Santos del día 5 de junio
Memoria de san Bonifacio, obispo y mártir. Monje en Inglaterra con el nombre de Wifrido por el bautismo, al llegar a Roma el papa san Gregorio II lo ordenó obispo y cambió su nombre de pila por el de Bonifacio, enviándolo después a Germania para anunciar la fe de Cristo a aquellos pueblos, donde logró ganar para la religión cristiana a mucha gente. Rigió la sede de Maguncia (Mainz) y, hacia el final de su vida, al visitar a los frisios en Dokkum, consumó su martirio al ser asesinado por unos paganos.
En Egipto, santos Marciano, Nicandro, Apolonio y compañeros, mártires, de quienes se cuenta que, por haber confesado la fe cristiana, después de diversos tormentos fueron emparedados, y quedaron expuestos al sol ardiente hasta morir extenuados de calor, sed y hambre.
En Tiro, en Fenicia, san Doroteo, obispo, que ya como simple presbítero padeció mucho bajo el emperador Diocleciano, y en tiempo del emperador Juliano, con más de ciento siete años de edad, honró su ancianidad con el martirio, que consumó en Tracia.
En Auvernia, en Aquitania, san Ilidio, obispo, que llamado por el emperador a Tréveris para que liberase a su hija de un espíritu inmundo, al regreso del viaje falleció en el Señor.
En Como, en la Liguria, san Eutiquio, obispo, insigne por su vida de oración y su amor a Dios y a la soledad.
En Dokkum, en Frisia, santos Eoban, obispo, Adelario y nueve compañeros, que, junto con san Bonifacio, culminaron gloriosamente su vida con el martirio. Sus nombres: Vintrungo y Gualterio, presbíteros; Amundo, Sevibaldo y Bosa, diáconos; Vacaro. Gundecaro, Eluro y Atevulfo, monjes.
En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, beato Sancho, mártir, el cual, oriundo de Albi, lugar de la Galia, aún adolescente fue hecho cautivo y educado en el palacio real sarraceno, pero en la persecución suscitada por los musulmanes no dudó en asumir el martirio por su fe en Cristo.
Cerca de Assergi, en los Abruzos, san Franco, eremita, que se construyó una pequeña celda en una cueva entre abruptas rocas, donde llevó una vida de austeridad y sencillez.
En Ciano, cerca de Mileto, en Calabria, san Pedro Spanó, eremita, insigne por su pobreza y espíritu de compunción.
En Shiki, de Amakusa, Japón, beato Adán Arakawa, catequista mártir, que decapitado por la noche y en clandestinidad, mostró más ánimo que sus verdugos.
En Hanoi, en Tonkín, san Lucas Vu Bá Loan, presbítero y mártir, decapitado en tiempo del emperador Minh Mang por su fe en Cristo.
En la ciudad de Tang Gia, también en Tonkín, santos Domingo Toai y Domingo Huyen, mártires, que, siendo padres de familia y pescadores, bajo el emperador Tu Duc consumaron su martirio al ser quemados vivos tras los tormentos sufridos en la cárcel, donde exhortaban a los compañeros a mantener la fe.
En Nieszawa, Polonia, Beata Margarita (Lucía) Szewczyk, virgen, fundadora de la Congregación de las Hijas de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores.
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