RUMI
EL LIBRO INTERIOR
En otros tiempos. dijo el Maestro. cuando
yo componía versos, sentía un gran impulso interior que me empujaba a
componerlos y esta inspiración impresionaba (a los oyentes). Ahora que el
impulso declina, las impresiones, sin embargo, siguen vivas. La costumbre
(sunna) del Altísimo es así: cuida ciertas cosas en el momento de su aparición,
y de estos cuidados provienen grandes influencias y mucha sabiduría. En el
estado de ocultación tal educación también subsiste: "Señor del Oriente y
del Occidente", que quiere decir: "Él educa los impulsos que aparecen
y desaparecen".
Los motazilíes
dicen que el creador de las acciones es la criatura, y que cada acción que
emana de la criatura es una creación propia de esta criatura. No puede ser así,
porque la acción se produce, o bien mediante instrumentos tales como la
inteligencia, el espíritu, la fuerza o el cuerpo, o bien sin instrumentos. En
cualquier caso, la criatura no puede crear acciones por medio de estas
facultades que no es capaz de reunir; no crea, pues, acciones porque esos
instrumentos no le están sometidos y no puede crear acciones sin instrumentos.
Nosotros sabemos con certidumbre que el creador de las acciones es Dios, no la
criatura.
Cada acción,
buena o mala, procede de la criatura; ella la efectúa con un móvil y una
intención, pero el valor de esta acción no está a la altura de lo que imagina.
En todo lo que ha mostrado como sentido, sabiduría y utilidad a propósito de
esta acción, la única ventaja era que procedía de esta criatura. Pero sólo Dios
conoce la utilidad total de esta acción y sabe qué frutos se pueden sacar de
ella. Tú observas la plegaria con la intención de recibir su recompensa en el
más allá, y de adquirir por medio de ella una buena reputación y seguridad en este
mundo; no obstante. la oración no sólo tiene esta utilidad; puede procurar cien
mil beneficios que ni siquiera has imaginado.
Dios conoce
esos beneficios y es Él quien hace realizar esta acción a la criatura.
El hombre es
como un arco en la mano del poder divino; el Altísimo lo emplea para unas
acciones; estas acciones, en realidad, son obra de Dios, no del arco. El arco
es un instrumento y un medio, pero inconsciente de Dios, para que se mantenga
el orden del mundo. ¡Qué feliz y excelente es el arco que sabe en manos de
quién está! ¿Qué diremos de un mundo cuya naturaleza se basa en la
inconsciencia? ¿No ves que, cuando un hombre está despierto, se hace
indiferente y frío para con el mundo entero? Se funde y perece. Desde su
infancia, el hombre ha crecido por razón de su indiferencia; en otro caso, no
habría crecido ni se habría desarrollado. Ha alcanzado la edad adulta gracias a
la indiferencia. Seguidamente el Altísimo, lo quiera él o no, le envía
sufrimientos y mortificaciones para alejar las indiferencias e instaurar la
pureza: así puede familiarizarse con el otro mundo.
La existencia del hombre es semejante a un montón de basura, a un montón de
estiércol. Pero, si este montón de basura es precioso, es porque en él se
oculta el anillo del rey. La existencia del hombre se parece a un saco de
trigo. El rey exclama: "¿Adónde llevas ese saco de trigo con mi copa
dentro?". Esta persona ignora la existencia de la copa metida en el trigo;
pero si el hombre descubre la existencia de la copa real, se despreocupará
totalmente del trigo. Pues bien, cada pensamiento recibido del mundo de lo alto
y capaz de hacerte indiferente hacia el mundo de aquí abajo, es reflejo y
resplandor de esa copa que brilla fuera (del saco) El hombre desea ese mundo.
Si siente, por el contrario, inclinación hacia el mundo de aquí abajo, es que
la copa está oculta bajo unos velos.
Notas:
* "Fihi-Ma-Fihi" ("El libro
interior"), , cap. 54. Yalal al-Din Rumi, Barcelona, Paidós, 1996
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