San Sebastián, mártir
fecha: 20 de enero
†: s. IV inc. - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: s. IV inc. - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Sebastián, mártir, oriundo de Milán, que, como
narra san Ambrosio, se dirigió a Roma en tiempo de crueles persecuciones, y
sufrió allí el martirio. En la ciudad a la que había llegado como huésped
obtuvo el definitivo domicilio de la eterna inmortalidad, y fue enterrado en
este día en las catacumbas de Roma.
patronazgo: patrono de diversas ciudades europeas, de los
tiradores con distintas clases de armas, en especial arcos y ballestas, también
de armeros, soldados, ex-combatientes, de los fundidores de hierro,
hojalateros, albañiles, jardineros, trabajadores forestales, curtidores,
alfareros y sepultureros; se lo invoca contra la peste, y ya en nuestra época,
especialmente en la comunidad homosexual, contra el SIDA.
tradiciones, refranes, devociones: De los santos frioleros, San Sebastián el
primero. Detente varón, que el primero es San Antón.
San Antón, viejo y meón, mete las niñas en un rincón; San Sebastián, mocito y galán, saca las niñas a pasear.
El veinte de enero san Sebastián en cueros y entra el aire por los agujeros.
San Antón, viejo y meón, mete las niñas en un rincón; San Sebastián, mocito y galán, saca las niñas a pasear.
El veinte de enero san Sebastián en cueros y entra el aire por los agujeros.
oración:
Te rogamos, Señor, nos concedas el
espíritu de fortaleza para que, alentados por el ejemplo glorioso de tu mártir
san Sebastián, aprendamos a someternos a ti antes que a los hombres. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración
litúrgica).

Según sus «actas», atribuidas sin razón
suficiente a san Ambrosio, Sebastián nació en Narbona de la Galia, aunque sus
padres eran originarios de Milán, y fue educado en aquella ciudad. Era un
fervoroso servidor de Jesucristo. Aunque la vida militar no correspondía a sus
inclinaciones, hacia el año 283 fue a Roma e ingresó en el ejército, al
servicio del emperador Carino, con el propósito de ayudar a los confesores y
mártires cristianos, sin despertar sospechas. Los mártires Marcos y Marceliano,
condenados a muerte, estaban a punto de flaquear en la fe ante las lágrimas de
sus amigos, cuando san Sebastián intervino y les exhortó apasionadamente a la
constancia; sus palabras ardientes impresionaron profundamente a los mártires.
Zoé, la esposa de Nicóstrato, que había perdido desde hacía seis años el uso de
la palabra, se postró a los pies de Sebastián. Cuando el santo trazó sobre ella
la señal de la cruz, Zoé recobró la palabra. Este milagro convirtió a Zoé y a
su esposo, que era el jefe de los escribanos («primiscrinius»), a los padres de
Marcos y Marceliano, al carcelero Claudio y a otros dieciséis prisioneros.
Nicóstrato, que estaba al cargo de los prisioneros, les llevó a su propia casa,
donde un sacerdote llamado Policarpo les instruyó y les bautizó. Al enterarse
de lo sucedido y al saber que Tranquilino, el padre de Marcos y Marceliano,
había sido curado de la gota al recibir el bautismo, Cromacio, gobernador de
Roma, se sintió movido a seguir su ejemplo, pues él también sufría de ese mal.
Hizo, pues, venir a san Sebastián, quien le curó de su enfermedad. Cromacio
recibió el bautismo junto con su hijo Tiburcio, libertó a los prisioneros
convertidos, dio la libertad a sus propios esclavos, y dimitió de su cargo.

Poco después, Carino murió en Ilírico,
derrotado por Diocleciano, quien el año siguiente nombró a Maximiano su colega
en el Imperio. Aunque no había habido nuevos edictos persecutorios, los magistrados
continuaban la persecución en la misma forma que bajo el gobierno de Carino.
Diocleciano, que admiraba el valor y el carácter de san Sebastián, quería
guardarle cerca de sí. Como ignoraba la fe religiosa que profesaba el santo, le
elevó a la alta dignidad de capitán de una compañía de guardias pretorianos.
