San Vital Alejandría | |
![]() | |
, que vivió en Alejandría a principios del s. VII, dedicado a convertir las mujeres de mala vida.
|
Vital de Gaza, Santo
Emitaño, 11 de enero
Por: P. Felipe Santos |
Por: P. Felipe Santos |

Ermitaño
Etimológicamente: Vital = Aquel que está lleno de via, viene de la lengua latina.
Breve Biografía
Vital tenía nada menos que sesenta años cuando descubrió la riqueza del Evangelio de Jesús de Nazaret.
Se dio cuenta de que Dios invita a las "mujeres de mala vida" a que entren en su reino.
El vivía tranquilo como ermitaño en su ermita de Gaza en Palestina, tan actual en nuestros días por motivos políticos y bélicos, no por cuestiones religiosas.
Dejó su vida apacible y se marchó a Alejandría, célebre por su barrio chino al lado del puerto.
Allí se construyó su ermita. Se dedicó a hacer dos cosas importantes: una, pedir limosna de puerta en puerta; otra fue la dedicación completa al mundo de la prostitución.
Estas mujeres le tomaron en seguida un gran afecto, y entablaron con él una seria amistad porque estimaban en mucho sus palabras y sus sanos juicios acerca de sus vidas.
A pesar de ser un trabajo difícil, tenía las puertas de su ermita abierta para que fueran a hablar con él cuando quisieran. Les hablaba de la felicidad que da la honestidad de costumbres.
Gracias a sus palabras y al amor sincero y puro que les tenía, además de ser su paño de lágrimas, muchas se convertían y dejaban su mala vida.
Pero como suele ocurrir, había “beatos y beatas” que veían con malos ojos que se dedicara a este trabajo. Lo denunciaron al obispo y lo encerraron.
Las chicas prostitutas pasaban cada noche frente al palacio episcopal gritando y reclamando la libertad de su amigo Vital. El obispo lo comprendió.
Pero días más tarde lo mataron los “beatos o santones cumplidores farisaicos”.
Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com
Se dio cuenta de que Dios invita a las "mujeres de mala vida" a que entren en su reino.
El vivía tranquilo como ermitaño en su ermita de Gaza en Palestina, tan actual en nuestros días por motivos políticos y bélicos, no por cuestiones religiosas.
Dejó su vida apacible y se marchó a Alejandría, célebre por su barrio chino al lado del puerto.
Allí se construyó su ermita. Se dedicó a hacer dos cosas importantes: una, pedir limosna de puerta en puerta; otra fue la dedicación completa al mundo de la prostitución.
Estas mujeres le tomaron en seguida un gran afecto, y entablaron con él una seria amistad porque estimaban en mucho sus palabras y sus sanos juicios acerca de sus vidas.
A pesar de ser un trabajo difícil, tenía las puertas de su ermita abierta para que fueran a hablar con él cuando quisieran. Les hablaba de la felicidad que da la honestidad de costumbres.
Gracias a sus palabras y al amor sincero y puro que les tenía, además de ser su paño de lágrimas, muchas se convertían y dejaban su mala vida.
Pero como suele ocurrir, había “beatos y beatas” que veían con malos ojos que se dedicara a este trabajo. Lo denunciaron al obispo y lo encerraron.
Las chicas prostitutas pasaban cada noche frente al palacio episcopal gritando y reclamando la libertad de su amigo Vital. El obispo lo comprendió.
Pero días más tarde lo mataron los “beatos o santones cumplidores farisaicos”.
Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com
San Higinio de Roma | |
![]() | |
San Higinio, papa
En Roma, san Higinio, papa, que fue el octavo en ocupar la sede de san Pedro
El «Liber Pontificalis» es una colección de pequeñas biografías de los obispos de Roma desde san Pedro hasta el siglo VI, que es cuando se editó el anónimo libro. Sus informaciones no son demasiado exactas, pero muchas veces es lo único que tenemos, por eso lo que dice debe tomarse con cuidado. En el caso de Higinio, nos dice que era griego de nacimiento y que era filósofo; pero la afirmación de que era filósofo se debe probablemente a una confusión con otro Higinio.
Eusebio de Cesarea, en su Historia Eclesiástica, nos informa que el predecesor de Higinio murió durante el primer año del reinado del emperador Antonino Pío, lo cual significa, probablemente, que el pontificado de Higinio se extendió del año 138 al 142. San Ireneo relata que en esa época, los heresiarcas Valentino y Cerdón, gnósticos, se hallaban en Roma y que produjeron gran agitación en la Iglesia, pero ignoramos las proporciones que tal agitación había tomado cuando Higinio murió. Durante algún tiempo Higinio fue incluido en el número de los mártires, pero no hay testimonios de que haya muerto de ese modo.
Ver Duchesne, Liber Pontificalis, vol. I, p. 131; y Acta Sanctorum, 11 de enero. Eusebio, Hist. Ecl. V,6,4 y IV,11 (el texto de Ireneo sobre los gnósticos)
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
|
San Pedro de Cesarea | |
![]() | |
San Pedro «Apselamo» o «Bálsamo», mártir
En Cesarea de Palestina, san Pedro, llamado «Apselamo» o «Bálsamo», mártir, que en tiempo del emperador Maximino, invitado, tanto por el presidente del tribunal como por los demás asistentes al juicio, a reconsiderar su juventud, sin ceder a tales persuasiones demostró su fe en Cristo y murió con ánimo esforzado en el fuego, como oro purísimo.
