La única religión es
ser persona
El próximo domingo será 20 de
junio. Justamente, hace un año (era el 21 de junio de 2020) se concluía por
estas regiones, tierras o latitudes el estado de confinamiento provocado por la
presencia altamente peligrosa del 'virus de la corona' como suele llamar a la
covid.19 la investigadora Carla Buendía Hervás. Un año ya desde entonces, pero
con la presencia de la vacuna. La pandemia, así, puede dejar de ser pandemia. Y
se comenzará a hablar del tiempo según el antes o el después de la pandemia del
2020.
Esta pandemia está
siendo, se la mire como se la mire, una auténtica tempestad, una guerra.
Seguramente que la llegada de esta realidad nos ha pillado por sorpresa a la
inmensa mayoría de los vivientes, aunque será verdad que la presencia de esta
pandemia ha ido llegando hasta nuestra casa muy despacio y muy en silencio.
Llegó sin ser notada. Y probablemente se irá de la misma manera, despacio y en
silencio y sin ser notada. Las realidades de la naturaleza no tienen prisas,
tienen sus ritmos, tienen procesos.
Y añado también que en estos
asuntos de la naturaleza los humanos hemos llegado a constatar que entre el
momento del llegar y el momento del marcharse los procesos siempre dejan
huellas, dicen unos; cicatrices, para otros; medallas, insignias,condecoraciones,
diplomas, certificados, premios, regalos y hasta malditos 'sambenitos', para
muchos otros.
Mis neuronas me gritan dentro
que hay pandemias de virus y hay que investigar las vacunas de los antivirus. Y
hay pandemias que no son virus de los llamados virus, sino pandemias que son
religiones. Escribir juntas las dos palabras (pandemia-religión) me
horrrrrrrooooooriza. Pero no dejo de encontrar en esta contemplación sinóptica
de ambas realidades una multitud de semejanzas.
Todas estas referencias o
evocaciones me visitan mientras contemplo aquel curioso relato del Evangelio de
Marcos que se nos leerá en este domingo 20 de junio del año 2021. Se proclamará
la 'tempestad del lago de Galilea'.
Y aquella tempestad tuvo el
curioso origen en una invitación del propio Jesús: "Pasemos a la otra
orilla". Y, en realidad, sólo el propio Jesús pasó a la otra orilla.
Quienes iban con él en la barca, en la barca se quedaron al llegar a la otra
orilla. Se quedaron 'apaciguados'. Aparentemente.
Desde aquella primera tempestad
del lago, creo en mi simplicidad, la tempestad continúa, porque no asumimos el
compromiso de pasar a la otra orilla y desembarcar. Por eso, llevamos dentro el
virus de la tempestad, de la pandemia, de la guerra, de la religión... Creo que
tú y yo, al menos nosotros dos, seguimos sin comprender en todos sus derechos y
deberes que desde aquel Jesús de Nazaret 'la única religión es ser persona'.
Y acabo esta presentación con
la indicación de la existencia de una vacuna infalible frente a la pandemia del
virus o frente a la pandemia de la religión. Esa vacuna se llama Marcos 11,23.
A continuación se encuentran
los comentarios evangélicos.
Domingo 12º del
TO Ciclo B (20.06.2021): Marcos 4,35-40. La única religión es ser persona.
Me lo comento y escribo CONTIGO,
El relato del Evangelio para este domingo del mes
de junio comienza con estas palabras ya conocidas para muchos lectores de esta
página: “Este día, al atardecer, les dice Jesús: Pasemos a la otra orilla.
Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas
con él” (Marcos 4,35-36). El relato continúa unos versículos más
hasta el final de este cuarto capítulo del Evangelio de María Magdalena-Marcos.
En aquella barca iban los DOCE y también María Magdalena y otras muchas
mujeres. Esto lo leo así en Marcos 15,39-47.
Recuerdo, sólo por recordarlo, que en ‘este día’
aquel Jesús había hablado del reino-reinado de su Yavé Dios por medio del
lenguaje de sus peculiares parábolas. Es decir, las semillas de las parábolas
habían quedado sembradas en la tierra de los adentros de quienes le habían
escuchado y, sobre todo, estaban sembradas en las neuronas de cuantos iban con
él en la barca. No quiero investigar cuántos predicadores y en cuántas
ocasiones nos han contado que aquella barca del Evangelio era un símbolo vivo
de la iglesia, aunque nunca fue así para aquel Jesús.
Para otros lectores de este relato de la travesía
por el lago-mar de Galilea, esta barca recuerda aquel otro barco del libro
de Jonás que se leía con alguna frecuencia en las liturgias de la sinagoga.
En el barco aquel iban gentes de todo credo y condición y también el judío
Jonás, un migrante. Jonás dormía en un recóndito rincón del barco. También
Jesús de Nazaret duerme su cansancio durante la tempestad del mar. ¡Cuánto
paralelismo y semejanza entre ambos relatos!
Tanto
el judío Jonás en su narración como el judío Jesús en su Evangelio saben cómo
calmar la tempestad que se ha desatado a su alrededor. ‘¡Calla! ¡Enmudece!’ (Mc
4,39), ordena e increpa este Jesús de Marcos. De la misma manera que ya
había ordenado e increpado al espíritu inmundo del endemoniado de la sinagoga
de Cafarnaum (1,21-28). Parece ser que tanto Jonás como Jesús comprenden
bien de qué tempestad se trataba. El uno y el otro han generado su propia
tempestad. Jonás rechazaba al Yavé Dios en quien creía. Jesús anunciaba
abiertamente al Yavé Dios en quien creía. Para los dos, tan sencillo y tan
revolucionario.