Cuando Diocleciano partió al Oriente, Maximiano prodigó a san Sebastián las
mismas muestras de distinción y respeto. Cromacio se retiró a Campania, junto
con otros muchos convertidos. Esto hizo surgir una admirable discusión entre
san Sebastián y el sacerdote Policarpo, para determinar quién de ellos iría en
la comitiva de Cromacio a fin de continuar la instrucción de los neófitos, y
quién se quedaría en el puesto peligroso de la ciudad para alentar y ayudar a
los mártires. El papa Cayo, a quien apelaron para que decidiese, determinó que
Sebastián se quedará en la ciudad. Como la persecución arreciara, el Papa y
otros cristianos se refugiaron el año 286, en el mismo palacio imperial, que
era el sitio más seguro, en los apartamentos de un oficial de la corte llamado Cástulo. Zoé fue la primera que cayó
prisionera, mientras se hallaba orando en la tumba de san Pedro, el día de la
fiesta del Apóstol. Colgada por los tobillos sobre una hoguera, murió sofocada.
Tranquilino, avergonzado de demostrar menos valor que una mujer, se dirigió a
orar en la tumba de san Pablo, y ahí murió apedreado. Nicóstrato, Claudio,
Castorio y Victorino, después de ser torturados tres veces fueron arrojados al
mar. Tiburcio, delatado por un traidor, fue decapitado. Cástulo, acusado por el
mismo traidor, fue dos veces torturado en el potro y después quemado vivo.
Marcos y Marceliano murieron atravesados por las flechas, tras de haber
permanecido veinticuatro horas con los pies clavados a una estaca.
San Sebastián, que había ayudado a tantos
mártires en su tránsito al cielo, fue finalmente conducido ante Diocleciano,
quien le reprochó amargamente su ingratitud, y le entregó a un cuerpo de
arqueros de la Mauritania para que le mataran. Sus verdugos abandonaron su
cuerpo atravesado por las flechas, creyéndole muerto. Cuando Irene, la viuda de
san Cástulo, fue a recoger el cadáver, encontró al santo todavía vivo y le
llevó a su casa. Ahí se restableció de las heridas y quedó sano, pero se negó a
huir, a pesar de los ruegos de sus amigos. Un día, el santo se apostó en una
escalera por la que el emperador iba a pasar, y le echó en cara las abominables
crueldades cometidas contra los cristianos. Tal libertad de lenguaje por parte
de un hombre a quien todos creían muerto, dejó mudo de asombro, por un momento,
al emperador; pero, una vez repuesto de su sorpresa, dio la orden de que
acabaran con la vida de Sebastián a mazasos y arrojaran su cuerpo en la fosa
común. Una mujer llamada Lucía, a quien el santo se apareció en sueños,
transportó su cuerpo al sitio llamado «ad catacumbas», donde se levanta hoy la
Basílica de San Sebastián.

Los historiadores piensan que esta
biografía es una fábula piadosa, escrita a fines del siglo V. Lo único que
sabemos con certeza sobre san Sebastián, es que fue martirizado en Roma; que
tenía alguna relación con Milán, donde ya era venerado en tiempos de san Ambrosio
(siglo IV), y que fue enterrado en la Vía Apia, probablemente muy cerca de la
actual basílica de San Sebastián, en el cementerio «ad catacumbas». Aunque el
arte medieval y renacentista representa a san Sebastián atravesado por las
flechas o llevando una flecha en la mano, este atributo es de aparición
relativamente tardía. Un mosaico de San Pietro in Vincoli, que data más o menos
del año 680, le representa como un hombre barbado, que lleva en la mano la
corona del martirio. Un antiguo ventanal de la catedral de Estrasburgo, le
pinta como un caballero, con espada y escudo, pero sin flechas. Se invoca a san
Sebastián como patrón contra las plagas, y ciertos escritores de nota, como
Male y Pedrizet, opinan que esta tradición está relacionada con un famoso
incidente del primer libro de la «Ilíada» y que tiene su origen en la valiente
actitud de san Sebastián frente a la lluvia de flechas disparadas contra él;
pero el P. Delehaye afirma, probablemente con razón, que la tradición debió más
bien originarse en la coincidencia entre el fin de una plaga y la invocación de
san Sebastián. El hecho de que san Sebastián sea el patrono de los arqueros y
de los soldados en general, proviene naturalmente de la leyenda.
Notas:
-Bibliografía del Butler: sobre la «pasión»
de san Sebastián, ver Acta Sanctorum, 20 de enero. Ver también H. Delehaye, en
Encyclopaedia Britannica, (undécima edición), y Acta Bollandiana vol. XXVIII
(1909), p. 489; igualmente K. Loffler, en Catholic Encydopedia, vol. XIII;
Chéramy, Saint-Sébastien hors les murs (1925), y Civilta Cattolica enero y
febrero, 1918.