De acuerdo con la relación de sus «Actas», Pedro Balsam nació en el territorio de Eleuterópolis, en Palestina, y fue hecho prisionero en Aulana, durante la presecución de Maximino. En el interrogatorio, Severo, gobernador de la Provincia, comenzó por preguntarle su nombre. Él respondió: «El nombre de mi familia es Balsam, pero mi nombre de bautismo es Pedro».
Severo: ¿De qué familia eres y en dónde naciste? Pedro: Soy Cristiano Severo: ¿Cuál es tu oficio? Pedro: ¿Qué ocupación u oficio más noble puedo tener que el ser cristiano? Severo: ¿Conoces los edictos imperiales? Pedro: Conozco la ley de Dios, Soberano del universo. Severo: Muy pronto sabrás que existe un edicto del más clemente de los emperadores, en el que ordena que todos aquellos que no sacrifiquen a los dioses sean condenados a muerte. Pedro: También es necesario hacerte conocer una ley, donde el Rey Eterno manda que perezcan todos aquellos que ofrecen sacrificios al demonio. Y entre esas dos leyes, ¿a cuál me aconsejas obedecer? ¿Debo morir decapitado, o escoger la condenación eterna del gran Rey y verdadero Dios? Severo: Puesto que me pides consejo, mi opinión es que debes obedecer al edicto del emperador y sacrificar a los dioses. Pedro: Jamás me convencerás de ofrecer sacrificios a ídolos de madera y de piedra, pues tus dioses no son otra cosa. Severo: Te recuerdo que tengo poder para vengar esas afrentas, condenándote a muerte. Pedro: Mi intención no es ofenderte; no he hecho más que repetir lo que está escrito en la ley divina. Severo: Ten compasión de ti mismo y sacrifica a los dioses. Pedro: Para no sentir compasión de mí mismo, debo abstenerme de sacrificar a los dioses. Severo: Quiero mostrarme benigno contigo y por lo tanto, voy a darte tiempo para que reflexiones y salves tu vida. Pedro: Será inútil la demora, pues no cambiaré de opinión; haz pronto lo que estás obligado a hacer y concluye la obra que el demonio, tu padre, ha comenzado, porque yo no haré jamás lo que Jesucristo me prohíbe.
Al oír esto, Severo ordenó a los verdugos que descoyuntaran a Pedro en el potro. Cuando se hallaba en la tortura, el gobernador le preguntó irónicamente: «Y bien, Pedro, ahora que has probado el potro, ¿estás dispuesto a sacrificar?» Pedro contestó: «Desgárrame con tus garfios y no me hables de sacrificar a tus demonios. Ya te he dicho que sólo ofreceré sacrificios a Dios; por Él sufro». Ante tal respuesta, el gobernador mandó a los verdugos que intensificaran la tortura; pero lejos de quejarse, el mártir entonó alegremente los versos del real profeta: «Una cosa he pedido al Señor y sólo esa buscaré: habitar en su morada todos los días de mi vida. Tomaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor» (Sal 27,4). Los espectadores, al ver correr en abundancia la sangre del mártir, le gritaban: «Obedece al emperador; sacrifica a los dioses y líbrate así de la tortura». Pedro replicó: «¿A esto llamáis tortura? Yo no siento ningún dolor; en cambio, si no fuera fiel a mi Señor, sería condenado a tormentos que no pueden imaginarse». También el juez intervino:
Severo: Sacrifica, Pedro Balsam, o tendrás que arrepentirte de no haberlo hecho. Pedro: No sacrificaré, ni me arrepentiré de no hacerlo. Severo: Mira que estoy a punto de dictar mi sentencia. Pedro: Tal es mi mayor deseo.
Entonces Severo pronunció su sentencia: «Damos la orden de que Pedro Balsam sea crucificado, por haberse negado a obedecer el decreto de nuestros invencibles emperadores y por haber defendido tercamente la ley de un crucificado». Así terminó su triunfal carrera este glorioso mártir, en Aulana, el 11 de enero. Es indudable que a Pedro Balsam se le puede identificar con el mártir Pedro Abse lamo, el cual, según Eusebio en «Los Mártires de Palestina», fue quemado en Cesarea. Por ésta y otras razones, las opiniones sobre la veracidad del relato que transcribimos en el artículo, difieren mucho. Mientras Ruinart las considera auténticas, Leclerq las ve como poco exactas. Delehaye opina que estas actas constituyen una novela histórica con fundamento en hechos reales.
Bardenhewer, Geschichte der altkirchl. Literatur, vol. II, p. 640. P. Allard, Hist. del persécutions, vol. V, p. 126, H. Leclercq, Les Martyrs, vol. II, p. 323. P. Delehaye, Légendes Hagiographiques, p. 114. Harnack, Chronol. Altchiristl. Lit., vol. II, p. 474.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario