues, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y la sangre del Señor. Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y débiles, y mueren tantos" (1 Cor 11, 27-30).
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Para otros pasajes de "La fuerza del silencio", léase este servicio de www.chiesa publicado en mayo de 2016, cuando salió la edición francesa del libro:
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