San Marcelino de Ancona | |
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San Marcelino de Ancona, obispo
En Ancona, en el Piceno, san Marcelino, obispo, que, según escribió el papa san Gregorio Magno, por gracia de Dios libró a la ciudad de un incendio.
A Marcelino de Ancona lo conocemos exclusivamente por una breve narración de San Gregorio Magno en sus Diálogos. Cuenta el santo Doctor:
«Cabeza de esta misma iglesia de Ancona fue Marcelo, varón de venerable vida. Contrajo una dolorosa gota, por lo cual sus familiares, si era necesario, lo tenían que trasportar en las manos. Cierto día, por culpa de una negligencia, la ciudad de Ancona se incendió. Como ardiera vehementemente, se acercaron todos a extinguir el fuego. Pero aunque arrojaban constantemente agua, las llamas crecían, tanto que ya parecía verse la muerte de la ciudad entera. El fuego iba invadiendo lugares cada vez más próximos. Una parte no pequeña de la ciudad se había consumido, y no pudiendo acercarse por sí mismo, venía el obispo conducido en andas: obligado a moverse por el peligro, decía a los familiares que lo transportaban: ponedme contra el fuego. Y así se hizo: fue puesto en el lugar donde todo el frente de las llamas parecía concentrarse, comenzó de modo admirable el propio incendio a retroceder, como si en su vuelta atrás exclamare que no puede avanzar más allá del obispo. Ocurrido esto, refrenada la llama en su límite, se enfrió, y no osó atacar a ningún otro edificio.»
San Gregorio Magno no hace una obra de crítica histórica ni biográfica, sino un relato de la vida de hombres ilustres y santos de Italia, con la vista puesta en mostrar la maravillosa obra de Dios en ellos a traves de milagros y hechos extraordinarios. No es raro, entonces que lo que más quisiéramos saber sobre nuestro santo no se nos cuente, sino el hecho ejemplar de la santidad que vence al poder destructivo de los elementos. Sobre este exclusivo párrafo transmitieron los hagiógrafos la noticia de san Marcelino, agregando en algunos casos detalles pintorescos. Por ejemplo, en Ancona pretendían poseer como reliquia el libro de oraciones que utilizó san Marcelino para orar ante las llamas (¡y que por tanto estaba chamuscado!).
En cuanto a la época en que vivió, parece que fue en el siglo IV, sin que se pueda especificar con mayor precisión. Tradiciones hagiográficas posteriores lo hacen de la noble familia local de Boccamajore, y tercer obispo de Ancona, sin que haya propiamente elementos para verificar estos datos. Su cuerpo se conserva como reliquia en una tumba preciosamente esculpida a mediados del s XVIII en la cripta de la catedral de Ancona.
El fragmento de san Gregorio Magno, fuente única sobre el santo, se encuentra en los Diálogos, libro I, cap. 6, transcripto in extenso por los bolandistas en Acta Santorum, enero, I, pág 590, de donde lo traduje. Allí mismo pueden verse algunos desarrollos de la leyenda, como el mencionado sobre el libro de oraciones.
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San Honorato de Buzançais | |
San Honorato de Buzançais, laico
En Thénézay, en la región de Poitiers, en Aquitania, san Honorato de Buzançais, que, siendo comerciante de ganado, repartía su dinero entre los pobres y fue asesinado por unos ladrones a los que reprendía.
Es difícil entender el culto de san Honorato de Buzançais, venerado en el centro de Francia, en Buzançais, Berry y el Poitou. Su vida no tiene nada de extraordinario en el sentido de "virtudes heroicas" que apreciamos hoy como signos de santidad. Era un laico, comerciante en ganado, según las leyendas locales de carácter muy alegre, que ayudaba a los pobres, y a dotar a la jóvenes casaderas y pobres de su parroquia. Un día emprende un viaje, y a su regreso sus siervos habían dilapidado gran cantidad de su patrimonio. Los reprendió severamente y estos lo asesinaron y abandonaron su cuerpo en el bosque de Thénezay, en el año 1250.
Hasta aquí no hay nada que nos hable de una vida distinta de cualquier persona buena, e injustamente asesinada. Sin embargo su cuerpo fue hallado y reconocido, y al contacto con sus restos comenzaron a ocurrir milagros: curaciones, etc. Así como hoy señalamos la santidad con las virtudes heroicas, y los milagros -aunque canónicamente exigidos- ocupan un puesto secundario, en aquel momento la realización de milagros era el primer y más claro signo de la elección divina, así que inmediatamente surgió la disputa entre Thénezay y Buzançais por la posesión de tan preciado tesoro, hasta que se dividió en dos: el cuerpo fue a su lugar de nacimiento, y la cabeza quedó en el de su muerte, y en torno a ella se erigió una iglesia, y se formalizó el culto.
Como señala pertinentemente un santoral danés: Tal vez Dios había visto en él algo que nosotros no hemos llegado a ver. El Martirologio Romano lo inscribe como santo de culto local (beato), en testimonio de una ininterrumpida tradición devocional. Es invocado contra los cólicos, con una rima tradicional (la traducción se encuentra en la oración al santo, en esta misma página):
Bon saint Honoré, par le fer éventré,
Délivre-moi du feu qui brûle mes entrailles.
Et aussi de mes péchés et de tout ce qui mal me fait.
Accorde-moi la paix, bon saint Honoré.
Amen.
Buen San Honorato, con hierros eventrado
líbrame del fuego que quema mis entrañas
y también de mis pecados y de todo mal,
dame la paz, buen San Honorato. Amén
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