A
veces puede resultar muy cómodo atribuir a este Jesús de Nazaret poderes tan
poco humanos como conseguir alterar los procesos de la naturaleza. Solemos
quedarnos tan a gusto si aceptamos que la fortaleza de la divinidad de Jesús
(o, en su caso, la santidad sublime de los santos de peana) puede hacer que un
desierto se convierta en vergel o una pandemia de mortalidad en el más grande
de los milagros de la vida.
En
cambio, lo que sí sorprende de una persona como aquel judío y laico Jesús de
Nazar es que se atreva a ‘remover’ los asuntos inamovibles de una religión como
vienen a serlo las creencias o dogmas y sus correspondientes prácticas y
tradiciones institucionalizadas, con el transcurrir del tiempo, por su
sacerdocio, que tiende a patrimonializar toda experiencia y expresión llamada
RELIGION. ¿Acaso existe otra religión que no sea ser semilla que llega a ser
espiga de semillas nuevas? Es decir, no existe otra religión que ser persona.
No
existe otra religión que ser persona. Así lo comprendió aquel judío Jonás y lo
anunció en Nínive, la capital de un reino de conquistadores. Así lo comprendió
aquel Jesús de Nazaret del Evangelista Marcos y se lo anunció a quienes lo
oían. Y parece ser que sólo uno lo comprendió, un tal llamado Legión del que
hablaremos en el próximo comentario. Carmelo Bueno Heras.
CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos. Domingo 30º:
20.06.2021. Después de comentar los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...
EPITIMAO
Estos breves minutos de asuntos bíblicos se presentan ante los ojos del lector
en los días del primer adviento del tercer milenio. El título es, en esta
ocasión, una palabra extraña. Epitimao es un verbo griego que describe
la acción de increpar, prohibir, mandar con energía, reprender, rechazar,
conminar. Propongo esta acción a quienes desean ejercitarse mientras recorren
el camino que conduce a la Navidad. Antes de comenzar la aventura será oportuno
acercarse a Marcos y escuchar quiénes, cuándo y por qué utilizan este
‘epitimao’. Esta comprensiva escucha nos garantizará la correcta elección del
camino.
En nueve ocasiones utiliza Marcos este verbo: en seis, la persona que realiza
esta acción de mandar enérgicamente, increpar o prohibir, es el propio Jesús y
en una sola ocasión la realizan Pedro, los discípulos o un grupo de
acompañantes. Los increpados, prohibidos o rechazados por Jesús son los
espíritus inmundos, Pedro, los discípulos y el viento que embravece el mar.
Estas plurales realidades parecen tener en común su enfrentamiento con Jesús.
¿Por qué aparecen enfrentados? Quizá por dos razones.
En primer lugar, porque se desconoce la identidad de Jesús al haberse fabricado
de él una imagen falsa. Así, Pedro y los discípulos le proclaman Mesías (8,29),
pero Jesús les prohíbe contárselo a nadie. Así, cuando Jesús enseña con diáfana
transparencia que su mesianismo es blasfemo y herético para los sumos
sacerdotes de la religión (8,31-32), Pedro se encara y se atreve a increpar a
Jesús. Éste dirá a Pedro, en el mismo tono conminatorio, que su manera de
pensar es satánica (8,33).
La segunda razón del enfrentamiento surge porque, conociendo quién es Jesús, se
le rechaza por su manera de ser, de hablar de lo divino y de lo humano, de
vivir y relacionarse con los otros. Se le rechaza por su "estilo", es
decir por su "espíritu", que atenta contra las tradiciones más
sagradas. El espíritu de la sinagoga (1,25) es un espíritu inmundo y el
espíritu de Jesús es santo. Ambos se reconocen y el inmundo rechaza al santo
como el viento embravecido que pretende acabar con Jesús (4,39). Ambos
espíritus son incompatibles (3,12). Para Jesús, el espíritu de la sinagoga y
del mar es un espíritu deshumanizado y deshumanizador. Un espíritu así jamás
puede proceder ni provenir de Dios.
En los días del adviento se nos va presentando la Navidad, ¿cómo? ¿Como la
llegada de Dios en el nacer plenamente humano de Jesús? ¿Como la presencia de
una nueva manera de ser persona, codo con codo con otra persona? O, por el
contrario, ¿como la oportunidad justificada de dar rienda suelta a aquellos
intereses más egoístas del corazón de los poderosos, del dinero, del consumo y
del ídolo llamado globalización? A nadie se le escapa que estos "espíritus
de la Navidad" andan enfrentados. Y en este contexto sigue sonando como un
reto el epitimao de Jesús y de algún que otro actual seguidor suyo que,
desde la más radical debilidad, se atreve a increpar al nuevo espíritu del
poder (religioso, político, económico y cultural): "Cállate y sal de este
mundo".
Recomiendo, en fin, que el creyente acuda a la buena noticia de Marcos y se lea
con frecuencia, y los relacione entre sí, estos nueve breves relatos: 1,25;
3,12; 4,39; 8,30; 8,32; 8,33; 9,25; 10,13 y 10,48. Hacia el final del ejercicio
aparecerán las acciones-conclusiones y, entre ellas, alguna como: el espíritu
inmundo nunca es un demonio con rabo; satanás es pensar que se puede vivir de
espaldas a las personas; el proyecto del creyente en el Dios de Jesús es, por
ejemplo, atender al desatendido, acoger al extraño, estudiar con el ignorante,
trabajar con el deficiente, levantar al caído, gritar con el enmudecido, comer
con el hambriento, liberar al oprimido...
Carmelo Bueno, Cinco minutos, Educar hoy 75
(diciembre 2000)
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