-La alusión que hace el Butler a la
Illíada se refiere al episodio del Canto I en el que se relaciona la peste que
diezma al campamento de soldados con las flechas que lanza Apolo.
-En el siglo XX san Sebastián fue
imponiéndose progresivamente como «ícono cultural» de la comunidad homosexual.
A diferencia de san Elredo, esta identificación no parece
tener relación con grupos de oración ni, en general, con ninguna cuestión
estrictamente religiosa. El historiador italiano Giovanni dall'Orto estudia muchos
aspectos del fenómeno, y llega a la conclusión de que la identificación, aunque
ya muy arraigada, es en realidad reciente, y proviene de cierta sugerencia de
Gabriele D'Annunzio que hace de san Sebastián un «favorito» del emperador en su
obra teatral «El martirio de san Sebastián», caracterización que luego es
retomada en la película «Sebatián», de Derek Jarman (1976), que consolida del
todo la asociación entre el santo y la homosexualidad. A esto ayuda (aunque a
juicio de Dall'Orto, este aspecto no es decisivo) cierta línea dentro de la
vastísima iconografía del santo que acentúa su aspecto juvenil y en algunos
casos afeminado.
-La iconografía del santo es inacabable, y
se encuentran representaciones no sólo medievales y renacentistas, sino también
contemporáneas. Un muy meritorio trabajo de recopilación, The
Iconography of Saint Sebastian, recoge en el web imágenes de
toda clase (pinturas, esculturas, dibujos) así como los textos latinos (con
traducción al inglés) de la «Leyenda Áurea» y otros sobre el santo. [El link
fue revisado en 2013 y no funcionaba].

Imágenes:
-Escuela Suiza, fin del siglo XIV, Musée
des Beaux-Arts de Dijon, Francia.
-Grünewald (1480?-1528), «San Sebastián»,
Musée d'Unterlinden (Colmar, Francia). panel derecho del «Altar Isenheim».
-Nahum Zenil, «San Sebastián» (1982).
Galeria de Arte Mexicano, Mexico DF, técnicas mixtas ssobre papel.
-Giorgetti: estatua de mármol (1665) en la
iglesia de San Sebastián extramuros, Roma.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert
Thurston, SI
accedida 15704 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=253
San Ascla, mártir
fecha: 20 de enero
fecha en el calendario anterior: 23 de enero
†: s. IV - país: Egipto
otras formas del nombre: Asclas
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 23 de enero
†: s. IV - país: Egipto
otras formas del nombre: Asclas
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Antinoe, en la Tebaida, san Ascla, mártir, que,
llevado ante el gobernador, no temió sus amenazas dado que le causaba mucha
mayor preocupación renegar de Cristo, y después de ser sometido a variados
tormentos, fue arrojado al río.
San Asclas gozó de gran fama en Egipto y
en todo el Oriente, y su nombre se halla en el Martirologio Romano. Su vida,
tal como la resumen los sinaxarios, se reduce a lo siguiente: «Asclas,
originario de la Tebaida, fue acusado de creer en Cristo, y compareció ante el
gobernador llamado Arriano. Como confesara valientemente su fe, fue torturado
en el potro, azotado hasta dejarle descubiertas las costillas, y finalmente
encerrado en un calabozo. Por entonces, el gobernador tuvo que hacer un viaje a
la otra ribera del Nilo. El santo pidió a Dios que no le dejase llegar a la
otra orilla, hasta que hubiese confesado por escrito la divinidad de Cristo.
Arriano se embarcó, pero la barca permaneció inmóvil, a pesar de los esfuerzos
de los remeros. Al saber esto, el santo envió a decir al gobernador que sólo
confesando por escrito la divinidad de Cristo podría llegar a salvo a la otra
orilla. El gobernador pidió que le trajesen un papel y escribió que era grande
el poder del Dios de los cristianos y que fuera de Él no existía ninguna otra
divinidad. Inmediatamente la barca empezó a avanzar. En cuanto Arriano estuvo
de vuelta, mandó que las heridas del santo fuesen quemadas con antorchas;
después, ordenó que le colgasen una gran piedra al cuello y le arrojasen al
río. Así ganó Asclas la corona de los mártires». Difícilmente se puede negar,
por la forma misma del relato, que hay en él muchos elementos legendarios.
El Sinaxario de Constantinopla (ed. H.
Delehaye, p. 698), cuyo texto citamos, conmemora a San Asclas el 20 de mayo.
Ver también Acta Sanctorum, 23 de enero, y Cheneau d'Orléans, Les saints
d'Egypte, vol. I pp. 183 ss.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert
Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
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