Jesús no miente a sus discípulos, les dice que él y ellos tienen que pasar por la cruz
REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
La cruz, esos dos palos cruzados, que hoy son el símbolo más grande del Amor, del perdón, de la entrega por el otro hasta dar la vida para que el otro tenga vida; la cruz atroz, cruel, no aparece directamente en este Evangelio. Y los discípulos no quieren o no pueden entender.
Pero para nosotros sí, en algún modo -porque ya conocemos el final de la historia-, cuando Jesús habla así, crece la sombra de una cruz gigante sobre él y sus discípulos. Como los que ahora 2000 años después son asesinados por su fe en Jesús.
Es que Jesús no miente a sus discípulos. Les dice toda la verdad. Recién después de la resurrección y con la luz y la fuerza del Espíritu, ellos comprenden que Jesús, no solamente no es un Mesías que los libra de todos los males mágicamente, sino al revés, que el único camino para todos es cargar la cruz y ofrecer la vida por amor sin medir el sufrimiento.
Que debía sufrir mucho – les dice-, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Cuando Pedro se opone responde a Satanás, según Jesús y se convierte en obstáculo. Hasta que les explica crudamente: “el que quiera venir detrás de mi, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida a causa de mi la encontrará... Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre y pagará a cada uno de acuerdo con sus obras”.
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