viernes, 22 de enero de 2016

San Vicente, diácono y mártir - San Valerio de Zaragoza, obispo 22012016

San Vicente, diácono y mártir

fecha: 22 de enero
†: 304 - país: España
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Vicente, diácono de Zaragoza y mártir, que durante la persecución bajo el emperador Diocleciano sufrió cárcel, hambre, potro y hierros candentes, hasta que en Valencia, en la Hispania Cartaginense, voló al cielo a recoger el premio del martirio.
patronazgo: patrono de Valencia (España), de Portugal, y de los fabricantes de ladrillos, alfareros, techistas, bodegueros y fabricantes de vino, marineros y leñadores, para pedir por la debilidad física, y para la recuperación de bienes robados.
tradiciones, refranes, devociones: Por San Vicente, el invierno pierde un diente.
El día San Vicente entra 'l sol ena fuente (asturiano: hace referencia a una fuente que hay cerca del pueblo de La Focella, (Teverga); es muy sombría, y está situada de espaldas al sur; el sol, en su diario elevarse comienza a tocarla el 22 de Enero a las once de la mañana. CASTAÑÓN, Luciano: Refranero asturiano).
San Lorenzo calura y San Vicente friura, uno y otro poco dura.
San Vicente el barbau rompe el chelau, y si no lo rompe, lo deja doblau (aragonés).
Hay muchos refranes referidos a este san Vicente del 22 de enero, pero en todos el punto común es que aluden a que comienza a declinar el invierno. Posiblemente sean anteriores al siglo XVI y por tanto la observación meteorológica corresponda hoy al 2 de febrero, excepto el asturiano de la fuente.
refieren a este santo: San Vicente de Agen
oración:
Dios todopoderoso y eterno, derrama sobre nosotros tu Espíritu, para que nuestros corazones se abrasen en el amor intenso que ayudó a san Vicente a superar los tormentos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
San Valerio, obispo de Zaragoza, cuya celebración es hoy mismo, instruyó en las ciencias sagradas y en la piedad cristiana a este glorioso mártir. El mismo obispo le ordenó diácono para que formara parte de su séquito, y le encargó de instruir y predicar al pueblo, a pesar de que era todavía muy joven. El cruel perseguidor Daciano era entonces gobernador de España. El año 303, los emperadores Diocleciano y Maximiano publicaron su segundo y tercer edicto contra el clero, y al año siguiente lo hicieron extensivo a los laicos. Parece que poco antes de la publicación de dichos decretos, Daciano hizo ejecutar a los dieciocho mártires de Zaragoza, de los que hacen mención Prudencio y el Martirologio Romano, y arrestó a Valerio y a Vicente. Estos dos mártires fueron poco después trasladados a Valencia, donde el gobernador les dejó largo tiempo en la prisión, sufriendo hambre y otras torturas. El procónsul esperaba que esto debilitaría la constancia de los testigos de Cristo. Sin embargo, cuando comparecieron ante él, no pudo menos de sorprenderse al verles tan intrépidos y vigorosos, y aun castigó a los soldados por no haberles tratado con el rigor que él había ordenado. El procónsul empleó amenazas y promesas para lograr que los prisioneros ofrecieran sacrificios a los dioses. Como Valerio, que tenía un impedimento de la lengua, no pudiese responder, Vicente le dijo: «Padre, si me lo ordenas yo hablaré». «Hijo mío -le contestó Valerio-, yo te he confiado ya la dispensación de la divina palabra, y ahora te pido que respondas en defensa de la fe por la que sufrimos». El diácono informó entonces al juez que estaban dispuestos a sufrirlo todo por Dios y que no se doblegarían, ni ante las amenazas, ni ante las promesas. Daciano se contentó con desterrar a Valerio, pero decidió hacer flaquear a Vicente valiéndose de todas las torturas que su cruel temperamento podía imaginar. San Agustín nos asegura que Vicente sufrió torturas que ningún hombre hubiera podido resistir sin la ayuda de la gracia, y que, en medio de ellas, conservó una paz y tranquilidad que sorprendió a los mismos verdugos. La rabia del procónsul se manifestaba en el rictus de su boca, en el fuego de sus ojos y en la inseguridad de su voz.
