jueves, 7 de enero de 2016

San Tilón de Solignac - San Ciro de Constantinopla - Beata Lindalva Justo de Oliveira 07012016

San Tilón de Solignac

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San Tilón, monje
En el monasterio de Solignac, en la región de Limoges, en Aquitania, san Tilón, discípulo de san Eloy, que fue orfebre y monje.
San Tilón era sajón de nacimiento. Fue capturado y transportado a las naciones del sur, en donde le rescató y bautizó san Eligio (Eloy). Este ferviente apóstol le envió a su abadía de Solignac. Más tarde le llamó de nuevo, le ordenó sacerdote, y le empleó durante algún tiempo en Tournai y otras regiones del sur. Los habitantes de Iseghem, población cercana a Courtrai, le consideran como su evangelizador. Algunos años después de la muerte de san Eligio, san Tilón retornó a Solignac y vivió en soledad cerca de la abadía, imitando la sencillez, devoción y austeridad de los Antonios y Macarios de la antigüedad. Allí murió, siendo ya nonagenario, hacia el año 702, y Dios le honró con milagros. San Tilón es llamado Theau en Francia, Tilloine o Tilman en Flandes, e Hillonius en Alemania.

El santo es famoso en los calendarios franceses y belgas. La Vida de san Eligio le cuenta entre los siete discípulos que trabajaron con el santo en su taller de herrería y le imitaron en el ejercicio de la virtud, antes de que san Eligió se consagrara al ministerio eclesiástico. Muchas iglesias de Flandes y de Francia están dedicadas a san Tilón.

La vida anónima del santo, publicada en Acta Santocrum, no es del todo fidedigna; mayor crédito merece la biografía que Mabillon entresacó del Breviario de Solignac: ver AA.SS. Benedict., vol. II, p. 996.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



San Ciro de Constantinopla

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San Ciro de Constantinopla, monje y obispo
En Constantinopla, san Ciro, obispo, el cual, siendo monje en Paflagonia, fue elegido para ocupar la sede constantinopolitana, pero, depuesto luego de la misma, murió finalmente en el destierro.
Monje en Amastris (hoy Amasra), ciudad del Ponto Euxino, predijo el retorno al trono de Justiniano II Rhinotmetos, cuando este fue depuesto por el usurpador Leoncio. En el 705 se cumplió la profecía, y el emperador repuesto en su sede no olvidó a Ciro, y, destituido el obispo Callinico, lo elevó al episcopado en lugar de este. El nuevo patriarca ejerció sobre el emperador una benéfica influencia, mitigando la crueldad en las venganzas contra los adversarios; por obra suya fue recibido en Constantinopla con todos los honores el papa Constantino. 
Ciro conservó su sello episcopal por tres años. En el 712, depuesto por el bárbaro Bardane -que sucedió a Justiniano con el nombre de Filípico- fue sustituido por su propio secretario, Juan, y exiliado. Se ignora el año de su muerte; el Sinaxario Constantinopolitano lo conmemora el 7 y el 8 de enero.

fuente: Santi e Beati



Beata Lindalva Justo de Oliveira

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Nació el 20 de octubre de 1953 en Sitio Malhada da Areia, una zona deprimida perteneciente a Río Grande del Norte (Brasil). Era fruto del segundo matrimonio de João Justo da Fé, y de María Lúcia de Oliveira. Fue la sexta de 13 hermanos. Las deficiencias económicas fueron paliadas por la fe de su familia que no escatimó esfuerzos para que la numerosa prole recibiese una educación adecuada. Y, de hecho, todos tuvieron la fortuna de ser formados en los principios cristianos. Sencilla y humilde, Lindalva recogió fecundamente las semillas que sus padres sembraron en su corazón, y creció con una singular predilección hacia la infancia desfavorecida, acercándose a los niños de su entorno feliz de prestarles ayuda. Al fallecer su padre determinó dedicar su vida a los pobres. Antes había cursado estudios para trabajar como administrativa y fue cajera en una gasolinera. Pero la pérdida de su padre en 1982, la llevó a matricularse en un curso de enfermería con el objetivo de dedicarse a los que nada poseen. En el asilo de ancianos era bien conocida por visitarlos asiduamente. Entretanto, no había descuidado amigos, cultura y aficiones, como tocar la guitarra. Tuvo la oportunidad de conocer a las Hijas de la Caridad en el transcurso de una actividad apostólica en 1986. Y dos años más tarde solicitó ingresar en el convento.
En el noviciado se advertían sus virtudes, entre las que se subrayan su disponibilidad y sinceridad. La vida le había asestado duros mazazos templando su espíritu encaminado en todo momento a realizar el mayor bien. Como la caridad siempre es próxima, los primeros que se beneficiaron de la que ella prodigaba fueron sus hermanos. En particular, uno, que era alcohólico, suscitó en ella conmovedores sentimientos que expresó en una carta: «Piensa sobre esto y interiorízalo en ti. Yo oro muchísimo por ti y continuaré orando, y si es necesario haré penitencia para que seas capaz de revindicarte como persona. Sigue a Jesús, quien luchó hasta la muerte por los pecadores, dando hasta su propia vida, no como Dios sino como hombre, para el perdón de pecados. Debemos buscar refugio en Él; solo en Él la vida merece la pena». Estas palabras fueron determinantes para su hermano que un año más tarde logró abandonar este vicio.
En 1991 comenzó a ocuparse de pacientes terminales, todos varones, en un sanatorio de Salvador da Bahía. Volcada en los demás y lejos de sí, eligió para su cuidado a los que consideró que más precisaban atenciones humanas y espirituales. Oraba y cantaba junto a ellos, de modo que, estimulados por su ejemplo y palabra, muchos comenzaron a frecuentar los sacramentos. Había aprendido en su casa el valor del esfuerzo en su cariz evangélico, así obtuvo el carnet de conducir pensando que con él podría llevarlos a pasear. Fue otro de los signos visibles de su entrega a los enfermos. Todo seguía su curso dentro de una normalidad hasta que en enero de 1993 se incorporó al mismo un hombre de 46 años, Augusto da Silva Peixoto. Su ingreso era fruto de una recomendación, ya que de otro modo no le hubiera correspondido recibir atención en el centro. El asunto no hubiera tenido nada de particular, si no fuera por la enfermiza fijación que tomó hacia Lindalva. Ella, consciente de lo delicado del momento, y aunque se ocupó de él con la delicadeza acostumbrada que dispensaba a todos los enfermos, ejercitó la prudencia al máximo. Pero en lugar de abandonar el centro hospitalario cuando este hombre expuso sus pecaminosas intenciones, llevada de su amor por los ancianos, dijo: «prefiero verter mi sangre que dejar este lugar». De nada le sirvió rechazar las demandas ilícitas de Augusto. Incapaz de frenarlo, tuvo que recurrir incluso a la asistencia de un oficial de seguridad. Este hecho despertó los instintos más bajos del acosador, y el 9 de abril de 1993, después del Vía Crucis de Viernes Santo, al distribuir el desayuno, Augusto la empujó y asestó 44 puñaladas diciendo: «¡debí de haber hecho esto antes!». Lindalva tenía 39 años. El cardenal Lucas Moreira Neves, O.P., Primado de Brasil, en su entierro dijo: «Unos pocos años fueron suficientes para que Sor Lindalva coronara su vida Religiosa con el martirio». Fue beatificada el 2 de diciembre de 2007 en Salvador de Bahía por el cardenal Saraiva como Delegado de Benedicto XVI.

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