lunes, 27 de julio de 2015

San Pantaleón de Nicodemia - Beata Martinengo de Brescia - San Desiderato de Besançon - San Celestino I 27072015


San Pantaleón de Nicodemia

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San Pantaleón, mártir
En Nicomedia, ciudad de Bitinia, san Pantaleón o Pantalaimón, mártir, venerado en Oriente por haber ejercido como médico sin esperar retribución alguna.
Apenas hay duda alguna de que haya existido un mártir llamado Pantaleón (cuyo nombre significa en griego «el que se compadece de todos»). Pero las leyendas que nos han llegado sobre él carecen de valor. Según ellas, Pantaleón, hijo de un pagano llamado Eubula, llegó a ser médico del emperador Galerio Maximiano en Nicomedia. Durante algún tiempo, Pantaleón se dejó arrastrar por el mal ejemplo y sucumbió ante las tentaciones, con lo cual se sometió a una prueba más difícil que la de la tortura, pues la entrega al mal debilita implacablemente la voluntad y acaba por destruir la virtud más heroica. Así pues, Pantaleón, que vivía en una corte donde se practicaba la idolatría y se aplaudía la vanagloria de este mundo, cayó en la apostasía. Pero las prudentes exhortaciones de un celoso cristiano llamado Hermolaos le abrieron los ojos y le condujeron de nuevo al seno de la Iglesia.

Cuando la persecución de Diocleciano estalló en Nicomedia, el año 303, Pantaleón distribuyó todos sus bienes entre los pobres. Poco después, algunos médicos envidiosos le delataron a las autoridades, las cuales le arrestaron junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El emperador, que deseaba salvar a Pantaleón, le exhortó a apostatar, pero éste se negó a ello y curó milagrosamente a un paralítico para demostrar la verdad de la fe. Tras de sufrir numerosos tormentos, los cuatro fueron condenados a ser decapitados. La ejecución de san Pantaleón se retrasó un día. Los verdugos intentaron matarle de seis modos diferentes: por el fuego, ahogándole en plomo fundido, arrojándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole con la espada. Pero Pantaleón salió ileso de todas las pruebas con la ayuda del Señor. Finalmente, el mártir permitió libremente que le decapitasen; de sus venas brotó leche en vez de sangre, y el tronco de olivo sobre el cual le cortaron la cabeza floreció instantáneamente.

San Pantaleón es uno de los Catorce Santos Auxiliadores y en el Oriente se le profesa gran veneración como «mártir y taumaturgo» y como uno de los «anargyroi» o médicos que asistían gratuitamente a los enfermos. Antiguamente, san Pantaleón fue también muy famoso en el Occidente. En Constantinopla, Madrid y Ravello, se conservan algunas presuntas reliquias de su sangre y se dice que el fenómeno de la licuefacción ocurre, como en el caso de la sangre de san Jenaro. Tanto las leyendas griegas como las latinas, de las que existen numerosas versiones son muy extravagantes. Sin embargo, la antigüedad del culto de san Pantaleón, relacionado principalmente con Nicomedia y Bitinia, está perfectamente probada.

Véase Delehaye, Les origines du culte des martyrs, p. 189, etc. La fabulosa leyenda del santo data de muy antiguo; en el Museo Británico hay una traducción siria en un manuscrito del siglo VI (Addit. 12, 142). Los sirios querían tener un San Pantaleón propio; así pues, tomaron muchos rasgos de la leyenda del santo y los atribuyeron a un personaje legendario llamado Asia (que significa «médico»), y situaron su vida y su muerte en Antioquía. Ver Analecta Bollandiana, vol. XXXVIII (1920), p. 408. Acerca de la licuefacción de la sangre de san Pantaleón en Ravello, cf. Ian Grant, The Testimony of Blood (1929), pp. 17-44. El cardenal Newman, poco después de su ordenación sacerdotal, describió el fenómeno en una carta que escribió a Enrique Wilverforce desde Nápoles, en agosto de 1846.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 
 
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Fue Mártir, murió alrededor del 305. Según la leyenda él era el hijo de un pagano rico, que se llamaba, Eustorgius de Nicomedia, y fue instruido en el Cristianismo por su madre que era Cristiana, Ebula. Luego se convirtió en extraño al Cristianismo. Estudio medicina y se convirtió en físico del emperador Maximianus. Regresó al Cristianismo por el sacerdote Hermolaus. Luego de la muerte de su padre, él obtuvo la posesión de una gran fortuna.
Sus colegas celosos lo acusaron al emperador durante la persecución de Diocletian. El emperador deseaba salvarlo e intento persuadirlo a que renuncie a su fe.   Sin embargo, Pantaleón confeso abiertamente su fe, y como prueba de que Cristo es el verdadero Dios, curó a un paralítico. A pesar de esto, fue condenado a muerte por el emperador quien miró el milagro como un acto de magia. Según la leyenda, la carne de Pantaleón fue primero quemada con antorchas; Cristo se le apareció ante todos en forma de Hermolaus, para consolidar y curar a Pantaleón.
Las antorchas fueron extinguidas.    Luego de esto, cuando un baño de plomo liquido fue preparado, Cristo en la misma forma caminó en la caldera con él, el fuego se extinguió y el plomo se convirtió en frió. Luego fue lanzado al mar, pero la piedra amarrada a su cuerpo con la cual fue lanzado flotaba.
Lo lanzaron a las bestias salvajes, pero estas aduladas sobre él y no podía ser forzado lejos, hasta que él las bendijo.   Pantaleón fue atado a la rueda, pero la soga hizo presión, y la rueda se rompió. Hubo intento de decapitarlo, pero la espada se dobló, y los ejecutores se convirtieron. Pantaleón imploro al cielo para que los perdonen, por lo cual él recibió el nombre de Panteleemon(el todo-compasivo).
Era imposible hasta que él mismo decidió que era posible decapitarlo.   Las vidas que contienen estas características legendarias son todas tarde en fecha y sin valor. Con todo el hecho del martirio, por si mismo parece probar por veneración, por lo cual es un testimonio temprano, entre otros de Theodoret (Graecarum affectionum curatio, Sermo VIII, "De martyribus", en Migne, P. G., LXXXIII 1033) Procopius de Caesarea (De aedificiis Justiniani I, ix; V, ix) y el "Martyrologium Hieronymianum" (Acta SS., Nov., II, 1, 97).   Pantaleón es venerado en el Este como un gran mártir y un maravilloso trabajador. En los años medios fue visto como un patrón santo de físicos y parteras, y se convirtió en uno de los catorce guardias mártires. A partir de épocas tempranas, una fuente fiable afirma que un poco de su sangre se conserva en Constantinopla.
En la fiesta del santo se dice que la sangre se convierte en liquido y burbujeante. Reliquias del Santo son encontradas en San Denis en Paris; Su cabeza se venerada en Lyons. El Santo se celebra el 27 de julio y  el 18 de febrero.





Oremos  

Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión de San Pantaléon venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



Beata  Martinengo de Brescia



 Beata María Magdalena Martinengo
Virgen Nació en la ciudad italiana de Brescia en 1687. Desde muy niña se vio inclinada a la devoción y a la mortificación y mostró un gran deseo de "imitar todo lo que habían hecho los santos".    A los 18 años, ingresó en el convento capuchino de Santa María de las Nieves de su ciudad natal.
En 1706 hizo su profesión. Tres veces fue maestra de novicias y, durante algún tiempo, desempeñó el humilde cargo de portera. En 1732 y en 1736, fue elegida superiora.    Dios premió su desinteresado amor con experiencias místicas extraordinarias y con el don de milagros. La beata profesaba particular devoción a la coronación de espinas y, después de su muerte, se descubrió que llevaba bajo el velo, alrededor de la cabeza, una rejilla de puntas aceradas.
María Magdalena supo unir a las mortificaciones, el cumplimiento de sus deberes de maestra y superiora, el amor al silencio y una gran mansedumbre en la conversación.    Su muerte ocurrió en 1737, cuando tenía 50 años de edad. Fue beatificada en 1900.




Oremos  

Concédenos, Señor, un conocimiento profundo y un amor intenso a tu santo nombre, semejantes a los que diste a María Magdalena, para que así, sirviéndote con sinceridad y lealtad, a ejemplo suyo también nosotros te agrademos, con nuestra fe y con nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


San Desiderato de Besançon

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En Lons-le-Saulnier, en los montes del Jura, san Desiderato, a quien se tiene por obispo de Besanzón.


San Celestino I

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San Celestino I, papa
En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria, san Celestino I, papa, que, esforzándose para que la Iglesia se mantuviese en la verdadera fe y ampliase su extensión, instituyó el episcopado en Gran Bretaña e Irlanda y promovió la celebración del Concilio de Éfeso, en donde se condenó a Nestorio y se saludó a María como Madre de Dios.
Apenas sabemos algo de su vida privada. Nació en Campania y se había distinguido como diácono en Roma, antes de su elección a la cátedra de San Pedro en septiembre del año 422. Durante los diez años que duró su pontificado, mostró gran energía y encontró gran oposición. Los obispos de Africa, que ya se habían quejado de que se convocaba a Roma a muchos de sus sacerdotes, criticaron al Papa por haber llamado a Apiado en forma precipitada y sin tener en cuenta a los obispos. Sin embargo, san Agustín profesaba gran veneración y cariño a san Celestino, como consta por sus cartas. San Celestino se opuso enérgicamente a los brotes de herejía de su época, particularmente al pelagianismo y al nestorianismo. El sínodo que reunió en Roma en el año 430, fue una especie de preludio del Concilio ecuménico de Éfeso, al que san Celestino envió tres legados de gran envergadura. Igualmente apoyó a san Germán de Auxerre en su lucha contra el pelagianismo y escribió un tratado dogmático de gran importancia contra el semipelagianismo, que era una forma mitigada de la misma herejía. De san Celestino proviene la obligación de los clérigos de órdenes mayores de recitar el oficio divino. Es poco probable que san Celestino haya enviado a san Patricio a Irlanda; sin embargo, debía tener muy presentes las necesidades de ese país, ya que fue él quien envió a Paladio allá a sostener la fe de los que creían en Cristo, inmediatamente antes de que san Patricio empezara su gran obra de evangelización.

En una carta atribuida a san Celestino, dirigida a los obispos de las iglesias Viennense y Narbonense, del 26 de julio del 428, se contiene un hermoso texto, que recoge elDenzinger como «canon sobre la reconciliación in articulo mortis»:
Hemos sabido que se niega la penitencia a los moribundos y no se corresponde a los deseos de quienes en la hora de su tránsito, desean socorrer a su alma con este remedio. Confesamos que nos horroriza se halle nadie de tanta impiedad que desespere de la piedad de Dios, como si no pudiera socorrer a quien a El acude en cualquier tiempo, y librar al hombre, que peligra bajo el peso de sus pecados, de aquel gravamen del que desea ser desembarazado. ¿Qué otra cosa es esto, decidme, sino añadir muerte al que muere y matar su alma con la crueldad de que no pueda ser absuelta? Cuando Dios, siempre muy dispuesto al socorro, invitando a penitencia, promete así: Al Pecador -dice-, en cualquier día en que se convirtiera, no se le imputarán sus pecados [cf. Ez. 33, 16]... Como quiera, pues, que Dios es inspector del corazón, no ha de negarse la penitencia a quien la pida en el tiempo que fuere...

Ver Acta Sanctorum, abril, vol. V; Duchesne, Liber Pontificalis, vol. I, pp. 230-231; Hefele-Leclercq, Conciles, vol. II, pp. 196 ss. Posiblemente los llamados «Capitula Caelestini» contra la doctrina semipelagiana no son obra de san Celestino sino de San Próspero de Aquitania. El fragmento de la carta proviene de DZ 111; el texto completo en MPL 50,431.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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