Vicente fue primero atado de manos y pies al potro, y ahí le desgarraron con garfios. El mártir, sonriente, acusaba a sus verdugos de debilidad, lo cual hizo creer a Daciano que no atormentaban suficientemente a Vicente; así pues, mandó que le apalearan. Esto en realidad dio un respiro al santo, pero sus verdugos volvieron pronto a la carga, resueltos a satisfacer la crueldad del procónsul. Sin embargo, cuanto más le torturaban los verdugos, tanto más le consolaba el cielo. El juez, viendo correr la sangre a chorros y el lastimoso estado en que se hallaba el cuerpo de Vicente, no pudo menos de reconocer que el valor del joven clérigo había vencido su crueldad. En seguida ordenó que cesara la tortura y dijo a Vicente que, si no había podido inducirle a sacrificar a los ídolos, por lo menos esperaba que entregaría éste las Sagradas Escrituras a las llamas, para cumplir el edicto imperial. El mártir contestó que tenía menos miedo de los tormentos que de la falsa compasión. Daciano, más furioso que nunca, le condenó a lo que las actas llaman «quaestio legitima» («la tortura legal»), que consistía en ser quemado sobre una especie de parrilla. Vicente se instaló gozosamente en la reja de hierro, cuyas barras estaban erizadas de picos al rojo vivo. Los verdugos le hicieron extenderse y echaron sal sobre sus heridas. Con la fuerza del fuego, la sal penetraba hasta el fondo. San Agustín dice que las llamas, en vez de atormentar al santo, parecían infundirle nuevo vigor y ánimo, ya que Vicente se mostraba más lleno de gozo y consuelo, cuanto más sufría. La rabia y confusión del tirano fue increíble; perdió totalmente el dominio de sí mismo y preguntaba continuamente qué hacía y decía Vicente; pero la respuesta era siempre que el santo no hacía más que afirmarse en su resolución.
Finalmente, el procónsul ordenó que echaran al santo en un calabozo cubierto de trozos de vidrio, con las piernas abiertas y atadas a sendas estacas, y que le dejaran ahí sin comer y sin recibir ninguna visita. Pero Dios envió a sus ángeles a reconfortarle. El carcelero, que vio a través de la rejilla el calabozo lleno de luz y a Vicente paseándose en él y alabando a Dios, se convirtió súbitamente al cristianismo. Al saberlo, Daciano lloró de rabia; sin embargo ordenó que se diese algún reposo al prisionero. Los fieles fueron a ver a Vicente, vendaron sus heridas, y recogieron su sangre como una reliquia. Cuando le depositaron en el lecho que le habían preparado, Vicente entregó su alma a Dios. Daciano ordenó que su cuerpo fuese arrojado en un pantano, pero un buitre le defendió de los ataques de las fieras y aves de presa. Las «actas» y un sermón atribuido a san León añaden que el cadáver de Vicente fue entonces arrojado al mar, pero que las olas lo devolvieron a la playa, donde lo recogieron dos cristianos, por revelación del cielo.
El relato de las traslaciones y la difusión de las reliquias de san Vicente es muy confuso y poco fidedigno. Se habla de sus reliquias no sólo en Valencia y Zaragoza, sino también en Castres de Aquitania, en Le Mans, en París, en Lisboa, en Bari y en otras ciudades. Es absolutamente cierto que su culto se extendió muy pronto por todo el mundo cristiano y llegó hasta algunas regiones del Oriente. La misa del rito milanés le nombra en el canon. El emblema más característico de nuestro santo en las representaciones artísticas más antiguas es el buitre, representado en algunas pinturas sobre una roca. Cuando se trata de una pintura que representa a un diácono revestido con la dalmática y que lleva una palma en la mano, es imposible determinar si se trata de una imagen de san Vicente, de san Lorenzo o de san Esteban. En Borgoña, se venera a san Vicente como patrono de los cultivadores de la vid. Ello se debe probablemente, a que su nombre sugiere cierta relación con el vino.
Alban Butler basa principalmente su relato en la narración del poeta Prudencio (Peristephanon, 5). Aunque Ruinart incluye las «actas» de san Vicente entre sus Acta Sincera, es evidente que el compilador, que vivió probablemente varios siglos después de los hechos, dejó en ellas libre curso a su imaginación. Sin embargo, san Agustín dice en uno de sus sermones sobre el santo que él ha manejado las actas, lo cual induce a suponer que el resumen mucho más conciso de Analecta Bollandiana (vol. I, 1882, pp. 259-262) representa en sustancia el documento al que se refiere san Agustín. De lo que estamos absolutamente ciertos es del nombre de san Vicente, del sitio y la época de su martirio, y del lugar de su sepultura.
Ver P. Allard, Histoire des persécutions, vol. IV, pp. 237-250; Delehaye, Les origines du culte des martyrs (1933), pp. 367-368; H. Leclercq, Les martyrs, vol. II, pp. 437-439; Romische Quartalschrift, vol. XXI (1907), pp. 135-138. Existe un buen resumen histórico, el de L. de Lacger, St. Vincent de Saragosse (1927); y un estudio de su «pasión» por la marquesa de Maulé, Vincent d´Agen et Vincent de Saragosse (1949); sobre este último, cf. los diferentes estudios de Fr. B. de Gaiffier, en Analecta Bollandiana. Sobre el obispo san Valerio, ver Acta Sanctorum, 28 de enero. La escultura es «San Vicente mártir arrojado al muladar», alabastro de Diego de Tredia, siglo XVI, en el Museo de Bellas Artes de Valencia.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=276



San Valerio de Zaragoza, obispo

fecha: 22 de enero
fecha en el calendario anterior: 28 de enero
†: c. 315 - país: España
otras formas del nombre: Valero
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
Conmemoración de san Valero o Valerio, obispo de Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, que tomó parte en el primer Concilio de Illiberis. Conducido a Valencia junto con san Vicente, fue enviado al destierro.
patronazgo: patrono de Zaragoza y de algunos barrios de Valencia.
tradiciones, refranes, devociones: San Valero, rosconeros y ventolero, porque en las fiestas patronales se come roscón, y «es dia raro es el año que no nos sopla en algun momento del dia una racha de cierzo, que nos despeja el ambiente» (informado por una lectora)
San Valerio, obispo «cesaraugustano», es decir, de Zaragoza, no fue mártir como su archidiácono Vicente, a quien hoy mismo conmemoramos. En realidad apenas tenemos datos sobre su vida, y si no apareciera mencionado en las Actas de san Vicente, quizás hubiera pasado desapercibido para la historia cristiana.
No sabemos ni la fecha de su nacimiento ni la de su muerte, sólo que tenía algún problema en el habla (lo dicen las actas de Vicente) y que participó del Conclio de Elvira, donde su firma aparece en el undécimo lugar entre 19 obispos firmantes. Lamentablemente, la fecha del concilio -que nos ayudaría a concretar más sobre la vida de Valerio- es discutida, y mientras unos estudiosos lo sitúan en el 303, y por tanto sería anterior al martirio de san Vicente, otros piensan que este importante concilio local no se celebró hasta después de la paz constantiniana del 314. Si ya era costumbre que los obispos firmaran los documentos por orden de edad (los más ancianos primero), el que estuviera en el puesto número 11 lo hace en el momento de mediana edad, rondando los 50 años.
Valerio, luego de ser torturado junto a su diácono Vicente, en vez de ser muerto fue exiliado; la tradición valenciana dice que fue enviado al actual barrio de Ruzafa (un barrio que actualmente está en el centro de Valencia, pero que en aquellas épocas era otro pueblo), donde más tarde murió, mientras que otros dicen que fue enviado a Huesca. En Valencia se celebra su fiesta en el barrio de Ruzafa el 30 de enero.
No tiene una fecha de conmemoración demasiado fija a lo largo de la historia, precisamente por el desconocimiento que tenemos de sus datos más elementales. En general está inscripto en los martirologios a lo largo del mes de enero, y en el Martirologio Romano anterior lo estaba en el más tradicional, el día 28, aniversario de una traslación de reliquias. Sin embargo en el Martirologio actual ha pasado al 22 de enero, pero puesto que no hay ninguna razón visible para este cambio, deduzco que se ha hecho por una muy curiosa circunstancia:
En la ciudad piamontesa de Lu Monferrato se venera desde hace siglos a un san Valerio obispo, del que se desconoce absolutamente todo. El único dato es que un 22 de enero de algún año (!) los habitantes de la zona fueron testigos de un milagro: el grano crecía espléndidamente en un campo a pesar del riguroso invierno. Al explorar el campo para averiguar la causa, encontraron los restos de un Valerio. Nada más sabían de él, pero como ya hemos comprobado, la tradición oral huye del vacío, así que frente a las reliquias milagrosas, pronto se tejió la leyenda, carente de todo fundamento, de que este Valerio había sido un obispo que sufrió martirio bajo los arrianos (en realidad la leyenda era copia de la tradición de martirio del santo patrono de un pueblo cercano). Se confeccionó el precioso relicario, se hizo la estatua, la procesión, el patronazgo, etc, pero... ¡sobre el débil fundamento de unas desconocidas reliquias milagrosas, y un nombre archicomún en la tradición latina! El culto de ese san Valerio de Lu Monferrato sigue vigente, y según puede deducirse con facilidad, el Nuevo Martirologio ha querido dar contenido cierto a la figura fantasmagórica de ese san Valerio del 22 de enero, al identificarla con el poco conocido pero real san Valerio de la historia vicentina, aprovechando la circunstancia de que el de Italia se celebra el 22 de enero, fecha tan significativa en la historia de san Vicente. Esto es, naturalmente, una hipótesis.
Ver Acta Sanctorum, enero II, pág 834ss y las Actas del Concilio de Elvira, en Documenta Catholica Omnia. Para el san valerio de Lu Monferrato ver el artículo de Damiano Pomi en Santi e beati.
Abel Della Costa
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=277

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